Diccionario araucano-español y español-araucano/Tomo I/Prólogo
La oportunidad de publicar un Diccionario Araucano-Español y Español-Araucano se deriva de las mismas razones que hemos alegado en el prefacio de nuestra Gramática Araucana para justificar la publicación de aquella obra. Lo que allí hemos manifestado respecto de las gramáticas antiguas vale también para los vocabularios: no prestan ya servicios prácticos para posesionarse del idioma araucano actual, y les falta además la parte castellano-araucana, que es un complemento necesario del libro que contiene la explicación de las palabras de la lengua desconocida.
Con el objeto de evitar decepciones a más de alguna persona, según los motivos o fines con que tome en sus manos nuestra obra, y para dar a conocer al mismo tiempo algunas de las dificultades que hubo que vencer y la índole peculiar de nuestros trabajos preliminares, nos parece oportuno hacer previamente en este lugar las siguientes advertencias:
No pretendemos que nuestro Diccionario, en ninguna de sus partes, aunque ambas bastante voluminosas, sea siquiera relativamente completo y, mucho menos, que agote del todo la materia. Confesamos, sin fingida modestia, que, además de las voces que figuran en este primer tomo del Diccionario, existen en realidad otros muchos vocablos araucanos, verbos-raíces y compuestos, y acepciones de palabras que no conocemos, ni hemos podido reducir todos los términos derivados a su expresión más simple: y respecto del segundo tomo hemos de decir que para muchísimas otras palabras y locuciones castellanas existen sin duda equivalentes en araucano, pero que no hemos encontrado aun. Los aficionados a indagar las etimologías de nombres geográficos o de términos vulgares extraños a la lengua castellana y de probable origen araucano, encontrarán en nuestro Diccionario solución satisfactoria de no pocas dudas, y ocasión para rectificar más de alguna interpretación errónea hasta ahora sostenida: pero también notarán al mismo tiempo que algunos términos muy conocidos y que tal vez figuran en los Vocabularios antiguos no aparecen en esta obra. Estas omisiones, en parte, no son involuntarias: y provienen de que en el nuevo Diccionario intencionalmente no hemos reproducido de los autores antiguos sino los vocablos que están todavía en uso hoy día o que, por lo menos, eran conocidos de nuestros intérpretes araucanos.
Muy interesante sería el trabajo que propone el Dr. don Rodolfo Lenz, de hacer un Diccionario colectivo de las palabras contenidas tanto en los Vocabularios antiguos, como en este nuevo, transcribiendo aquellas a la fonética moderna. Nuestro intento, empero, que es idéntico con el de la Prefectura Apostólica a cuyas órdenes estamos, no ha sido hacer un Diccionario histórico, sino uno del araucano moderno, que sirva a los Misioneros para poder hablar a los indígenas en un lenguaje correcto, bien inteligible para ellos. En cuanto a esto último podemos garantizar que las palabras que figuran en nuestra obra las hemos oído emplear por los indígenas.
Ciertamente no nos hemos limitado a buscar las palabras necesarias para expresar las doctrinas de nuestra Santa Religión: en el trato con los indígenas y más especialmente con nuestros intérpretes, hemos preguntado por cuánto hay en la naturaleza que los circunda y en sus casas y costumbres, y hasta hemos abordado cuestiones de ciencias humanas, dando las explicaciones del caso a nuestros intérpretes, sondeando lo que saben ellos y lo que pueden en- tender, y cómo reproducen lo que han comprendido. Pero si el Diccionario había de ser una obra completa que correspondería a todas las exigencias, para ello no era suficiente el espacio de casi veinte años de nuestra estada en Chile, aun cuando hubiésemos podido ocuparnos exclusivamente en coleccionar el material, y ni hemos podido aprovechar el recogido en toda su extensión, porque nos parecía preferible dejar la obra eu relativa imperfección y publicarla para que pudiera empezar a prestar la utilidad que se espera de ella para los fines de nuestra sagrada misión.
Nos da verdadera satisfacción perpetuar los nombres de aquellos araucanos que de una manera especial nos prestaron su cooperación en nuestras indagaciones lingüísticas, porque lo merecen. Les hemos recompensado en algo sus buenos servicios, pero no equitativamente, porque no se puede pagar la amistad que abre su corazón, ni tampoco tanta paciencia, pues les preguntábamos cien veces, hasta fastidiarlos, por dar con el sentido, la pronunciación de una palabra, el régimen de algún verbo, y ellos velaban con nosotros hasta horas avanzadas de la noche, cuando durante el día nos habíamos dedicado a las otras múltiples obligaciones de nuestro ministerio. Ellos son:
El sobrino del cacique Pascual Paiuemilla, llamado Pascual 2.º Painemilla Ñamcucheu. Hemos trabajado con él entre los años de 1898 y 1902 y tenía él entonces de 33 a 37 años de edad. Habla y escribe el castellano con facilidad y ha sido siempre muy amable y servicial con nosotros y jamás nos ha faltado al respeto.
José Francisco Colüñ, ya finado, hijo del cacique Jacinto Colüñ, también difunto, era ciego desde sus catorce años. Estaba, cuando lo ocupábamos, entre los 21 y 31 años de su corta vida. Hablaba el castellano con dificultad, pero lo suficiente para poder servir de intérprete ante los juzgados en causas menores y cuando no había otro mejor preparado. Por la concentración de su espíritu y su fácil comprensión era muy apto para formarlo para los fines a que aspirábamos; nos servía también de catequista por temporadas, para lo cual demostraba un raro talento y abnegación. Por la hilaridad de su genio y su fiel adhesión a nuestra persona ha sido uno de los hombres más agradables y queridos con quienes hemos tratado en nuestra vida. Sabía él sufrir sed y hambre y soportar cualquiera necesidad; no se enfadaba cuando no se le tenía cama: «No importa», nos dijo una noche, «me quedo aquí aun sin cama, yo duermo como el gallo».
Tanto Painemilla como Colüñ vivían en Wapi,[1] algunas leguas al sur del pueblo de Bajo Imperial.
El tercer araucano que nos prestó valiosos servicios ha sido Domingo 2.º Huenuñamco (Wenuñamko) que vive en el territorio de la Misión de Panguipulli. Tendrá hoy alrededor de 30 años. Perseguido por la mala suerte, vive en condición muy modesta sin poder elevarse a mejor situación, pero la paciencia, honradez y su rica vida interior le dan consuelo y conformidad. Es muy agradable en el trato, contento con poco, deseoso de aprender, inteligente, y le queremos como a un hermano. Aprendió por sí solo a escribir y leer, y mantiene con nosotros correspondencia en la lengua araucana; habla el castellano algo mejor que el finado José Francisco, aunque mucho menos que Painemilla.
Con los nombres de nuestros colaboradores araucanos y de sus tierras hemos a la vez designado los dos dialectos que principalmente, aunque no hasta agotarlos, hemos registrado en nuestro Diccionario.
Es sabido que los indígenas no hablan de la misma manera en toda la extensión del territorio, sobre el cual están propagados, que hay entre ellos diferentes dialectos, y únicamente dialectos, sin que exista un lenguaje literario o común.
Por lo que hace al número y nombre de estos dialectos y a sus diferencias características, hemos de confesar que no nos hallamos en condiciones de dar noticias ciertas y seguras, pues no hemos hecho estudios respectivos en todos los puntos del territorio habitado por indígenas.
Cierto araucano nos manifestó, tratándose de unas expresiones raras: «Entre nosotros casi cada ruka tiene su propio lenguaje». Pero eso es exagerar la verdad.
En general, se puede decir que las diferencias dialécticas aumentan en proporción con las distancias que separan a los indios entre sí, de modo que los del norte, que viven en la provincia de Cautín o más al norte, tropiezan con cierta dificultad, como ellos mismos lo confiesan, para entenderse con los de la región de Osorno. En Panguipulli no se habla exactamente del mismo modo que en el valle del río Pucón, y allí de otro modo que en Pitrufquén; los indios al este y norte de Temuco tendrán también sus particularidades, y los costeños se distinguen de los del valle central y más aun de los que viven al pie de la Cordillera. Mas las diferencias no son sino accidentales. Consisten ellas en modificaciones fonéticas, p. e. se pronuncian en la región de Osorno, La Unión, la costa de San Juan (al oeste de Osorno) casi todas las «r» como «ʃ» Allí y en general, al sur de Valdivia, hay sonidos que apenas podemos reproducir. Además se refieren las diferencias al uso y significado de algunas palabras raíces. Hay palabras cuyo significado varía según el lugar; otras no se conocen en una parte, mientras que son muy corrientes en otra. Las variaciones gramaticales se reducen a muy pocas y superficiales: afectan principalmente a las transiciones, la formación del plural de los sustantivos y reglas de eufonía.
En cada lugar se glorían los indios de que ellos hablan mejor que los demás, y complacientes de sí mismos, se ríen de sus connacionales de otras partes por su modo de hablar. Hemos oído decir a unos indios de Boroa que los (l•afken•che) costeños usan un lenguaje anticuado, y exactamente lo mismo dicen éstos de los boroanos.
No ha sido aspiración nuestra estudiar todos los dialectos, porque para el fin principal de este Diccionario no era de importancia. Haciendo figurar en él todas las variantes dialécticas, poco serviría para la práctica. Es un defecto que hay en Febrés, el que sin distinción alguna ha recopilado eu su libro los términos coleccionados por sus cohermanos en lugares lejanos entre sí. Quien quiera conocer los dialectos, tome por base de sus indagaciones los Estudios Araucanos por el Dr. don Rodolfo Lenz, cuyo oído afinado percibe admirablemente todas las modificaciones fonéticas y que presenta en dichos Estudios proposiciones y cuentos con distinción de los dialectos.
Nosotros, en el presente libro, reproducimos casi exclusivamente dos dialectos: el de Wapi o Budi y el de Panguipulli, esto es: uno del norte y de la costa, y el otro del sur y de la Cordillera; y hemos acompañado de una cruz (+) las palabras propias de Wapi, y de un asterisco (*) las de Panguipulli, mientras que los vocablos comunes a ambas regiones vienen sin signo alguno. Pero advertimos que dichos signos denotan únicamentente que las palabras que los llevan eran conocidas del intérprete e informante del respectivo centro dialéctico, y nada más.
Debemos agregar que, aun cuando no existe un lenguaje común o literario, sin embargo hay en todos los territorios dialécticos un modo elegante de expresarse, que se hacía lucir principalmente en los parlamentos de los caciques, costumbre que ya va desapareciendo, y en todas partes hay un modo de hablar correcto, y otro descuidado. «Entre nosotros», nos dijo uno de nuestros intérpretes, «hay también, lo mismo que entre los chilenos, unos huasos que hablan muy mal»; y más de una vez nos observaban nuestros amigos, que pertenecían a familias distinguidas entre sus connacionales: «No se deje Ud. influir por el modo como habla Fulano; él no sabe hablar».
De esto se desprende que no todo indígena es apto para servir de consultor en la indagación de su idioma, sino solamente aquellos que lo hablan con reconocida corrección, y nosotros podemos asegurar que nos hemos valido de personas competentes e idóneas para dicho fin.
1.º Los «Vocabularios» antiguos de los Padres Jesuitas Luis de Valdivia, Bernardo Havestadt y Andrés Febrés.
Al revisar los dos primeros, marcamos en el margen del libro los vocablos que el intérprete conocía, pero sin hacer más uso de nuestros apuntes.
El Vocabulario de Febrés llegó a nuestras manos en un ejemplar antiquísimo. Lo estudiamos con Pascual 2.° Painemilla Ñamcucheu hasta la letra «T» antes de 1903, y el resto, ya provistos de la edición de Juan M. Larsen, con Domingo 2.º Wenuñamco por el año de 1912. Trasladamos las palabras que ignorábamos y que el intérprete reconocía, a una libreta, en la forma que él las pronunciaba. Nuestros intérpretes nos indicaban los sonidos peculiares y que nos eran difíciles de distinguir, para lo cual los habíamos formado.
Los Vocabularios antedichos son ciertamente de mucho mérito; pero como las costumbres de los indios y todo su mundo de ideas han cambiado enteramente por el contacto con la gente civilizada y las nuevas condiciones de vida en que se encuentran: muchas de las explicaciones que dan aquellos Vocabularios, no eran ya inteligibles al intérprete ni lo son a los indios modernos en general. De no pocos términos de Havestadt y Febrés dijo Painemilla que eran de los huilliches. La fonética, que nunca ha sido fija o constante, ha sufrido nuevas alteraciones, y han variado los elementos constitutivos de las derivaciones en muchos verbos. Además abundan, especialmente en Febrés, las palabras-raíces y los términos raros, pero escasean los verbos compuestos con sus múltiples acepciones tan indispensables para la conversación.
A nuestro juicio, estos Vocabularios no dejarán nunca de tener grande importancia para el estudio de las costumbres antiguas, de las etimologías de las palabras, la evolución del idioma, son muy interesantes para las personas que ya conocen el idioma, pero no han podido servir de base para un diccionario del Araucano moderno.
2.º Cuentos, poesías y relatos de toda dase de asuntos, referidos por los mismas indígenas en su propio idioma, y que nosotros hemos anotado.
La mayor parte de estas anotaciones se hallan reproducidas en nuestro libro titulado Lecturas Araucanas, en el que se encuentra además el interesante material que sobre estos mismos temas logró reunir el R. P. Sigifredo de Fraunhaüsl, nuestro cohermano. También hemos aprovechado los ya nombrados Estudios Araucanos del Dr. Don Rodolfo Lenz, que en un tiempo fueron nuestra lectura favorita, anotando las expresiones que aun no conocíamos después de consultarnos con nuestros intérpretes.
3.º Traducciones del castellano al araucano, hechas con la ayuda de los intérpretes.
Ya en nuestra Gramática, página 335, hay algunas. Además hemos traducido con Painemilla y con Colüñ el Compendio de la Historia Sagrada, por Knecht, que la Prefectura Apostólica hizo imprimir en Friburgo, costeando nuestra provincia de Baviera la impresión.
Los Evangelios de las dominicas y fiestas los tradujimos en Wapi, y en los últimos años, de nuevo, con Domingo 2.º Wenuñamco juntamente con la Pasión según San Mateo y San Juan. Este trabajo espera solamente una última mano para estar listo para la impresión.
También poseemos oraciones, trozos de la Historia Sagrada de Schuster, y dos pláticas que hemos traducido, secundados de nuestros intérpretes. Por último, para reunir nuevas palabras y confeccionar a la vez el esqueleto de la segunda parte de la presente obra, nos hemos valido del Diccionario de la Academia Española, entresacando lo que en él había de traducible. En esta labor empleamos muchos meses con Domingo 2.° Wenuñamco. A él mismo le gustaba el trabajo, porque se prometía aprender algo, y hacía siempre apuntes de palabras castellanas que no conocía, poniéndoles al lado la traduccion araucana. Sin embargo, la labor era dura, y más de una vez nuestro buen Domingo llegó a desalentarse «con tanto pensar».
Superfluo sería advertir que muchísimas expresiones del Diccionario se han pasado por alto, por ser simplemente intraducibles o por no tener importancia alguna para nuestro objeto.
El intérprete, según llevamos dicho ya, habla y entiende sólo muy imperfectamente el castellano. Por esto, para salvar las dificultades, con frecuencia, hubimos de recurrir a ejemplos sencillos, que generalmente tomábamos de la vida de los indígenas, y no le preguntábamos precisamente por las palabras, sino más bien por la idea o proposición en conjunto, A veces una sola palabra ofrecía materia de discusión para muchas horas, dando aquella discusión por resultado que no pusiéramos, para una palabra dada, sólo su término más o menos equivalente, sino que la tradujéramos más bien por medio de cirunlocuciones o breves paráfrasis que expresaran con mayor precisión el significado del término y esclarecieran su régimen y construcción.
4.º El trato y conversación con los indígenas.
Ellos se acercaban a nosotros con confianza en las diferentes necesidades de su vida, habitábamos entre ellos, los visitábamos en sus casas, curábamos a sus enfermos y compartíamos con ellos sus alegrías y tristezas. Siempre teníamos a unos indígenas por compañeros en nuestros viajes por los territorios de la Misión, y como apuntábamos cuidadosamente cada nuevo término que oíamos, venían llenándose nuestras libretas, una tras otra, con el abundante material que ahora, después del penoso trabajo de ordenarlo, entregamos a la publicidad.
Figuraban en nuestros manuscritos del Diccionario denominaciones araucanas de plantas sin ninguna otra información, porque no les conocíamos el nombre vulgar en castellano si lo tenían, ni tampoco el científico. Este defecto se había de subsanar. Con este exclusivo objeto nos trasladamos a Panguipulli, y coleccionamos allí con ayuda de nuestro Domingo una cantidad notable de dichas plantas; otras pocas, que pudimos conseguir, nos hicimos traer de Bajo Imperial. El profesor de Botánica de la Universidad del Estado, Dr. don Fr. Johow, tuvo la amabilidad, que debidamente le agradecemos, de clasificar todas estas plantas y de comunicarnos sus nombres científicos. Si en algunas pocas, tal vez, ha ocurrido una equivocación, ha sido porque no hemos podido presentar la planta en la forma que se requiere para que pueda ser clasificada con certidumbre.
Quedan asimismo nombres araucanos de vegetales sin traducción; otros vienen acompañados solamente del nombre vulgar que aquí se les da. Algunos nombres científicos los hemos tomado de publicaciones sobre la vegetación de la parte central de Chile; pero para que no se confundan con los clasificados por el Dr. Johow, a los cuales atribuimos mayor importancia, hemos antepuesto a estos últimos el término Bot. (Botánica).
El trabajo de completar la clasificación de las plantas habría retardado considerablemente la impresión del Diccionario en perjuicio de su fin principal: otros podrán llevar a término este interesante trabajo y servirse para ello de los datos que en nuestra obra se hallan esparcidos.
Valdivia, Junio de 1915.
- ↑ Wapi llamamos la isla mayor del lago de Budi, y también, aunque impropiamente, la tierra entre ella y el mar, donde vive el anciano cacique Pascual Painemilla en medio de los que antes habían sido sus mocetones.