Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 13

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Capítulo XI

Las manufacturas populares de lana, seda y algodón emplean todo género de tintes, y éstos no son fáciles si en cada capital no se ponen Maestros Tintoreros que enseñen y propaguen una profesión tan importante, según queda indicado en su lugar.

De los caudales públicos deberían en la Provincia dotarse estos Maestros y la enseñanza, que convendría diesen a un número determinado a lo menos de aprendices que se fuesen derramando con el tiempo hasta en los Pueblos cortos.

Esta enseñanza, a que por de contado debían aplicarse expósitos y niños abandonados, por no sacar hijos de labradores a los oficios (lo que se ha de evitar por regla general) podría ser uno de los cuidados de las Sociedades Económicas de los Amigos del País en cada Provincia. En efecto, la han de considerar por uno de los auxilios más precisos a beneficio de la industria popular.

Al mismo tiempo harían aprovechar la grana-kermes, la rubia y las demás especies de tintura que produjese cada territorio, y se extendería su cultivo o conocimiento entre los naturales, que ahora viven a ciegas acerca de las producciones del propio suelo y de su uso.

En todo lo que se hace inaccesible a los particulares es indispensable obligación del Gobierno proporcionarles aquellos medios equivalentes a que la industria no se retraiga ni permanezca imperfecta por su falta.

El premio anual a uno o dos aprendices de una medalla de, busto del Rey con las armas de la Provincia, aplicado con toda justicia a los que más sobresaliesen, excitaría la emulación honrada entre todos, con adelantamiento de este importante arte de tintorería. De su perfección sacarían iguales ventajas las fábricas finas que las ordinarias.

La orchilla que llevan los extranjeros de Canarias y la que hay en las costas de Asturias, aún no se sabe preparar en el Reino. El que descubriese cualquier de estos beneficios y secretos debería también recibir su Premio o asalariar del mismo fondo quien enseñase estas operaciones, que a breve tiempo se harían comunes. De este modo han ido perfeccionando los Ingleses las artes y manufacturas con alabanza suya y admiración de los que no meditan en su constante amor al bien público, que es el verdadero origen de su prosperidad actual. En Inglaterra no hay talento ni descubrimiento que no reciba galardón y recompensa; así, son incesantes los progresos de las artes y oficios. Donde se burlen y desprecien los nuevos descubrimientos no es dable que se adelanten las manufacturas, a pesar de los mejores deseos de los que gobiernan.

Es una especie de crimen contra el Estado desalentar la aplicación; censurando lo que no se entiende y desanimando a los que se aplican.

Toda especie de ingredientes para tintorería deberán estar exentos de derechos, siendo para el consumo de las manufacturas del Reino, aunque por fortuna casi los más son productos de los extensos dominios del Rey.