El Gaucho Martín Fierro (1894)/III

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III


Tuve en mi pago en un tiempo
Hijos, hacienda y mujer,
Pero empecé á padecer,
Me echaron á la frontera,
¡Y qué iba á hallar al volver!
Tan solo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi rancho
Como el pájaro en su nido—
Allí mis hijos queridos,
Iban creciendo á mi lao...
Solo queda al desgraciao
Lamentar el bien perdido.

Mi gala en las pulperías
Era en habiendo más gente,
Ponerme medio caliente,
Pues cuando puntiao me encuentro,
Me salen coplas de adentro
Como agua de la virtiente.

Cantando estaba una vez
En una gran diversión;
Y aprovecho la ocasión
Como quiso el Juez de Paz...
Se presentó, y hay no más
Hizo arriada en montón.

Juyeron los más matreros
Y lograron escapar—
Yo no quise disparar—
Soy manso y no había porqué—
Muy tranquilo me quedé
Y ansí me dejé agarrar.

Allí un gringo con un órgano
Y una mona que bailaba,
Haciéndonos rair estaba,
Cuanto le tocó el arreo—
¡Tan grande el gringo y tan feo!
Lo viera cómo lloraba

Hasta un inglés zangiador
Que decía en la última guerra,
Que él era de Inca­la­perra
Y que no quería servir.
Tuvo tambien que juir
A guarecerse en la sierra.

Ni los mirones salvaron
De esa arriada de mi flor-
Fué acoyarao el cantor
Con otros nos mesturaron- [1]
A uno solo, por favor,
Logró salvar la patrona.

Formaron un contingente
Con los que del baile arriaron-
Con otros nos mesturaron-
Que habían agarrao tambien-
Las cosas que aquí se ven
Ni los diablos las pensaron.

A mi el Juez me tomó entre ojos
En la ultima votación-
Me le había hecho el remolón
Y no me arrimé ese día,
Y él dijo que yo servia
A los de la esposición.

Y ansí sufrí ese castigo
Tal vez por culpas agenas-
Que sean malas ó sean güenas
Las listas, siempre me escondo-
Yo soy un gaucho redondo
Y esas cosas no me enllenan.

Al mandarnos nos hicieron
Más promesas que á un altar-
El Juez nos jué á proclamar
Y nos dijo muchas veces:
«Muchachos, á los seis meses
«Los van á ir á revelar.»

Yo llevé un moro de número
Sobresaliente el matucho!
Con él gané en Ayacucho
Más plata que agua bendita-
Siempre el gaucho necesita
Un pingo pa fiarle un pucho.

Y cargué sin dar mas güeltas
Con las prendas que tenía,
Gergas, ponchos, cuanto había
En casa, tuito lo alcé-
A mi china la dejé
Media desnuda ese día.

No me faltaba una guasca,
Esa ocasión eché el resto:
Bozal, maniador, cabresto,
Lazo, bolas y manea...
¡El que hoy tan pobre me vea
Tal vez no crerá todo esto!!

Ansi en mi moro escarciando,
Enderesé á la frontera;
Aparcero! si usté viera
Lo que se llama Cantón...
Ni envidia tengo al ratón
En aquella ratonera.

De los pobres que allí había
A ninguno lo largaron,
Los más viejos rezongaron,
Pero á uno que se quejó
En seguida lo estaquiaron,
Y la cosa se acabó.

En la lista de la tarde
El Jefe nos cantó el punto
Diciendo: «quinientos juntos
«Llevará el que se resierte;
«Lo haremos pitar del juerte,
«Más bien dése por dijunto.»

A naides le dieron armas,
Pues toditas las que había
El Coronel las tenia,
Sigun dijo esa ocasión,
Pa repartirlas el día
En que hubiera una invasión.

Al principio nos dejaron
De haraganes criando sebo,
Pero despues... no me atrevo,
A decir lo que pasaba-
Barajo... si nos trataban
Como se trata á malevos.

Porque todo era jugarle
Por los lomos, con la espada,
Y aunque usté no hiciera nada,
Lo mesmito que en Palermo,
Le daban cada cepiada
Que lo dejaban enfermo.

¡Y qué Indios -ni qué servicio,
No teníamos ni cuartel-
Nos mandaba el Coronel
A trabajar en sus chacras,
Y dejábamos las vacas
Que las llevára el infiel.

Yo primero sembré trigo
Y despues hice un corral,
Corté adobe pa un tapial,
Hice un quincho, corté paja...
La pucha que se trabaja
Sin que le larguen un rial.

Y es lo pior de aquel enriedo
Que si uno anda hinchando el lomo
Se le apéan como un plomo...
¡Quién aguanta aquel infierno!
Si eso es servir al Gobierno,
A mi no me gusta el cómo.

Más de un año nos tuvieron
En esos trabajos duros,-
Y los indios le asiguro
Dentraban cuando querían:
Como no los perseguían
Siempre andaban sin apuro.

A veces decía al volver
Del campo la descubierta
Que estuviéramos alerta,
Que andaba adentro la indiada;
Porque había una rastrillada
O estaba una yegua muerta.

Recién entonces salía
La órden de hacer la riunión-
Y caíbamos al cantón
En pelos y hasta enancaos,
Sin armas, cuatro pelaos
Que íbamos a hacer jabón.

Ay empezaba el afán
Se entiende, de puro vicio,
De enseñarle el ejercicio
A tanto gaucho recluta,
Con un estrutor... qué... bruto!
Que nunca sabía su oficio.

Daban entónces las armas
Pa defender los cantones,
Que eran lanzas y latones
Con ataduras de tiento...
Las de juego no las cuento
Porque no había municiones.

Y un sargento chamuscao
Me contó que las tenían,
Pero que ellos la vendían
Para cazar avestruces;
Y así andaban noche y día
Déle bala á los ñanduces.

Y cuando se iban los Indios
Con lo que habían manotiao,
Salíamos muy apuraos
A perseguirlos de atrás;
Si no se llevaban más
Es porque no habían hallao.

Allí, sí, se ven desgracias
Y lágrimas, y afliciones,
Naides le pida perdones
Al indio -pues donde entra,
Roba y mata cuanto encuentra
Y quema las poblaciones.

No salvan de su juror
Ni los pobres angelitos:
Viejos, mozos y chiquitos
Los mata del mesmo modo-
Que el Indio lo arregla todo
Con la lanza y con los gritos.

Tiemblan las carnes al verlo
Volando al viento la cerda-
La rienda en la mano izquierda
Y la lanza en la derecha-
Ande enderieza abre brecha
Pues no hay lanzazo que pierda.

Hace trotiadas tremendas
Dende el fondo del desierto-
Ansi llega medio muerto
De hambre, de sé y de fatiga;
Pero el Indio es una hormiga
Que día y noche está dispierto.

Sabe manejar las bolas
Como naides las maneja,
Cuanto el contrario se aleja
Manda una bola perdida,
Y si lo alcanza, sin vida,
Es siguro que lo deja.

Y el Indio es como tortuga
De duro para espichar;
Si lo llega á destripar
Ni siquiera se le encoge,
Luego sus tripas recoge,
Y se agacha á disparar.

Hacian el robo á su gusto
Y después se iban de arriba,
Se llevaban las cautivas,
Y nos contaban que á veces
Les descarnaban los pieses,
A las pobrecitas, vivas.

¡Ah! ¡si partía el corazón
Ver tantos males, canejo!
Los perseguiamos de lejos
Sin poder ni galopiar;
¿Y qué habíamos de alcanzar
En unos bichocos viejos?

Nos volvíamos al cantón
A las dos ó tres jornadas,
Sembrando las caballadas;
Y pa que alguno la venda,
Rejuntábamos la hacienda
Que habían dejao resagada.

Una vez entre otras muchas,
Tanto salir al boton,
Nos pegaron un malon
Los indios y una lanciada,
Que la gente acobardada
Quedó dende esa ocasión.

Habían estao escondidos
Aguaitando atrás de un cerro...
¡Lo viera á su amigo Fierro
Aflojar como un blandito!
Salieron como maiz frito
En cuanto sonó un cencerro.

Al punto nos dispusimos
Aunque ellos eran bastantes,
La formamos al istante
Nuestra gente que era poca,
Y golpiándose en la boca
Hicieron fila adelante.

Se vinieron en tropel
Haciendo temblar la tierra.
No soy manco pa la guerra
Pero tuve mi jabon,
Pues iba en un redomon
Que había boliao en la sierra.

¡Qué vocerío! ¡qué barullo!
¡Qué apurar esa carrera!
La indiada todita entera
Dando alaridos cargó-
Jué pucha... y ya nos sacó
Como yeguada matrera.

¡Qué fletes traíban los bábaros!
Como una luz de lijeros-
Hicieron el entrevero
Y en aquella mescolanza,
Este quiero, este no quiero,
Nos escojían con la lanza.

Al que le daban un chuzazo,
Dificultoso es que sane,
En fin, para no echar panes,
Salimos por esas lomas,
Lo mesmo que las palomas,
Al juir de los gavilanes.

Es de almirar la destreza
Con que la lanza manejan!
De perseguir nunca dejan-
Y nos traiban apretaos,
Si queríamos de apuraos,
Salirnos por las orejas.

Y pa mejor de la fiesta
En esa aflición tan suma,
Vino un indio echando espuma,
Y con la lanza en la mano,
Gritando «Acabau cristiano,
Metau el lanza hasta el pluma.»

Tendido en el costillar,
Cimbrando por sobre el brazo
Una lanza como un lazo,
Me atropelló dando gritos-
Si me descuido... el maldito
Me levanta de un lanzazo.

Si me atribulo, ó me encojo
Siguro que no me escapo:
Siempre he sido medio guapo
Pero en aquella ocasión,
Me hacía buya el corazón
Como la garganta al sapo.

Dios le perdone al salvaje
Las ganas que me tenía...
Desaté las tres marías
Y lo engatusé á cabriolas...
Pucha... si no traigo bolas
Me achura el indio ese día.

Era el hijo de un cacique,
Sigun yo lo averigüé-
La verdá del caso jué
Que me tuvo apuradazo,
Hasta que por fin de un bolazo
Del caballo lo bajé.

Ay no más me tiré al suelo
Y lo pisé en las paletas-
Empezó a hacer morisquetas
Y a mesquinar la garganta...
Pero yo hice la obra santa
De hacerlo estirar la geta.

Allí quedó de mojón
Y en su caballo salté
De la indiada disparé,
Pues si me alcanza me mata,
Y al fin me les escapé
Con el hilo de una pata.


  1. En otras ediciones consultadas figura aquí el siguiente verso: Con el gringo de la mona.