Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 14

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Capítulo XII

Es un gran perjuicio de la industria popular permitir la extracción en rama de las primeras materias de las artes que sean necesarias para ocupar las mujeres y niñas Españolas, ahora ociosas.

En el Reinado anterior se prohibió la saca del esparto en rama, por ser un fruto casi especial de la España y que fuera sólo se coge en Cerdeña y en algunos parajes de la África litoral.

El objeto de esta sabia providencia se encaminó a excitar la industria nacional para que, beneficiándole, se aprovechase la Nación de todo el rendimiento posible del esparto. Entonces aún no se había descubierto el importante secreto de hilarle y reducirle a tejidos; ahora se ha hecho más digno de una seria atención de los Españoles este género.

Con el mismo objeto se ha cortado la exención del algodón al que entre en rama, para obligar indirectamente a que se hile dentro de España y ocupe esta tarea los brazos actualmente ociosos de nuestros nacionales.

La lana, dividida en ordinaria y fina, es uno de los mayores productos de la Nación y con todo eso sus naturales se visten, en cuanto a géneros bastos, de fábricas extranjeras, mientras las mujeres y niñas que debían hilar la que se cría y corta en el Reino están ociosas y sin ocupación, dejándola pasar a las demás Naciones en crudo, para que ellas puedan emplear los habitantes de esta misma clase en sus Países.

No trataremos de la lana basta, porque ésta ha menguado mucho en su cosecha, siendo la más necesaria al Pueblo, y la que cogemos se consume dentro del Reino, hilada o en colchones.

La entrefina, que no trashuma, se extrae en gran parte y casi con no menor aprecio que la más fina.

Omitiremos por ahora las muchas reflexiones políticas tocantes a la necesidad del fomento de estas dos especies de lanas, porque es materia que tiene su propio lugar en el discurso sobre la agricultura. Baste ahora contraernos a un ramo que está en nuestra mano aprovechar desde luego para ocupar la gente pobre y consolidar la población.

La lana merina, o trashumante, se produce por más de cuatro millones y medio de cabezas, y suponiendo que cada diez cabezas dan una arroba lavada, se pueden calcular quinientas mil arrobas de cosecha anual a corta diferencia o doce millones y medio de libras de a dieciséis onzas la libra.

De estos doce millones y medio de libras supongo cinco millones que se hilan o fabrican en el Reino y por consiguiente dejan todo el aprovechamiento dentro de España, utilizando la industria popular.

Los restantes siete millones y medio de libras se extraen en crudo por los Puertos al extranjero, sin hilar ni otro beneficio que el esquileo y lavado que hace el ganadero de su cuenta y el de la conducción en sacas hasta el embarcadero.

Cada libra de lana hilada rendiría de rédito continuo a beneficio de la industria nacional cerca de seis reales, y los siete millones y medio de libras producirían a esta proporción cuarenta y cinco millones de reales de vellón, cuya utilidad quedaría en España prohibiéndose la saca de lana sin hilar a los dueños y a los extractores. Mientras en España no se proporcionasen brazos suficientes a abrazar toda esta industria que en Inglaterra, donde hay gran cosecha de la lana fina y larga, se mira como el apoyo del Estado, a lo menos se hace preciso emprender el proyecto de hacer hilar la lana fina y no permitir de otra suerte su venta al extranjero.

Este género no puede suplirse en Europa por otro equivalente, y está enteramente en nuestra mano hacerle sacar hilado. Con esta sola providencia se enriquece una parte del pueblo y adquiere una ocupación provechosa, que servirá tal vez de escala a apropiarnos las manufacturas de lana, pues si lográsemos el gran bien de que rehusasen comprarla hilada, sobran en nuestras Provincias manos, caudal, pericia y facilidad de consumo para tejerla y fabricarla dentro de España, lo que ocuparía un numero prodigioso de gente y enriquecería las familias.

Las maniobras son progresivas, porque de la hilaza hecha en el Reino se facilitaba un gran paso para tejerla, teñirla, batanarla y prensarla dentro de España. De aquí resultarían unas utilidades considerables, cuyo cálculo es fácil de ajustar por sernos conocidos los datos en nuestras fábricas de paños bastos y finos.

Los únicos que tienen lana de buena calidad son los Ingleses que prohíben extraer las de su cosecha bajo la pena de muerte. Sus Jueces Supremos se sientan sobre sacas de lana, para que se acuerden de que debe la Gran Bretaña a este ramo el fundamento de su gran poder.

Las lanas largas, equivalentes a las de Inglaterra, las tiene España en Buenos Aires y con ellas daría a nuestras manufacturas toda la perfección que tienen las Inglesas con las suyas.

El crecido derecho de toneladas impide su exportación de Buenos Aires y que puedan salir a precio cómodo en España, y así no se conoce este ramo ni tiene valor alguno en el comercio. El mismo perjuicio se sigue a las carnes saladas y al sebo, que son renglones de mucha importancia para la marina y otros usos. La exención de estos derechos aumentaría considerablemente aquella navegación.

En este mismo caso se hallan otros muchos géneros voluminosos de Indias, cuyo transporte es incompatible con el derecho de toneladas, diametralmente contrario a una navegación ventajosa a estos y a aquellos dominios. Pudo haber tenido la imposición sus causas, que en el día no subsisten seguramente y conviene compensar de otro modo.

En Pomerania hay lanas también finas y el Elector de Brandemburgo prohibió su extracción bajo de la misma pena. Los naturales, aunque no acostumbrados a esta manufactura, se vieron con esta prohibición obligados a reducirlas a paños. De esta manera aquellos Pueblos fomentaron su industria contra su propia voluntad.

Con la admisión de extranjeros fabricantes se poblaron los arenales de las Marcas y de un País infeliz se ha formado un Reino. Tanto puede la industria cuando se sigue por principios constantes.

Ninguna Nación tiene derecho de obligar a otra a que le abandone sus géneros para aumentar sus ganancias. En nuestra mano, pues, está ser los árbitros de los tejidos de lana.

Este ramo es tan privativo de la España que ninguna otra Nación es capaz de disputarlo ni de ganar la concurrencia. Es de primera necesidad la lana y admira que en su beneficio procedamos con tanta indiferencia teniendo fondos y medios para conseguir fácilmente sin auxilio ajeno el sacar de las manufacturas de lana ocupación honesta y útil a la multitud de brazos que hoy permanecen ociosos en todo el Reino.

No es este ramo tampoco nuevo entre nosotros. Si se examina con cuidado el número de fábricas de lana que había en Castilla, Extremadura y Andalucía, de que no ha quedado casi vestigios causaría admiración la decadencia que se toca y la industria antigua que se ha perdido en nuestros días o en los de nuestros abuelos.

La expulsión de los Moriscos trajo consigo en gran parte la ruina de esta especie de fábricas y de otras. El mismo daño produjo la saca de gentes para las Provincias de Italia y Flandes en los dos siglos anteriores.

Ahora que estamos libres de tales ocasiones de decadencia anual y hemos recobrado una gran parte de la antigua población, debemos echar todo el esfuerzo en los paños ordinarios, argas, franelas y bayetas. Las manufacturas de lana aventajan a todas las demás si se miran con la debida atención las muchas maniobras que requieren.