Educación científica de Cervantes 2
(Conclusión.)
Esta carencia de certificación, tan susceptible de remedio, se hace mas notable, cuando vemos que el mismo señor González conoce la importancia, necesidad é interés que prestan, por la escasez de conocimientos que tenemos acerca de tan famoso compatricio, y cuando para otras noticias que halló en el archivo de Simancas, referentes á la participación que nuestro escritor tuvo en las jornadas de Italia, así como las que atañen á las comisiones que desempeñara en Andalucía por los años de 1588 cuidó de remitir los documentos por conducto del ministerio de Estado, «con aquella franqueza,» dice Navarrete, «propia de los literatos que se interesan en la historia de os hombres célebres.» A estas consideraciones se agregó un motivo de dudar, con la siguiente observación de don Bartolomé José Gallardo, autoridad para nosotros respetabilísima en toda cuestión que tenga relación con Cervantes: «No puedo en conciencia crítica perdonar á Navarrete la nimia facilidad con que asienta como un hecho, lo que no es sino dicho de un sugeto que al fin es falible. ¿Por qué antes de sentar tan rotundamente tal especie, no procuró apurar la verdad del caso, haciendo registrar los libros de matrículas de Salamanca? Estas palabras de Gallardo eran mas que una observación critica; y sin embargo, si de ello hubiese tenido una certidumbre completa, habría cambiado la espresion por esta fórmula mas sencilla: «¿Vo hag tales matriculas en Salamanca.» La verdad es, que Navarrete está exento de toda responsabilidad, cuando en los tres pasajes en que toca á esta materia se refiere siempre á la seguridad que le ha dado don Tomás González, catedrático de retórica, de que vió las matrículas de Cervantes. ¿Y cómo podía este profesor haber inventado tal especie y darla á su amigo Navarrete como verdadera? ¿Quién puede imaginarse que en nuestro siglo llegasen á envejecer errores tan fáciles de remediar? Se nos figuraba imposible que las ediciones de Navarrete no hubiesen despertado la curiosidad de los apasionados de Cervantes, y movido la de los Salmantinos á verificar esta aserción, y con esta idea escribimos no há mucho al señor don Tomás Belesta, rector de aquella universidad, con el objeto de disipar nuestras dudas. Este señor, con una actividad digna de elogio, nos remitió un pliego con los antecedentes que copiamos, recogidos por el señor don Manuel Barco con toda discreción é inteligencia. Hé aquí su contenido: «En la reseña histórica de esta Universidad, á la página 16, hay una nota que dice asi: Consta que el inmortal Cervantes cursó aquí dos años, habiendo vivido en la calle de los Moros. «A la publicación de esta memoria fue dicha nota el pasto de curiosidad de muchos literatos, con deseo de averiguar su exactitud, y con este motivo se han buscado antecedentes en los archivos con repetición, sin que se haya encontrado dato alguno que lo justifique. A mí me ha tocado esa honra por dos veces con la misma suerte, midiendo asegurar, que todos los documentos del archivo antiguo han pasado uno á uno por mi mano, y nada he visto referente á tan célebre escritor. He leido también los libros de matrículas, desde el año 1546, que es el mas antiguo que se conserva, hasta el siglo XVII, y no consta tampoco: en todo caso debió ser alumno de esta universidad, por los años de 1568, en atención á que nació en 1547; y su biografía, publicada por la Academia de la historia, dice: que á los veinte y un años no tenia oficio ni profesión alguna y se dedicó á las humanidades en Madrid, bajo la dirección del célebre humanista, el maestro Juan López, desde donde pasó á Roma al servicio del cardenal Julio Aquaviva. En diferentes folletos inaugurales y panegíricos de esta universidad se lee que estudió aquí; pero no he visto que ninguno estampe la fuente de donde tomó la noticia. Los autores graves nada dicen. El maestro Pedro Chacón, contemporáneo suyo, no hace relación de él en la primera edición de la historia de esta universidad, que publicó en Roma en 1569, y Cervantes era ya conocido en aquella época, y los dos escribieron para las exequias de la reina doña Isabel de Paz, de las cuales se publicó un libro en el mismo año que la historia de Chacón. Don Nicolás Antonio, en su biblioteca, publicada en Roma, año de 1672, dice que Cervantes adquirió sus conocimientos en Sevilla. Lo mismo sienten otros autores del siglo XVII, que de él se ocupan. > Estos informes, por cuya remisión tributamos el mas cumplido agradecimiento, vienen á demostrar que el canónigo González, en vez de las matrículas, lo que rió tal vez, fue una de esas notas, que deben su orígen á esa emulación noble que todas las ciudades tienen, en honrarse con haber acogido en su seno á tan gran ingenio; pero sin mayor ni menor fundamento que la puesta por Nasarre en la partida de bautismo hallada en Consuegra en cuyo margen se lee: Este es el autor de los Quijotes.
¿Cómo conciliar que don Tomás González hallase y viese por via de acaso, lo que no se halla ni ve después de repetidas y minuciosas investigaciones? Esto no tiene mas que una esplicacion: el referido catedrático encontró este apunte y vino á colegir que, pues constaba, debia existir el apuntamiento en las matrículas; y de esto á creer que los habia encontrado y leido, no hay mas que un paso que anda la imaginación muy fácilmente. Un esfuerzo de imaginación por parte de González y un esceso de confianza por parte de Navarrete, es lo único que vemos en definitiva.
Puede asegurarse, por lo tanto, visto que todas las alegaciones hechas en orden á estudios universitarios de Cervantes, han sido al cabo rebatidas y consideradas como desprovistas de fundamento; que la única enseñanza que recibió, fue la de Hoyos en el brevísimo tiempo que concurrió á su estudio, y que, hablando con propiedad, su instrucción fue autotélica. Esta conclusión podrá probar que Cervantes fue pobre, que no túvo la suerte de Horacio, Grocio, Tasso, Vitruvio, Gibbon, Kant y otros, ayudados desde la infancia por sus padres; que su inclinación á las letras luchaba Con la necesidad de ocuparse en buscar los medios de vivir; pero prueba en cambio, que los genios se bastan y se sobran á si mismos.
Nicolás Díaz Benjumea.