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Correo de Comercio: 12 de mayo de 1810/3

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Correo de Comercio

Número 11

Del Sábado 12 de mayo de 1810

HIMENEO

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Arrebatado á la elevada cumbre
De su contemplacion un sabio adusto
Mirando estaba el globo,
Y en medio de su arrobo
Fixa la vista en una muchedumbre
De jóvenes y ancianos,
Que asiendo un aldabón con ambas manos
Pulsa á la puerta de oro tachonada
Del santuario grandioso
De Himeneo: con la cabeza orlada
De rosas y amaranto, presuroso
El dios sale, y al punto exclama: insanos,
¿A quién no dará risa,
Para tamaña empresa tanta prisa ?

A vuestras aldabas repetidas,
Las bóvedas del templo retumbaron;
Los Genios se asustaron;
Las ninfas á mi culto consagradas,
Andando acá y allá despavoridas,
Gimieron y temblaron,
Juzgando que los vientos desatados
En las entrañas de la Madre tierra,
La hacían cruda guerra
Para rasgarla el seno,
Y salir sobre el suelo desfrenados.
¿Qué pretendéis, cuitados?
Veo mi templo lleno
De hombres de hondo saber arrepentidos
De verse en sn morada,
¡Y vosotros venis con planta osada!

El jóven, el varon, el hombre viejo,
Juntos y unidos á la vez me ruegan,
Con sangre de cien toros mi ara riegan,
Himnos me entonan, y me ofrecen votos,
Y todos, todos, faltos de consejo,
Se atropellan, se apuran,
Y repasar no curan
Los anales de tantos velos rotos
Por la mano atrevida
De adulterio infame,
Que trás mi templo tiene su guarida.
Apénas tálamo hay, dó no derrame
El veneno horroroso
De su copa infernal, que mancha el lecho,
Sofoca la razon, turba el reposo,
Y el desamado pecho,
En donde se clavó la fatal vira,
¡Con que opresion! ¡con que dolor respira!

Elena y Menelao á estos umbrales
En tiempo ya lejano
Tambien han concurrido;
En mi ara han encendido
Entreambos por su mano
Los aromas sabeos: ¿qué mortales
Su dicha no envidiaban?
Uno y otro se amaban;
Uno y otro fervientes,
Preces me dirigieron;
Con sus brazos el cíngulo texieron;
Y en voces balbucientes,
Llenos del fuego, que ambos despedian
Por sus ojos tocados
Del encanto de amor, se repetían
Los votos mas sagrados
De un eterno querer. Baxé del cielo:
La hacha encendí; cubríles con el velo.

La hacha apagó, y el velo hizo pedazos
El atroz adulterio.
Só la forma de Páris disfrazado:
Su poderío destruyó mi imperio,
Y al carro de su triunfo maniatado,
El triste hijo de Atreo,
Suspiros hondos lanza:
Unas veces se apoca, otras se irrita:
Y vago é impaciente su deseo,
Tan solo la esperanza
De la huesa insensible le minora
La pena al infelice.
Brama, patea, pálido se azora
Contra el vil robador de su reposo;
Me injuria, y me maldice;
Y qual toro hostigado allá en el coso
Hácia Troya revuelve, y la convierte
En escombros, en polvo, en sangre, en muerte.

Dixo: y á las palabras sacrosantas
Del Dios se extremecieron,
Mil cosas en su mente revolvieron,
Asombrados los pechos varoniles,
Y retirando del umbral las plantas,
Del templo abondobnaban las mansiones:
Mas fueron flacos, como lo fué Aquiles.
El lloro, la terneza
Del sexo hermoso, que á mirar tornaron,
Los hizo avergonzar de su dureza,
Y la cerviz al yugo doblegaron.
El sábio adusto que lo estaba viendo,
Exclamó sonriendo:
El hombre con pasiones es torrente,
Que hinchado con las aguas lleva el puente.

J. P. D. O.



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