De la esclavitud

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DE LA ESCLAVITUD.

Torno al tratar de los negros de Etiopía, en donde se cargan todos los que llevan á Indias y traen á estos reinos. Este trato es en dos maneras: uno de los que por pmpia autoridad arman para ir á aquellas gentes y robar esclavos, que traen ó compran de los oíros que han robado. Estoes cosa cLira que es contra conciencia; porque es guerra injusta y robo manifiesto, no respecto de que entran en la tierra, que es de otro reino, sino que no tienen autoridad para lo que hacen, y es contra lodo derecho, divino y humano, enojar á quien no les ha enojado, cuanto más privarlos de su libertad y ponerlos en servidumbre, que os igual á muerte. Otro trato os de quien los compra de los portugueses, que con autoridad de su rey los contratan y públicamente venden, y así acá como allá se pagan derechos de su contratación, como cosa pública y permitida. En cuanto al fuero exterior, no se puede poner duda en este contrafoque es permitido, pues los reyes lo consienten. En el fuero interior y del ánima también debe de ser bueno, pues que se hace públicamente y no hay quien diga mal de olio, ni religioso que lo contradiga, como habia para cada indio cuatrocientos defensores que no se hiciesen esclavos; antes veo que se sirven de ello.<?, y los compran y venden y contratan, como todas las demás gentes. También es o debe ser bueno, pues que lo hace ijuien nos debe dar ejemplo; aunque no hay quien i iilienda e-ta cifra; al menos para mi no lo es; que si de parte de estos miserables no ha preemliilo cuipa para que justamente por ella pierdan su liberlad, ningún trato, público ni particular, por aparente que sea, bitsta á librar de culpa á quien tenga en servidumbre usurpada su libertad.

Quien quisiere ver algunas causas que hay para la justificación de la servidumbre de éstos, vea las que pone rl maestro Mercado, 10 su Tniíuf/o, puostoque no muestra mucha sali-faccion de ellas; y yo me satisfago mucho menos de las que á él le parecen justas, que de las que confiesa que no lo son. Las tres más j-ustas que él pone son las que se hacen esclavos por guerra; la segunda, los que por leyes que entre ellos hay se reducen á servidumbre; la tercera, cuando en extrema necesidad, el padre vende á su hijo para su sustentación.

De éstas digo, como de todo lo demás, que deben de ser buenas; pues que yo no las entienilo. La primera, n¡según Aristóteles, que él alega, ni según nadie, esjusta, y mucho menos según Jesucristo, que trata diferente filosofía que los otras. ArislóLcles dice que las cosas tomadas en ¡a guerra son de los que las toman. Esto es muy diferente de hacer esclavos. Vea lo que Pirro, rey de los epirotas, dijo cuando en socorro de los tarcntinos pasó á Italia contra los romanos: tratando con él del rescato de los cautivos, se los dio libremente, diciendo que no trataba la guerra, como bodegonero, por intereses, sino por gentileza y para ver á quién daba Dios el señorío universal de todo.

Cuando la guerra se haec entre enemigos públicos, ha lu-^irde hacerse esclavos en la ley del demonio; mas donde no hay tal guerra, ¿qué sé yo si el esclavo que compro fué justamente captivado? Porque la presunción siempre está por su libertad.

En cuanto ley natural, obligado estoy á favorecer al que injustamente padece, y no hacerme cómplice del delincuente; que pues el no tiene derecho sobre el que me vende, menos le puedo yo tener por la compra que de él hago. Pues ¿qué diremos de los niños y mujeres, que no pudieron tener culpa, y de los vendidos por hambre? No hallo razón que me convenza á dudar en ello, cuanto más á aprobarlo.

Otros dicen que mejor les está á los negros sor traídos á estas partes, donde se les da conocimiento de la ley de Dios y viven en razón, aunque sean esclavos, que no dejarlos en su tierra, donde estando en libertad, viven bestialmente. Yo confieso lo primero, yá cualquiera ne. gro que me pidiera sobre ello parecer, le aconsejara que antes viniera entre nosotros á ser esclavo que quedar por rey en su tierra; mas este bien suyo no justifica, antes agrava más, la causa del que le tiene en servidumbre, por lo que arriba dije. Del bien que se siguió del mal que Judas hizo, ningún provecho se le pegó á Judas. Sólo se justificara en caso que no pudiera aquel negro ser cristiano sin ser esclavo.

Mas no creo que me darán en la ley de Jesucristo que la libertad déla ánima se haya de pngar con la servidumbre del cuerpo. Nuestro Sidvador á todos los que sanó de las enfermedades corporales, curó primero de Jas del ánima. San Pablo a Filemon, aunque era cristiano, no quiso privar del servicio de su enclavo Onésimo; y abora al que hacen cristiano quieren que pierda la libertad, que naturalmente Dios dio al hombre.

Cada uno hace su hacienda, mas muy pocos la de Jesucristo. ¡Cuan copiosa sería en el cielo la paga del que se metiese entre aquellos bárbaros á enseñarles la ley natural, y disponerlos para la de Jesucristo, que sobre ella se funda! Ya estas partes están ganadas para Dios; aquellas eslán hambrientas de la doctrina. Grandísima es la miese, y los obreros ningunos. Porque la tierra es caliente, y no tan apacible emio Talavera ó. Madrid, nadie quiere encargarse de ser Simón Cirineo para ayudiir á llevar la cruz, si primero no le pagan el alquiler adelantado. Si asi lo hicieran los apóstoles, y cada uno tomara su ermita en Jorusalen, tan | or predicar estuviera hoy la ley de Jesucristo como diez aíios antes que él encarnase. Suya es la causa; él la delienda, y á mi de los que culparen esta <ligresion, que por servicio suyo y amor del prójimo he hecho, para advertir á los mercaderes que, pues hay otras cosas en que empleen su caudal, no gusten de trato tan carnicero.