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Dos rosas y dos rosales: 26

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Dos rosas y dos rosales
de José Zorrilla
Las almas enamoradas. Capítulo I: V. Escena segunda

V. Escena segunda

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Tras un ataque de su mal de gota,
Y en un acceso de su mal humor,
Hallaron a D. Gil sobre su lecho
Cuando acertaron a llegar los dos.
Con él estaban Rosa y Rosalía:
El momento, pardiez, no era el mejor
Para D. Gil: mas les urgía el tiempo
Y abordar era fuerza la cuestión.

D. Gil frunció las cejas cuando entraron
En su cuarto: D. Juan se le acercó
Por un lado: D. Carlos fue de frente:
Mas D. Gil la palabra le atajó.

DON GIL.

—¿Qué mil demonios queréis?

DON CARLOS.

—Hablar con vos.

DON GIL.

Mas valía
Que me hicierais compañía
Esta tarde.

DON CARLOS.

Hasta las seis
He estado con vos.

DON GIL.

¿Y ese otro
Vagabundo?

DON JUAN.

Yo he salido
Por mis cartas.

DON GIL.

Sí; te has ido
Dejándome a mí en el potro
Tendido. En fin, ¿qué queréis
Ahora juntos; pesiatal?

DON CARLOS.

—Tío, que si os deja el mal
Un punto nos escuchéis.

DON GIL.

—¡Mal año para los dos!
Dejadlo para mañana:
Mas que de hablar tengo gana
De reposar.

DON CARLOS.

Lo que vos
Queráis se hará; mas siento este
El primer favor que os pido
No esperé que recibido
Fuera tan mal.

DON GIL.

¡Mala peste
Para vuestro genio fosco!
Afecto leal te tengo,
Carlos; pero te prevengo
Que, si te amoscas, me amosco
También, y no adelantamos
Nada: pues según estoy
Soy capaz de reñir hoy
Con el Domingo de Ramos.
Tu prima Rosa llevó
Dos o tres réspices ya.

DON CARLOS.

—Pues tal vez no os calmará
Mucho lo que os diga yo.

DON GIL.

—¡Válgame Dios! ¡Qué preámbulos!
Y estáis tan descoloridos,
y tan cari-acontecidos
Que parecéis dos sonámbulos.
¿Qué mil rayos os sucede?
Hablad.

DON CARLOS.

Solos ha de ser:
Lo que os diga es menester
Que entre nosotros se quede.

DON GIL.

—¡Me estás metiendo en un caos!
Vamos, Rosa, Rosalía,
Dejadnos. Por vida mía,
¿Qué es lo que pasa? Explicaos.

DON JUAN.

—Como Carlos trae el modo
Y las costumbres de Francia,
Da, tío, más importancia
De lo que ello tiene a todo.
Yo os lo diré claro, tío,
Como cuestión de comercio.
Yo no quiero hacer mal tercio
A quien nació primo mío.
Me teníais otorgada
La mano de vuestra hija;
Pero, aunque oírlo os aflija…

DON GIL.

—¿Qué?

DON JUAN.

—De lo dicho no hay nada.

DON GIL.

—¡Vive Dios, Juan!

DON CARLOS.

Sosegaos
Tío: Don Juan se equivoca
Y a mí solo es a quien toca
Daros luz en este caos.
Don Juan piensa que es cuestión
De comercio: mas se engaña,
Porque al comercio es extraña
La fe de mi corazón.
Vos sois, D. Juan negociante,
Y yo presumo de hidalgo:
No es porque más que vos valga;
Mas dejadme ir por delante.

DON JUAN.

—Hablad pues enhorabuena.

DON GIL.

—Bravo, sobrinos: voy viendo
Que cada vez va creciendo
El interés de la escena.
Preveo que en la cuestión
El honor vais a meter,
Y me alegraré saber
Si tenéis un corazón.

DON JUAN.

—Yo sí, tío.

DON CARLOS.

—Yo también:
Y espero que mis propuestas
Pruebas hoy bien manifiestas
De la fe del mío os den.

DON GIL.

—Di: mas si al honor se toca
De la casa, tus palabras
Mide bien antes de que abras
Para decirlas la boca.

DON CARLOS.

—No temáis: hemos, D. Gil,
Mi primo y yo departido,
Y en que soy ha convenido
Un mancebo muy gentil.
Yo tengo mi vanidad
En ser, aunque un poco fiero
Y tenaz, un caballero:
Digo siempre la verdad.
Sabéis que en su fundación
Nuestra familia fue rica,
Y que en su solar radica
Un título de Barón.
Multiplicada la raza,
Se subdividió la hacienda,
Y que cada cual atienda
A sí mismo, y se dé traza
De vivir, es necesario.
Vos, aunque rico no estéis,
Por derecho poseéis
El título hereditario:
Mas para que pase a Rosa,
Es fuerza que vuestra hija
De sus parientes elija
Uno de quien ser esposa.

DON GIL.

—Ley es de la fundación
De la baronía.

DON CARLOS.

—Es
Justo que se cumpla pues;
Mas he aquí la situación
En que las cosas están:
Cuando a veros ha venido
Y a mi prima os ha pedido
Para su esposa D. Juan,
Señor D. Gil, no sabía
Que yo a vuestra hija amaba.

DON GIL.

—¡Vaya una salida brava!

DON CARLOS.

—Pues os falta todavía
Lo más bravo, y es que Rosa
Corresponde meses hace
A mi amor, de donde nace
Que se complica la cosa.

DON GIL.

—Si antes dicho me lo hubieras…

DON CARLOS.

—Lo pudisteis desde luego
Ver vos mismo a no estar ciego:
Mas ya de todas maneras
La cuenta es otra. Parece
Que os prestó una cantidad
D. Juan, que es en realidad
Por lo que a Rosa merece.

DON GIL.

—Sobrino, tienes un modo
De decir las cosas tal…

DON CARLOS.

—Es agrio; pero es leal:
La verdad es ante todo.

DON GIL.

—Adelante: no me ofendes
Con no ser adulador:
Que digas siempre es mejor
Las cosas cual las entiendes.

DON CARLOS.

—No ha de ser por falta mía
Si no es clara la cuestión;
Dos partes tiene, que son
La prima y la baronía.
A los dos por consecuencia
D. Juan y yo, siendo primos,
Con derecho nos creímos:
Mas hay una diferencia.
D. Juan quiere ser barón
Ante todo: yo prefiero
A Rosa, porque la quiero
Con todo mi corazón.
D. Juan vio a su prima hermosa,
Y presunta baronesa,
Y a prestaros se dio priesa
Una suma sobre Rosa.

DON JUAN.

—D. Carlos, vuestro insultante
Modo de contar me afrenta.

DON CARLOS.

—Son guarismos de mi cuenta,
Y estoy sumando.

DON GIL.

—Adelante.

DON CARLOS.

—Amor D. Juan necesita
Que altos réditos le cobre
Yo amo a Rosa, aunque sea pobre,
Y aunque no fuera bonita
Ahora bien, tío: a D. Juan
He hecho una proposición,
Y es que sea él el barón
Y yo vuestro hijo; mi plan
Es mi secreto: yo os pido
Tres años para emprender
Un viaje que pienso hacer;
Si la fin de ellos no he venido
Con suficiente caudal
Para pagar, con el rédito
Que sea justo, su crédito
Contra vos, y si leal
Obra él en ausencia mía
Con Rosa y conmigo, puede
Suplantarme: que se quede
Con ella y la baronía.

DON GIL.

—Propuesta es a fe bizarra,
Y que merece benigna
Aceptación: porque es digna
De los tiempos de Mudarra.
¡Voto a Cribas que me place!
Porque tal proposición
Prueba un grande corazón
Y todo lo satisface.

DON JUAN.

Yo también la acepto, tío:
Aunque, a la verdad, se alcanza
Que inclináis más la balanza
De su lado que del mío.

DON GIL.

No te piques: te confieso
Que a Carlos tengo afición:
Mas te diré la razón
Por qué por él me intereso.
Tú no has vivido jamás
Aquí: te debo un favor
De interés: pero a su amor
Le debo, Juan, mucho más;
Porque hace más de año y medio
Que está, con a abnegación
De un mártir, la distracción
Procurándome en el tedio,
La soledad y el fastidio
De esta casa; y ¡por mi vida!
Que no fue hasta su venida
Mi casa más que un presidio!
Él ha arreglado mis cuentas:
Él mirándome a los ojos
Para templar mis enojos
Ha estado siempre: él mis rentas
Ha doblado: y te lo digo,
Aunque yo mismo me asombre
De ello; pero soy otro hombre
Desde que él está conmigo.
¡Y a fe que cuando él se vaya
No sé yo quién ha de ser
El que me pueda tener
En mis ímpetus a raya!
Y me alegro esta ocasión
De haber hallado propicia
Para probar la justicia
Que le hago en mi corazón.

DON CARLOS.

No hice más que mi deber.

DON JUAN.

Del amor obró ayudado.

DON GIL.

En igual caso has estado:
Lo mismo pudiste hacer.

DON JUAN.

Yo estoy fuera establecido.

DON GIL.

Bien: no hablemos más: por mí,
Sobrinos, digo que sí
A lo que habéis convenido.

DON CARLOS.

Entonces partiré yo
mañana.

DON GIL.

¿Por qué ha de ser
Tan pronto?

DON CARLOS.

Porque a correr
Mi primer año empezó
Desde este mismo momento,
Y no los debo perder.

DON GIL.

¿Y no se puede saber
A dónde vas?

DON CARLOS.

No.

DON GIL.

Lo siento.

DON CARLOS.

Yo también: mas quiero fiel
De mi secreto la llave
Guardar, porque si lo sabe
Don Juan, no me fío de él.

DON GIL.

Si en el secreto consiste
El éxito de tu empresa…

DON CARLOS.

Es lo que más me interesa.

DON GIL.

Mi curiosidad no insiste
Más: haces bien.

DON JUAN.

Hace mal.

DON GIL.

¿Por qué?

DON JUAN.

Porque, si sujeto
Quedara a guardar secreto,
Lo hiciera.

DON CARLOS.

No creo tal
De vos, Don Juan: y que os diga
Perdonad con tal franqueza
Lo que siento.

DON GIL. (A Carlos)

Tu rudeza
Es brutal.

DON JUAN.

Mejor: me obliga
Menos.

DON CARLOS.

Vuelvo a repetiros
Que me excuséis: yo prefiero
Ser brusco a ser embustero.

DON JUAN.

Hacéis bien: sin temor iros
podéis.

DON CARLOS.

Gracias: me iré así,
Don Juan; mas ya os lo advertí:
Si me engañáis estad cierto
De que ni después de muerto
Estáis seguros de mí.

DON GIL.

Ya basta, mancebo loco:
En tu raza no hay traidores:
¡Malhaya vuestros amores
Si es que os tenéis tan en poco
Por ellos! No se hable más
De eso.

DON CARLOS.

Por mí se acabó.

DON JUAN.

Y por mí.

DON GIL.

Pues bien; que no
Queden rencillas detrás.
Yo quedo aquí entre los dos.
Mañana podréis partir
Y vamos ahora a dormir.
Dejad lo futuro a Dios.






El viejo, a extinguir atento
Estos dos odios nacientes,
Atajó su rompimiento,
Y ambos fueron obedientes
Cada cual a su aposento.

Mas por buena precaución
Volviendo a Rosa a llamar
Quitó a los dos la ocasión
De entrar con ella en cuestión
Fuera de tiempo y lugar.