Ejemplar poético
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Epístola I[editar]
Sobre el ingenio y arte disputaron Palas y el fiero hijo de la Muerte a quien del cielo por odioso echaron. La sabia diosa su razón convierte en decir que el ingenio sin el arte es ingenio sin arte cuando acierte. De estas dos causas seguiré la parte por do el ingenio inspira, el arte adiestra sin que de su propósito me aparte. Si admite la deidad sagrada vuestra, Fébeas cultoras de Helicón divino, comunicarse a la bajeza nuestra. Y adiestrándome vos por el camino de la vulgar rudeza desviado, a su brutez profana siempre indino, llegaré al punto en que veréis cantado lo que el Arte al ingenio perfecciona, y de quien es, si ha de acertar, guiado. Sujeto es que repuna y abandona de la mortal graveza la ignorancia, y con puros espíritus razona. Entre ellos hace dulce consonancia, de quien recibe el numeroso acento que lo adorna de afectos, y elegancia. Vos a quien Febo Apolo da su asiento y las Musas celebran en su canto y el vuestro escuchan con discurso atento; en mi temor que dificulta tanto la extraña empresa, y me promete cierto, la caída en el vuelo que levanto: por este perturbado mar incierto naufragando mi nave va a buscaros, pues sois mi norte, a que seáis su puerto. No va cargada -gran Fernando- a daros ricas piedras de Oriente, ni preciosos aromas, con que pueda regalaros. Dones son los que os lleva más gloriosos, de más estima, y de mayor riqueza para la eternidad más poderosos. De esta segura suerte la grandeza se adquiere con los números, que el vuelo cortan al tiempo en su mortal presteza. Estos, son los que igualan con el cielo los nombres, y así deben adornarse con esplendor cual su lustroso velo. De muchas cosas deben apartarse, y otras muchas seguir precisamente y por ley unas y otras observarse. El verso advierta el escritor prudente que ha de ser claro, fácil, numeroso de sonido, y espíritu excelente. Ha de ser figurado, y copioso de sentencias, y libre de dicciones que lo hagan humilde u escabroso. La elevación de voces y oraciones sublimes, muchas veces son viciosas y enflaquecen la fuerza a las razones. Vanse tras las palabras sonorosas la hinchazón del verso, y la dulzura, tras las sílabas llenas, y pomposas. Entienden que está en esto la segura felicidad y luz de la poesía y que sin esto es lo demás horrura, Si el verso consta sólo de armonía sonora, de razones levantadas, 65 ni fuerza a más, bien siguen esa vía. Mas si las cosas han de ser tratadas con puntual decoro del sujeto faltaran, de ese modo gobernadas. No explica bien el alma de un conceto el que se va tras el galano estilo a la dulzura del hablar sujeto. Ni el que del vulgo sigue el común hilo en término, y razones ordinarias cual en su ditirámbica Grecilo. Entrambas a dos cosas son contrarias a la buena poesía, en careciendo del medio, con las partes necesarias. Caerá en el mismo yerro el que escribiendo puramente en lenguaje castellano se sale de él por escribir horrendo. Cual ya dijo un poeta semi hispano el centimano Gigans que vibraba, que ni habló en romance, ni en romano. Otro que de elevado se elevaba dijo, el sonoro son y voz de Orfeo, en mi espíritu interno modulaba. Esta escabrosidad de estilo es feo, sin ingenio, y sin arte, que es la llave con que se abre el celestial museo. Ha de ser el poeta dulce, y grave, blando en significar sus sentimientos, afectuoso en ellos, y suave. Ha de ser de sublimes pensamientos, vano, elegante, terso, generoso, puro en la lengua, y propio en los acentos. Ha de tener ingenio y ser copioso, y este ingenio, con arte cultivallo, que no será sin ella fructuoso. Fruto dará, mas cual conviene dallo no puede ser, que ingenio falto de arte ha de faltar si quieren apretallo. No se puede negar que no es la parte más principal, y que sin arte vemos lo que Naturaleza le reparte. Y aunque es verdad que algunos conocemos que con su ingenio sólo han merecido nombre, lugar común les concedemos. Que el nombre de poeta no es debido sólo por hacer versos, ni el hacellos dará más, que el hacello conocido. Este renombre se le debe a aquellos que con erudición, dotrina, y ciencia les dan ornato que los hacen bellos. Vístenlos de dulzura y elocuencia, de varias y hermosas locuciones, libres de la vulgar impertinencia. Hablan por elegantes circuiciones, usan de las figuras convenientes que dan fuerza a exprimir sus intenciones. Los poetas que fueren diligentes observando la lengua en su pureza formarán voces nuevas de otras gentes. No a todos se concede esta grandeza de formar voces, sino a aquel que tiene excelente juicio, y agudeza. Aquel que en los estudios se entretiene y alcanza a discernir con su trabajo lo que a la lengua es propio, y le conviene. Cuál vocablo es común, y cuál es bajo, cuál voz dulce, cuál áspera, cuál dura, cuál camino es seguido, y cuál atajo: Este tiene licencia en paz segura de componer vocablos, y este puede enriquecer la lengua culta y pura. Finalmente, al que sabe, se concede poder en esto osar, poner la mano, y el que lo hace sin saber, excede. Por este modo fue el sermón romano enriquecido con las voces griegas, y peregrinas, cual lo vemos llano. Y si tú que lo ignoras, no te allegas a seguir esto, y porque a ti te admira lo menosprecias, y su efecto niegas, lo propio dice el Sabio de Stagira a quien Horacio imita doctamente en dulce, numerosa y alta lira. Si formaren dicción, es conveniente que sea tal de la oración el resto que autoridad le dé a la voz reciente. No se descuide en la advertencia de esto, y en cuáles son las letras con que suenan bien, y con cuáles mal lo que es compuesto. Vocablos propios muchos los condenan por simples, mas las voces trasladadas y ajenas, por dulcísimas resuenan. Voces antiguas hacen sublimadas con majestad y ser las oraciones, si las palabras son bien inventadas. La oración hacen grave las dicciones inusitadas, y serás loado si cuerdamente ordenas, y dispones. Una cosa encomienda más cuidado que en cualquiera sujeto que tratares siga siempre el estilo comenzado. Si fuera triste aquello que cantares que las palabras muestren la tristeza y los afectos digan los pesares. Si de Amor celebrares la aspereza, la impaciencia y furor de un ciego amante, de la mujer la ira y la crueza: este decoro has de llevar delante sin mezclar en sus rabias congojosas cosa que no sea de esto semejante. Si de cosas tratares deleitosas las razones es justo que lo sean; si de fieras, sean fieras y espantosas. Acomoda el estilo que en él vean las cosas que tratares tan al vivo que tu designo por verdad lo crean. Pinta al Satúrneo Júpiter esquivo contra el terrestre bando de Briareo y al soberbio Jayán, en vano altivo. Celosa a Juno, congojoso a Orfeo, hermosa a Hebe, lastimada a Ino, a Clito bello, y sin fe a Tereo. No estará la virtud en su divino trono entre el Ocio vil y Gula vana por ser lugar a su deidad indino. Ni la corona sacra de Ariadna esmaltada de formas celestiales estará bien ciñendo frente humana: estas partes son todas principales en el Arte, y si en ellas no se advierte errarán en las cosas esenciales. Y vendrá a sucederles de la suerte que en la lira una cuerda destemplada en disonancia las demás convierte. En la salud del hombre deseada una señal de muerte, en mil de vida, basta para que muera y sea acabada. Si la obra en que tienes consumida con largo estudio, y con vigilia eterna la mejor parte de tu edad florida; si abstinente de Baco, y de la tierna Venus, que los espíritus enciende y las almas destempla, y desgobierna: Si Apolo que te inspira, la defiende si le faltó la parte de inventiva de do el alma poética depende: no puede ufana alzar la frente altiva ni tú llamarte con soberbia Homero, si le hace la fábula que viva. De este yerro culparon al severo Scalígero, y de esto anduvo falto en su Arte Poética el primero. Castigo fue que vino de lo alto que él criticó al Obispo de Cremona y a él le dan por la inventiva asalto. Así el que aspira a la Febea corona observe la Poética imitante que es la vía a la cumbre de Helicona. Parte, ni fuerza tiene tan bastante, ni más vida, ni esencia, cuanto tiene de fábula, que en ella es lo importante. Después de saber esto le conviene al pierio Poeta usar bien de ello como no exceda al Arte, ni disuene. De tal modo es forzoso disponello que nadie inore, y sea a todos claro sin que la oscuridad prive entendello. Ha de ser nuevo en la invención y raro, en la historia admirable, y prodigioso en la fábula, y fácil el reparo. Ningún preceto hace ser forzoso el escribir verdad en la poesía, mas tenido en algunos por vicioso. La obra principal no es la que guía solamente a tratar de aquella parte que de decir verdad no ¡se desvía. Mas en saber fingilla de tal arte que sea verisímil, y llegada tan a razón, que de ella no se aparte. Nicandro en su Triaca celebrada dicen que no es poeta, y que Lucano no lo fue en su Farsalia laureada. Históricos los llama Quintiliano porque tanto a la Historia se llegaron. Poetas a Platón y Luciano. Estos que en sus poesías se apartaron de la inventiva son historiadores y poetas aquellos que inventaron. No se dan del Parnaso los honores por solo hacer versos, aunque hagan más que Favonio da a los Samios flores. Cuando se alarguen más, y satisfagan al común parecer, en careciendo de intención, con poco honor les pagan. Así, a los que este ingenio va encendiendo son metrificadores, no poetas cual fue Empedocles que lo fue siguiendo. Di tú, que a la invención no te sujetas y quieres que tu fama sea gloriosa, ¿sin ellas, cuáles obras hay perfetas? Di, ¿cómo será especie de otra cosa aquella que debajo no estuviere de su género? o ¿cómo provechosa? Cuando uno o más versos escribiere dando poemas cada día diversos, no es eso, lo que en esto se requiere. Menos hace un poeta en hacer versos, que en fingir, y fingiendo satisface, y no fingiendo cuando sean más tersos. Así, el que escribe al modo que le aplace sin sujetarse a reglas ni precetos, de estimación carece lo que hace. Los versos de esta suerte más perfetos son oro con alquimia, o sin quilates, que valen, pero poco entre discretos. No faltará quien llame disparates esto que voy diciendo, no entendido, ni tratado cual cumple que lo trates. Y será tu razón, si en el oído suenan bien, si la lengua es propia y pura, alto el conceto, el verso bien medido. Si de cualquier dición, común o dura, se aparta, y va esmaltado de sentencias y pone a cada paso una figura. Si en las imitaciones, y licencias poéticas, se hace lo posible, déjennos ya estas críticas sentencias. No tengas lo que digo por terrible, ni lo que tú respondes por seguro, ni a solo tu conceto por creíble, Cuando tú hables en lenguaje puro, cuando sea tu canto levantado, cuando huya el vulgar y frasis duro. ¿Qué piensas tú que importa ese cuidado si en lo que imitas perfección no guardas, hermosura en lenguaje, y verso ornado? ¿Qué piensas tú que importa, cuando ardas el corazón, y el alma, alambicando el cerebro, tras ver lo que no aguardas? Si en esas obras que te vas cansando ni enseñas, ni deleitas, que es oficio de los que siguen los que vas mostrando: luego, razón será imputarle a vicio al que de esto se aparta en su poesía aunque se sueñe a Febo el más propicio. En otro yerro incurre el que confía en adornar los versos de dicciones graves, dulces, que hagan armonía. Si por subir de punto las razones usa vocablos altos aplicados en tiempos diferentes, y ocasiones. Si los que son del tierno Aleman usados en la dulzura de la blanda lira, en la trompa de Homero son cantados. Ni bien con ellos cantarán la ira de Marte, ni de Amor los sentimientos si del curso debido se retira. A cada estilo apliquen sus acentos propios, a su propósito y decoro, no sólo tras la voz de los concentos. Febo se agrada y su piério coro que se use en la lírica terneza el verso dulce, fácil y sonoro. Y por el consiguiente a la grandeza heroica, aplica los vocablos fieros con que se sinifique su fiereza. Peregrinos vocablos, y extranjeros sirven a su propósito, y mezclallos permitido, es también con los íberos. Mas deben con tal orden aplicallos que su economía y su decoro sea en el nuevo idioma trasladallos. El que en este propósito desea alabanza, guardando los precetos junte al provecho aquello que recrea. Y tome solamente los sujetos a que su ingenio más se aficionare sin que en ellos violente los efetos. Vaya por donde el mismo le guiare sin torcer, ni hacelle repunancia que imposible será si no acertare. El ingenio da fuerza a la elegancia es la fuente, y el alma a -la inventiva, y sin él, todo hace disonancia. Mas importa advertir, que cuando esquiva un sujeto, que huyan de forzallo, que de acertar, formándolo, se priva. Cual acontece al marcial caballo revolver rehusando la carrera sin poder arte o fuerza gobernallo: Mas si el diestro jinete considera la causa oculta, y con mudalle el puesto hace lo que al apremio no hiciera. Claro tenemos el ejemplo de esto en el que hizo el «Sueño» a la viuda, y a Venus el jardín tan deshonesto. Que siempre fue su Musa tosca y muda, en no siendo lasciva y descompuesta, y en siendo obcena, fácil fue y aguda. Otra Musa siguió los pasos de ésta y de su mala inclinación el uso cual en sus torpes obras manifiesta; que ninguna de muchas que compuso de sujetos de ingenio y regalados dejó de dar molestia y ser confuso; y como fuesen versos aplicados a pullas, que era el centro de su ingenio, fue admirable y los versos extremados. Yo conocí un poeta cuyo genio se aplicó siempre a varios argumentos, y en especial a los que el dato Ennio. Astro no dio favor a sus intentos, ni jamás hizo cosa en que no viesen lánguidos versos, bajos pensamientos. Y como sus amigos le advirtiesen del bruto estilo, y zafia compostura, y los propios escritos lo dijesen: echó de ver que toda su escritura era sin arte y llena de rudeza, sin medida, ni buena contextura. Que las cosas comunes sin alteza en lugares sublimes colocaba, y las sublimes las ponía en bajeza. Que en los sagrados épicos usaba concetos ordinarios, inorando la majestad que en ellos demandaba. Que nos les iba a sus escritos dando hermosura con flores y figuras, que en variedad los fuesen esmaltando. Que las diciones ásperas y duras no supo corregir, y usando de ellas las nuevas ofuscó y dañó las puras. Sin alcanzar, después de no entendellas, consistir la ecelencia a la Poesía en variedad de elocuciones bellas. En esta congojosa fantasía su triste y laso espíritu rendido a mil perturbaciones le ofrecía. Lleno de confusión, entristecido, rompió el silencio, levantando al Cielo la voz diciendo, de dolor movido: ¡Oh, tú, Deidad que el tenebroso velo de la caliginosa sombra ahuyentas con luz divina, esclareciendo el suelo. ¡Oh, tú que los espíritus alientas y con tu influjo celestial inspiras las que en tu solio y a tu lado asientas: Y coronando de laurel sus liras, su gloria haces cual la tuya eterna, y hombres y orbes con su canto admiras. Si el mío tu sacro espíritu gobierna, si en mis escritos invoqué tu nombre, y en la dulzura de mi Musa tierna: dime, ¡ay de mí!, ¿por qué no hallo un hombre, ya que tú desdeñas de escucharme, que en oyendo mis versos no se asombre? ¿Dejo de trabajar, y fatigarme en el cómico y trágico argumento, y en las sátiras libres desvelarme? ¿Dejo de hacer notorio el sentimiento de mis ansias, en élegos llorosos, y en líricos suaves mí tormento? ¿Dejo de celebrar héroes famosos en verso heroico, a Marte consagrado, y en épicos, oráculos gloriosos? Si en esto, como sabes, he gastado mi alegre juventud, y en alabanza de dioses cien mil himnos he cantado, ¿por qué permites sin hacer mudanza que en tan infame abatimiento vea de mis largos trabajos la esperanza, y que no hay sabio ni hay vulgar que lea mis obras, que no vuelva el rostro dellas el que más las alaba y lisonjea? ¿Es justo así que sufra escarnecellas? ¿Es justo así ver yo menospreciallas? ¿Es justo así que dejes tú ofendellas? Si no es justo, y tú debes amparallas, como deidad suprema y retor suyo, acude, ¡oh, sacro Apolo!, a remediallas. Acude a este sufragáneo tuyo, acude, Apolo, a la infelice suerte en que en tan triste deshonor concluyo. Revélame algún arte con que acierte a hacerme estimar y ser de aquellos a quien tu aliento en otro ser convierte. Ya podiste sacar alguno dellos de oficios viles de alquilada gente, y preferir los cómicos más bellos. Y de un sueño podiste solamente hacer poeta al que guardaba cabras y que en tu coro junto a ti se asiente. Estas no son quimeras, ni palabras; cosas son pregonadas y sabidas que en tus divinas oficinas labras. Cosas son a ti Bolo concedidas, y a quien ofrezco humilde y congojoso estas húmidas lágrimas vertidas. Esto diciendo, le juntó un sabroso sueño los blancos párpados, quedando a su dulzor rendido con reposo. Y estuvo de esta suerte reposando lo que la oscura sombra cubrió el mundo, con Febo, según dijo, consultando. Y resultó de allí, que en su profundo sueño, le reveló el conocimiento de aquello en que su ingenio era fecundo. Sacudió el perezoso encogimiento que tenía sus nervios impedidos con la dulzura del netáreo aliento. Revolvió sus papeles conocidos de tantos años, con afanes tantos sustentados a fuerza y defendidos. Y dijo, ya no quiero más quebrantos en esta ceguedad, sirva el anillo de Ciges que deshaga estos encantos. El ingenio que supo mal regillo, arrebatado de él, cativo y ciego por tantos disparates, di en seguillo; ahora que a la sacra luz me llego estas obras que hice sin seguilla, contra mi natural, mueran en fuego. Sin más hablar, ¡oh, extraña maravilla! que un hombre así con su opinión casado poder tan fácilmente reducilla: Y cuanto tenía escrito y trabajado por este parecer que eligió solo sin dejar hoja, al fuego fue entregado. Y por acuerdo, cual decía, de Apolo siguió lo que en su ingenio le ditaba, y lo demás que le dañó, dejólo. Y de tal modo desde allí observaba las leyes de su ingenio, que ninguna por ocasión ni fuerza traspasaba. conociendo contraria su fortuna de lo que fue, huyó constantemente cuanto el ingenio con hastío repuna. dio en hacer coplas de plebeya gente sin majestad heroica ni artificio, en que su natural era ecelente. A Séneca dejó el lloroso oficio de la tragedia, a Plauto y a Cecilio de la vulgar comedia el ejercicio. Cantar las armas remitió a Virgilio, al de Ascra de Dioses -y labores, a quien dio Apolo celestial auxilio. La lírica dulzura y los amores a Horacio y a Tibulo, y al fogoso Juvenal murmurar vicios y honores. Y un argumento humilde, aunque gracioso, eligió, que su ingenio lo dispuso, en que ecedió al más alto y generoso, Libre del Caos que le traía confuso, cantó, en heroico plectro la ecelencia de la Tarasca, con ingenio infuso. Cantó su natural y descendencia, el origen, la causa, el fundamento de hacer en Sevilla su asistencia. Por qué sale en tal fiesta y con qué intento se le entregó a la gente que la tiene a su cargo, y dó fue su alojamiento. Esto vistió de cuanto en sí contiene un heroico poema, sin faltalle parte de cuantas observar conviene. De aquí nació seguille, y estimalle, y entre los más ilustres escritores la Tarascana nombre eterno dalle. Mereció conseguir estos honores porque siguió su ingenio y dejó aquello que fue ocasión de todos sus errores. Cherillo mereció de no hacello la poca estimación, y la memoria que en tal abatimiento fue a ponello. De la gloriosa Atenas la vitoria contra Jerjes cantó, de ingenio opreso y cómo, opreso así, le dio la gloria. Tenga el poeta en la memoria impreso esto, y con este ejemplo no se aparte de lo que tengo del ingenio expreso, quél es la forma y la materia el Arte.
Epístola II[editar]
Con nueva voz y, espíritu divino aspirado de vos, prosigo el canto que de toda alabanza haréis dino. Y entre las musas del Pierio santo en igual armonía el nombre vuestro la mía celebre, sin dudoso espanto. Bien conozco cuán próspero y cuán diestro tengo el cielo en teneros de mi parte cual bien en mi empezada labor muestro. Algunos quieren que llamemos Arte esta que llamo epístola, y algunos dicen que de estos títulos se aparte. Poético Ejemplar me dicen unos que se diga, y no sé cómo es posible no ser tales renombres importunos. Por ellos considero, y veo visible vibrar la horrible lanza al pecho mío que a Lycambe la muerte dio terrible, y no por eso han de hallar vacío en que sus vanos silogismos puedan caber, ni su insolente desvarío. Que cuando a mi trabajo se concedan la gloria que los sabios le conceden; los que dejan de serlo, no lo vedan. Ni puedes más del modo que proceden, que tocar en la haz con sucias heces, mientras los tiempos desta suerte rueden. Y en cuanto que los rígidos jueces llenos de austeridad, y oscuro estilo de la Parca letal toman las veces. Y aunque Minerva labre el sutil hilo y sea labor de su divina mano lo profanan y entregan a su filo. Yo que con vuestro aliento surco ufano el proceloso mar de su fiereza donde es inútil el remedio humano. Acudo a que me ayude la grandeza de vuestra excelsitud, para que cante de nuestro español verso la belleza. De nuestro español verso el elegante método, el armonía y la dulzura a la griega y latina semejante. En qué verá el que sabe de escritura ser capaz de admitir cuántos sujetos ofrece la poética letura. Y los que fueren dotos y discretos halláranse en las coplas castellanas aptas para explicar altos concetos. En noble antigüedad en las grecianas liras se halla, en el trocaico verso que es el nuestro, y lo propio en las romanas. Esto es notorio en todo el universo, esto dicen los sabios escritores y esto hace y conoce el más adverso. Esto vemos cantar de los mayores que su número y sílabas guardaron, cual hizo Anacreón y otros autores. Los poetas modernos le aplicaron la consonancia propia que tenía en la lengua vulgar que le hallaron. Deste género vemos cada día algunas coplas hechas en Italia, faltas de su donaire y gallardía. Que a sola España concedió Castalia por natural, cantar en su idioma liras de Marte y fuegos de Acidalia. Y el que en el suyo fuera deste toma trabajo de escrebir, es propiamente corneja, que ni es cuervo ni paloma. A imitación del lacio diligente nuestros números sacros resonaron en la gálica lira en voz ardiente. De amor los blandos juegos celebraron con más feliz espíritu que fueron los italos y más se levantaron. Mas en la perfección en que pusieron nuestros mayores esta compostura a todas las naciones prefirieron. En ninguna se halla la dulzura que en la nuestra, la gracia y la terneza, la elegancia, el donaire y hermosura. Si aplicallo quisieres a la alteza heroica, cual ya hizo Juan de Mena, bien lo puedes fiar de su grandeza. Si a pasiones de amor, si a llanto y pena, con Garci-Sánchez puedes conformarte cuya musa de gloria el mundo llena. Si a fábulas quisieres aplicarte, a cartas, epitafios y otras cosas, Don Diego en él nos ha enseñado el arte. Baltasar del Alcázar en graciosas epigramas lo usó, y el numeroso Burguillos en sus dulces y altas glosas. El singular en gracia, el ingenioso Lope de Rueda, el cómico tablado hizo ilustre con él, y deleitoso. El gran Pedro Mejía, el extremado Juan Iranzo, en las justas de los santos en que fue el uno y otro laureado. En este verso celebraron tantos cuántos vemos en santas alabanzas que en las suyas resuenan hoy los cantos. Y si la fatal suerte en sus mudanzas, ínclito Duque, el vuelo refrenara dejándonos lograr las esperanzas; y vuestro fébeo padre se lograra a la tebana y a la lesbia lira, con la dulzura dél aventajara. Mas a pesar de su implacable ira vivirá en nuestra bética ribera Fernando en cuanto el sol los orbes gira. Nuestros antiguos de la edad primera celebraron en él sus inmortales proezas, sin que el nombre dellas muera. Si estos versos acaban en vocales, son más dulces, más tersos y elegantes y apartándose de ellas no son tales. Si dar quisieres a los consonantes voces agudas, puedes, conociendo los lugares y causas importantes. Siempre es forzoso en ellos ir diciendo nuevas cosas, y nunca se consiente palabra ociosa el número supliendo. La copla será buena puramente que en agudeza acabe o en sentencia, y la que no, por buena no se cuente. No son de menos gloria y ecelencia los antiguos romances, donde vemos en el número igual correspondencia. La antigüedad y propiedad tenemos de nuestra lengua en ellos conservada y por ellos lo antiguo conocemos. Cantar en ellos fue costumbre usada de los godos, los hechos gloriosos, y dellos fue en nosotros trasladada. Las rapsodias que usaron los famosos griegos, fueron sin duda de esta suerte y los areitos índicos llorosos. Con ellos se libraban de la muerte y la injuria del tiempo sus hazañas y vivía el varón loable y fuerte. Dellos los heredaron las Españas casi en el mismo tiempo que cantaban los regujíos en todas las montañas. La mesma ley que guardan hoy guardaban los antiguos, usar los disonantes, y esto con gran veneración usaban. Por viciosos tenían los consonantes, y más si eran agudas las dicciones y por buenas las voces más distantes. Fueron siempre estas dos composiciones tenidas en España en grande estima hasta que entraron nuevas invenciones. Llamo nuevas, que el número a la rima del grave endecasílabo, primero floreció, que en el Lacio, en nuestro clima. El provenzal antiguo, el sacro ibero en este propio número cantaron, antes que dél hiciese el Arno, impero. El Dante y el Petrarca lo ilustraron y otros autores y esto les debemos, a ellos que de nosotros lo tomaron. La justa posesión que dél tenemos que a la musa de Tajo y catalana se atribuye, tampoco la apliquemos. Primero fue el Marqués de Santillana quien le restituyó de su destierro y sonetos dio en lengua castellana. He querido aclarar el ciego yerro en que viven aquellos que ignorando esto, siguen la contra yerro a yerro. El que en ellos escribe irá notando la variedad de suertes que hay en ellos que van sujetos varios demandando. Mas tienes de advertir en el hacellos que tengan once sílabas y mires la contextura que los hace bellos. Y que siempre te guardes y retires que en agudo no acabes el acento Porque la una sílaba no tires. Boscán dijo sin más conocimiento: «aquella reina que en la mar nació», Y uso deste troncado abatimiento. Y Garcilaso dijo y no advirtió: «Amor, Amor, un hábito vestí», y don Diego en mil versos los usó. Lo mesmo ahora habrá de ser de mí que citando los versos que dijeron incurro en los que siempre aborrecí. Al verso que cortaron, e hicieron los agudos el número diverso de nueva otra advertencia le añidieron. Que para ser cabal, ornado y terso no hiera en la penúltima, y al hiere hará de doce sílabas el verso. De Lasso por ejemplo se refiere: «El río le daba dello gran noticia», en que alargar el número se infiere. «De mi muerte y tu olvido la noticia» dijo el Conde de Gelves, y Malara «Donde de mis desdichas no hay noticia». Si, con esto tu ingenio se prepara no te aconsejo que al cerebro apliques cosa de cuantas la memoria aclara. Deja los preparados alfeñiques la alquermes cordial, las cornerinas; no te acuerdes de jugos, ni alambiques. No estragues la virtud con medicinas y dietas, ni tomes de ordinario eleboro, anacardo y mastiquinas. Que no hará el jugoso letuario que hagas buenos versos, sino el Arte, que es la perfecta hierba y herbolario. Como della tu escrito no se aparte y te guíe el ingenio llanamente, puedes entre estas musas ocuparte El verso suelto pide diligente cuidado en el ornato y compostura, en que vicio ninguno se consiente. Porque como la ley estrecha y dura del consonante no le obliga o fuerza con ningún atamiento, ni textura, la elegancia y cultura en él es fuerza que supla la sonora consonancia con que el verso se ilustra y se refuerza. Y así hará enfadosa disonancia si aquella parte principal no llenan de admiración, o cosas de importancia. A cualquier verso lánguido condenan, flaco, o infelice en número o estilo, y del nombre de verso lo enajenan. Siempre deben huir del común hilo, desviarse de bajos pensamientos, seguir la alteza y majestad de Esquilo. Aplícanlos a heroicos argumentos cual hacen al hexámetro latino, no a tiernos y a llorosos sentimientos. Esto rió el sofístico Aretino en su pungiente epístola a Trebacio, que una elegía hizo en ellos al de Urbino. Donde se pone a disputar despacio a quién, a dónde y cómo han de aplicarse en que llenó un burlesco cartapacio. No se pueden valer ni aprovecharse de licencias poéticas, ni absuelven vicios de impropiedad para excusarse. Pobres son de concetos los que envuelven muchas historias, fábulas, sentencias, y en esto sus intentos se resuelven. Llama pobreza, y llama impertinencias amontonar gran copia de figuras, aunque digan en ellas ecelencias. Andan los que esto hacen tan a scuras como aplicar los élegos llorosos fuera de Venus, a discordias duras. Son yerros tan impropios y viciosos como vestir de púrpura a los ríos y los reyes de cárbasos muscosos. A éstos siguen otros desvaríos que en vana ostentación hacen su asiento de que Dios guarde los intentos míos. Que es mostrar general conocimiento de antigüedad, y cosas improbables llevando la lección por fundamento. Advierte, que el ser raras y agradables al oído, si son dificultosas y ascondidas, no pueden ser loables. Después de ser cansadas y enfadosas del modo que has oído, son pesadas, confusas, sin provecho y enojosas. Todas son cosas libres y excusadas en el noble escritor, y dinamente de los buenos ingenios condenadas. Sigue en esto el decoro de prudente y no estimes en tanto que te alaben cuanto que el sabio junto a sí te asiente. Esto sienten aquellos que bien saben, y esto saben aquellos que bien sienten, en quien Minerva y las virtudes caben. Muchas cosas permiten y consienten las licencias poéticas, y veo muchas que no sé yo se exenten, Y si no fuera licencioso y feo, ajenos yerros pregonar, yo diera más ejemplos que rayos da Cirreo. Y por ventura algunos advirtiera que el vulgo estima y loa la inorancia que alguna obstinación se redujera. Esto hace al sujeto repunancia, y se ve más culpable en tratar dello que en dejallo, aunque es justo y de importancia. Lo que escribes importa disponello que al tiempo, ni al lugar, id a la persona falte el decoro ni al lenguaje bello. Cuando en vulgar de España se razona no mezcles verso extraño, como Lasso: «Non essermi passato oltra la gonna». Otro afligido en un lloroso paso dijo sus desventuras lamentando: «Debrían de la pietá romper un sasso» Don Guillén de Casaus a don Fernando en muerte de doña Angela su esposa «In tristo humor vogli occhi consumando». Cualquiera cosa destas es viciosa no la debe usar el que no quiero padecer la censura rigurosa. El que verso elegíaco escribiere debe considerar que la grandeza trágica, ni la cómica, requiere. Siga un medio entre ambas, que en la alteza de estilo a la tragedia no se iguale ni a la comedia imite en la llaneza. Quien de estas dos proposiciones sale hace que mude en género de efeto, y los quilates no le da que vale. En su lloroso y lamentable afecto en sentimientos tristes y afliciones, en miserias de amor, en llanto, aprieto, en quejas y afligidas narraciones, en congojosas iras y gemidos se aplican en las trágicas acciones. En las comedias pueden ser oídos entre el celo rabioso y la mudanza de la astuta ramera a sus rendidos. En alegres favores de privanza, en fríos desdenes, en astucias viles de siervo, o en afetos de venganza. Sin que trates de Alcestes ni de Aquiles en el sublime estilo, ni lo abatas a Sosia, o Davo, en condición serviles. Las voces deste verso han de ser gratas al oído, no duras ni afetadas ni ajenas de la elegia de que tratas. Han de ser las elegias lastimadas, blandas, tiernas, suaves, tersas, claras, sin ser de historia o fábula ofuscadas. Si por descuido en esto no reparas no le das a la elegia lo que debes y le quitas el ser, y tú disparas. Y pues tratamos della, porque lleves más entera noticia y puedas dalla no así, cual piensan, con razones leves. Has de saber que en la elegía se halla que abraza el verso lírico, y el blando epigrama, do puedes procuralla. Mas advierte que yéndola buscando hallarás conocida diferencia, aunque a la una y otra esté abrazando. De su esplendor consiste la ecelencia en la estrechez del consonante asido a la tercera rima en asistencia. El decoro guardando que has oído hará florida, ilustre y agradable la elegía, y a tu nombre esclarecido. Dejando ya el estilo lamentable al misivo la pluma enderecemos que no es menos difícil que loable. Y lo primero que advertir debemos que la epístola abunda de argumentos varios, donde ampliamente la ocupemos. Sirve para amorosos sentimientos casi como la elegía, si levanta más el estilo, voz y pensamiento. Cosas en ella de placer se canta, sucesos en viajes dilatados y a varias digresiones se adelanta. Son a chacota y mofas dedicados los versos della y pueden si agradare ser en mordientes sátiras usados. Ha de tener quien della se encargare fácil dispusición, copiosa vena, ingenio que ni inore ni repare. De imitaciones vaya siempre llena puestas en su lugar precisamente, que de otra suerte es tanto que disuena. Dicen si van en parte diferente que son puertas sacadas de su quicio que ni adornan, ni sirven a la gente. Pocos advierten de excusar un vicio cometido de muchos escritores que se alzan con todo este ejercicio. Y sin que se censuren son censores de fáciles descuidos y usan ellos epítetos y frasis de oradores. De quien se dice, y bien, que el no entendellos hace esa micelánea, y no es tan leve que haya dispensación para absolvellos. El propio nombre inoro que se debe al que el que ajenas obras conocidas de otros autores aplicarse atreve. Y con dos o tres sílabas movidas, y una dición de su lugar trocada las da en su nombre para ser leídas. El que esto hace, y no repara en nada y de ajenos trabajos se aprovecha hace lo que la esponja en agua echada; que tomada en la mano, si se estrecha da el humor propio que tenía cogido sin dar cosa, aunque da, de su cosecha. Al que de oficio tiene estar rendido a hurtar el conceto, o pensamiento, o el verso ya del otro referido, le sucede de modo que al hambriento que come lo contrario y lo dañoso a su salud, aunque le dé contento. Que en comiéndolo queda muy gustoso saboreando el gusto al apetito, sin entender que hay más que aquel reposo. Así, el que hurta del ajeno escrito, aunque luego le agrada y le recrea, le ofende al noble honor tan vil delito. Hace que el vulgo libremente vea su cortedad de ingenio, y manifieste por suya aquella obcenidad tan fea. Y justamente hace que le cueste las plumas que le quiten y la fama, sin que remedio a reparalle preste. Dios libre a mis amigos desta llama, y a los demás a gracia reducidos vayan por donde la razón los llama. Tres modos hay por donde son regidos los que en ajenas obras ponen mano y son con fuertes leyes compelidos. Unos imitan del sermón romano, otros hurtan, y otros puramente traducen de otra lengua en castellano. La imitación en tiempo conveniente es lícita, y licencia permitida al ingenio más alto y ecelente. Si es de idioma ajeno deducida en el nuestro, o imitándola en concreto, o siendo a su propósito vestida. Puede el más doto y puede el más discreto en sus obras usar de imitaciones, entre sabios tenidas por preceto. Del hurtar, sin que usemos de razones que de nuevo lo aclaren, están claras del uso dél las bajas condiciones. Y (a) sí tú, que lo sigues y lo amparas con adotiva musa, que alimenta la vana ostentación con que la aclaras, mira que ese furor icareo intenta en ese vuelo tu mortal ruina y abatimiento, en vez de honrosa cuenta. Es el modo tercero la divina tradución, tan difícil cuan gloriosa al que observa el decoro a su dotrina. Su ley es inviolable, y religiosa, tratada con lealtad y verdad pura, que ni pueden quitar ni añadir cosa. Una ececión mitiga esta ley dura que obliga al que traduce, aunque se aparte de la letra, siguiendo su escritura, a conservar y aun mejorar con arte la grandeza, primor y la ecelencia, original, sin ofender la parte. También se le concede por licencia que no se obligue a voz ni a consonancia, sino al conecto, al número y sentencia. Al espíritu, frases y elegancia y propiedad de lengua, levantando el estilo en las partes de importancia. Desto los arquetipos desgustando promulgan una ley precisa y justa al imitante con rigor mandando: que si Leusin de imitaciones gusta no adjudique por suyo lo imitado, pues no dispensa tal la ley augusta. Y danles mandamiento rubricado de Apolo, a Colindón, y a Magancino, poéticos malsines del juzgado, que vayan cada cual por su camino, y al que no les hiciere manifiesto: ejecuten la ley del descamino. Mudando ya deste discurso puesto, vuelvo al final propósito que sigo temiendo en tantas burlas ser molesto. Y entre las cosas de importancia digo que use el poeta cándidas razones si aceto quiere ser, y a Febo amigo, que el concurso de hórridas diciones huya, y evite encuentro de vocales que sonar hacen mal las oraciones. Los poetas que aspiran a inmortales condenan el echar a un sustantivo tres adjetivos, aunque sean iguales. Cual el que dijo, en un dolor esquivo: «Amor cruel, indómito, tirano, por quien en muerte acerba y cruda vivo». Otro dijo: mi mal ha hecho ufano «la dulce, alegre y fresca primavera, con hoja, flor y fruto soberano». Otro dijo: «¡Ay, Amor, qué hay en tu esfera sulfúreo ardiente, horrible, eterno fuego donde mis ansias crecen sin que muera!» Al censor de estos términos me llego, y así se lo aconsejo a cualquier hombre, y si fuere mi amigo se lo ruego, que de ellos huya, y que también se asombre como de ver fantasmas, por vicioso, el gerundio poner jamás por nombre. No faltará un sofista curioso que desentrañe a Servio y a Donato y diga que el gerundio es poderoso a levantar el verso, y darle ornato, y que lo hace grave, concluyendo que sin razón lo infamo y lo maltrato. Y habrá mil apoetados que leyendo esto dirán que son triviales cosas y que las pueden enseñar durmiendo. Que tienen mil autores y mil glosas de donde las tomé y queriendo vello no verán maravillas milagrosas. Que dellos sabrán esto sin sabello, y que dellos dirán en sus corrillos que dellos puede Apolo, desprendello, que dellos inflamando los carrillos los llenarán cual Bóreas de aire vano que al Pindo aun sea difícil resistillos. Y a la cordura dándole de mano darán voces diciendo ciegamente: «Cuanto ha dicho está escrito en castellano. Ya sabemos el río desta fuente que es donde el cisne se baño de Apolo con que se fertiliza su corriente». Al que supiere le respondo sólo por sólo responder, no respondiendo a los que Esgueva hacen a Pactolo. Y estoy de su metáfora riendo dina por cierto del nativo tronco que va musas y grajas revolviendo. Y aplican a este coro un cisne ronco sin ver que la dulzura de su canto es graznar en estilo zafio y bronco. Si me atrevo a hablar y hablo tanto, es porque los poetísimos entiendan que no es para aquí cisne tan maganto. Y si sus ojos con estambre vendan, que es a lo jumental, conozcan desto que otros métodos hay de donde aprendan. De los primeros tiene Horacio el puesto en números y estilo soberano cual en su Arte al mundo es manifiesto. Scalígero hace el paso llano con general enseñamiento y guía; lo mismo el doto Cintio y Biperano. Maranta es ejemplar de la poesía, Vida el norte, Pontano el ornamento, la luz Minturno, cual el sol del día. Estos, y otros con divino aliento, enseñen lo que el cisne no ha cantado ni le pudo pasar por pensamiento. Y habiendo de esto tanta copia dado que llenar pueden dello mil Parnasos y a Febo laurear con lo enseñado, Acuden todos a colmar sus vasos al oceano sacro de Stagira donde se afirman los dudosos pasos, se eterniza la trompa y tierna lira.
Epístola III[editar]
Voces me da el temor de mi osadía que remita tan célebre sujeto al autor sacro de la luz del día. Tiéneme en esto la razón sujeto con los ejemplos que me trae delante que testimonio dan de mi defeto. Que no fue tanto el amador constante oponerse al stigio y duro encuentro y enternecer el muro de diamante: ni entrar Alcides al tartáreo centro, ligar el can, quitar de la cadena el amigo, que opreso tenían dentro; cuánto mi Musa de temores llena emprender cosa que el poder humano repuna, y el divino le condena. Mas este miedo vergonzoso allano, gran Señor, con teneros de mi parte y el premio espero conseguir ufano. Y en los versos que ahora ofrece el Arte del cómico, y bucólico, y el claro trágico, igual al épico de Marte. Con tan felice y tan seguro amparo bien puedo proseguir, sin que me impida, el cobarde temor del vulgo avaro. Es preceto por ley establecida que hable pura, casta y propiamente el poeta, y en lengua conocida. Que no mezcle vocablo diferente con mudar letras, o añadir diciones, sino cual pide el Arte, y, se consiente. Sea griego, o latino, o de naciones bárbaras, aplicado y bien dispuesto es usado de célebres varones. Mas no se entiende que ha de ser compuesto de esclavón y germano, y mixturado de aquella suerte en otra lengua puesto. Esto, del modo que ha de ser usado con la decencia y culto que conviene en otra parte queda ya tratado. Y en esta digo es justo se condene el que corrompe voces naturales cual hizo Aldricio así escribiendo a Irene: «Eres oficinaria de mis males, indómita, crüel, lisonginosa, de corruscantes ojos penetrales.» Otro dijo en un ansía congojosa: «ay me, que por estar alonjinada manipulando estoy mi faz llorosa.» Otro al de Gelves, «en la fuerte espada ecedes al más ínclito herostano», de Heros, ved si hay voz tan mal formada. De suerte, que hablando en castellano si de extranjera voz se aprovecharen no huyendo lo impuro es ser profano. A los que desta el paso desviaren van caminando a ser reprehendidos. y a despeñarse cuando bien se amparen. De dos archipoetas conocidos una murmuración oí a un poeta (porque usaban vocablos ascondidos. Sclopetum llamaban la escopeta, estapeda decían al estribo, famélica curante a la dieta. Al maldiciente le decían cancivo, a la casa común de la vil gente público alojamiento del festivo. Carnes prívium, llamaban comúnmente a las carnestolendas, y así usaban de aquesta afectación impertinente. A los propios vi un día que negaban la diferencia en todos los sujetos y unas voces al alto y bajo daban. Al épico y al cómico en concetos hacían iguales, y reían negando el arte, y despreciaban los precetos. Cual el vulgar sacrílego inorando, con brutez, de las armas la destreza y su infalible afeto no alcanzando, aplica el buen suceso a la presteza, o a la determinada confianza, negando del preceto la certeza. de modo, que por esta semejanza al fuerte Sayas se opondrá Segura y el vulgar diestro al único Carranza. Esto es ajeno todo de cordura sin proporción, ni buen conocimiento hacer tan ciega y bárbara mixtura. Y si no me llevara el pensamiento arrebatado a empresa de más gloria no dejara indiciso este argumento. Mas volviendo al discurso y la memoria de las composiciones, se me ofrece la que ilustra la fábula y la historia. Esta es la rima otava en quien florece la heroica alteza y épica ecelencia, y en dulzura a la lírica engrandece. Hácense con alguna diferencia respondiendo las voces terminadas con variación distinta en su cadencia. Mas en poema, aquellas son usadas en que el Bocacio su Teseida canta de quien primero fueron inventadas. En variar sujetos se adelanta a cuantas composturas hoy tenemos, y en estilo se abaja, o se levanta. No desdeña que en cuentos la apliquemos ni en comedias en largas narraciones, ni en las tragedias tristes della usemos. En glorias amorosas, en pasiones, en burlas, veras, mofas, risa, llanto, elogios, epitafios, descripciones: a todo se acomoda, y en su canto parece bien, guardando propiamente el decoro, que en ella importa tanto. Dureza de diciones no consiente ni letras que le causen aspereza ni del verso detengan la corriente. Pide soltura, y quiere la presteza en el decir, sin que le ocupe cosa; hermosura en los versos y pureza. No guarda ley en acabar forzosa, cuando quiere, y del modo que le agrada, puede con facultad licenciosa. Esta licencia no será otorgada al soneto, que es lícito y no puede alterar de su cuenta limitada. Y cuando en esto alguna vez ecede, y aumenta versos, es en el burlesco, que en otros, ni aun burlando se concede. Esto usó con donaire truhanesco el Bernia, y por su ejemplo ha sido usado este épodo, o cola, que aborrezco. Sólo en aquel sujeto es otorgado, mas en soneto grave, o amoroso, por sacrílego insulto es detestado. Tiénese de tratar con generoso espíritu, y huir que en él se hallo dición humilde, ni vocablo ocioso. Con armonía tienes de adornalle, en las rimas con gracia y hermosura, toda pureza y, elegancia dalle. Huir de toda oscuridad procura, y de escrebir de modo diferente que se habla, y hablar en lengua puro. Usar licencia en él no se consiente ni cosa alguna que al oír ofenda, ni, a los números sea desconveniente. Entre algunos poetas hay contienda sobre si el verso puede o no cortarse, y hay quien nos diga en contra y quien defienda. Y tantos pareceres oigo darse, con tanta variedad, y diferencia, que hay duda a cuál huir, o a cuál llegarse. Y tengo por vulgar impertinencia no hacello, y hacello con eceso condenaré, si vale mi sentencia. Así, el que se desvela y trata en eso y del Ruscelli observa los precetos, que sobre el caso escribe un gran proceso: Guardando la ecelencia a los sonetos, el debido candor, y exornaciones a la dispusición de los concetos: no se ate a seguir observaciones que el uso,,y natural le irán mostrando, y de dotos escritos las leciones. Desta incisión por ley van condenando al que en el primer verso en los cuarteles o en los tercetos della fuere usando. Y condénanlo a penas tan crueles que como a heresiarca lo relajan los acroes del señor de los laureles. Por este modo en la unión se encajan y del influjo apolíneo se envisten y al néctar dulce con acíbar cuajan. Huyen los que este inepto coro asisten. siguen los que en el ménalo dichoso en paz sabrosa la ambición resisten. Donde puedes quieto, y con reposo consonar con las musas blandamente y con Apolo el verso numeroso. Y lo que el ciego Dipsas no consiente con rudeza, o crueldad, será admitido del que es menos severo y más prudente. No estés del temor desto enflaquecido, ni a tu lira le niegues la sonora canción, de afeto y ánimo encendido. Canta la causa en ella, y causadora de la ardiente pasión del ciego amante que el desdén ama, y la crueza adora. En estilo sublime y elegante, en oración pulida y castigada numerosa, y de espíritu constante; limpia, eficaz, y en voces regalada cual de Píndaro fue y del Lesbio Alceo, esta poesía mélica cantada. Y si quieres que llegue tu deseo adonde aspira, que es a la dulzura del número, en que tantas fuerzas veo, la suavidad le viene y la blandura de nunca o, pocas veces las vocales colidir, o juntar en su textura. Donde en número casi son iguales las vocales y graves consonantes, dulces serán los versos y cabales. Landísima es la L y cuando cantes dulzuras, usa della, y dale asiento que a las semivocales la adelantes. De la R usarás cuando el violento euro contrasta al boreas poderoso con hórrido furor su movimiento. La S al blando sueño y al sabroso sosiego has de aplicar, y desta suerte guarda el decoro a las demás cuidoso. Y sobre todas una cosa advierte que con tal armonía se concierte; que el concurso de sílabas que usares que en sus colocaciones y lugares, regalen y deleiten los oídos, que es propio de poetas singulares. Estos advertimientos entendidos en la ilustre canción prosigue, y mira que la adornes de afectos encendidos. De toda aquella novedad que admira gracia, elegancia, lenidad, blandura y voces que consuenen en la lira. Con advertencia singular procura que siempre levantada sea en concetos, siempre agradable, y si empre con dulzura. Usa en ella de muchos epitetos que al verso dan dulzura, y hermosean, y por ellos se expresan los afetos. Los versos que los ánimos recrean altos, y de la plebe desviados les hace la perífrasis que sean. Con ella son maníficos, y ornados de jocunda belleza y lozanía, cual deben ser en la canción usados. Acomódase siempre esta poesía a variedad de números, y extiende a todos argumentos su armonía. Divídese en estancias, y el que entiende la gravedad de su cultura bella con lasamiento ni durez la ofende. Obligan al que hubiere de hacella que veinte versos tenga cada estanza no más, y nueve los menores della. En esta ley ha habido tal mudanza que de cinco hasta veinte las tenemos, y una del Conde a veinte y tres alcanza. Dicen que de alabanza carecemos si una canción hacemos a un sujeto y más de quince estanzas le ponemos. Contra este ruscélico preceto don Pedro de Guzmán hizo al Olvido una canción, y traspasó el decreto. Sin ser dél, ni sus leyes compelido el culto Cangas hizo en tres canciones la descripción de Pafo y la de Gnido. Célebre fue y loada de varones la del ingenioso y doto Sayas, sin sujetarse a lacias opiniones. Así, letor, cuando estos pasos vayas no tengas miedo, que si haces esto desmerezcas el lauro con sus vayas, debes anteponer a lo propuesto la variación de números que hacen venusto este poema, y bien dispuesto. En la estanza primera como aplacen al gusto, o al oído en la textura las rimas, de aquel modo las enlacen. Mas ha de ser, que en esta ligadura mudar no puedan consonancia della, que es detestable objeto de censura. De versos cortos tienes de hacella con los endecasílabos mezclados que he de ser dulce la hacen alta y bella. Faltará a la canción do son usados los cortos, o los largos, solamente quien oídos le dé desocupados. Canción de versos cortos, no consiente majestad en estilo, porque aspira a la dulzura de ellos conveniente. Para las consonancias de la lira es la de endecasílabos austera poco agradable, y della se retira. Así deben tejerse de manera que la dulzura temple la aspereza y consuene la dulce con la fiera. Quieren también que gocen desta alteza la sextina, y el nombre le conceden de canción, igualándola en pureza. Dar a una estanza solamente pueden seis versos, con las voces diferentes, que sin ninguna trabazón proceden. Son al fin de los versos convenientes dos sílabas, de nombres sustantivos y aquí los verbos son impertinentes. Concetos altos, pensamientos vivos. Voces puras, sonoras, regaladas demandan, con ilustres adjetivos. Las consonancias dellas van trabadas sexta y primera, quinta con segunda cuarta y tercera, sin que sean trocadas. Aquella será ilustre y más jocunda que varïare más, y más dijere, 305 Y de terneza, y más conceto abunda. Si doblar las estanzas te pluguiere de seis en doce, no te dan licencia que mudes voz ninguna que tuviere. Es ley, que no la ecenta preminencia, encerrar en tres versos solamente a los seis consonantes sin violencia. Esto advirtiendo el doto, y el prudente, Y el que menos noticia tiene dello hará lo que es forzoso y conveniente. Bien sé que habrá quien diga sin sabello, después de habello visto que lo sabe mejor que yo he sabido disponello. Y que el aéreo síndico en quien cabe la eolia toda en su porosa testa haya por do lo escrito no se alabe. Pudiera darle al síndico respuesta, y al nosequé del coro patriarchesco, que tanto haber un título le cuesta. Y preguntar si es término burlesco entre sacras deidades colocarse y a sus lados pintarse al óleo y fresco. Si es decoro decente figurarse en sus ideas, profanas, por divinos, y a divinos querer aventajarse. Si es de espíritus puros o malinos desanimar los justos y los sabios con sus calificados desatinos. Si es de sabios llamar a todos Babios; y al más glorioso y de mayor estima siempre en su ofensa calentar los labios. Betis se injuria desto y se lastima Híspalis, y ofendida pide al cielo los tales lance en la volcánea sima. ¿Qué irritación es ésta? o ¿cuándo suelo declarar tales vicios, ni ofenderme de lo que es plaga general del suelo?. Aquí, de mi razón pienso valerme que contra maceadores censurantes sola y desnuda puede defenderme. Si en lengua pura, y versos elegantes. numerosos, corrientes, tersos, puros, ligados con forzosos consonantes; sin sujetarme los precetos duros del Arte, mis precetos acomodo no por cansados términos, ni oscuros; y en ello tengo dicho en nuevo modo lo que al posible mío fue posible, que no en todo se puede decir todo; ¿por qué de Vulgio la infestión horrible ha de empavorecer mi pensamiento ni retraerme de él su voz risible? Vaya adelante mi honoroso intento y al son ahora de la agreste Musa cantemos el bucólico argumento. Cantemos en el verso que rehusa la alteza urbana a Ménalo agradable que la zampoña y voz pastoral usa. Del dios de Arcadia siempre fue loable la fístula y los árcades famosos por ella, y su alabanza perdurable. Usáronla en sus cantos amorosos, en sus luchas y juegos pastorales entre bosques, y árboles frondosos. En ella fue, y en verso humilde a Pales la custodia encargada del ganado de los partos, contagios y otros males. En este verso no ha de ser cantado el horrible Creonte, o crudo Atreo, ni sujeto de Marte, o Jove airado. Cantarán los pastores su deseo a su rústico Pan o a Fauno antigo sin salirse de Ménalo, o Liceo; del fértil pasto, o del seguro abrigo, del tiempo alegre, o desabrido invierno, del cierzo odioso, o de favonio amigo. Esto ha de ser en verso humilde y tierno. que al sujeto sea clara semejanza, sin voz que deje el pastoral gobierno. Aquel será más dino de alabanza que la silvestre musa ejercitare entre redes, apriscos y labranza. Y si al dardo y sabueso la aplicare o al fugitivo amor de la ascondida ninfa, y por él los montes lastimare, con justa estimación será leída la égloga, que destos argumentos en ríos, prados, selvas fuere oída. Y aunque se aplique a varios pensamientos porque admite sujetos diferentes el amatorio es fin de sus intentos. El blanco adonde tiran las más gentes es éste, y los antiguos que lo usaron lo dieron por ejemplo a los presentes. Entre las cosas que guardar mandaron son, que hable el pastor con los pastores en aquello que sólo ejercitaron. De la caza si fueren cazadores; si pescador, de nasas y garlitos; si labrador, del campo y sus labores. No han de ser sus rancores infinitos ni sus pasiones con violento daño, ni amor adulterado de apetitos. En sus rabiosos celos no haya engaño que administre venganza ni crueza, ni suceso que cuenten por extraño. Lo que trataren todo sea llaneza, con propiedad conforme al ejercicio guardando en él la erótica pureza. Tiénese en una égloga por vicio que una persona vaya, y otra venga, aunque administren diferente oficio. Tres personas no más quieren que tenga, y éstas, que sin moverse de un asiento digan aquello que a su fin convenga. No quieren que se encuentre en argumento una con otra, y esto estrechan tanto, que dicen que ni en voz, ni en pensamiento. La que en una persona en gozo o llanto concluye su argumento, es más gustosa, y la de dos, en diferente canto. Quieren también que sea ley forzosa que no pase de diez el que hiciere églogas, y no sé el que dio en tal cosa. Y si un auto de Apolo no exhibiere al eglógrafo absuelvo, porque inoro en qué delito incurra el que ecediere. Esto es lo del otro cita o moro, que promulgó la bárbara herejía contra España, que ilustra el cintio coro, diciendo que no estaba la poesía, del Pirineo acá, bien entendida, sin dar otra razón que su osadía. Quedara esta inorancia establecida entre la gente, ajena de cordura; de invidia, y odio, y deslealtad regida. Si Apolo que su propio honor procura en nuestra dota España no tuviera trasladado su espíritu y dulzura. Esto diga del Tajo la ribera fertilizado con el sacro Lasso, cual del céfiro alegre primavera. O el mantuano Dauro que el Parnaso con abundante vena de oro riega, y al Tebro y Arno les impide el paso. Y tú ¡oh, fecundo Betis!, cuya vega enriqueció la sacra musa albana que a los confines celestiales llega. Sed aquí el testimonio al que profana la española deidad, pues a la vuestra no se puede negar que es soberana. Y si no fuere a mi deseo siniestra la inevitable suerte, y me dejare gozar el aura de la vida nuestra; haré que el pensamiento desampare la oscura Pafo, y siga el claro Delo por do la amada Erato lo llevare; y con voz libre del común recelo que se oirá ribombar en Elicona subiré, España, tu alabanza al cielo. Y a despecho del bando que pregona cosa tan desviada de lo cierto, te ornará Febo y te honrará Belona. Y primero del orden y concierto faltarán los efetos naturales, y en dar su luz Apolo será incierto. Pacerán juntos peces y animales por los montes, las aves y serpientes en perpetua amistad serán iguales. Que el nombre tuyo y letras ecelentes borre la invidia, ni la sacra fama deje de celebrar de gente en gentes. Si de ti la bucólica se ama, y quieres hacer églogas, conviene otra nueva advertencia que te llama. Gran parte de ella de su ser contiene del común uso y trato la desvías, y el origen te enseña de do viene. Compónense de odas y elegías; de coros de tragedias, y de algunas partes líricas, y otras poesías. Si destas soledades te importunas, y ya huyendo quieres desviarte de las montañas, prados y lagunas, dellas, si gustas, quiero acompañarte, al cómico teatro, adonde veas la fábula ingeniosa recitarte. Dirás que ni la quieres ni deseas. que no son las comedias que hacemos con las que te entretienes y recreas. Que ni a Ennio ni a Plauto conocemos, ni seguimos su modo ni artificio, ni de Nevio ni Accio lo hacemos. Que es en nosotros un perpetuo vicio jamás en ellas observar las leyes ni en persona, ni en tiempo, ni en oficio Que en cualquier popular comedia hay reyes, y entre los reyes el sayal grosero con la misma igualdad que entre los bueyes. A mí me culpan de que luí el primero que reyes y deidades di al tablado de las comedias traspasando el fuero. Que el un acto de cinco le he quitado, que reducí los actos en jornadas, cual vemos que es en nuestro tiempo usado. Si no te da cansancio y desagradas desto, oye cuál es el fundamento de ser las leyes cómicas usadas. Y no atribuyas este mudamiento a que faltó en España ingenio y sabios que prosiguieran el antiguo intento. Mas siendo dinos de mojar los labios en el sacro licor aganipeo, que enturbian Mevios y corrompen Babios; huyendo aquella edad del viejo ascreo que al cielo dio y al mundo mil deidades fantaseadas de él, y de Morfeo; introdujimos otras novedades, de los antiguos alterando el uso, conformes a este tiempo y calidades. Salimos de aquel término confuso de aquel caos indigesto, a que obligaba el primero que en plática las puso. Huimos la observancia que forzaba a tratar tantas cosas diferentes en término de un día que se daba. Ya fueron a estas leyes obedientes los sevillanos cómicos, Guevara, Gutierre de Cetina, Cozar, Fuentes. El ingenioso Ortiz, y aquella rara musa, de nuestro astrífero Mejía, y del Menandro, bético Malara. Otros muchos que en esta estrecha vía obedeciendo el uso antiguo fueron en dar luz a la cómica poesía. Y aunque alcanzaron tanto, no ecedieron de las leyes antiguas que hallaron ni aun en una figura se atrevieron. Entiéndese que entonces no mudaron cosa de aquella ancianidad primera en que los griegos la comedia usaron. O por ser más tratable o menos fiera la gente, de más gusto o mejor trato, de más sinceridad que en nuestra era; que la fábula fuese sin ornato, sin artificio, y corta de argumento, no la escuchaban con desdén ingrato. El pueblo recebía muy contento tres personas no más en el tablado y a las dos solas explicar su intento. Un gabán, un pellico y un cayado; un padre, una pastora, un mozo bobo, un siervo astuto y un leal criado. Era lo que se usaba, sin que el robo de la espartana reina conociesen ni más que el prado ameno, el sauce o pobo. Tuvo fin esto, y como siempre fuesen los ingenios creciendo y mejorando las artes, y las cosas se entendiesen, fueron las de aquel tiempo desechando, eligiendo las propias y decentes que fuesen más al nuestro conformando. Esta mudanza fue de hombres prudentes aplicando a las nuevas condiciones nuevas cosas que son las convenientes. Considera las varias opiniones, los tiempos, las costumbres que nos hacen mudar y variar operaciones. Estas cosas no sé si te desplacen por ser contra tu gasto su extrañeza aunque en probable ejemplo satisfacen, Oyelas con el ánimo y pureza que se te ofrecen, que razones justas con la verdad se templa su aspereza. Si del sujeto comenzando gustas y a él se inclina tu afición dichosa y con el mío el modo tuyo ajustas, confesarás que fue cansada cosa cualquier comedia de la edad pasada, menos trabada y menos ingeniosa Señala tú la más aventajada y no perdones griegos ni latinos y verás sí es razón la mía fundada. No trato yo de sus autores dinos de perpetua alabanza que estos fueron estimados con títulos divinos. No trato de las cosas que dijeron tan fecundas, y llenas de ecelencia que a la mortal graveza prefirieron. Del arte, del ingenio, de la ciencia en que abundaron con felice copia no trato, pues lo dice la experiencia. Mas la invención, la gracia y traza es propia a la ingeniosa fábula de España, no cual dicen los émulos impropia. Cenas y actos suple la maraña tan intrincada, y la soltura della, inimitable de ninguna extraña. Es la más abundante y la más bella en facetos enredos y en jocosas burlas, que darle igual es ofendella. En sucesos de historia son famosas, en monásticas vidas ecelentes, en afectos de amor maravillosas. Finalmente los sabios, y prudentes dan a nuestras comedias la ecelencia en artificio y pasos diferentes. Esto sabido, importa la advertencia del modo que han de ser, y a que te obliga el decoro que enseña la experiencia. Y para que bien logres tu fatiga el argumento que siguieres sea nuevo, y que nadie en su vulgar lo diga. Decir lo que otro dijo es cosa fea en el propio idioma, aunque se aparte, si deja rastro o luz por do se vea. Con extrañeza en todo has de mostrarte admirable, vistiendo las figuras conforme al tiempo, a la edad y al arte. Al viejo avaro, envuelto en desventuras. al mancebo, rabiando de celosa, al juglar decir mofas y locuras. Al siervo sin lealtad, y cauteloso, a la dama amorosa o desabrida, ya con semblante alegre, ya espantoso. A la tercera astuta y atrevida, al lisonjero envuelto en novedades, y al rufián dar cédulas de vida. Los efetos aplica a las edades, si no es que dando algún ejemplo quieras trocar la edad, oficio y calidades. Entre las cosas que prometen veras no introduzcas donaires, aunque dellos se agrade el pueblo, si otro premio esperas. Los versos han de ser sueltos y bellos en lengua y propiedad, siempre apartados que en la trágica alteza puedan vellos. Si te agradare pueden ser llegados al satírico estilo, en que tuvieron por principio los cómicos osados. Guarda el decoro que jamás perdieron en dar conforme al caso que tratares el estilo, y el verso, cual hicieron. Si a rey, legado alguno le enviares diferencia el estilo al ordinario, que es vicio si a los dos los igualares. No debes ser en esto voluntario sino mirallo bien, porque es defeto, y en la comedia nuestra necesario. Cuando hagas comedia, ve sujeto al arte, y no al autor que la recita, no pueda el interés más que el sujeto. Con el cuidado que es posible evita que no sea siempre el fin de casamiento ni muerte si es comedia se permita. Porque debes tener conocimiento que es la comedia un poema activo, risueño, y hecho para dar contento. No se debe turbar con caso esquivo aunque el principio sea rencilloso, el fin sea alegre sin temor nocivo. La comedia es retrato del gracioso y risueño Demócrito, y figura la tragedia de Eráclito lloroso. Tuvo imperio esta alegre compostura hasta que Tifis levantó el estilo a la grandeza trágica y dulzura. Siguió en nueva invención el propio hilo añidiéndole ornatos, y enseñando a los farsantes, el discreto Esquilo. Desterró el uso prisco mejorando las personas, haciéndolas honestas, y a no representar satirizando. Y no parando su invención en éstas, sobre el teatro puso las aciones, haciéndolas al pueblo manifiestas. En efeto enseñó a dotos varones el hacer y saber representallas, testando las antiguas opiniones.¡ De aquella suerte la tragedia hallas en que las hizo su inventor primero aunque algunos osaron mejorallas. No traspasando el inviolable fuero de los actos, y cenas, y el decoro de las personas, y el suceso fiero. Sófocles añidió el lloroso coro, lamentando desdichas miserables, entre reales púrpuras y oro. Fueron en aquel tiempo así agradables, mas en el nuestro en todo se ha mudado si no es en los sucesos espantables. El maestro Malara fue loado porque en alguna cosa alteró el uso antiguo, con el nuestro conformado. En el teatro mil tragedias puso con que dó nueva luz a la rudeza della apartando el término confuso. Aplica al verso trágico la alteza épica, y dale lírica dulzura con affectos suaves, sin dureza. Con epitetos adornar procura tus versos, que al poeta hermosean, y al orador ofenden la escritura. En la tragedia alguna vez afean los sucesos contados de otra suerte dando ocasión que la verdad no crean, Y si en este preceto no se advierte la Historia en que se funda la tragedia se ofusca, y, de lo cierto se divierte. De fábula procede la comedia y en ella es invención licenciosa cual vemos en Naharro y en Heredia. El cómico no puede usar de cosa de que el trágico usó, ni (a) un solo un nombre poner, y ésta fue ley la más forzosa. Si quieres que se estime, y que se nombre tu musa, y que a las musas dinamente te hagan de mortal, inmortal hombre; hállete el vulgo siempre diferente en lenguaje, pues hablan los poetas en otra lengua que la ruda gente. Procura que tus obras, sean secretas antes que las divulgues, si no quieres que sean a nuevo poseedor sujetas. Si por la vía hercúlea acaso fueres, ten cuenta en una grata que hay en ella do Ciso baila a Baco y danza a Ceres. Del círculo oriental la forma bella jamás aquí fue vista la presencia ni de su extremidad pudieron vella. Con otra luz traída con la ciencia de un fantástico y nuevo Prometeo sienten de Apolo menos el ausencia. Aquí la lira celestial de Orfeo, en menosprecio, con Vulchin consuena; Mulcio es Píndaro aquí; Agas, Museo. Está de voces disonantes llena del poeta Cleón siciliano, que de torpezas ambos orbas llena. Agido, el que cantó en sermón greciano al macedonio príncipe la horrible idolatría, con discurso vano, es quien preside aquí, con el terrible y detestable Momo y Zoilo injusto, émulos de visible y de invisible. De aquí digo que huigas, si tu gusto no es querer peligrar, probando el daño que no reserva al escritor de Augusto. Si te parece que es consejo extraño, mira el efeto bien, y verás cierto que ni te lisonjeo, ni te engaño. Ni cosa ajena de verdad te advierto.

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