El Discreto/Realce I

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Realce I


Genio e ingenio[1][editar]

Elogio

Estos dos son los ejes del lucimiento discreto; la naturaleza los alterna y el arte los realza. Es el hombre aquel célebre microcosmos, y el alma, su firmamento. Hermanados el genio y el ingenio, en verificación de Atlante y de Alcides,[2] aseguran el brillar, por lo dichoso y lo lucido, a todo el resto de prendas. El uno sin el otro fue en muchos felicidad a medias, acusando la envidia o el descuido de la suerte.

Plausible fue siempre lo entendido, pero infeliz sin el realce de una agradable genial inclinación; y, al contrario, la misma especiosidad[3] del genio hace más censurable la falta del ingenio.

Juiciosamente algunos, y no de vulgar voto, negaron poderse hallar la genial felicidad sin la valentía del entender; y lo confirman con la misma denominación de genio, que está indicando originarse del ingenio; pero la experiencia nos desengaña fiel, y nos avisa sabia, con repetidos monstruos en quienes se censuran barajados totalmente.

Son culto ornato del alma realces cultos, mas lo entendido entre todos corona la perfección. Lo que es el sol en el mayor, es en el mundo menor el ingenio. Y aun por eso fingieron a Apolo dios de la discreción. Toda ventaja en el entender lo es en el ser, y en cualquier exceso de discurso no va menos que el ser más o menos persona.

Por lo capaz se adelantó el hombre a los brutos, y los ángeles al hombre, y aun presume constituir en su primera formalísima infinidad a la misma divina esencia. Tanta es la eminente superioridad de lo entendido.

Un sentido que nos falte nos priva de una gran porción de vida y deja como manco el ánimo. ¿Qué será faltar en muchos un grado en el concebir y una ventaja en el discurrir, que son diferentes eminencias?

Hay a veces entre un hombre y otro casi otra tanta distancia como entre el hombre y la bestia, si no en la substancia, en la circunstancia; si no en la vitalidad, en el ejercicio de ella.

Bien pudiera de muchos exclamar, crítica, la vulpeja: «¡Oh, testa hermosa, mas no tiene interior! En ti hallo el vacuo que tantos sabios juzgaron imposible».[4] Sagaz anatomía mirar las cosas por dentro. Engaña de ordinario la aparente hermosura, dorando la fea necedad; y, si callare, podrá desmentir el más simple de los brutos a la más astuta de ellos, conservando la piel de su apariencia.[5] Que siempre curaron de necios los callados, ni se contenta el silencio con desmentir lo falto, sino que lo equivoca en misterioso.

Pero el galante genio se vio sublimado a deidad en aquel, no solamente cojo, sino ciego Tiempo, para exageración de su importancia aprecio de su eminencia; los que más moderadamente erraron, lo llamaron inteligencia asistente al menor de los universos. Cristiano ya el filosofar, no le distingue de una tan feliz cuanto superior inclinación.

Sea, pues, el genio singular, pero no anómalo; sazonado, no paradojo; en pocos se admira como se desea, pues ni aun el heroico se halla en todos los príncipes, ni el culto en todos los discretos.

Nace de una sublime naturaleza, favorecida en todo de sus causas; supone la sazón del temperamento para la mayor alteza de ánimo; débesele la propensión a los bizarros asuntos, la elección de los gloriosos empleos, ni se puede exagerar su buen delecto.[6]

No es un genio para todos los empleos, ni todos los puestos para cualquier ingenio, ya por superior, ya por vulgar. Tal vez se ajustará aquél y repugnará éste, y tal vez se unirán entrambos, o en la conformidad o en la desconveniencia.

Engaña muchas veces la pasión, y no pocas la obligación, barajando los empleos a los genios; vistiera prudente toga el que desgraciado arnés; acertado aforismo el de Quilón: «Conocerse y aplicarse».[7]

Comience por sí mismo el discreto a saber, sabiéndose; alerta a su minerva,[8] así genial como discursiva, y dele aliento si es ingenua. Siempre fue desdicha el violentar la cordura, y aun urgencia alguna vez, que es un fatal tormento, porque se ha de remar entonces contra las corrientes del gusto, del ingenio y de su estrella.

Hasta en los países se experimenta esta connatural proporción, o esta genial antipatía; más sensiblemente en las ciudades, con fruición en unas, con desazón en otras; que suele ser más contrario el porte al genio que el clima al temperamento. La misma Roma no es para todos genios, ni ingenios, ni a todos se dio gozar de la culta Corinto. La que es centro para uno, es para el otro destierro; y aun la gran Madrid, por ser madre del mundo desde el Oriente hasta el Ocaso, en fe del Gran Filipo en su cuarta esfera,[9] algunos la reconocen madrastra. ¡Oh, gran felicidad topar cada uno y distinguir su centro! No anidan bien los grajos entre las Musas, ni los varones sabios se hallan entre el cortesano bullicio, ni los cuerdos en el áulico entretenimiento.

En la variedad de las naciones es donde se aprueban, y aun se apuran, al contraste de tan varios naturales y costumbres. Es imposible combinar con todas, porque ¿quién podrá tolerar la aborrecible soberbia de ésta, la despreciable liviandad de aquélla, lo embustero de la una, lo bárbaro de la otra, si no es que la conformidad nacional en los mismos achaques haga gusto de lo que fuera violencia?

Gran suerte es topar con hombres de su genio y de su ingenio; arte es saberlos buscar; conservarlos, mayor; fruición es el conversable rato y felicidad la discreta comunicación, especialmente cuando el genio es singular, o por excelente, o por extravagante; que es infinita su latitud, aun entre los dos términos de su bondad o su malicia, la sublimidad o la vulgaridad, lo cuerdo o lo caprichoso; unos comunes, otros singulares.

Inestimable dicha cuando diere lugar lo precioso de la suerte a lo libre de la elección, que ordinariamente aquélla se adelanta y determina la mansión y aun el empleo, y, lo que más se siente, la misma familiaridad de amigos, sirvientes y aun consortes, sin consultarlo con el genio, que por esto hay tantos quejosos de ella, penando en prisión forzosa y arrastrando toda la vida ajenos yerros.

Cuál sea preferible en caso de carencia o cuál sea ventajoso en el de exceso, el buen genio o el ingenio, hace sospechoso el juicio. Puede mejorarlos la industria y realzarlos el arte. Primera felicidad, participarlos en su naturaleza heroicos, que fue sortear alma buena. Malograron esta dicha muchos, y magnates, errando la vocación de su genio y de su ingenio.

Compítense de extremos uno y otro para ostentar a todo el mundo, y aun a todo el tiempo, un coronado prodigio en el príncipe, nuestro señor, el primero Baltasar y segundo Carlos, porque no tuviese otro segundo que a sí mismo y él solo se fuese primero. ¡Oh, gloriosas esperanzas que en tan florida primavera nos ofrecen católico Julio de valor y un Augusto de felicidad![10]


Notas del editor:

  1. Genio es para Gracián disposición natural e ingenio se tiene por inteligencia adquirida.
  2. Atlas fue el primero en estudiar astronomía y es sabio en artes liberales. Alcides, o Hércules, es símbolo de la fuerza y también de la elocuencia. Los dos son símbolo del vigor.
  3. especiosidad: "perfección" como registra el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. (En adelante DRAE)
  4. En la fábula 43 de Esopo una vulpeja, o zorra, exclama esta frase ante la vista de la estatua hueca de una bella cabeza de un joven. El "vacuo" de los "sabios" alude al concepto escolástico del horror vacui.
  5. En Esopo, 267, se refiere la fábula del asno, el animal simple, o ignorante, por excelencia, que disfrazado con una piel de león no pudo engañar a la zorra porque su rebuzno lo delató, con lo que Gracián alaba los beneficios que le hubiera otorgado guardar silencio.
  6. delecto: elección, capacidad de discernimiento.
  7. Quilón de Esparta, el primero de los Siete Sabios de Grecia y al que se atribuye la divulgada sentencia «conócete a ti mismo».
  8. minerva: inteligencia, sabiduría.
  9. Además de jugar con el ordinal (Felipe IV), este rey era cáncer, cuarto signo del zodíaco.
  10. Juega con los nombres de emperadores romanos Julio César y Octavio Augusto y con los meses del año: julio-agosto.