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Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 22

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Capítulo XX

La Sociedad Económica ha de ser compuesta, para que pueda ser útil, de la nobleza más instruida del país. Ella es la que posee las principales y más pingües tierras y tiene el principal interés en fomentar la riqueza del pueblo, cuya industria da valor a sus posesiones.

Cualesquiera fatigas y desvelos que tomen a su beneficio es una retribución debida al valor anual que dan a sus terrenos. Mientras los Populares cultivan con gran penalidad los campos, ellos cuidan de que no falte a persona alguna de la tierra industria de que vivir y ocupan gloriosamente, a beneficio de su patria, un tiempo que sus mayores empleaban en la guerra y ahora no aprovechan. Destierran los vicios que trae la ociosidad y todos a porfía trabajan por el engrandecimiento de la Nación. ¡Qué felicidad para un hombre de bien haber nacido con rentas y proporción que le den lugar a la más noble tarea del ciudadano, mientras los demás están dedicados al afán de sus labores! Estas reflexiones tienen lugar con los individuos del Clero y las gentes acaudaladas. Veamos ahora sumariamente las principales ocupaciones propias de una de estas Sociedades Económicas.

I. La Sociedad cuidará de promover la educación de la nobleza, el amor al Rey y a la Patria. Una nobleza escasa de educación no conserva el decoro que la es debido por su sangre. La Sociedad Bascongada ha conocido que esta educación es el fundamento para que sean estables y útiles tales asociaciones políticas.

II. Se dedicará desde su erección a formar el estado de la Provincia y renovarle continuamente, porque de este modo se hallará en disposición de discurrir con cálculo y acierto.

III. Ha de cotejar la respectiva Sociedad el valor de sus cosechas e industria y compararla de un año a otro. En este cálculo se encontrará el producto de cada ramo y la mengua o aumento que resulta y se tomará conocimiento de lo que va prosperando o necesita de nuevos auxilios y cuáles son del caso.

IV. La numeración del Pueblo es un barómetro político de su aumento o disminución y ha de ser uno de sus cuidados anuales. El Rey tiene la misma necesidad de la contribución de soldados que de tributos para oponerse a los enemigos del Estado y hacer respetable a todos su Monarquía. Una copia de los estados del alistamiento anual le basta a estas Sociedades para reunir las noticias que necesiten.

V. Es preciso saber el número de los vagos y mendigos, las causas que influyen a ello y discurrir los medios de que puede valerse el Gobierno para destinar ambas clases a ocupación que los mantenga.

VI. El conocimiento de los que se expatrian temporal o perpetuamente a buscar ocupación en otros países denota que en el propio falta la industria suficiente para emplearlos. Tales expatriados no viven a costa del País y cuando vuelven con regularidad a él le utilizan, pero si salen a Reinos extraños a fijarse, perjudican al aumento de la población. El secreto para detenerlos se reduce a buscarles industria en su propia casa. Todas las demás precauciones son inútiles y acaso gravosas. Los que por si no tienen en que emplearse dentro del País se volverán delincuentes o a lo menos mendigos, viviendo a costa de los demás. El pueblo que no trabaja es un peso inútil de la sociedad y no daña aunque emigre, a menos que engrandezca un País enemigo. Un Reino que tiene colonias puede hacer un gran uso de la emigración propia o ajena.

Debe, pues, medirse el valor de la población más que por el número de habitantes con atención a la industria de cada uno y a los que viven aplicados u ociosos. Estos últimos se han de rebajar del número del pueblo y agregar a las cargas viciosas del Estado. Con esta distinción no errará sus cálculos de población la Sociedad Económica.

VII. Los pobres impedidos de solemnidad son una carga necesaria de los sanos. Cuando no basten las Casas de Misericordia que hubiere en la Provincia es forzoso discurrir otros medios de construirlas y dotarlas. La Sociedad, con sus luces, instruirá a las personas a cuyo cargo corren estas materias o dará los informes que le parezca o pida el Consejo, con acierto y verdad.

VIII. La agricultura, la cría de ganados, la pesca, las fábricas, el comercio, la navegación en su mayor aumento, en cuanto a las reflexiones científicas de propagar estos ramos, deben formar la ocupación y el estudio de las Sociedades Económicas, ya traduciendo las buenas obras publicadas fuera, con notas y reflexiones acomodadas a nuestro suelo, ya haciendo experimentos y cálculos políticos en estas materias, ya representando o instruyendo a los superiores a quienes pertenezca proveer de remedio.

Es muy del caso adquirir noticias, si la Provincia es marítima o de frontera, adquirir estados de lo que se introduce y extrae, para discernir los ramos en que es activo o pasivo su comercio.

Si introduce gran número de frutos para su consumo, está decadente su agricultura.

La decadencia de la industria resultará de las manufacturas que consume de fuera y de la ociosidad en que estén los habitantes de la misma Provincia.

De estas comparaciones se forma la balanza política de una Provincia o Estado con los otros y se sabe cuáles ramos están más decadentes y necesitan mayor fomento.

IX. Estas Sociedades serán útiles para votar con justicia los premios que quedan indicados a beneficio de los que se aventajen en las artes o en promover las cosechas que convenga introducir o extender con preferencia o que descubran algún secreto útil. Ahora faltan aún suficientes conocedores en algunas Provincias, pero las conferencias de los Amigos del País en las Juntas de la Sociedad y el común deseo de sobresalir les facilitarán los medios de adquirir las nociones que ahora les faltan.

La lectura de las obras económicas es absolutamente precisa para formarse un cierto número de principios cardinales.

Así lo han hecho los individuos de la Sociedad Bascongada, logrando la aceptación de las gentes instruidas en sus concurrencias.

X. Podrán del propio modo examinar los proyectos económicos y rectificarlos, para que cuando se entreguen a los Tribunales o a los Ministros por donde deban despacharse estén limados y reducidos a un ajustado cálculo político, fundados en datos ciertos y nunca en supuestos apartados de la verdad. Admitirán a este examen privado aquellos que quieran consultar a la Sociedad los respectivos autores y no otros, a menos que sean impresos, porque en cuanto a éstos será libre a la Sociedad hacer de ellos el análisis y crítica que merezcan.

Los monstruosos yerros de los proyectos han hecho odiosa esta especie de escritos, que se miran con el aspecto de unos sistemas mal digeridos de imposiciones nuevas.

De aquí resulta que los ánimos están preocupados contra todo proyecto y esta aversión genérica es otro abuso. El estudio y el discernimiento de las Sociedades, a donde se podrá remitir de oficio, establecerá un medio regular entre los dos extremos que se advierten.

XI. Los descubrimientos que se vayan haciendo en toda Europa tocantes a promover las artes, la industria y las cosechas deben llevar la primera atención de estas Sociedades, formando cada una sus experimentos y escribiéndolos en sus memorias y actas, que deberán de tiempo en tiempo dar al público, cuidando no menos de la exactitud de las cosas que de la precisión de explicarlas al uso general de todos y con cálculo cierto o aproximado. Lo demás es delirar en política.

XII. Las Sociedades Patrióticas no tendrán jurisdicción ni fuero privilegiado, esmerándose sus individuos en respetar la justicia ordinaria y en despertar todos los medios que pueden conducir a la prosperidad de la agricultura, de las fábricas y demás industria popular, para el efecto de instruir las gentes incesantemente en este punto, de que dependen las ventajas nacionales, como centro de sus tareas y especulaciones. Su único objeto ha de ser enseñar demostrativamente al común los medios de promover la pública felicidad, y ésta será la escuela que deseaba Columela y echaba de menos Petronio.

XIII. Los individuos de estas Sociedades no sólo deben existir en la capital; serán muy útiles los dispersos para mantener correspondencia con la misma Sociedad en todas las partes de la Provincia. Los párrocos, aunque no sean socios, pueden informar con mucho conocimiento y más facilidad lo que se desee saber.

Esto no se conseguirá sólidamente donde los párrocos son naturales y están indotados, como sucede en la mayor parte de Andalucía. Esta incongruidad es otra causa de la decadencia de su industria.

En el orden del asiento, todos le deberían tener según fuesen llegando indistintamente, a excepción de los oficiales de la Sociedad, que han de presidir por su empleo en las juntas que se celebren. Las etiquetas, en España, han destruido cosas muy buenas; tengo casos prácticos que hacen conocer la necesidad de adoptar esta humanidad y franqueza, que no es incompatible con la atención debida a un Grande u Obispo, a un título, a un caballero, a un sabio o extranjero que accidentalmente concurra a la Sociedad y no sea del cuerpo de ella. Porque si lo fuere, hará un acto propio de su honor en apreciar sólo las ventajas de la patria cuando concurra a la Sociedad, dando ejemplo a los demás de moderación, sin faltarse tampoco a ciertas consideraciones justas, que no necesitan reglas entre personas a quienes guía su honor y buena crianza.

Así, solo deberá haber dos clases de Amigos del País, esto es, una de socios «numerarios», que asistan continuamente a las juntas por residir en la capital, y la clase de socios «correspondientes», que por escrito contribuyan con las noticias que suministre el recinto de su residencia, por vivir dispersos.

Estos correspondientes, cuando estén en la capital han de asistir con el mismo asiento y voto que los numerarios, sin diferencia alguna, volviéndose numerarios luego que residan en la capital y correspondientes en mudándose a otro vecindario. Los eclesiásticos serán igualmente admitidos en ambas clases.

XIV. El Director, Censor y Tesorero deben ser electivos, y lo mismo el Secretario. Este oficio y el de Director conviene sean perpetuos, consistiendo en su digna elección el progreso o, por el contrario, la inacción del cuerpo entero de la Sociedad.

Censor y Tesorero pueden ser trienales y reelegirse si su buen desempeño lo permitiese o se hiciese ver la conveniencia de hacerlo así.

Estando impedido cualquiera de estos cuatro oficiales, o ausente por largo tiempo, debería cesar y nombrarse a otro en su lugar, por importar mucho la actividad de las Juntas ordinarias y extraordinarias de la Sociedad.

XV. La dotación de estas Sociedades Patrióticas puede consistir en la contribución anual de los socios Amigos del País que residan dentro o fuera de él.

Se supone que deben ser los socios gentes de educación y de algunas conveniencias, no pudiendo incomodarles como ciento veinte reales de vellón al año a cada uno para fondo primario y continuo de la Sociedad.

Este fondo es absolutamente necesario para comprar libros tocantes a la economía política en todos sus ramos y emplearle en los diferentes experimentos que es preciso repetir en la casa y terreno propio de la Sociedad o en otras partes. En el supuesto de que a excepción de los sirvientes nadie ha de llevar sueldo en tales academias, contribuirán todos los socios a porfía a promover el estudio y los conocimientos políticos para que refluyan en el público a beneficio del Rey de la Patria. Y aún resultarán estas tareas en el propio interés de cada uno para saber mejorar su hacienda.

XVI. En Valladolid, Sevilla, Zaragoza y Barcelona hay academias establecidas que sin decaer de su peculiar instituto, conservando para el una clase, pueden ampliarse a los demás objetos de estas Sociedades.

En las Provincias grandes, como Galicia, Castilla, Andalucía y Cataluña, no basta una Sociedad Económica en la capital; son necesarias en otras ciudades considerables.

Tortosa necesita una Sociedad Económica particular para fomentar el riego, navegación y exportación de frutos por el Ebro.

En Lérida no es menos necesaria, y en Urgel, para adelantar la industria, y en Gerona. De otra suerte, toda la aplicación pasa a Barcelona, donde los jornales son más caros y al cabo se malearán o decaerán las manufacturas establecidas de poco tiempo a esta parte.

El Reino de Murcia dará ocupación ventajosa a sus Sociedades particulares en Murcia, Cartagena y Lorca. La nobleza es bastante numerosa.

El Reino de Granada, además de la capital, las debe tener en Almería y Málaga, que son puertos, por donde se puede fomentar su comercio considerablemente, su agricultura e industria.

La misma ampliación puede tener lugar en la Academia de Agricultura de Galicia, cuyo instituto ya comprende un ramo de los objetos de la Sociedad, los cuales, por lo tocante a la industria de las fábricas, comercio y pesquerías, necesitan de mayores especulaciones. Porque la agricultura pocos adelantamientos ofrece en Galicia, donde la aplicación de las gentes al cultivo y abono de las tierras es admirable y el repartimiento de la labranza puede servir de modelo. Por manera que en la propagación de los linos y cáñamos e introducción de algunos frutos nuevos o descuaje de terrenos montuosos, poniéndoles en libertad y surtiendo la falta de leña con el carbón de piedra, pueden los socios extender sus discursos y proyectos beneficiosos a aquella Provincia.

En Galicia, con el tiempo, serían necesarias otras Sociedades Económicas en cada una de las Capitales de las siete Provincias en que está dividido aquel Reino. La variedad de sus frutos y clima pide esta atención separada, no siendo tampoco del caso las combinaciones propias de las Provincias marítimas para las de tierra adentro. Esto no impide la recíproca correspondencia de las Sociedades entre sí, por ser en otras cosas y ramos comunes las ideas e intereses.

XVII. Todo lo que mira a la disciplina y régimen interno de las Sociedades pertenece a sus peculiares estatutos. Su formación, en lo general, es común a todas las academias. Las Particulares circunstancias se deben reflexionar por los encargados de coordinar las nuevas reglas. Al tiempo de su aprobación con Real autoridad se deben examinar, excusando multiplicar leyes y ceremonias de poca importancia. Al más patriota y al más instruido deben tener las Sociedades la primera atención.

XVIII. Estas academias se podrán considerar como una escuela pública de la teórica y práctica de la economía política en todas las provincias de España, fiadas al cargo de la nobleza y de las gentes acomodadas, las cuales únicamente pueden aplicarse a esta especie de estudio.

Lo que en las Universidades no se enseña, ni en las demás escuelas, será una instrucción general de la nobleza del Reino que se logrará en las Sociedades. Dentro de poco tiempo trascenderá al Pueblo, para que sin equivocaciones conozca los medios de enriquecerse y de poder servir al Rey y a la patria en cualquier urgencia.

Entonces los proyectos no serán quiméricos y fundados en estancos y opresiones, como ahora se advierte en los que de ordinario se presentan por no tener sus autores a la vista lo que es compatible o repugnante al bien general del Estado, a causa de faltarles el estudio necesario y los libros.

Algunos perjuicios suelen padecer el común de parte de los hacendados, ganaderos y comerciantes. Si un corto interés propio le prefieren los socios al del pueblo, que no es creíble en personas de honor, se inutilizaría en gran parte el bien que se debe esperar de las Sociedades. Los intereses personales nunca han de prevalecer al bien público. El sistema contrario, adoptado en otros Países, fue el origen de su ruina.

XIX. El Clero contribuirá, por medio de las noticias que den los párrocos, a proporcionar datos constantes a los cálculos políticos, como queda expuesto.

Propagada de un modo luminoso y constante la instrucción política en el Reino, que ahora es más escasa de lo que conviene, será general la fermentación industriosa en todo él, a beneficio del común.

La extensión de estos principios en el Clero hará más útiles sus cuantiosas limosnas y contribuirá a desterrar los holgazanes pordioseros.

La limosna clamorosa a la puerta puede perder su mérito si es acompañada de algún espíritu de amor propio.

No sucederá esto jamás con los socorros secretos o públicos que fomenten la industria de las familias.

XX. La historia económica de la Provincia merece una particular atención de parte de estas Sociedades provinciales.

Deben los socios recoger copia de todas las providencias y proyectos tocantes a la industria, riego, navegación, pesca o comercio de la Provincia y hacer análisis de ellos, examinando las causas de que haya dimanado no haber tenido efecto, y los caminos que se podrían tomar con seguridad para realizarlos.

Conviene adquieran noticia de las fábricas perdidas de su Provincia, qué manufacturas y por qué causas se arruinaron. Esta especulación instruirá a la Sociedad en los medios de restablecerlas. Muchas manufacturas se envejecen, como sucedió a las espadas, dagas y petrinas de golilla, por acabarse el uso. Un patriótico celo debe esmerarse en buscar ocupación equivalente a tales fabricantes, a quienes se sustrae la materia de su oficio.

Lo mismo acaba de suceder con los coheteros, por la justa prohibición de las fiestas de pólvora. Otras fábricas son tan bastas que ya las gentes no quieren consumir sus géneros, como sucede a algunas manufacturas nuestras, ya antiguas, de sombreros. Entonces es menester afinarlas para que no pierdan su despacho. Y así debió hacerse con muchas de lana, que han caído por ser mejores y tan baratos los géneros que vienen de fuera. Estos males políticos solo se pueden reparar por virtud de una previsión continua y vigilante de personas que incesantemente reflexionen las resultas y combinaciones que ofrecen las circunstancias actuales y la inclinación que va tomando la industria española y la de otras naciones comerciantes. Sin este cotejo no se vendrá jamás a discurrir con acierto.

De las casas yermas que hay en cada pueblo deben tener o adquirir igual noticia las Sociedades y asimismo del tiempo y causa de su despoblación.

Ésta empezó en 1347 con la peste general, que arruinó pueblos enteros, y después hubo pestes particulares. De los destrozos de esta peste, que duró tres años, hasta el 1350, tratan nuestras historias y las de los Árabes, habiendo empezado por Almería, que entonces era un gran emporio de comercio sobre el Mediterráneo. Ninguna noticia política debe escaparse a la curiosidad y diligencia de los Amigos del País.

La expulsión de moriscos dejó yermas casas y lugares enteros, de que debe tomar la Sociedad cabal noticia, y de la repoblación sucesiva.

Las correrías de corsarios en las costas han contribuido al mismo daño, y es un objeto importante la población de los Puertos, Calas e Islas en que pueden refugiarse.

Los Turcos, con su corso, han despoblado en el siglo 16 gran parte de la costa de África. Con el establecimiento de las Repúblicas o Regencias, especialmente de Argel, han envilecido el poder de los Moros e impedido su reunión en alguna poderosa Monarquía.

Este equilibrio, que ha sido provechoso a la España, no la ha producido ventajas de comercio en el Mediterráneo, por no tener corriente la paz con estas Regencias. De donde resulta que otras naciones se aprovechan con mengua nuestra de la navegación del Mediterráneo y que esté menos poblada nuestra costa que baña el mismo mar. Si se destruye a Argel, se facilita a los vecinos su conquista, perdiéndose el equilibrio que tanto conviene conservar en África.

Nuestro corso ha sido y es el más funesto de los Argelinos, los trabajos de los cautivos en los arsenales de Cartagena les hacen temblar y transmigra la marinería de aquella Regencia, temerosa del corso español, a servir en Marruecos y en otras partes.

Sería de gran utilidad a nuestra navegación e industria aprovecharse esta superioridad para ajustar la paz y comercio que nos convenga.

Todas estas reflexiones se presentan con claridad cuando se saben y meditan los sucesos corrientes de los Estados confinantes.

La ambición de pastos ha exterminado muchos lugares en España, levantándose algunos con ellos en calidad de único vecino o dueño jurisdiccional, y es otra de las causas radicales que han contribuido a la despoblación, y que el Rey de Portugal está remediando en la Provincia de Alentejo.

El modo de venir al logro de establecer la felicidad pública de una Provincia es averiguar profundamente las causas físicas o políticas de su decadencia o del aumento de los ramos que se hallan en buen estado.

La guerra daña menos aún de lo que se piensa en ciertas circunstancias. Valencia mejoró sus fábricas con la guerra de sucesión, por haberse avecindado allí un gran número de soldados extranjeros diestros en tejer las estofas de seda. Cataluña se reparó por iguales medios. Las guerras que se hicieron fuera de la Península son las que disminuyen la población y agotaron el erario público.

La gran masa de dinero que las tropas extranjeras hicieron circular en España repuso la escasez de la especie que había en tiempo de Carlos II. La disciplina militar se restauró y con ella todas las artes anejas a la milicia. Si no se reflexiona en la serie de las cosas, no es fácil acertar políticamente en lo que conviene al bien público del Reino.

XXI. Igualmente estas Sociedades podrán velar en todas las enseñanzas de matemáticas, máquinas, tintes, diseños, telares y demás cosas necesarias para fomentar la industria, repartiéndose entre los socios el cuidado de cada cosa o clase y el examen de los progresos o respectiva decadencia de los varios ramos de industria que se advierta.

XXII. El gabinete de la historia natural de la Provincia, dividido en los tres reinos vegetal, mineral y animal, ha de ser otro de los principales cuidados de la Sociedad Económica de los Amigos del País.

En él se conservarán todas las semillas, yerbas, muestras de minerales y canteras, descripciones de los animales, aves y peces de río y de mar, de suerte que no haya producción de la naturaleza en la misma provincia o en la costa, siendo posible, que no merezca la atención de la Sociedad Económica.

Cada uno de los tres reinos puede estar al cargo de uno de los Amigos del País, que cuide de su adquisición, descripción y colocación ordenada.

Como los socios dispersos en la provincia les pueden facilitar a poca costa, será ésta una de sus principales obligaciones, y mantener la correspondencia con el socio encargado de cada clase o reino, como llaman los botánicos.

No basta conocer la especie: hay dentro de ella sus diferencias y éstas sólo se distinguen a medida que se va formando la colección y adquiriendo los monumentos físicos.

Es de suma importancia indagar todos los nombres provinciales de cada cosa, pues con el tiempo se puede formar un diccionario clásico, y de todos estos reunidos es fácil componer un sistema general de la historia natural de España para cuantos usos de comercio o instrucción nos sean del caso.

Jamás se debe discurrir ni tratar de producción alguna natural sin tenerla presente y enterarse bien de lo que es. Las especulaciones abstractas sobre las cosas físicas, cuando no se fundan en el conocimiento real y analítico de las mismas cosas, están expuestas a notables yerros.

El uso que pueden tener en las fábricas y en el comercio cualesquier producciones es lo que inmediatamente interesa la curiosidad y estudio de los Amigos del País en sus conferencias y discursos académicos. No por esto se desdeñarán de leer las obras elementales que facilitan su perfecto conocimiento, para poder hablar con propiedad y como corresponde a cuerpos y sujetos tan dignos y acreedores de nuestro respeto común.

Puede conjeturarse que, acertándose con el método de inflamar en el amor del bien público a estas Sociedades, logrará España reunir en su seno los conocimientos que ha costado siglos y tesoros inmensos a otras naciones adquirirlos e irlos rectificando con gran fatiga suya hasta llegar a la debida perfección.

He concluido el discurso. Su utilidad es innegable. El que encontrare medios más efectivos de lograr estos fines, merece ser escuchado. Ojalá concurran los muchos hombres hábiles de que abunda la nación a examinar este punto, que merecía proponerse para que concurriesen todos a escribir, adjudicando el premio que se fijare al que mejor lo hiciese. Si contradice sin meditar, sólo por antojo, nadie debe oírlo, pues no están los demás destinados a satisfacer algunos caprichos. Harto sacrificio hace el filósofo en conocerlos y en no ofenderse exteriormente de su extravagancia o de los miserables fines que excitan su emulación y afectando desprecio mientras les ve consumir sus días y su hacienda en ociosidad, y a algunos acaso en distracciones nada inocentes.


 Mille hominum species, et rerum discolor usus:
 Velle suum cuique est, nec voto vivitur uno.
 Mercibus hic Italis mutat sub sole recenti
 Rugosum piper, et pallentis grana cumini:
 Hic satur irriguo mavult turgescere somno:
 Hic campo indulget; hunc alea decoquit: ille
 In venerem est putris.


La ocupación honesta es la que corrige las voluntariosas costumbres de muchos, o las poco decentes. Las Sociedades propuestas, con el buen ejemplo de los más, contendrán a los pocos abandonados a la ociosidad, serían de otro modo la víctima de sus vicios y extravíos.

A un Reinado en que sólo la justicia y el amor al bien forman los cuidados del trono, le es debida la gloria de extender la industria popular en España por medio de unos establecimientos sólidos. Dejemos a las naciones ambiciosas el ruinoso empeño de ensanchar sus confines derramando la sangre de sus compatriotas sin verdadera necesidad y agotando las fuerzas esenciales del Estado con las infelices consecuencias que nos dejó diseñadas Virgilio tan al vivo.


 Quippe ubi fas versum, atque nefas: tot bella per orbem;
 Tam multae sceleruni faces; non ullus aratro
 Dignus honos; squalent abductis arva colonis;
 Et curvae rigidum falces conflantur in ensem.
 Hinc movet Euphrates, illinc Germania bellum;
 Vicinae, ruptis inter se legibus, urbes
 Arma ferunt: seavit toto Mars impius orbe.


Nuestra Monarquía tiene una extensión superior a cualquier otra. Su clima recibe toda especie de frutos y la capacidad de sus naturales no cede a alguna. Es pues natural que aprovechando la actual constitución pacífica y la protección de tan gran Rey recobre la nación su industria y población anterior, disipada en los dos siglos inmediatos con las guerras y conquistas.

Estas ideas son obvias y no tienen otro mérito que haberlas reunido en un orden natural para que ingenios más sobresalientes puedan con menos fatiga darles su última perfección. El celo público las ha animado y todos tienen la misma obligación de concurrir con sus luces y adelantar lo que yo no haya alcanzado o las ocupaciones no me permitan explayar.