El ajedrez (Brunet y Bellet)/Prólogo

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El ajedrez
Investigaciones sobre su origen (1890) de José Brunet y Bellet
Prólogo
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
PRÓLOGO


Al terminar en Caldetas mi trabajo sobre el juego de naipes pensaba, ya que allí hablo de él, continuar como apéndice algunas observaciones sobre el juego de ajedrez. Al querer realizar mi propósito á mi regreso á ésta, vi que la cosa era más seria de lo que me había figurado, pues tenía que destruir nada menos que un error transmitido de siglo en siglo por la tradición y la rutina y apoyado por sabios autores de grandísima reputación, tales como Sir William Jones, el capitán Hiram Cox, Duncan Forbes, Van der Linde y otros.

El error å que me refiero es la pretensión de que el ajedrez procede de la India. á mediados del siglo xin encontramos ya aceptado este origen en el libro que don Alfonso el Sabio escribió sobre los juegos de ajedrez, dados y tablas. Ignoro si este autor atribuyó el origen de este juego á la India para dar cierto carácter especial á su libro, según costumbre de aquella época, ó si su opinión sobre este particular era la corriente en su tiempo. La leyenda con que encabeza su libro, por más que figura como sucedido en la India, no se parece en nada á las leyendas de aquel país, ni por el carácter del inventor del ajedrez ni por el motivo que dió origen á la invención.

Creo inútil advertir que los autores modernos que se han ocupado del ajedrez, han hecho investigaciones en todas partes menos en España, y que sólo Van der Linde conoce en parte el importante Libro de los juegos de nuestro Alfonso el Sabio. Ni el mismo Duncan Forbes,—que si manifiesta buenos deseos por la prosperidad de nuestro país, es por los importantes manuscritos árabes que cree aún poseemos,—se ha tomado la pena de consultar ninguno de éstos, teniendo pocas noticias de aquel libro, cuya lectura le habría hecho interpretar de otro modo ciertos pasajes dudosos, dándole bastante luz para aclarar muchos puntos oscuros. Por mi parte confieso que sin la obra de don Alfonso me habría sido muy difícil, por no decir imposible, aclarar muchos pasajes y penetrar muchos misterios de los textos que me han servido de guía.

Tal vez se me critique por la dureza con que trato á Duncan Forbes, dureza justificada por el modo áspero y burlón con que este autor trata á cuantos no son de su parecer, y la autoridad con que siempre habla excatedra del incontrovertible origen indio del ajedrez, siendo así que este origen es, por el contrario, muy controvertible por apoyarse en un solo documento sospechoso, moderno, falso y mal fundado, á causa de haber sido extractado de un libro que está muy lejos de tener la antigüedad y la autoridad que se le atribuye.

Es también posible que me tilden de difuso por extenderme en consideraciones y noticias históricas que pueden no parecer del caso, por más que, si bien se examinan, no podrá menos de reconocerse que son aclaraciones —muchas de ellas indispensables,— para el descubrimiento de la verdad, máxime tratándose de desvanecer errores y preocupaciones históricas perpetuadas por la costumbre de copiarse unos á otros y de apoyarse en autores que todos citan, tal vez sin haber leido, como sucede con Firdusi, El Maçudi y muchos de los clásicos griegos y latinos, haciéndoles decir, no sólo lo que no dicen, sino hasta todo lo contrario.

En este trabajo, —lo mismo que en el de los naipes, emprendido como éste por vía de pasatiempo,— no tengo la pretensión de resolver nada definitivamente. Mi intención es sólo proporcionar datos á los que, con más conocimientos que yo, quieran ocuparse de esta clase de estudios en lo sucesivo.

Cúmpleme en este sitio dar las más expresivas gracias á mis estimados y eruditos amigos los señores don Mariano Aguiló y Fuster, don José Balari y Jovany y don Manuel de Bofarull y Sartorio, que con su eficacísimo auxilio intelectual y material me han ayudado á dar cima á un trabajo más largo y difícil de lo que yo me había figurado.

Termino pidiendo á mis lectores que se fijen más en lo que digo que en la forma en que lo digo.

Barcelona, 28 de Septiembre de 1886.