Carta de 2 de mayo de 1823 (de Próspero de Bofarull y Mascaró)
A mi Manuel.
Hijo de mis entrañas: En la época más triste de mi vida, época de aflicción y desconsuelo y en que te hallas aún en la dichosa edad de la inocencia, es un deber de tu cariñoso padre dejarte escritas de puño propio para su mayor impresión en tu alma aquellas advertencias y consejos que acaso no podré darte cuando en el desarrollo de las pasiones te encuentres sin la experiencia y auxilios de la persona que te dió el ser y que consagra y que consagrará hasta su muerte el suyo para contribuir á tu felicidad temporal y eterna. Sí, hijo mío, entrarás algún día en este gran mundo cuyos falsos halagos podrán seducir tu cándido corazón é ¡infeliz de tí! si no sigues tu marcha por la senda de la virtud y de la religión santa en que por la misericordia de Dios naciste y has sido educado por un padre convencido de la verdad de sus eternos principios.—
Hallarás, Manuel mío, muchas personas en el mundo que sin haber empleado un solo momento de estudiar y meditar sobre la emanación divina de esta religión encantadora y erigiéndose en doctores y maestros de una materia tan delicada que ni siquiera han saludado, se atreven á motejarla de falsa, y no dejarás de tropezar con otras que por haberse indiscretamente internado demasiado en la comprensión de unos misterios que la Divinidad ha querido rservarse y que no es dado al mortal penetrar, incurren en la misma debilidad que las primeras. Entra pues en el mundo, hijo mío, con esta prevención de tu amoroso padre y, sin imitar la crasa ignorancia de las unas, el frenesí de las otras, ni el devaneo de ambas clases, procura instruirte con una prudente medida que no exceda el grado de comprensión en que te halles de los sagrados libros la más pura y cristalina fuente donde podrás apagar tu sed, pero no olvides que estas aguas deben beberse con cordura, es decir, que el hombre que no se halla constituído en la clase de ministro de la religión, no tiene necesidad de internarse demasiado en estos sagrados libros, y debe ceñirse á la lectura y meditación de los que están á su alcance. En los salmos penitenciales de David encontrarás consuelos y consejos los más saludables para todas las situaciones de tu vida; en los Santos Evangelios y compendio de la vida de nuestro Redentor el modelo de la paciencia, de la caridad y de todas las virtudes, y en el Espíritu de la Biblia del abate Martini (que es el primer libro que en la niñez he puesto en tus manos y cuya lectura diaria no menos que la de los dos anteriores te recomiendo) encontrarás también, hijo mío, todo cuanto necesitas saber y practicar para ser feliz como lograrás serlo si llevas una vida cristiana y fundas toda tu felicidad en una humilde esperanza de gozar de la bienaventuranza eterna; y si alguna vez, hijo amado, tu fe vacila por haber inadvertidamente parado tu imaginación demasiado en algún pasaje de estos libros que no entiendas, humíllate á la presencia del Señor, pídele su gracia y considera que tu religión está cimentada sobre la fe, y esta fe hermanada con los Mandamientos de la Ley de Dios, con la doctrina y ejemplos de nuestro Redentor y con los sentimientos interiores de tu propio corazón. — Próspero de Bofarull.