A ti, que sabes la historia y origen de este juguete, y el escaso tiempo que se me dió para escribirle, te le dedico ahora que le doy a luz; porque, escudado con tu nombre, serán acaso mejor disimulados los muchos defectos inherentes a una obra escrita por apuesta en determinado número de horas. No atiendas, pues, a su poco valor, sino al buen recuerdo que con ella te consagra tu amigo,
Madrid, 20 de diciembre de 1842.
JOSÉ ZORRILLA.
Personas
Don RODRIGO. El conde Don JULIÁN. TEUDIA, noble godo. ROMANO, monje eremita.
La escena pasa en la soledad de Pederneira, monte de San Miguel, cerca de la ciudad de Viseo, en Portugal, la noche del día 9 de septiembre de 719.
Interior de la cabaña o ermita del monje Romano, sostenida en su centro por un pilar de madera o tronco de árbol, a cuyo pie hay dos asientos. A la derecha, una pequeña hoguera colocada bajo un respiradero que da salida al humo. Asientos groseros por la escena. Puerta a la izquierda que da a otra habitación que se supone en la cabaña. Puerta en el fondo, abierta la cual se verá monte, al resplandor de los relámpagos. Al levantarse el telón se ve su claridad por las junturas, y se oye tronar a lo lejos. La hoguera y una tea alumbran la escena.
¡Qué tormenta nos amaga!
¡Qué noche, válgame el cielo!
Y esta lumbre se me apaga…
¡Si está lloviznando hielo!
¡Cuán grande a Dios se concibe
en aquesta soledad!
¿De quién, sino de Él, recibe
su aliento la tempestad?
¿Cúyo es el terrible acento
y el fulgor que centellea
cuando zumba airado el viento
y el zenit relampaguea?
¿Quién peñas y árboles hiende
con la centella veloz,
como segador que tiende
las espigas con su hoz?
¿Quién sino Dios, que se asienta
sobre las nubes sereno,
cuando de las nubes revienta
el fragor del ronco trueno?
Señor, que de las alturas
de tu omnipotencia, ves
a tus pobres criaturas
que se arrastran a tus pies:
detén, Dios bueno, tus iras,
detén tu justo furor,
si justa saña respiras
contra la obra de tu amor.
Pudiste en un punto hacerla,
y tu inmensa potestad
puede en otro deshacerla,
si tal es su voluntad;
mas considera, Dios mío,
que vas a igualar así
al que te se aparta impío
y al que se postra ante ti. (Un momento de pausa.)
Mas tanto tardar me extraña,
y estoy temiendo por él…
¿Por qué deja la cabaña
en una tarde tan cruel?
¡Válgame la Virgen Santa!
Si a espesar la lluvia empieza,
¿cómo con segura planta
podrá subir la aspereza
de esa desigual garganta
por do la senda endereza?
¡Infeliz! ¡Cuánto en el mundo
lleva sin duda sufrido!
¡Cuánto es su dolor profundo,
y cuánto está arrepentido!
Mas siento pasos… parece (Abre y dice afuera.)
que llega ya… Entrad ligero,
que la tempestad acrece.