Días nublados

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Novelas y fantasías de Roberto Payró
Días nublados



á J. Peralta Martinea.

Bajo la influencia de este cielo plomizo, sintiendo la caricia del viento que arrebata las nubes negras y sombrías, en una especie de somnolencia indescriptible, mis ideas toman un tinte nebuloso y vago; paréceme que estoy entre sueños y que lo que veo y toco se desvanecerá en breve, como esas caprichosas imágenes que la pesadilla presenta á nuestros ojos asombrados.

Esta claridad de crepúsculo en que nos agitamos, hace que la pupila se dilate, y que la vista perciba menos que el oido. Asi, todo rumor, todo eco toman sones extraños, melancólicos; el canto del ave resuena más dulce, más poéticamente; el rumor de las risas alegres toma un timbre fantástico; nuestra misma voz adquiere sonoridades no imajinadas, repercutiendo en el ambiente que parece más denso, más vibratorio; la calma en que yace la naturaleza, el silencio general que reina en estos dias, solo turbado por rítmicas frases sonoras, ejerce marcada presión en nuestro espíritu, y lo lleva á ese estado anómalo en que se asimila pensamientos y creencias de que carece en los dias normales. Por esa razon ha dicho Zorrilla en uno de sus poemas:

Pero la noche oscura, la de nublados llena.
me dice mas pujante: - Tu Dios se acerca á ti".

Y nadie dejará de comprender toda la verdad que encierran esos dos versos: -en lo sobrenatural pensamos, cuando la luz tamizada por las nubes, como por un vídrio ahumado, llega á nosotros con vaguedades encantadoras, con resplandores que no hieren nuestros ojos, y que dan á los objetos coloridos extraordinarios, nebulosos ...

Este aspecto del cielo y de la tierra, empuja nuestro espíritu hácia la poesía, y le hace gozar con ciertos versos.

Asi, Heine es mi poeta favoríto en los dias nublados; al par que en los dias tíbios cuando los árboles empiezan á cubrirse de flores, y á dar asilo á los pájaros que anidan en sus ramas, esperimento placer gratísimo al escuchar las sencillas cadencias del verso de Campoamor, cuyo espíritu vive en constante primavera, sin que la nieve de los años haya alcanzado á helar su corazón, hoguera siempre encendida, en que los castos amores, los ensueños juveniles, las pasiones sublimemente puras, encuentran siempre un abrigo contra el viento asolador de la indiferencia ...

En las pájinas nebulosas de Heine, tan apropiadas para estos estados místicos del alma, encuentro inagotable fuente de ensueños, cuando el sol, oculto entre manto de nubes cenicientas, no envía su caliente beso á la tierra que queda silenciosa y pensativa, como la amante que espera en vano la llegada del hombre á quien rindió su corazón.

En estos dias, solitario, me agrada pasearme por donde reinan la soledad y el silencio, con uno de los grandes libros que se esfuerzan por hacer á los hombres mejores, y hojeando sus pájinas, recordar las horas de mi infancia, las gratas horas que pasaron para no volver; me agrada traer á mi mente el recuerdo de mis pasajeros dolores y, hundiéndome en lo profundo de mi espíritu, percibir nuevamente la imájen de tiempos que fueron, de personas desaparecidas, de dichas que duraron un suspiro, de dolores que, al pasar, dejaron en mí su huella profundamente grabada, de alegrias, de ilusiones, de ideas formuladas apenas -así como agrada al anciano revolver en su escritorio las cartas en cuyo papel, amarillento ya, puede ver aun caracteres trazados por una mano amiga, y evocar escenas que se desvanecieron para no repetirse;- así como agrada al soldado recordar sus numerosas heridas y sus pasadas victorias, cuando ya la fuerza le falta para verter nuevamente su sangre y para triunfar otra vez ...

Y en esos libros, llenos de grandes abnegaciones, de almas puras, de voluntades inflexibles en el bien, bebo nuevos ánimos para continuar en la ruda batalla de la vida, sin que flaquée mi brazo ni se anonade mi espíritu!..

Ignoro por qué estos dias se prestan á lo fantástico, y engendran en nosotros pensamientos que nos parecerían ridículos en cualquier otra circunstancia.

Los cuentos de Poe me fascinan notablemente más en medio de esta claridad como de aurora.

He leido los cuentos fantásticos de Dumas en situaciones análogas, y ante mi vista se desarrollaban todos esos portentosos cuadros con sorprendente nitidez, y las pájinas pasaban ante mis ojos con rapidez vertiginosa: no leía, devoraba. Luego -era en un dia esplendoroso- quise volver á hojear el volumen, y á los pocos renglones caía de mis manos, para que éstas no volvieran á tomarle. Sin embargo, creo que hoy lo leería con tanto placer como en un principio. Claude Bernard enseña un determinismo fisiológico: debe haber otro en psicología también.

Cuando la fiebre nos devora, cuando, sentados en un sillón frente á la ventana, débiles y enflaquecidos, contemplamos el cielo en que no se vé el destello más leve de luz brillante, sinó una claridad difusa, pálida, que se adapta á nuestro estado -nos parece que cruzan la atmósfera seres imposibles, mágicas creaciones, y creemos, al propio tiempo, asistir á caprichosos dramas en que nosotros mismos somos actores muchas veces. Entonces es cuando la fantasía emprende más rauda el vuelo; entonces es cuando Oante, Milton, Goethe y Shakspeare reinan en nuestras almas, trayendo algo del cáos á nuestro cerebro.

¡Cuántas veces ha vuelto á existir para mi la edad media con sus pavorosos subterráneos, con el áspero chirrido de sus cadenas enmohecidas, con el crujir de los maderos de sus instrumentos de tortura, con los gemidos de las víctimas y las exclamaciones de los verdugos sedientos de sangre y no hartos de muerte y desolación!.. ¿Qué ha sido necesario para eso? Leer una sola de las pájinas de la historia de aquellas épocas, y asistir mentalmente, llevado por la imajinación, casi en contra de mi voluntad, á sus trájicos sucesos.

¡Cuántas veces he visto la sombra del viejo rey que pedía á Hamlet la venganza! ¡Cuántas he contemplado ánte mí á Lady Macbeth, frotándose las manos eternamente teñidas en sangre! .. ¡Cuántas al soberano de las tinieblas lanzando su reto formidable al creador de la luz! ¡Cuántas á Macbeth, ante la sombra acusadora de Ranquo! ¡Cuántas han pronunciado mis labios, junto al ser ó no ser de Hamlet, el doloroso monólogo de Segismundo! ...

Margarita, Ofelia, Beatriz, mujeres intangibles, sueños de poeta, viven y se agitan en esta maravillosa claridad, semejante á la luz que difunde la luna sobre la dormida tierra, y las tomará el espiritu más incrédulo, por figuras reales, palpitantes, sen estos dias fantásticos en que la razón cae exánime bajo los golpes de la fantasía.

Así, los poetas ingleses y alemanes son mis amigos favoritos en las noches de invierno frías y nebulosas, y en los dias nublados en que la imaginación tiende el vuelo para no detenerse en su carrera mareadoramente vertiginosa. Ellos, bajo un cielo siempre igual, envueltos en la perenne neblina -velo de gasa que colocado ante lo real, presenta los objetos con aspectos imaginarios pero no menos hermosos- tienen el poder de enagenar la imaginación, y llevarnos al ensueño vago que nos encanta, al místico éxtasis que produce en el espíritu sensaciones agradablemente tiernas; el de hacer que nuestros ojos se llenen de lágrimas, y el de empujarnos hácia ese sentimentalismo sin forma en que se halla nuestra alma, cuando en la soledad y en el silencio, deseamos algo que no existe, y alzamos los ojos al cielo buscando en vano en su extensión inmensa lo que nos enamora, lo que nos llama, lo que -sin verlo- nos parece tan hermoso, lo que es nuestro anhelo -á pesar de que no alcancemos ni á soñarlo siquiera ....

Y en ese estado, si por casualidad cae en nuestras manos uno de esos libros de la escuela moderna que nos muestran la existencia sin luz, sin poesía; la vida pasajera, sin más allá, dentro de estrechos límites; el hombre obrando según las inspiraciones de la materia, convencido de no tener alma; la humanidad positiva, sin ensueños, sin ideales, continuando su camino agobiada por el peso de los años que corren sin una interrupción, carga pesada que ni aun por eso quiere sacudir, temiendo la eterna sombra... sentimos un disgusto extraño, algo como si el corazón se oprimiese, y nos preguntamos cerrando los ojos:

- ¿Será cierto? ...

Pero siempre logro sacudir esos pensamientos, y mis ojos creen ver vagamente aquello que nos enamora, que nos encanta y que no alcanzamos á soñar siquiera... Eso que nos hace vagar horas enteras con la cabeza inclinada y el paso vacilante .. Y cuántos también tratan siempre de descubrir en su cerebro un rayo de luz que les lleve directamente á la solución del problema infinito que se esconde sin piedad á sus miradas... ¡Ay! pero ese misterio no será descubierto nunca; la esperanza de rasgar un dia el velo impenetrable que lo oculta á nuestros ojos, es quimera formulada por la imaginación, y de realización imposible, nebulosa que vaga sin rumbo en los espacios siderales y que nunca se solidificará.

Vano es tratar de saber lo que deseamos claramente en estos dias en que el cielo parece reunirse á la tierra, en que el firmamento amenaza aplastarnos -tan bajas están las nubes,- como sería vano también querer descubrir tras el manto de vapores caprichosos y móviles que oculta la bóveda azul, el sol esplendoroso que alumbra ahora con sus rayos á otras poblaciones y á otros mundos.

¡Pero que importa!

La luz de mañana disipará nuestro insensato deseo, y arrollará los escuadrones de las nubes con sus rayos vivificantes y fecundos.


Córdoba, Marzo de 1887.