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El Discreto/Realce XV

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Realce XV


Tener buenos repentes[1]

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Problema[2]

Érase el rayo el arma más cierta del fabuloso Júpiter, en cuya instantánea potencia libraba sus mayores vencimientos. Con rayos triunfó de los rebelados gigantes, que la presteza es madre de la dicha. Ministrábalos[3] el águila, porque realces de prontitud salieron siempre de remontes de ingenio.

Hombres hay de excelentes pensados, y otros de extremados repentes; estos admiran, aquellos satisfacen.

«Harto presto, si harto bien», dijo el sabio.[4] Nunca examinamos en las obras la presteza o la tardanza, sino la perfección; por aquí se rige la estimación. Son aquellos, accidentes, que se ignoran o se olvidan, y el acierto permanece. Antes bien, lo que luego[5] se hizo luego[6] se deshará, y se acaba presto, porque presto se acabó. Cuanto más tiernos sus hijos, se los traga Saturno con más facilidad, y lo que ha de durar una eternidad ha de tardar otra en hacerse.

Pero si a todo acierto se le debe estimación, a los repentinos, aplauso; doblan la eminencia por lo pronto y por lo feliz. Piensan mucho algunos para errarlo todo después, y otros lo aciertan todo sin pensarlo antes. Suple la vivacidad del ingenio la profundidad del juicio, y previene el ofrecimiento a la consultación. No hay acasos[7] para estos, que la lealtad de su prontitud sustituye a la providencia.

Son los prestos lisonjas del buen gusto y los repentes hechizo de la admiración, y por eso tan plausibles; salen más las medianías impensadas que los superlativos prevenidos. No decía mucho, aunque bien, el que decía: «El tiempo y yo, a otros dos».[8] «El sin tiempo y yo, a cualquiera», esto sí que es decir, y más, hacer. Quien dice tiempo, todo lo dice: el consejo,[9] la providencia, la sazón, la madurez, la espera: fianzas todas del acierto; pero el repente sólo se encomienda a su prontitud y a su ventura.

Después que la providencia previene, la prudencia dispone y la sazón asiste, suele abortar la ejecución; pues que una prontitud a solas saque a luz sus aciertos, apláudasele su dicha y su valor; campee el acertar de una presteza a vista del errar de un reconsejo.

Atribuyen algunos estos aciertos a sola la ventura, y debieran también a una perspicacia prodigiosa. A quien no reconoce deuda este realce de héroes es al arte; todo lo agradece a la naturaleza y a la dicha. No cabe artificio donde apenas la advertencia socorre la facilidad del concebir, donde no hay lugar para discurrir; y la felicidad del ofrecerse, donde no hubo tiempo para pensarse, ayúdase del señorío contra el ahogo y del despejo contra la turbación; y con esto, muy señora la prontitud de la dificultad y de sí misma, no llega, ve y vence, sino que vence, y después ve y llega.[10]

Hace examen de su vivacidad en los más apretados lances y obra de oposición su inteligencia. Suele un aprieto aumentar el valor; así una dificultad, la perspicacia. Cuanto más apretados, hay algunos que discurren más, y, con el acicate de la mayor urgencia vuelan; a mayor riesgo, mayor desempeño, que hay también superior antiparístasi,[11] que aumenta la intensión a la inteligencia y, sutilizando el ingenio, engorda sustancialmente la prudencia.

Bien es verdad que se hallan monstruos de cabeza que de repente todo lo aciertan y todo lo yerran de pensado. Hay algunos que lo que no se les ofrece luego,[12] no se les ofrece más; no hay que esperar al reconsejo ni que apelar a después. Pero ofrecéseles mucho, que recompensó la naturaleza próvida con la eminente prontitud la falta del pensar, y, en fe de su acudir, no temen contingencias.

Son muy útiles, sobre[13] admirados, estos repentes. Bastó uno a acreditar a Salomón del mayor sabio y le hizo más temido que toda su felicidad y potencia.[14] Por otros dos, merecieron ser primogénitos de la fama Alejandro y César. Célebre fue el de aquél al cortar el nudo gordio,[15] y plausible el de éste al caer;[16] a entrambos les valieron dos partes del mundo[17] dos repentes y fueron el examen de si eran capaces del mando del mundo.

Y si la prontitud en dichos fue siempre plausible, la misma en hechos merece aclamación. La presteza feliz en el efecto arguye eminente actividad en la causa; en los conceptos, sutileza; en los aciertos, cordura; tanto más estimable cuanto va de lo agudo a lo prudente, del ingenio al juicio.

Prenda es esta de héroes, que los supone y los acredita; arguye grandes fondos y no menores altos de capacidad. Muchas veces la reconocimos con admiración y la ponderamos con aplauso en aquel tan grande héroe, como patrón nuestro, el excelentísimo duque de Nochera, don Francisco María Carrafa,[18] a cuya prodigiosa contextura de prendas y de hazañas bien pudo cortarla el hilo la suerte, pero no mancharla con el fatal licor de aquellos tiempos.[19] Era máximo el señorío que ostentaba en los casos más desesperados, la imperturbabilidad con que discurría, el despejo con que ejecutaba, el desahogo con que procedía, la prontitud con que acertaba; donde otros encogían los hombros, él desplegaba las manos. No había impensados para su atención, ni confusiones en su vivacidad, emulándose lo ingenioso y lo cuerdo, y aunque le faltó al fin la dicha, no la fama.

En generales y campeones esta es la ventaja mayor, tan urgente cuan sublime, porque casi todas sus acciones son repentes y sus ejecuciones prestezas; no se pueden llevar allí estudiadas a las contingencias ni prevenidos los acasos; hase de obrar a la ocasión, en que consiste el triunfo de una acertada prontitud, y sus victorias en ella.

En los reyes dicen mejor los pensados, porque todas sus acciones son eternas; piensan por muchos, válense de prudencias auxiliares y todo es menester para el universal acierto. Tienen tiempo y lecho donde se maduren las resoluciones, pensando las noches enteras para acertar los días,[20] y al fin ejercitan más la cabeza que las manos.

Notas del editor:

  1. Con el significado de «tener buenos prontos». Repentizar: era en esta época «improvisar» y fue muy practicada la poesía repentizada en las justas poéticas que celebraban las Academias literarias del siglo de oro.
  2. El género de los problemata, o cuestiones para el debate, se remonta a la filosofía griega y esta relacionado con los diálogos de Platón.
  3. ministrar: «administrar». Así en la Soledad Primera, vv. 7-8 de Góngora.
  4. Remite al refrán «Harto presto se hace lo que bien se hace», atribuido a Augusto, aunque se podría asimilar también a la máxima de Catón «Sat cito, si sat bene».
  5. rápidamente.
  6. enseguida
  7. Con el sentido de azares, sorpresas desagradables.
  8. Véase el realce III, nota 19.
  9. Del latín consilium: juicio, deliberación, reflexión. Más adelante emplea un derivado de su creación: «reconsejo», como doble reflexión.
  10. Modifica el dicho de César en la batalla de Farnaces, veni, vidi, vinci.
  11. «Antiperístasis: Acción de dos cualidades contrarias, una de las cuales excita por su oposición el vigor de la otra.» (DRAE). Es decir, en las mayores dificultades, el ingenio, por oposición, actúa con mayor facilidad y desenvoltura.
  12. no se les ofrece luego es «no se les ocurre al instante».
  13. sobre: aquí, «además de»
  14. Alude a la rápida decisión sobre «el hijo pleiteado», del Libro de los Reyes en el que, para averiguar quien de dos madres de un niño era la verdadera, decidió rápidamente que cortaran al niño por la mitad y repartieran una a cada madre, ante lo cual la auténtica progenitora se apresuró a ceder a la falsa la maternidad de su hijo antes de verlo muerto, con lo que Salomón hizo justicia dándoselo a su verdadera madre.
  15. La anécdota del «nudo gordiano» (o gordio, como quiere Gracián) atribuida a Alejandro Magno refiere que en la ciudad de Gordio, donde reinaba Midas, había un nudo tan difícil de desenlazar que a quien lo consiguiera se le ofrecería el gobierno de la misma. Alejandro, valiéndose de las palabras «Tanto monta cortar como desatar» (cuyo mote o divisa adoptarían más tarde los reyes católicos,aunque sin el remoquete popular de «...Isabel como Fernando», que es a todas luces apócrifo.
  16. César, al desembarcar en África, se cató, pero improvisó las palabras: «teneo te, África», con lo que disimuló el tropiezo dicendo algo así como: «Ya te poseo, África.»
  17. El mundo se dividía en el siglo XVII en cuatro «partes» o continentes: África, América, Asia y Europa. De estas, dos, es decir la mitad del mundo, fueron conquistadas por estos grandes conquistadores: Alejandro, Asia y César, África.
  18. Francisco María Carrafa, duque de Nochera o Nocera (título con apellido de origen italiano), Virrey de Aragón, había muerto en 1642, cuatro años antes de la publicación de El Discreto. Baltasar Gracián fue su confesor e íntimo amigo.
  19. La envidia destilaba un licor, o humor, negro, capaz de matar. Nochera fue procesado a raíz de su postura no represora en la Guerra de Cataluña.
  20. Según la emblemática de la época, los reyes, al igual que el rey de los animales, el león, que, según la tradición de los bestiarios, podía dormir con los ojos abiertos, pasaban en vigilia las noches, con lo que podían repensar las decisiones del día siguiente.