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Cuentos de hadas (Baró tr.)/Introducción

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
INTRODUCCION.


S

i quereis escucharme, bellos cuentos

yo os narraré, á modo del abuelo
que al rededor teniendo la menuda
grey bullidora de sus tiernos nietos,
entonces convertida en grey sesuda,
de las Hadas revela los secretos
y refiere de encantos y portentos
historias ya pasadas,
que en la mente se quedan bien grabadas.
Abrid el libro, y hallareis primero
ejemplo de paciencia
en Grisélida bella,
que de pastora se elevó á princesa;
palideció su estrella,

de la muerte luchó con la inocencia,
y al fin vió coronadas
sus virtudes, por todos alabadas.
Si os entretiene el uno, el otro venga
muy humilde de nombre,
pero acaso el leerlo os entretenga,
que tras vestido mísero, un grande hombre
puede ser que se esconda,
como aquí una princesa muy hermosa
debajo de un pellejo, ¡y qué pellejo!
de un asno, que barrunto era asno viejo.
Muy cortita hallareis, pero preciosa
la historieta siguiente
que de un modo evidente
nos revela que á veces nos quejamos
y salimos de quicio,
de vicio, sí señor, de puro vicio,
y ciframos la dicha
en comernos sus tres palmos de salchicha.
Es Hermosa durmiente la que viene,
y por cierto que tiene
su enseñanza, que está en la moraleja,
que muy bien terminado el cuento deja.
Caperucita roja es una niña
que os dirá que hay que huir del lobo fiero
que suele convertirse en marrullero.
¡Barba azul! Su perilla es una piña;
es feroz, es cruel, es sanguinario,
lo que se llama un hombre estrafalario;
mas su mujer, oh niños, es curiosa,
y vereis como el serlo es mala cosa.
Maese Zapiron es un gatazo
que al más lísto le pega un gran bromazo,
y de un modo patente nos revela
que, si bien la riqueza vale mucho,
no vale ménos el ser hombre ducho.
Si sois buenos, las Hadas sus favores
os prodigan; en cambio si sois malos

no os dan perlas ni flores,
pero palos, oh sí, muy buenos palos,
y á sentir os obligan sus rigores.
Tambien los de la suerte, Cenicienta
probó; pero de pronto vió trocada
en morada opulenta
la bajeza á que estaba relegada,
y al hallarse en princesa convertida
no recordo la ofensa recibida.
Se presenta en escena
un principe muy feo,
por más señas el príncipe Roquete,
y por añadidura el del Copete.
Vuestro gesto ya veo:
aquí no hay cosa buena,
tal vez digais; y á fé que el que discurre
de esta manera, en grande error incurre,
que á veces hay buen vino en tosca copa
y en mal plato excelente y rica sopa.
Si la duda os quedara,
Meñiquin, que es un chico diminuto,
la desvanece en ménos de un minuto.
Presentados ya están los personajes;
la página volved, id al asunto,
que yo, con vuestra vénia y sin ambajes,
fin doy á mi tarea y pongo punto.