Ir al contenido

El contrato social: Libro Tercero: Capítulo XV

De Wikisource, la biblioteca libre.

CAPÍTULO XV.
De los diputados ó representantes.

Tan pronto como el servicio público deja de ser la principal ocupacion de los ciudadanos, y que estos quieren servir con su bolsa antes que con su persona, se encuentra ya el estado muy cerca de su ruina. Es preciso ir á la guerra? pagan tropas y se quedan en casa: es preciso ir al consejo? nombran diputados y se quedan en casa. A fuerza de pereza y de dinero, tienen en fin soldados para esclavizar la patria y representantes para venderla.

El bullicio del comercio y de las artes, la interesada codicia de la ganancia, la molicie y el amor á las comodidades son las causas de que se muden en dinero los servicios personales. Se cede una parte del provecho para aumentarle libremente. Dad dinero, y bien pronto tendreis cadenas. La palabra hacienda es una palabra de esclavos, que no se conoce en los estados libres. En estos, los ciudadanos lo hacen todo con sus brazos y nada con dinero; lejos de pagar para eximirse de sus deberes, pagarian para desempeñarlos por sí mismos. Estoy bien lejos de seguir las ideas comunes; creo que los servicios corporales son menos contrarios á la libertad que las contribuciones.

Cuanto mejor constituido está un estado, tanta mas preferencia tienen en el espíritu de los ciudadanos los negocios públicos que los privados. Y hay tambien menos negocios de esta clase, porque como la suma de la dicha comun proporciona una porcion mas considerable á la de cada individuo, no debe buscar tanta en los cuidados particulares. En un estado bien arreglado cada cual corre á las asambleas; bajo un mal gobierno, nadie quiere dar un paso para ir á ellas, porque nadie toma interés en lo que se hace, pues se prevé que la voluntad general no será la que domine, y en fin porque los cuidados domésticos ocupan toda la atencion. Las buenas leyes hacen dictar otras mejores, las malas son seguidas de otras peores. En el momento en que, hablando de los negocios del estado, diga alguno, que me importa?, se ha de contar que el estado está perdido.

La tibieza del amor á la patria, la actividad del interés privado, la inmensidad de los estados, las conquistas, el abuso del gobierno, han hecho imaginar el medio de los diputados ó representantes del pueblo en las asambleas de la nacion. Esto es lo que en algunos paises se atreven á llamar tercer-estado ó bien estado llano. De este modo el interés particular de dos clases ocupa el primero y segundo puesto, y el interés público el tercero.

La soberanía no puede ser representada, por la misma razon por la que no puede ser enagenada: consiste en la voluntad general, y la voluntad no se representa, porque ó es ella misma, ó es otra; en esto no hay medio. Luego los diputados del pueblo no son ni pueden ser sus representantes: son tan solo sus comisarios, y no pueden determinar nada definitivamente. Toda ley que el pueblo en persona no haya ratificado es nula, y ni aun puede llamarse ley. El pueblo Inglés cree ser libre, y se engaña; porque tan solo lo es durante la eleccion de los miembros del parlamento, y luego que estos están elejidos, ya es esclavo, ya no es nada. El uso que hace de su libertad en los cortos momentos en que la posee, merece por cierto que la pierda.

La idea de representantes es moderna, y se deriva del gobierno feudal, de este gobierno inicuo y absurdo, en el que se halla degradada la especie humana y deshonrado el dictado de hombre. En las repúblicas antiguas y aun en las monarquías jamás tuvo el pueblo representantes; esta palabra era desconocida. Es cosa muy particular que en Roma, en donde los tribunos eran tan sagrados, no se haya ni tan solo imaginado que pudiesen usurpar las funciones del pueblo, y que en medio de una muchedumbre tan numerosa no hayan intentado jamás hacer pasar de propia autoridad un solo prebiscito. Sin embargo puede juzgarse de la confusion que causaba á veces la multitud, por lo que sucedió en tiempo de los Gracos, en el cual una parte de los ciudadanos daba su voto desde los tejados.

En donde el derecho y la libertad lo son todo, para nada hay inconvenientes. En este sabio pueblo, todo estaba en su justa medida; dejaba hacer á sus lictores lo que no se hubieran atrevido á hacer sus tribunos; no temia que los lictores quisiesen representarle.

Con todo, para esplicar de que modo los tribunos le representaban á veces, basta concebir de que modo el gobierno representa al soberano. No siendo la ley otra cosa mas que la declaracion de la voluntad general, claro está que en cuanto al poder legislativo el pueblo no puede ser representado; pero puede y debe serlo en cuanto al poder ejecutivo, que no es mas que la fuerza aplicada á la ley. Esto hace conocer que examinando bien las cosas, se encontraria que son muy pocas las naciones que tienen leyes. Sea lo que fuere, es muy cierto que no teniendo los tribunos ninguna parte del poder ejecutivo, nunca pudieron representar al pueblo romano por los derechos de sus cargos, sino solamente usurpando los del senado.

Entre los Griegos, todo lo que el pueblo tenia que hacer, lo hacia por sí mismo; y asi continuamente se hallaba reunido en las plazas. Verdad es que vivian en un clima templado, no tenian codicia, los esclavos trabajaban por ellos, y su principal negocio era su libertad. No teniendo las mismas ventajas, como se pueden conservar los mismos derechos? Vuestros climas mas rigurosos, os originan mas necesidades [1]; durante seis meses del año no podeis permanecer en la plaza pública; vuestras lenguas sordas no se dejan oir al aire libre; os dedicais mas á vuestras ganancias que á vuestra libertad, y temeis mucho menos la esclavitud que la miseria.

Pues que! La libertad solo se mantiene con el apoyo de la esclavitud? Puede ser. Los dos escesos se tocan. Todo lo que no está en el orden de la naturaleza tiene sus inconvenientes, y la sociedad civil mucho mas. Hay ciertas situaciones desgraciadas, en las que no se puede conservar la libertad sino á espensas de la de los demas, y en las que el ciudadano no puede ser enteramente libre sin que el esclavo sea sumamente esclavo. Tal era la situacion de Esparta. Vosotros, pueblos modernos, es verdad que no teneis esclavos, pero lo sois vosotros mismos; pagais su libertad con la vuestra. Por mas que alabeis esta preferencia, yo encuentro en ella mas cobardía que humanidad.

No entiendo por esto que haya de haber esclavos, ni que sea legítimo el derecho de esclavitud, supuesto que he probado lo contrario: indico tan solo los motivos porque los pueblos modernos, que se creen libres, tienen representantes, y hago ver porque razon los pueblos antiguos no los tenian. De todos modos, en el instante en que un pueblo nombra representantes, ya no es libre; deja de existir.

Examinado todo perfectamente, no veo que sea posible ya al soberano conservar entre nosotros el ejercicio de sus derechos, si el estado no es muy pequeño. Pero en este caso, será sojuzgado facilmente? No por cierto. Mas adelante [2] haré ver de que suerte se puede reunir el poder esterior de un pueblo grande con la cómoda policía y el buen orden de un pequeño estado.

  1. Adoptar en los paises frios el lujo y la molicie de los orientales, es querer cargarse con sus cadenas; es someterse á ellas mas necesariamente que estos mismos.
  2. Esto es lo que me habia propuesto hacer en la continuacion de esta obra, cuando, tratando de las relaciones esteriores, hubiese llegado á las confederaciones. Materia enteramente nueva, cuyos principios están todavía por establecer.