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Celebradas ya las bodas

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Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.
XIII


C


elebradas ya las bodas
á do la corte yacía
de Rodrigo con Jimena,
á quien tanto el Rey quería,
el Cid pide al Rey licencia
para ir en romería
al Apóstol Santiago,
porque así lo prometía.
El Rey túvolo por bien,
muchos dones le daría;
rogóle volviese presto,
que es cosa que le cumplía.
Despidióse de Jimena,
á su madre la daría,
diciendo que la regale,
que en ello merced le haría.
Llevaba veinte fidalgos
que van en su compañía;
dando va muchas limosnas
por Dios y Santa María;

y allá en medio del camino
un gafo le aparecía
metido en un tremedal,
que salir dél no podía.
Grandes voces está dando;
por amor de Dios pedía
que le sacasen de allí,
pues d’ello se serviría.
Cuando lo oyera Rodrigo
del caballo descendía;
ayudólo á levantar
y consigo lo subía,
lleváralo á su posada,
consigo cenado había;
ficiéranles una cama,
en la cual ambos dormían.
Hacia allá la media noche,
ya que Rodrigo dormía,
un soplo por las espaldas
el Gafo dado le había
tan recio, que por los pechos
á don Rodrigo salía.
Despertó muy espantado;
al Gafo buscado había;
no le hallaba en la cama;
á voces lumbre pedía.
Traídole habían lumbre
y el Gafo no parecía.
Tornádose había á la cama,
gran cuidado en sí tenía
de lo que le aconteciera;
mas un hombre á él venía
vestido de blancos paños;
desta manera decía:
—¿Duermes ó velas, Rodrigo?
—No duermo, le respondía;

pero, dime tú, ¿quién eres,
que tanto resplandecías?
—San Lázaro soy, Rodrigo,
que yo á fablarte venía.
Yo soy el Gafo á que tú
por Dios tanto bien facías.
Rodrigo, Dios bien te quiere,
y otorgado te tenía
que lo que tú comenzares
en lides ó en otra vía,
lo cumplirás á tu honra
y crecerás cada día.
De todos serás temido,
de cristianos y morisma,
y que los tus enemigos
empecer no te podrían.
Morirás tú muerte honrada,
tu persona no vencida;
tú serás el vencedor,
Dios su bendición te envía.—
En diciendo estas palabras,
luégo desaparecía.
Levantóse don Rodrigo,
y de hinojos se ponía:
dió gracias á Dios del cielo,
también á Santa María,
y ansí estuvo en oración
hasta que fuera de día.
Partióse para Santiago,
su romería cumplía;
de allí se fué á Calahorra,
adonde el buen Rey yacía.
Recibiéralo muy bien,
holgóse de su venida;
lidió con Martín González,
en el campo le vencía.