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Dos rosas y dos rosales: 37

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Dos rosas y dos rosales
de José Zorrilla
Las almas enamoradas. Capítulo Primero. III.

III.

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Era la tarde de aquel día: Rosa
Desde el balcón de su alto castillejo
Contemplaba la Vega tristemente
Ir cambiando de tintas al reflejo
Y reverberación esplendorosa
De la trémula luz del Sol poniente.
Cuando traspuso el horizonte en sombra,
Tibia quedó la Vega granadina
Del castillejo al pie, como la alfombra
Verde, según la ley, con flecos de oro,
Que tiende el mufti ante el Kalifa moro
Cuando ora en la mezquita Tunecina.

Rosa en el punto mismo que sus ojos
Deslumbrados no fueron
Del sol traspuesto con los rayos rojos,
Tendió su melancólica miada
Por la llanura verde,
Por la cual el camino de Granada
Bajo los frescos árboles se pierde;
Costumbre que conserva desde el tiempo
En que a esperar en el balcón salía
La vuelta de su amor, que no volvía.

Hoy, que ya a nadie espera, aquel paisaje
Animando alcanzó por el sendero
A ver adelantarse un caballero,
Cuyo caballo inglés, y cuyo traje
De montar, cuyo jockey y escudero
Desde luego le dan por extranjero;
Y según el jinete va avanzando
Más va el que llega su atención llamando.
Un hombre todo nervios y tendones
De hombros robustos y elevado pecho,
Cuello de atleta, hercúleo y derecho,
Vista audaz, varoniles proporciones:
Y como los que viven en naciones
Cálidas, de las que él sin duda vino,
Trae larga barba y el color cetrino.
Y hombre parece a los trabajos hecho
Del mundo, familiar con las acciones
De guerra, y con los riesgos del camino,
Que tuvo que arrostrar en las regiones
Que atravesar tal vez le hizo el destino;
Singular en el aire y las facciones:
Acaso militar, tal vez marino.
Rosa miraba absorta aquel jinete
Que de inglés y oriental aires extraños
Tiene, y se puso a calcular qué asunto
Le trae, o qué deleite se promete
Al visitar un punto
Que no visita nadie hace diez años.
En tanto el caballero,
De extraña faz, pero gentil talante,
Por la cuesta adelante
Del castillo tomó por el sendero.
De su caballo a asir vino el rendaje
Su jockey, y apeóse ante el castillo:
Visita a recibir tan imprevista
Salió al punto Juan Diego de Astudillo,
El paje y confidente
De Don Juan. Deteniendo en él su vista
Solo un momento, pero fijamente,
Le alargo el extranjero gravemente
Su tarjeta, y se puso de su traje
Y faz con su pañuelo de batista
El leve polvo a sacudir del viaje
Al leer su tarjeta exclamó el paje:
¡El capitán Look-out! ¡Dios nos asista!

Tomó Juan de Astudillo la escalera
Para avisar a Rosa; mas aunque era
Ágil y mozo Juan, y aunque violento
Subió precipitado a la carrera,
Apareció tras él, en el momento
De abrir de su señora el aposento,
Del capitán inglés la faz severa.