El antecristo/Acto II

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Acto I
El antecristo
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

Salen RISELO y FABIO solos.
RISELO:

  Tan extrañas son las cosas
del nuevo Dios que tenemos,
que todo parece extremos
y sus obras prodigiosas.

FABIO:

  Yo quedo tan admirado,
que la propia admiración
no tiene comparación
en el modo que en mí he hallado.
  Aqueste hombre que has visto
a quien Titán el gentil,
llaman por nombre sutil,
los cristianos Antecristo,
  y los judíos Mesías,
hace prodigios de suerte,
que vence la misma muerte
que da terror a los días.
  Promete a todas y a todos,
cumple lo que ha prometido,
y a aquellos que le han servido
satisface por mil modos.

RISELO:

  No se halla región remota
que obligada a su favor,
con respeto y con amor
no se le ofrezca devota.
  ¿Qué mucho, si prodigioso
es en sus cosas, Lidoro?

FABIO:

Yo confieso que le adoro
por divino y milagroso;
  pero advierte que parece
que viene Titán.

RISELO:

Él es.
¡Qué furioso está!

FABIO:

¿No ves
que con miralle enmudece?

(Sale TITÁN.)
TITÁN:

  ¡Ay de mí, que mi pasión
tanto aviva mi deseo,
que si no gozo de Luna
que he de darme muerte temo!
¿Cómo es posible que yo
esté rendido y sujeto
a una mujer?

RISELO:

¿No reparas
que vierte su vista fuego?
Asombro pone el miralle.

FABIO:

Es Dios; no te espantes desto,
y un Dios enojado es cosa
que a los humanos da miedo.

RISELO:

Vámonos, Fabio, de aquí,
que con su enojo recelo
que hechos ceniza nos deje.

FABIO:

Tu disposición apruebo.

(Vanse.)
TITÁN:

Que este espíritu furioso
que tengo dentro del pecho,
me impide ahora que goce
de aqueste bien que apetezco.
¿Qué importa ser poderoso
y que los cuatro elementos,
a mis goces reducidos,
obedezcan mis incendios?
¿Qué importa que de las nubes
expela mortal incendio,
que envuelto en horror de lumbre,
dé terror al hemisferio?
¿Qué importa que a mi gusto,
a mi altivo pensamiento
sea fácil volver en caos
los estatutos del tiempo?
¿Qué importará que me teman
la tierra, la mar, el fuego
el aire y lo que habita
en los más ocultos senos;
si una pasión amorosa
a quien asisto sujeto,
me vence, y a su rigor
no puedo hallar el remedio?
Si mi ley, si mis mandatos
admitiera el universo,
a la fuerza remitiera
mis atrevidos intentos.

TITÁN:

Mas no es esta la ocasión,
aunque sea llegado el tiempo
en que mi ley admitida
consiga así mis deseos.
Pero ¿no soy poderoso?
¿No soy de las ciencias dueño?
Pues remítase a la industria
lo que sin ella no puedo.
La forma quiero tomar
del Príncipe, y con perfecto
rostro y figura engañar
al dueño de quien me quejo.
La industria ha sido famosa;
no tenga el atrevimiento
suspensión, pues el cobarde
pierde su dicha por serlo.
Denme al favor que le pido
las legiones del infierno,
para que pueda con ellas
gozar del bien que pretendo.

(Da vuelta una tramoya, a donde estará otro con vestidos parecidos al PRÍNCIPE en todo.)
IMAGEN:

Ya en su forma transformado,
gozar de mi Luna pienso,
pues que del Príncipe yo
en nada me diferencio.
¡Oh Luna hermosa y divina!
Yo he llegado a tal extremo,
que vencido de tus ojos
por ellos vivo muriendo.
Suspéndanse mis pasiones,
no corra veloz el tiempo,
que en los cursos de la vida
va arrebatado y ligero.
Que si este bien me concede,
harán un prodigio nuevo,
pues vida me da quien suele
triunfar de altivos trofeos.
Pero aquí viene mi Luna,
que ya he sentido sus ecos.

(Sale LUNA.)
LUNA:

No venga nadie conmigo,
dejadme sola un momento.
  ¡En qué felice estado
podré decir que me conduce el cielo!
Pues que ya sin cuidado
y ajena de temor y de recelo,
el Príncipe famoso
me ha concedido el cielo por esposo!
  ¿Qué bien podrá igualarse
al de gozar su amante aquella prenda
que es tan digna de amarse,
sin que pasión celosa la suspenda,
sino que a la memoria
todo se manifieste de tu gloria?
  ¡Ay de las horas breves
que así ligeras pasan de corrida!
¡Cielo eterno, no lleves
con paso acelerado nuestra vida;
que en la de los amantes
los días se juzgan por instantes!
  Si en el bien que deseo
no puedo tener gusto, ni mis ojos
hacen algún empleo
todo me ofende, todo causa enojos,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
pues que siempre a su sol llama el aurora.
  ¿Dónde está el Príncipe?

IMAGEN:

Aquí,
que como sé de la suerte
que debo, Luna, quererte,
siempre asisto junto a ti.

LUNA:

  ¡Oh, mi bien!

IMAGEN:

Señora Luna,
muy bien puedo asegurarte
que solo el bien de amarte
da valor a mi fortuna.
  Todo el tiempo que viví
sin adorarte, he juzgado
que injustamente ha pasado,
y temo que te ofendí.
  Y así que decir podré
que soy amante dichoso,
pues que gozo como esposo
el bien que siempre adoré.
  Los que supieren, señora,
este bien, han de envidiar
la gloria de conquistar
prenda a quien el alma adora.
  A mí el alma tema y arda,
aunque como os quiero tanto,
su envidia me pone espanto,
su deseo me acobarda;
  y es justa razón temer
perder el bien que adquirí.

LUNA:

Si fuera tu dama, sí,
mas no siendo tu mujer;
  Príncipe, de modo estimo
este favor que me has hecho,
que ha de quedar satisfecho
tu amor que en el alma imprimo.
  Quisiera para quererte
mil almas con que adorarte,
nueva vida que entregarte,
y nuevo ser que ofrecerte.
  Deja ese vano recelo
pues conoces mi afición.

IMAGEN:

Si aquesas verdades son,
querré sin querer mi desvelo,
  porque mi desconfianza
es tal, que libra un favor
los méritos de su amor,
y mi segura esperanza.

LUNA:

  Dame tu mano.

OTRO:

Y con ella,
el alma misma te doy,
que yo tan dichoso soy;
mano hermosa, mano bella,
  tanto en adorarte gano,
que con libertad segura,
verán mi buena ventura
en las rayas de tu mano.

(Sale el PRÍNCIPE.)
PRÍNCIPE:

  Famosas flores, que hacéis
la beldad del cielo triste,
donde aquella Luna asiste,
a quien más que al sol debéis.
  En vuestras bellas colores
busco su nuevo arrebol;
que jurándola por sol
la hacéis reina de las flores.
  Contemplando su belleza,
hallo en aqueste jardín
su blancura en el jazmín,
y en la rosa la pureza.
  En la azucena... Mas ¡cielos!
¿Qué es lo que miro? ¡Ay de mí!
¿No soy yo mismo el que allí
me doy a mí mismo celos?
  Luna amorosa e ingrata
me aguarda y me favorece.
¿Qué es esto? ¿Mi forma ofrece,
o qué fuente me retrata?
  Confuso al discurso dejo
con pena lumbre importuna,
pero si es discreta Luna,
¿qué mucho sirva de espejo?
  Ya considero dudoso
que ha habido quien haya estado
de sí mismo enamorado,
no de sí mismo celoso.

OTRO:

  Vuelve a decir otra vez,
mi bien, tan dulces amores,
repite, pues, los favores
de que al cielo haces juez.

LUNA:

  Solo el Príncipe es aquel
que en mi gracia mereció
lugar.

OTRO:

Goce este bien yo
aunque lo merezca él.

LUNA:

  Tú eres, Príncipe, mi dueño.

PRÍNCIPE:

Conmigo está hablando aquí
y ella responde por mí;
esta es ilusión de sueño.
  El que al espejo se vio
miráis en transformaciones,
imitadas sus facciones,
pero sus palabras, no.
  ¡Quién creyera que en el viento
mi pensamiento tenía!
Formar más noche podía,
hallóla mi pensamiento.
  Yo fui el mismo, yo que estoy
llorando lo que deseo;
si soy el que allí me veo,
¿cómo el que está allí no soy?
  Si es Júpiter que me asombra
con mi sombra, mi furor
sepa el fin de mi rigor,
retrato, apariencia o sombra,
  que en este confuso abismo
a mí mismo te prefieres;
dime quién fui o quién eres;
si soy tú, si eres tú mismo.

OTRO:

  Fantasma que se transforma
en mi ser sin diferencia,
y Luzbel con apariencia
imagino que conforma.
  Qué me quieres? ¿Qué me sigues?
¿Por qué de mí no te alejas?

PRÍNCIPE:

¿Y por qué tanto hoy me dejas
que me buscas y persigues?

LUNA:

  Si el pensamiento veloz
puede hacer una figura,
¿como pasa a la figura
ser afecto de la voz?
  Discurso la pon, ingratos
de desdenes, que son tales,
que ambos son originales
y ambos parecen retratos.
  Pierdan los dos la belleza,
que naturaleza varia,
pues aquí, a su ser contraria,
no varió naturaleza.
  Príncipes, si en casos vanos
os forman, sedme piadosos,
aunque para dos esposos
el cielo me dio dos manos.

PRÍNCIPE:

  Sombra con cuerpo fingido
que así a castigarme vienes,
humilde a tus pies me tienes:
si no probemos los dos (sic)
  quién es el más verdadero;
llega a mis brazos, verás
quién de los dos puede más.
Ven, que ofendido te espero,
  verás qué venganza doy
al agravio que escuché,
y así quien eres sabré.

OTRO:

Con esto sabrás quién soy.

(Desaparece solo.)
PRÍNCIPE:

  ¡Oh forma rigurosa,
siempre en mi daño importuna!
¿Por qué invocas la fortuna
tan ingrata como hermosa,
  que ya por tanta fortuna
favores, desconfianzas,
frenético en sus mudanzas
las aprendas de la luna?
  ¿Qué favorecido amante
es este, que convertido
en mi ser ha merecido
tu amor, y porque me espante
  de su poder, parte el viento
en arrebatada nube?
Parece que al cielo sube
donde tiene eterno asiento.

LUNA:

  Siempre el alma imaginó
que eras tú, y fue fuerza aquí
que se pareciese a ti
para que le hablase yo.
  ¿En qué ocasiones creíste
de mí sospecha celosa?
Pues si me viste amorosa,
contigo mismo me viste.
  De su celosa porfía
se ve la ignorancia clara,
que era fuerza que le amara
a quien a ti parecía.
  Contigo, Príncipe, habló,
¿para qué tantos enojos?
Que solo pueden los ojos
engañarse, el alma no.

PRÍNCIPE:

  Tanto he temido mi muerte
en fortunas tan extrañas,
que con sabor que me engañas
estoy, Luna, por creerte.
  Este es Júpiter, que viene
de tu fama enamorado
y en mí mismo transformado,
que solo el tiempo detiene.
  Bien le habías conocido,
y así tu pasión celosa
deslumbras; que es fácil cosa
el engañar un marido.
  Yo hasta ahora no lo soy,
mas puesto que el hombre alcanza
el agravio, la venganza
dare a mis desdichas hoy.

LUNA:

  ¡Dios de Moisés!

PRÍNCIPE:

Quien ofende
con infamia su honor, muera
(Sale ANTECRISTO y le detiene)
entre mis brazos.

TITÁN:

Espera.

PRÍNCIPE:

¿Cómo tu poder defiende,
  si es como dices, divino,
tan permitida violencia?

TITÁN:

Vuelvo así por la inocencia:
Príncipe, tu furia vino.
  Quien con horribles portentos
admira, acciones previene
quien hizo el cielo, que tiene
para empeño (sic) los elementos.
  Con fuego hago al cielo guerra,
con viento alboroto el mar,
con agua puedo anegar
con triste espanto la tierra.
  ¿Nunca el luciente arrebol
del cielo turbado viste?
¿No has visto a la luna triste?
¿No has visto sangriento el sol?
  ¿Vivir los helados muertos
contra leyes naturales?
Pues si con prodigios tales,
si con milagros tan ciertos
  mi divino ser ignoras,
tú que idolatras gentil
a Júpiter, y a otros mil
mentidos dioses adoras,
  si tú con locas porfías
llamas al Dios de Moisés,
y no crees que este es
su prometido Mesías,
  que conozca cuando alcanza
el poder que así me niega,
viendo como a un tiempo llega
el milagro y la venganza.

TITÁN:

  Yo tu figura tomé
para que veas que puedo
en varias formas dar miedo:
al mundo castigo fue
  del honor con que negaste
la rendida adoración,
que pretendo: aquestos son
los milagros que dudaste.
  Para que en esta acción veas
siendo tu imagen testigo,
el milagro y el castigo
porque me adoras le creas,
  que yo solamente soy
el autor de tierra y cielo.

PRÍNCIPE:

Y rendido por el suelo
santa adoración te doy.

LUNA:

  Y ya las lágrimas mías
por Dios te publicarán.

PRÍNCIPE:

Sin duda este es el Titán.

LUNA:

Sin duda este es el Mesías.

(Vanse todos y quédase TITÁN.)
TITÁN:

  Si de haberme transformado
la intención no se ha seguido
por lo menos ha servido
de que me hayan adorado.
  No sé qué nuevo furor
ahora el pecho recibe;
mientras el Príncipe vive
no puedo gozar su amor.
  Pues muera el alma cruel;
dos gustos rinde a mi estrella:
uno es el gozarla a ella,
y otro es el matarle a él.
  Y llegado a ponderar,
aunque se ofenda el amor,
en mí fue el gusto mayor,
no sé cuál se ha de estimar.
  En estas crueldades fundo
la gloria en que puedo verme,
mas aguardaré hasta verme
dueño absoluto del mundo.
  Que entonces a mi albedrío
no habrá con qué resistille;
que yo, para destruille,
de una vez le he de hacer mío.
  Con nuevas admiraciones
Babilonia está asombrada,
viéndose otra vez poblada
de trajes y de naciones.

TITÁN:

  En tan varias lenguas corre
su nombre, que se estremece
la tierra, porque parece
que sube otra vez la torre.
  A voces el bien suspenden,
y porque más te eternicen,
con saber lo que te dicen
el mismo nombre te den.
  Desde donde el Norte enfría
las aguas que el sol ignora,
y la memoria que dora (sic)
asistiendo eterno el día,
  vienen a dar a millares
sacrificios a tus plantas,
labrando imágenes santas
en suntuosos altares.
  Con tu licencia entrarán
de todos embajadores,
esos divinos honores
justamente se me dan.
  Los que a verme han alcanzado
y la gloria de mirarme;
que todos han de adorarme
en éxtasis elevado.

(Salen el PERSA y el ALEMÁN.)
PERSA:

  La fama de tus milagros
y tu prodigiosa vida
llegó, nuevo Dios, a Persia,
donde, siendo conocida
tu santidad, te adoraron,
y a mí en su nombre me envía
con una estatua de oro
para que el alma ilustra
a tu adoración y tal,
que llaman los alquimistas
alma en el oro le hallara,
en este por esta vía.

ALEMÁN:

Alemania, que suspensa
por tal noticia admirable,
fama inmortal te venera
y nuevo Dios te publica.
De tus milagros te adora
tu majestad por divina,
de tu virtud obligada
ya de sus armas vencida,
y en las minas de marfil
sus perfecciones imita
tales de pincel, que tuvo
la naturaleza envidia.

(Sale el ROMANO.)
ROMANO:

Roma es cabeza del mundo;
temerosa de las iras
de tu vengadora mano,
hoy a tus plantas se humilla,
y por feudo conyugal
una lámpara, que quita
la luz al mundo, pues con ella
desmiente la noche el día.
Esta envía y un tesoro
dotada, para que asista
por obligación en tu altar
eternamente encendida.

(Sale ETIOPÍA.)
ETIOPÍA:

Etiopía, cuya fe
en estatuas eterniza,
porque inmortal en sus cultos
como en sus imperios vivas,
en aroma te presenta
de Sabá olores que impriman
en caracteres de humo
tu nombre en muertas cenizas.

(sale FRANCIA.)
FRANCIA:

Francia, cabeza de Europa,
en tu alabanza ufana
un rico templo levanta,
cuya majestad altiva
para a sí hacerse lugar,
nubes y vientos retira,
y de mármoles y jaspes,
bases y columnas lisas,
para que puedan fundar
máquinas que arruinan
la tierra, que el cielo asalta,
y en él se pierden de vista.

(Sale ESPAÑA.)
ESPAÑA:

Ya te adora y te conoce
España, fértil provincia,
por Dios de todas las lenguas,
por Dios de las maravillas,
a donde te sacrifica
con inmortales aplausos,
y ahora a tus pies rendida,
bordadas de varias sedas
por colgaduras te envía,
donde la curiosidad
suple el oro a la codicia.

(Salen la INDIA y EXICIA.)
INDIA:

Sal, hermosa emperatriz
del Oriente, donde el día,
con la asistencia del sol
más bello, se comunica:
de tu deidad obligada,
queda de tu poder rica;
humildemente te adora,
y santamente te estima
por hombre, por rey, por Dios:
con divinos sacrificios,
manchó las aras más limpias,
y de sus fértiles cedros
desciende, quiere que conciba
el sol claro que engendra
parto feraz de sus minas
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
que el mismo sol imagina,
que en su ausencia se pasaron
a Babilonia las Indias;
no por minero [?] te ofrece
las perlas y piedras ricas,
que para poder contarlas
no tiene el tiempo medida.

EXICIA: (sic)

Santo Dios de Babilonia,
cuyas grandezas publica
en mudas lenguas la mar,
con sordas voces el día;
tú que los cielos asombras,
tú que a los hombres admiras,
y dando espanto a los vivos,
tú que en tenebrosa noche sepultas,
tú que diversos lugares
el claro sol y día ocupas
a una hora misma por palabra
el sol en varias formas parece,
y la luna y diosas,
porque en todo asistas,
hoy a tus plantas por mí
se mira mi reina Exicia,
y por humildes primicias
a tus altares ofrece,
para su adorno, las finas
púrpuras que en fitaros [?]
tejen en Alejandría.
Ella quisiera que fueran
las estatuas de oro ricas,
las ánimas de marfil,
lámparas que siempre vivan.
Los aromas de Sabá
para que en el fuego sirvan,
los pórfidos de alabastros,
jaspes y columnas lisas;
los diamantes en sus ruinas,
y corales, plata y oro,
no arrancados de sus minas;
mas con humilde deseo
todos juntos te suplican
que como Dios solamente
las voluntades recibas.

TITÁN:

Persia, Francia, Alemania bella,
gallardo español y Exicia
hermosa, Roma altiva,
Etiopía, Adasto, India,
yo soy vuestro Dios supremo,
a quien ya se sacrifican
aroma, incienso y saúco,
pues a mi deidad se debe
como autor de la vida
tan agradecido estoy
a la ofrenda recibida,
que satisfacer pretendo
su memoria; hoy se eterniza
su nombre; pedid, naciones,
porque con ofrendas ricas
os satisfaga; adoradme,
cantad versos, haced rimas.

UNO:

¡Viva el gran Titán!

TODOS:

¡Viva!

(Suena música, y desciende del trono con gran majestad; estando todos de rodillas, entra TITÁN y los embajadores tras él. Y por otro lado sale LUNA y detiene a la INDIA y a EXICIA, y quédanse las tres solas.)
LUNA:

Exicia, espérate un poco;
que tu hermosura divina
a ociosidad me mueve,
por ver prenda que es tan linda;
y tú también no te vayas,
detén el paso, bella India,
déjame ver tu belleza
quien tiene partes que admira.

EXICIA:

¿Qué puede haber en Egipto
que a tu hermosura no rinda
sus trofeos?

INDIA:

Luna hermosa,
yo soy de ese bien indigna,
porque tu hermosura hiere
a las estrellas que miran
los efectos de tu voz;
hasta en el traje se explican
vuestras partes soberanas.

EXICIA:

¡Qué favores!

INDIA:

¡Qué caricias!

(Sale BAULÍN.)
BAULÍN:

  Luna hermosa, pues a tantos
Titán da satisfacción,
yo quiero en esta ocasión,
sin ser nadie de sus santos,
  ser del cielo alguna cosa.

LUNA:

¡Oh, Baulín! Seas bien venido;
yo de Titán he sabido
que su mano poderosa
  ha de ser muy liberal
contigo, y que ha de hacer
signo del cielo.

BAULÍN:

Y de ser,
si es cosa que no está mal. (sic)

LUNA:

  Pues dime a lo que te inclinas:
¿quieres ser planeta o astro?

BAULÍN:

Yo no pretendo ser rastro.

LUNA:

Pues cosas hay peregrinas.

BAULÍN:

  Y fuera bellaquería,
pues dirás cuando me encuentres,
ser purgatorio de vientres
o cambio de tripería.

LUNA:

  Ahora bien: allá en el cielo
hay doce signos ahora;
puedes escoger.

BAULÍN:

Señora,
para tu favor apelo;
  nómbralos tú.

LUNA:

Serás león.

BAULÍN:

Serélo de mala gana,
que tiene el león cuartana,
y así no será razón
  que eso escoja, que en el cielo
no hay doctores.

LUNA:

Serás Libra.

BAULÍN:

De eso, señora, me libra;
otros senos hay mejores.

LUNA:

  Serás Tauro.

BAULÍN:

¿Yo?
¿Qué es Tauro?

LUNA:

Toro.

BAULÍN:

Eso no.
¿Toro quieres que sea yo?
¿No ves que me perderé?
  En aquel tiempo pasado
era muy bueno ser toro,
porque valía un tesoro;
mas ya hay toros al fiado.

LUNA:

  Pues Escorpión podrás ser.

BAULÍN:

Eso no, murmurador
guarda afuera.

LUNA:

¡Lindo humor!
Cáncer podrás escoger.

BAULÍN:

  Y de ser enfermedad
no me agrada.

LUNA:

Acuario, sí.

BAULÍN:

¿Eso me dices a mí?
No me tienes voluntad.
  Dáselo a un laberinto.

LUNA:

¿Y Aries?

BAULÍN:

Aries tampoco.

LUNA:

¿Capricornio?

BAULÍN:

Estoy loco.

LUNA:

Pues sí quieres [?].

BAULÍN:

  Pues no quiero.

LUNA:

Sagitario es bueno.

BAULÍN:

Yo
ser Sagitario no quiero.

LUNA:

Quieres Géminis, espero.

BAULÍN:

Ser Géminis, eso no;
  no soy yo común de dos,
no quiero estar dividido.

LUNA:

Pues ¿qué ha de ser?

BAULÍN:

Eso pido;
decidlo, señora, vos.

LUNA:

  Pues solo Virgo ha quedado.

BAULÍN:

Aun sirgo bien puede ser;
mas ¿cómo lo han de creer,
si ningún sirgo han hallado
  él y el fénix? Dicen todos
que lo hay. ¿Cómo podré
ser sirgo?

LUNA:

Yo no lo sé;
mas a Dios no faltan modos.

BAULÍN:

  Ya de mi ser me despojo.

LUNA:

Tú mudarás tu fortuna.

BAULÍN:

Ahora bien, señora Luna;
digo que ser sirgo quiero,
  hoy he de ser inmortal
Dios.

LUNA:

¿Vaste?

BAULÍN:

¿Qué he de ir?
Voy a decir a mi mujer
que soy sirgo virginal.

(Vase.)
LUNA:

  Gracioso Baulín ha estado.

EXICIA:

A mí risa me ha movido.
Oye, que siento ruido:
el Dios se ha manifestado.

(Salen TITÁN y el PRÍNCIPE.)
TITÁN:

  Yo no puedo sufrir que mis pasiones
me aflijan tanto; ya estoy adorado,
ya desde el uno al otro contrapuesto polo (sic)
respetan mi poder, todos me temen;
agora es tiempo de gozar mi Luna,
pues no puede mi crédito perderse;
pero ella está aquí. ¡Oh Luna hermosa!
Ya se ha llegado el día en que tu suerte (sic)
ha de gozar de estado más felice,
que obligado al amor con que me tratas
me he de casar contigo.

LUNA:

¡Dios inmenso!
¿No ves que soy casada?

TITÁN:

Eso ¿qué importa?
Mataré a tu marido.

LUNA:

No permitas
tanto rigor con mi adorado esposo.

PRÍNCIPE:

Señor, pues sabes tú que fui el primero
que te adoré, agora es bien me hagas
favor.

TITÁN:

De modo estoy dispuesto a hacerlo,
que vida eterna solicito darte
quitándote la vida. Hoy ha llegado
el día de tu muerte.

(Mátale.)
PRÍNCIPE:

¡Santo cielo!
¡De este rigor a tu clemencia apelo!

(Vase.)
LUNA:

Señor, ¿qué has hecho?

TITÁN:

¡Luna de mi vida!
di la muerte a tu esposo, porque quiero
eternizar tu vida de esta suerte.
¿No ves que así le libro de la muerte?
Sentémonos aquí.

EXICIA:

No lo consientas,
que no parece bien estar sentado
con tres mujeres.

TITÁN:

Todo es permitido
a Dios; sentaos, sentaos las tres al punto;
yo lo consienta agora, éste es mi gusto;
no os dé nada cuidado, que cercado
estoy todo de ángeles; ninguno
podrá entrar; acá dentro todo es gloria;
la omnipotencia de mi ser divino,
de amantes jerarquías serafines
eternamente asisto circundado;
invisibles estamos, y a la puerta
está Valin; (sic) dejad el temor vano,
pues todo está pendiente de mi mano.

(Hace que habla y se entretiene con ellas, y sale ELÍAS con hábito y con saco.)
ELÍAS:

  Suspended, suspended los ciegos gustos;
que ya ha llegado el tiempo de advertiros
que se han de convertir en más disgustos
que aliento humano puede preveniros.
Las torpezas injustas, los injustos
términos expeled, y con suspiros
los pecados llorad, y el mundo advierta
que hay Dios, que hay muerte cierta.
  ¡Oh ceguedad extraña de la gente,
que en quinientas aflicciones engañadas,
olvidan al Autor Omnipotente
por quien es el autor de los pecados!
¡Oh! ¡Cuán piadoso es Dios, pues que consiente
apetitos que son desenfrenados,
teniendo siempre abiertos para el hombre
pecho amoroso y atractivo nombre!
  ¿Qué encantos, qué palabras, qué aflicciones
así os tiene ocultados los sentidos?
¿Que crédito no dais a mis razones?
¿Que estáis como los áspides dormidos?
Babilonia, que siempre a confusiones
aspirando sus hijos pervertidos,
vuelve a Dios, no quieras que con tu llanto
tenga la tierra universal espanto.

ELÍAS:

  Y tú, bestia feroz, que así engolfado
en tus vicios estás, teme la muerte,
si en la piadosa mano confiado,
te atreves a ofendelle desta suerte,
no del sulpicio (sic) estás enajenado:
a tu fatal destino atento, advierte
que el aire se dispone a hacerte guerra,
el fuego con las aguas y la tierra;
  ¡qué vida para Dios con tres mujeres
en tus brazos, te pones y te aplicas!
Tú sí que del pecado único eres
hijo voraz que a él te sacrificas.
¿Qué bárbaros deleites, qué placeres
son los que gozas, que tu ser explicas,
que por los gustos a que estás rendido
se puede conocer cómo has vivido?
  Descienda el fuego, el aire se suspenda,
altérese la mar, la tierra gima,
de Jezabel los perros sean su tienda,
y su hambre rabiosa en él se imprima;
el polo superior mi voz atienda,
que la celeste cumbre en él arrima,
pues que se opone al sempiterno Cristo
esta bestia, este monstruo, este Antecristo.

(Levántase TITÁN de donde está sentado, y dice:)
TITÁN:

  ¡Que estos entrasen aquí,
que me hablen desta manera,
siendo soberano autor
de las lúcidas estrellas!
¡Rayos destruyan las nubes
en espantosa violencia,
que en el ánimo sepultan,
pues de mi nombre no tiemblan!
La estrella mayor del cielo
de su eclíptica descienda,
desencájese la luna,
teman todo los planetas,
pues los hombres a su Dios
desta manera blasfeman,
que con loco atrevimiento
se oponen a mi potencia.
¿Sabéis quién soy, gente vil?

ELÍAS:

Del autor de las tinieblas
un traslado, que a su Dios
la veneración le niega.
Tú, que mataste a tu madre,
y con extraña violencia
hiciste el cuerpo sepulcro
de su mísera tragedia,
el demonio que en ti habita
te da atrevimiento y fuerza;
porque como en Cristo estaban
juntas dos naturalezas,
de hombre y Dios, ¿por qué herejía
un opuesto a su clemencia,
de hombre y demonio también
otras dos en ti se encierran?

TITÁN:

Yo soy Dios.

ELÍAS:

¡Calla, atrevido!
Que es Cristo solo el que reina,
el que nació y murió,
el que vive vida eterna.

TITÁN:

Hombre fue el que nació

en un pesebre entre bestias.
ELÍAS:

Dios es, pues, que las alturas
de su venida dan nuevas.

TITÁN:

Hombre fue, pues que ha nacido
con tan inmensa pobreza.

ELÍAS:

Dios es, pues reyes de Oriente
le adoran y le veneran.

TITÁN:

Hombre fue, pues le dan mirra,
de la tierra propia ofrenda.

ELÍAS:

Dios, es, que incienso le ofrecen,
de Dios aroma sabea.

TITÁN:

Hombre fue, pues se perdió,
y llora su Madre tierna.

ELÍAS:

Dios es, pues dentro del templo
hallan que sabe y enseña.

TITÁN:

Hombre fue, pues que en el huerto
la muerte temió que llega.

ELÍAS:

Dios es, pues ángeles santos
le confortan y celebran.

TITÁN:

Hombre fue, pues le faltó
lo que la vida sustenta.

ELÍAS:

Dios es, pues hace milagros
y gentes varias sustenta.

TITÁN:

Hombre fue, pues en el templo
le maldicen y apedrean.

ELÍAS:

Dios es, pues siendo ofendido,
por el que le ofende ruega.

TITÁN:

Hombre fue, pues le prendieron
y a la muerte le condenan.

ELÍAS:

Dios es, pues estando preso,
maravillas hace inmensas.

TITÁN:

Hombre fue, pues le dan muerte,
y se cumple la sentencia.

ELÍAS:

Dios es, pues que resucita
con inmortal excelencia.

TITÁN:

Hombre fue, pues la nación
no cree, no le sigue y deja.

ELÍAS:

Dios es, pues el universo
su majestad reverencia.

TITÁN:

Hombre, pues en pecadores (sic)
tiene fundada su Iglesia.

ELÍAS:

Dios es, pues ensalza humildes
y derriba la soberbia.

TITÁN:

Hombre fue, pues en el mundo
padeció tantas miserias.

ELÍAS:

Dios es, pues que le redime
y al lado de Dios se asienta.

TITÁN:

Hombre es, pues hace milagros
opuestos a mi grandeza.

ELÍAS:

Hombre es, pues que en su nombre
castigaré tu insolencia.

ENOC:

Advierte, monstruo del mundo,
que aquesta es la vez primera
que dices verdad, aunque eres
padre de mentira horrenda;
porque como Cristo tuvo
entrambas naturalezas,
fue Dios y hombre también.

TITÁN:

Hombre puro fue.

ENOC:

Es blasfemia.

TITÁN:

No puedo sufrir ya más
tan atrevidas respuestas,
que fiado en mi piedad
me incitan desta manera.
Acrediten mis milagros
las verdades que se muestran,
o con (sic) mis obras.

ELÍAS:

En virtud
de Satanás que en ti reina,
con engaños y traiciones
a esta gente loca y ciega
engañas, mas yo, fiado
en esta insignia. que llena
(Saca una cruz.)
está de inmensas virtudes,
a tu mágica, a tu ciencia,
he de vencer; que esta cruz
ha de aniquilar tus fuerzas.

TITÁN:

¡Qué miro, que en este palo
hallo oposición tan nueva!
Y temo que aquesta gente
que los he engañado infieran.
La industria podrá valerme,
Luna hermosa, Luna bella;
espera, ¿dónde te vas?
¡No te acobardes, no temas,
que aquel palo que allí ves
las mágicas excelencias
del antiguo Egipto incluye;
pero yo haré, porque veas,
que estos quieren engañarnos,
que ahora el Príncipe venga
resucitado, y que diga
que es mi potestad inmensa;
y aunque veáis que me espanto,
no os admiréis porque vean
que sufro sus liviandades,
porque admiren mi paciencia.
Príncipe, de donde asistes
te mando que hoy a la tierra
vuelvas y digas quién soy.

(Sale por debajo del tablado la IMAGEN del PRÍNCIPE.)
IMAGEN:

Supremo autor ¿quién te niega,
siendo Artífice divino
de soberana excelencia?

LUNA:

Este es mi perdido esposo.

ELÍAS:

Espíritu que en tinieblas
asistes y en sombra vana,
y con fingida apariencia,
vienes a engañar al mundo,
que le has engañado vea;
y en nombre de Jesucristo,
el muerto Príncipe vuelva,
y la verdad se declare.

(Sale el PRÍNCIPE, y en diciendo estos versos, se entre.)
PRÍNCIPE:

Divino y santo Profeta,
tú predicas la verdad.

(Vase.)
ELÍAS:

Pues ahora, porque entiendan
los que presentes se hallan
su engaño, a la eterna pena
vuelva esta sombra al instante.

IMAGEN:

Voy a mi obscura caverna.

(Húndese.)
TITÁN:

Perdido soy si prosigue;
aprovéchenme mis fuerzas:
ministros, matad aquestos
hoy; Elías, Enoc, mueran.

ELÍAS:

Moriremos porque el mundo
resucitados nos vea.

(Llévanlos y vanse por su orden.)