Diego de Saavedra Faxardo (Retrato)
D. DIEGO DE SAAVEDRA FAXARDO.
[editar]En Algezares, lugar del Reyno de Murcia, tuvo su nacimiento este insigne escritor y negociador político en 6 de Mayo de 1584, siendo sus padres D. Pedro de Saavedra, y Doña Fabiana Faxardo, ambos de esclarecidas familias de aquella provincia. A los diez y siete años de edad pasó D. Diego á estudiar la Jurisprudencia en la Universidad de Salamanca. Instruido en ambos Derechos, y condecorado con el hábito de Caballero de la Orden de Santiago, comenzó su carrera eclesiástica y política en Roma, en donde sirvió de Secretario de la Cifra al Cardenal Borja, Embaxador de España, á quien acompañó despues con el mismo empleo al Virreynato de Nápoles, y á dos Conclaves. Estos y otros servicios le merecieron una Canongia en la Metropolitana de Santiago, manteniéndose en todo el curso de su vida simple Clérigo tonsurado. Tambien obtuvo el título de Secretario del Rey, y el cargo de Agente de la Nación Española en la Corte Romana, en donde su sábia conducta le ganó una muy señalada distinción.
Desde allí pasó con el carácter de Ministro de esta Corona á varias Cortes, y se fiaron á su talento y prudencia muchas é importantes negociaciones en paises extrangeros. En 1636 asistió en Ratisbona á un Convenio Electoral en que fue elegido Rey de Romanos Ferdinando; en los Cantones Helvéticos á ocho Dietas; y últimamente en Ratisbona á la Dieta general del Imperio con el carácter de Plenipotenciario por la Casa y Círculo de Borgoña. Ya antes habia residido en la Corte de Baviera en calidad de Ministro de España.
Hallándose ya condecorado con plaza en el Consejo Supremo de Indias, le nombró esta Corona en 1643 por uno de sus Plenipotenciarios al famoso Congreso de Múnster y Osnabruck, en el qual se debia tratar de la pacificación general de la Europa, que no se efectuó hasta el año 1648. Como las pretensiones y desavenencias por los delicados y complicados intereses de las Cortes y manejos de sus Representantes iban dilatando y retardando la conclusión final de los negocios con nuevas dificultades; nuestro D. Diego, ó á instancia suya, ó por conveniencia de nuestra Corte, se retiró en 1646 de aquel Congreso, en que tanto habia trabajado su zelo, entereza, y sagacidad. Restituido á Madrid, fue nombrado Introductor de Embaxadores, y después Camarista del Consejo de Indias, de que era Ministro. Poco tiempo pudo gozar de estos destinos, y de la quietud y retiro del Convento de Padres Recoletos Agustinos, en donde se había labrado una vivienda, porque le acometió la muerte en esta habitación en 24 de Agosto de 1648, á los sesenta y quatro años cumplidos de su edad, de los quales había vivido quarenta fuera de España.
Considerado Saavedra como escritor y hombre público, debe á su memoria la Nación no menos obsequio por los servicios que hizo á la Corona en su dilatada y trabajosa carrera diplomática, que por el lustre que dió á las letras, y á la lengua Castellana: fue grande en el juicio, grande en la erudición, y casi inimitable en la pluma. El primer parto que salió á luz de su ingenio é instrucción fueron las Empresas Políticas, ó Idea de un Príncipe Christiana-Politico. Imprimieronse la primera vez en Múnster en 1640, y la segunda en Milán en 1642, ambas en un tomo en quarto. Desde el principio fueron traducidas en Latin, y publicadas en Bruselas en folio, y reimpresas en Amsterdam en dozavo en 1652. Merecieron también una traducción en lengua Italiana, que vió la luz pública en 1648.
Esta obra, limada, como dice D. Nicolás Antonio, por las nueve Musas, dexa muy atrás á quantas la han precedido en su género, inclusos los Emblemas de Alciato, los Símbolos Heroycos de Paradino, y las Empresas de D. Juan Solórzano, con los demás que quisieron imitarla, ya sea en la sana y christiana política de sus máximas y consejos y en la autoridad de las leyes patrias; ya sea en los exemplos de la Historia, y en las sentencias sagradas y profanas de Autores clásicos. Su estilo es noble, grandioso, y elegante: y si algunos resabios tiene de laconismo afectado, de esmerada simetría en las cláusulas, y de exquisita pulidez en ciertas frases; recompensa cumplidamente el Autor estos defectos de su tiempo con aquella grave y escogida dicción que ha dado tanta fama á su estilo, sin libertarle de una justa crítica.
A Saavedra nadie le ha igualado en las calidades que constituyen la espléndida y culta locucion; y en la maestría con que, sin faltar á la gramática ni á la claridad, comunicó á la lengua Castellana la rápida, severa y enérgica concisión de la Latina, ha sido hasta hoy inimitable. Por mas que se queje el delicado y mal contentadizo gusto de los modernos, este Escritor merece, por la destreza, propiedad y gala con que maneja su lengua patria, ser respetado y consultado como maestro de la grave, urbana y agraciada locucion. Además de los muchos exemplos en todos los géneros que ofrece en sus Empresas, lo confirman algunos pasages de la Republica Literaria: librito cuya misma celebridad ha levantado recientemente algunos eruditos contra él, dudando sea parto legítimo, ó á lo menos íntegro de D. Diego de Saavedra, por ciertos lunares que encuentran en su estilo, trama y crítica.
Otra de las obras que salió de las manos de Saavedra, aunque concluida por distinta pluma, es la Corona Gótica Castellana y Austriaca. Esta la emprendió hallándose en el Congreso de Múnster, y en vista de la acelerada diligencia con que la compuso, sean las que fuesen las causas que algunos le atribuyen, se debe confesar que es la empresa menos atinada del Autor, y la menos meditada; bien que ya él mismo confiesa en su prólogo: que requeria mas tiempo, y menos ocupaciones, pues la componia en los ratos de ociosidad.