El canónigo y el ladron de trigo
El arcediano Medina, en la iglesia de Toledo era un hombre notable por sus virtudes, y sobre todo por su caridad evangélica. Sus criados llevaron un dia á su presencia un pobre hombre que les habia hurtado un costal de trigo, y contra el que pedian todo el castigo de la ley.
El arcediano se sonrió dulcemente, despidió ásus fámulos, y dijo al ladrón:
— ¿Tienes hijos?
— Sí, señor.
— ¿Cómo es que no has hurtado otra cosa mas ligera, y no el trigo que tan difícil es de ocultar?
— Era pan lo que faltaba á mis hijos.
— ¿Porqué no lo has pedido á la caridad en vez de hurtarlo?
El aldeano calló.
— ¿Sabes el castigo que te impone la ley?
— Perdón, señor canónigo, perdón.
— No tiembles; me has hurtado una cosa que yo te hubiera dado si me la hubieses pedido. Coge el trigo y llévatelo si tus hijos no tienen pan, pero luego vuélveme el costal, porque me hace falta, y acuérdate de esto; pide y no robes.