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De mala raza: 12

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Escena XI

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VISITACIÓN, CARLOS, DON NICOMEDES, DON PRUDENCIO y DON ANSELMO, ADELINA, por la derecha.


ADELINA.-Ya estoy... Ustedes dispondrán... Pero ¿que es esto? ¡Carlos!

CARLOS.-¡Adelina!

ADELINA.-¡Ah! ¡Qué palidez!... ¡Qué dolorosa contracción!... ¿Quién ha sido?

ANSELMO.-Yo; yo he sido, señorita.

ADELINA.-¡Usted!... ¡Su padre!... ¡Y decía usted que le quería tanto! ¡Dios mío, y yo que pensé que los padres no hacían nunca llorar!

NICOMEDES.-Y parecía tímida y miedosa... ¡Anda, anda!... (Formando grupo.)

VISITACIÓN.-¡El tigrecillo afila las uñas! (Ídem.)

PRUDENCIO.-¡El instinto de raza! ¡Encuentra condiciones de lucha en el medio biológico! ¡Y la energía latente hace explosión! (Ídem.)

VISITACIÓN.-¡Su madre! ¡Como su madre!

ANSELMO.-Valerosa es la niña. Casi me va gustando. (Aparte.)

ADELINA.-Perdone usted, don Anselmo; no supe lo que decía. Perdone usted, Carlos; yo no quiero que sufra usted por mí. Ustedes tenían razón; yo no sé por qué, pero soy funesta para todos... Don Prudencio, si a usted le parece... Adiós, don Anselmo; no me guarde usted rencor... Hace usted bien... Es natural... ¿Qué soy yo? A ustedes sólo gratitud les debo... Seré mala, muy mala, ya que ustedes lo dicen...; pero ingrata, no... ¡Adiós, Carlos..., adiós! (Acercándose a él y en voz muy baja.) ¡Cuánto te quería! ¡Adiós para siempre!

CARLOS.-(Levantándose y sujetándola.) ¡No! ¡Déjarme tú! ¡Arrancarte de mis brazos!... ¡Nadie!...

ANSELMO.-¿Ni yo tampoco? (Adelantándose.)

ADELINA.-¡El, sí, Carlos! ¡Obedece!

CARLOS.-¡Tú, sí, padre mío!

VISITACIÓN.¡Pues no faltaba otra cosa!

NICOMEDES.-¡Resistir a su padre!

ANSELMO.-¡Si no resiste! ¿No lo estáis viendo?... Llego, y los separo..., y nada..., entre mis manos..., como cera... (Separando a ADELINA de CARLOS.)

NICOMEDES.-Así; muy bien hecho. Y ahora, Adelina, sal inmediatamente.

VISITACIÓN.-¡Y tú, Carlos, cuidado con faltar a tu padre!

CARLOS.-¡Padre!... ¡Padre mío!

VISITACIÓN.-¡Basta, Carlos!

ANSELMO.-¿Qué es eso? ¡Yo no necesito que nadie me hostigue contra mi hijo! ¡Ni necesito curadores! ¡Hola, hola! ¡Yo haré lo que me plazca!... ¿Quiero separarlos? Los separo. ¿Quiero unirlos? Los uno... Adelina, tenga usted la bondad de no marcharse. ¡Carlos, haz el favor de faltarme y de desobedecerme!

CARLOS.-¡Padre!...

ANSELMO.-¿No te estoy mandando que me desobedezcas?... ¿Qué es eso? ¡Pronto!... ¡Abraza a Adelina!

CARLOS.-¡Adelina! (Se abrazan estrechamente.)

ADELINA.-¡Carlos! (Ídem.)

VISITACIÓN.-¡Por Dios, hermano!

ANSELMO.-Y no la dejes marchar. (A CARLOS, con terquedad, al verse contrariado.)

NICOMEDES.-Pero ¿lo has pensado bien?

ANSELMO.-¡Y cásate con ella! (Como antes.)

PRUDENCIO.-¡Don ANSELMO!

ANSELMO.-¡Y ahora mismo, a buscar los papeles! (Cada vez más terco y decidido.)

CARLOS.-¡Ay padre mío, qué bueno eres!

ADELINA.-¡Ay don Anselmo, yo... no sé explicarme... lo que siento!... ¡Dios mío, qué bueno es usted!

PRUDENCIO.-¡Acabóse!