El canto del cuyeo
Avecilla pardo-obscura
que te posas en las veras
del camino solitario
que del monte va a la aldea;
avecilla misteriosa,
con las mustias hojas secas
se confunde tu plumaje
en las tardes veraniegas.
Nunca olvidas el verano,
ni la luz de las estrellas,
ni el rumor de los cañales,
ni el tomillo de las huertas,
ni los líricos jardines
ni las curvas carreteras;
tu canción es un enigma
que interroga las tinieblas,
el murmurio de las fuentes
y la luz de las estrellas;
tu canción es una frase
que nos habla de tristezas,
del villorrio, del cortijo,
de los setos, de las huertas,
de las noches enlutadas,
de las tardes que se alejan;
tu canción yo la comprendo
cuando cantas en las veras
florecidas del camino
que conduce a las viviendas
donde viven los labriegos
esperando las cosechas.
En las tardes de verano
te deslizas en la selva
como negra mariposa,
o como una flor de seda,
y en las frondas resequidas
te confundes con las secas
hojarascas que los vientos
en macabra burla llevan,
y en las noches de febrero
yo he escuchado tu nocturno
que comprende cinco letras.
Es tu pobre abecedario
como rústica leyenda
que articulas en las hojas
sin verdor, amarillentas,
en que posas tu plumaje
en las tardes veraniegas,
como obscura mariposa
o como una flor de seda.
Di tu verso en los caminos
cuando tome... cuando vuelva
al jardín de la tierruca,
y al torrente de la cuesta
que escuchó la serenata
de tu flauta plañidera.