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El amor y la ortografía

De Wikisource, la biblioteca libre.
Obras Completas de Eusebio Blasco
Tomo II, Del Amor... y otros excesos.
El amor y la ortografía
de Eusebio Blasco

Nota: se ha conservado la ortografía original, excepto en el caso de la preposición á.


EL AMOR Y LA ORTOGRAFÍA


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El Amor y la ortografía son dos enemigos mortales.

Desde la que pesca en ruin barca hasta la que pesca en brillante salón, las mujeres españolas tienen todas una cualidad característica. Cuanto mejor sienten, escriben peor.

Apelo al testimonio de todos los enamorados de España.

¿Quién será el que no tenga en un rinconcito del cajón de su escritorio, un paquetito de cartas atadas con un cordón, e ilustradas con el retrato de la autora?

Estoy seguro de que todos mis lectores del género masculino tienen ó han tenido alguna vez ese recuerdo.

Pues bien, yo voy a atreverme a publicar alguna carta de ese paquete.

Si en él no hay ninguna que se parezca a alguna de las que voy a copiar, autorizo al lector para que me deje por embustero.

Todas las mujeres sienten bien y escriben mal, pero cada una tiene su estilo propio.

Supongamos que se trata de una dama cuya ortografía es perfecta; y que desea conceder una pequeña audiencia a un embajador cerca de su corazón.

«Luis: a pesar de exponerme a que usted me juzgue desfavorablemente accedo a su deseo mañana a las cuatro y media y adiós silencio

Elvira hoy 7.»

La carta está bien escrita, pero no tiene ni puntos ni comas. —(Estilo seco.)

Supongamos que se trata de una mujer de treinta años, que ama por la trigésima vez, lo cual casi equivale a pasión por año.

«Eduardo mío: No sé cómo explicarte el disgusto que tengo con la carta de ayer. Soy tan desgraciada, que no me sorprende el tener penas; pero mi desgracia es mayor cuando tú me haces pensar en lo desgraciada que sería si no me quisieras. Mi vida ha sido siempre tan triste, he sido tan desgraciada durante mi vida, que sin duda me aguarda la nueva desgraciada de que me abandones; ven por Dios para que yo pueda calmar tu ira injusta; ven y no hagas llorar más a tu desgraciada

Luisa.»

En esta carta, como en todas las de esta mujer, hay siempre lágrimas, recuerdos de desgracias pasadas, lamentos de desgracias presentes y presentimientos de desgracias venideras. — —(Estilo húmedo.)

Vamos a ver ahora una de las cartas de Casimira, muchacha apasionadísima, suscriptora de Fernández y González, amiga de Santistéban, parienta lejana de algún señor que habrá sido alguna vez gobernador ó comandante general de alguna población de segundo orden, etc., etc.

«Amado Alfredo mío de mi corazón y de mi vida, ayer no fuí a paseo pues vino una amiguita a quien no veía hace tiempo pues la quiero mucho y lo sentí pues ya sabes el placer que tengo en estar a tu lado pues no me hallo sin tí. Perdóname, Alfredo mío, pues no fué mía la culpa, si no de mamá pues ya sabes que una no puede hacer lo que quiere pues está una sujeta, adiós pues y te quiere mucho mucho mucho

Casimira.»

Esta carta, en la que hay siempre un pues ó dos tachados, es el modelo de diez ó doce mil que escriben otras tantas mujeres en España. El pues está tan sobrado en el escritorio de las mujeres de este país, que una carta de novia, sin esa palabra, no sirve. —(Estilo corriente.)

Carta de una madrileña, modista y ofendida..

«Cabayero: no creí que fuera ustez tan indiferente pa la muje que le ha guerido como solo guiere una muje al hombre a quien a guien guiere y se lo sacrifica tó. Si algo con Serva mi corazón par ustez es una indiferiencia grande y el sentimiento de haberle guerido mucho en otro tiempo, entregará usté a la chica mis cartas, y adiós para Siem pre y olvide ustez a su indiferente

Pilar Sopete.»

Estas cartas llevan la primera semana una inicial por firma. Establecida la confianza, media firma. Iniciado el trueno, y roto el compromiso, firma entera.

Se distinguen por los borrones y la tinta muy blanca, por la abundancia de mayúsculas y por la naturalidad de la frase. Los insultos y los piropos están dichos con buena intención, y el papel suele ser de barbas. —(Estilo llano.)

Ahora, pasemos a leer la carta de una joven entregada a la poesía y al agua de Barcelona.

«Te escribo, amado mío, a esta hora en que »la naturaleza duerme y el silencio parece decirme que consagremos ahora Un recuerdo al ser amado. Mamá acaba de acostarse y he podida quitarle el tintero; no sabes tú amado de mi alma cuan felís fui el otro día cuando fimos a dar un paseo por el baile con las de Zapata y tú que me llevabas del brazo y me repetías que meamabas y yo te lo hacía repetir a cada momento. La verde alfombra que pisábamos y los verdes árboles y aquella sombra incomparable hacían tal efecto en mi corazón que el baile me parecía un paraiso y no hubiera salido jamás »de aquellos verdes con, tornos. Yo estoy proyectando otra gira para el jueves que viene y espero que me acompañarás y me repetirás lo que tanto quiero que me repitas y estaremos en aquella verde pradera cuyo murmullo tengo todavía en el alma adiós amado mío te ama cada vez más

Leonor.»

«P. D. Tus versos son lindísimos y ya me los sé de memoria. Adiós piensa en Mí.»

Mujer novelesca, corazón no comprendido, alma apolillada. —(Sistema verdoso.)

Las anteriores cartas están todas comprendidas en el género prolongado, es decir, son todas largas aunque mal escritas.

Hay otras cuyo laconismo no deja de ser peor.

Ejemplos:

«Eres incapaz; no sé como eres, yo no pueda estar así, me quieres ó no, yo no sé porque pero tú eres Así y en fin ya lo sabes.» —(Estilo griego.)

«Román, Román; ven pronto Román mío, desde que estás en Roma padezco mucho, y Román, no sé qué va a ser de mí. Adiós Román de mi alma.» —(Estilo romano.)

«Infame, mis lágrimas caerán gota a gota sobre tu corazón, no tienes gota de sangre en las venas. Vas a hacerme apurar la gota del cáliz.» —(Gótico.)

«Querido esposo mío, tenemos un nuevo hijo, el cielo nos ha enviado anteayer el segundo fruto. . . . » —(Renacimiento.)

«Luis, estamos perdidos. Vicente me ha cogido tus cartas; no sabes tú lo que es Vicente para estas cosas; huye de Vicente, porque quiere matarte, por Dios, huye de Vicente.» — (Vicentino.)

La colección es muy larga, y copiarla toda fuera pesadez censurable.

Un escritor contemporáneo, ha dicho que todas las mujeres tienen el mismo carácter de letra.

Todos decimos al ver el sobre de ciertas cartas:

—¡Hola! ¡letra de mujer! Prueba de que la letra de mujer no se parece a nada.

Y por último, yo aseguro que si una mujer me escribe alguna vez con buena ortografía, me llevaré un solemne chasco y me parecerá cosa tan rara como bañarse en tina, ó ir a los toros con sombrero de copa.