Crítica social/Emilio Zola
Noticia biográfica
No intentamos hacer una biografía de Emilio Zola.
La tarea sería fácilmente hecha, con sólo consignar la fecha de su nacimiento y la de su muerte, en pleno vigor intelectual aún, cuando todavía cabía esperar prodigiosos frutos de su raro talento. Porque la vida de Zola carece de episodios dramáticos de esos que puedan interesar al público; es una vida de pelea orientada toda ella hacia la consecución de un fin, vencer en la lucha, imponerse con la fuerza incontrarrestable del genio.
Nacido en el centro de París en 2 de abril de 1840, Emilio Zola, de un padre italiano e ingeniero, y de una madre francesa, huérfano de padre en edad muy temprana, tuvo por primera educadora a su madre, más cariñosa que rígida, y a unos abuelos que idolatraban al niño.
Mimado éste, vivía feliz aun en la penuria que por herencia quedó a la familia, desarrollándose en plena libertad, en medio de la espléndida belleza de Provenza.
Imperioso de carácter y poco precoz de ingenio, la educación de Zola se resintió en sus comienzos de la no sobra de medios pecuniarios de la familia y del cariño sin límites que la madre y los abuelos le profesaban.
Sin título académico alguno, con un caudal de conocimientos no muy abundante, Zola desde muy joven tuvo que aplicar el hombro al trabajo para proporcionarse parte del sustento.
Entonces entró en la Casa Editorial y librería Hachette, donde se manifestó de una manera resuelta la vocación que Zola sentía por las letras, en las que debía no muy tarde brillar con luz propia, adquiriendo fama universal.
Si la necesidad de publicar sin mutilación alguna los trabajos de Zola que siguen, no hubiese absorvido las páginas de este volumen, ya que no una biografía del autor del «Assommoir» y de tantas y tan renombradas obras, tarea de cíclope que no teme los embates de la crítica ni la acción demoledora del tiempo, hubiéramos intentado hacer una semblanza del jefe indiscuțible de la escuela naturalista, poeta y filósofo, psicólogo y anatómico, observador como Darwin y preciso y breve como un matemático.
Pero esto, sobre ser tarea superior a nuestras fuerzas, no cabe en el reducido marco que nos dejan las contadas páginas de este libro, que quedan a nuestra disposición.
Para que el lector curioso pueda satisfacer su deseo de conocer la vida del luchador eximio, nos limitaremos a señalar algunos de los libros que sobre Zola se han escrito, entre los muchísimos que se ocupan de tan discutida personalidad: Paul Alexis, «Emile Zola, notes d'un ami», París, 1882; Brink, «Emile Zola et ses œuvres», 1887; Laporte, «Emile Zola, l'homme et ses œuvres», París, 1891; Toulouse, «Emile Zola», París, 1896.
De todos modos no podemos dejar de indicar un momento memorable de la vida de Zola, que le pinta de cuerpo entero.
Nos referimos al famoso proceso que el fanatismo político avivando odios religiosos siguió a Dreyfus, en el que Zola, afrontando todos los riesgos, los de la ley durísimos y los de la impopularidad terribles, atento sólo a la verdad y la justicia, se puso de parte del acusado.
Valióle a Zola, actitud tan gallarda, aparte de verse acosado y escarnecido por las turbas y por la juventud arrebatada, un proceso, cuya vista duró desde el 7 al 23 de febrero de 1898, y en el que fué condenado a un año de prisión y 3,000 francos de multa, el máximum de la pena.
En 2 de abril, el Tribunal de casación casó la sentencia por vicio de forma, pero reproducido el proceso en Versalles, el 18 de julio, Zola, juntamente con el gerente del diario L'Aurore, fué condenado a la pena que primeramente se le había impuesto, saliendo libre gracias a una amplia amnistía que poco después se concedió.
A aquel momento culminante de la política francesa, se refieren los documentos comprendidos bajo el título general de «La Verdad en Marcha», que le pusiera su autor.
Dichos trabajos, como los que siguen, han sido traducidos exprofeso para esta Biblioteca, y no han sufrido mutilaciones, como ocurre con otras ediciones españolas de los mismos. Así entendimos cumplir nuestro deber.
Fácil nos hubiera sido espigando en las hermosas y fecundas novelas de Zola, encontrar fragmentos brillantes que reproducir; pero destinada esta Biblioteca a estimular el amor a la lectura, hemos preferido formar el tomo con estos breves trabajos completos, que sobre pintar al hombre y al pensador a maravilla, tienen abundantísimo jugo intelectual y filosófico.
Zola, que aun siendo un genio no pudo escapar a la comezón de ser Académico, y lo intentó sin éxito varias veces desde 1893, en vida ya se había conquistado la inmortalidad con los cuarenta volúmenes, prueba de su genio y de su laboriosidad, inconmovibles sillares del monumento en que se asienta augusta una de las más legítimas glorias de Francia, tan fecunda en hijos ilustres.
Barcelona, junio 1916.