El Paseo de Amancaes y prisión de los maricones

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El Paseo de Amancaes y prisión de los maricones (1830)
de Anónimo


EL PASEO DE AMANCAES

Y PRISION DE LOS MARICONES

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LA otra noche un maricon

En la puerta de un convento,

Hablaba muy afligido

Con un sacristan muy viejo:

Me páro á escuchar las voces

Que entre sí los dos tuvieron,

Y el uno al otro le dice:

Si señor, ya estoy resuelto,

Por que pienso arrepentirme

En este mes sin remedio.

Mas yo quisiera tener

Una societa primero,

Para acordarme gustoso

De todos mis galanteos.

No me parece que yerras

Dice el padre, en tu proyecto,

Convida á tus camaradas,

Qúe despues lo pasaremos

Tan divertidos y alegres

Los dos en este convento,

Que tu nada estrañarás

De lo que pasa en el pueblo.

Vamos pues para mi casa

Dice al sacristan, no puedo,

Este responde: que yo

El refectorio no pierdo.

Que hombre tan inconsecuente,

Tan simplon y tan hambriento,

Deje V. el refectorio

Y venga á mi casa presto.

Se fueron para una tienda,

En donde estaba dispuesto

Todo lo ùtil y preciso

Para un cumplido festejo.

Habian mil maricones

Tan grandasos y tan feos,

Que la tienda parecia

Un retrato del infierno.

Uno estaba con pollera

Muy adornado y compuesto,

Zapatos de razo, aretes,

Su pañuelon y sombrero:

Otro estaba con vendon

Y con la mano en el pecho,

Diciendo estaba parída

Con su figura ō muñeco.

Otro estaba entristecido

Manifestando sus celos,

Y diciendo á todo el mundo

Me ha dejado mi cortejo.

Mas allá paseando estaba

Un mulato salamero,

Con su saya y con su manto

Y su andandíto muy bueno.

Pero otro ensayando estaba

El modo de hacer requiebros,

Con quites ý bufonadas,

Con lisura y con disfuerzos.

Despues se pasó á aprender

Muy alegre el sapatèo,

La cucúna cantaba otro,

De placer y gozo lleno:

Y el célebre arrepentido

Que estaba con nuestro lego,

Tambien de mujer se viste

Y se compone los crespos:

Se pone sus dos peinetas

Y su basquiña, y fray Pedro

Porque no lo conociesen

Tambien se disfraza luego.

Se marchan para la plaza,

Y en medio toman su asiento:

Pasa en esto una mosita

Muy tiesa con su cortejo,

Y comienza un maricon

A llenarla de improperios.

Mas ella sin hacer caso

Sigue su camino; pero

El maricon insolente

Dice á los demas muy sério,

Miren à esta indecentona,

Yo la vi enterrando muertos,

Porque dió de nabajazos

A ño Juan el carpintero:

Otra pasa apresurada,

Y dice, ¡ay que embeleco!

Tambien estuvo con migo

En el panteon¡ y fray Pedro

Les suplica no prosigan

Murmurando, pero luego,

Otro maricon que estaba

Callado todo este tiempo,

Dice azorado ¿ves niña

Aquella que và corriendo?

Pues esa quiso quitarme

A don Lucas....mas no quiero

Proseguir porque diràn,

Que tambien soy majadero.

Otro se para, y resondra

De venganza y de ira lleno,

A una mujer que pasaba

Junto con un godo viejo;

Y dice, esta pobretona

Es amiga de gallegos,

Y en la semana remuda

Cuatro ó seis galanes nuevos.

Aquella que está sentada

Tambien es gran pieza, ý creo,

Que por se imprudentona

Con los hombres dice luego

Que á todos los aborrece;

Peto yo este aunto entiendo

Es muy sacre, y cuando alguno

La enamora, lo primero

Que le busca es el bolsillo

Para robarle el dinero:

Ha tenido siete ingleses,

Tres porteños, dos chilenos,

Y todos desesperados

De sufrir este gran hueso,

La dejaron al instante

Esperando otro consuelo.

Vuelven despues á la tienda

Alvorozados corriendo

A tratar muy formalotes,

De un magnífico paseo

Que tenian proyectado,

En la pampa......no me acuerdo,

Ha! que era en los amancaes:

Se disponen todos ellos

A gastar como unos locos,

Porque hay maricones buenos

Que por su oficio maldito,

Suelen tener muchos pesos.

A uno toca los jamones,

A otro los vinos, los quesos,

Y en fin, la vispera todos

Estan de esperanzas llenos:

Buscan burros muy lucidos,

Sobre ellos montan muy huecos,

Van tirando muchos cohetes

Con sus sombreritos nuevos;

Todos van muy armaditos

Y muchos con tapa-feo.

Sale la gran comitiva

Y al pasar......ay Dios eterno!

Por el puente, aquí fuè troya,

Los empuñan al momento

Y al cuartel de policía

Me los meten sin remedio.

El chasco fuē muy pesado,

Y el ponderado paseo

Quedó para otra ocasion,

Que ahora van para el encierro

De Guadalupe. Fray Pedro

Que no se quiso esponer

En ir como lo creyeron

A los amancaes, muy triste,

Al saber este suceso,

Pasa para Guadalupe

A darles varios consejos.

Pero estos monstruos anfibios

Al ver á su amigo tierno

Se llenan de regocijo,

Y disponen para luego

Otra funcion agradable

Para olvidar contra-tiempos.

En efecto, por la noche

Cantan, bailan, ý Fray Pedro

Con esto escandalizado,

Agarra un palo y un cuero

Y les dice; picarones

Indecentes maricones

Hasta cuando de esta suerte

Quereis estar; si la muerte

Por vosotros viniera ahora

Con su cuchilla traidora.

No iríais á los infiernos

Con máscaras y con cuernos?

Dejad esta infame vida,

Que la tierra enfurecida

De mirar vuestras maldades

Y crueles iniquidades,

Puede abrirse en el momento

Bramando tambien el viento,

Estremeciendose el suelo

Y hechando rayos el cielo

¿Qué sería de vosotros?

Y así pues indignos potros,

Horrendos hermafloritas

Cuidado con vuestras cuitas,

Dejad la mariconada,

Venid á la frijolada

De mi bendito convento.

Allí tengo yo un jumento

En donde todos los dias

Suplico para obras pias,

Y pido una limosnita,

La que doy á una hermanita

Que es viuda sin ser casada;

Y es la pobre tan honrada

Que todos los que la miran,

por ellos locos suspiran

Y les da su pataleta:

Mas yo les doy la receta

Que los pobres necesitan,

Y aunque á mis costillas pitan

No me da ningun cuidado,

Porque en mi burro montado

Lleno de gusto y de amores

Me voy para Miraflores,

Llenando mi canastillo

De pescado en el Chorrillo;

Y si tengo alguna pena

Voy para la Magdalena,

Y si el viento allí me bate

Me voy luego para Late,

Y sonando el tirindin

Me marcho para Lurin,

Y por las almas benditas

Quedan buenas mis tripitas,

Y despues nada deseo

Cuando pronuncio el Laus-Deo.

Mas no quiero mas sermon

Maricones del panteon,

Y abur que me voy corriendo,

y abur que me están queriendo.

Los perros mariconasos

En su cruel prision siguieron:

Y en cuanto se les fué el frayle

Comienza el llanto de nuevo.

Imp. Republicana por J. M. Concha.