Despedida (Rubén Darío)
- Para María Guerrero, que
- Para María Guerrero, que
los declamó en el Teatro
Odeón, de Buenos Aires, la
Al partir, justo es que os diga
cómo a mí no ha sido extraña
tierra en que renace España,
por hidalga y por amiga.
Frescos, fragantes y finos,
nutridos de savia ardiente,
hoy acaricia mi frente
los laureles argentinos.
Vuestros corazones son
armoniosos y vibrantes
por la sangre de Cervantes,
de Moreto y Calderón.
Y fuera en vosotros mengua
que desdeñarais un día
con vuestra propia hidalguía
vuestra raza y vuestra lengua.
Mas no; lleno de frescor
libre bajo el cielo brilla
el árbol cuya semilla
plantara el Conquistador,
Vine, sí, si vencí yo
la victoria conseguís:
estaré en otro país
pero en otra patria ¡no!
Aquí la musa divina
de Calderón halló rosas;
y tuvo palmas fastuosas
la de Tirso de Molina.
La Niña Boba en Castilla
más afamada no fué,
ni la desventura de
doña Estrella de Sevilla.
Vuestro afecto se aquilata,
y nuestro mental tesoro
se ufana en bajel de oro
sobre el Río de la Plata.
Sabéis honrar las brillantes
máscaras, que mi alma adora,
y a Talía vencedora
coronada de diamantes.
Que sois gentiles, es fama;
mas vuestro afecto conquista
a la dama y a la artista
como artista y como dama.
La noble sangre latina
y la lengua castellana
juntan con el alma hispana
la joven alma argentina.
Y, dichosa mensajera,
yo voy a decir a España
que en nuestra cordial campaña
flota una misma bandera.
Mantengamos ese fuego
que caliente ambas naciones...
¡y, hasta luego, corazones
argentinos; hasta luego!