De consejo muda el sabio
Una señora joven y hermosa estaba de parto por la primera vez, y afligida y desesperada además por la congoja y la angustia que le ocasionaban los inevitables dolores que sufria. Era piadosa y devota, y como tal, tenia encendida una vela de Nuestra Señora de Monserrate, y en los intervalos de descanso que le concedían sus dolores, decía con todo su corazón:
— Si del apurado estrerao en que me encuentro llego á salir con vida, yo os ofrezco, Señora mia, firmemente, que no me veré segunda vez en otro peligro semejante.
Quiso Dios que la joven hermosa pariese con felicidad, y cuando algunos momentos después se encontró en su lecho libre de congoja y dolores, llamó á su doncella y le dijo con cariño:
— Mira, Ernestina, la vela de Nuestra Señora de Monserrate está ardiendo, apágala, hija mia, y fárdala con cuidado para otra vez, porque te aseguro que me ha servido de mucho consuelo en esta ocasión.