El contrato social (1819): Libro IV - Capítulo IV

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El contrato social de Jean-Jacques Rousseau
Libro IV - Capítulo IV
C A P I T U L O I V.

De los Comicios Romanos.
No tenemos algunos monumentos seguros de los primeros tiempos de Roma; hay una grande aparencia que la mayor parte de cosas que se nos dicen son meras fábulas[1] y en general la parte mas instructiva de los anales de los Pueblos que es la historia de sus establecimientos, nos falta casi del todo. La experiencia nos enseña todos los dias de que causas nacen las revoluciones de los Imperios; pero como ya no se forman Pueblos, no podemos explicar sino á fuerza de conjeturas como se formáron.

Los usos que se hallan establecidos aseguran á lo ménos el orígen de ellos. Las tradiciones que remontan á este orígen, apoyadas en las mayores autoridades, y confirmadas por las mas fuertes razones, deben pasar por las mas ciertas. Ve aqui las máximas que he procurado seguir, investigando como el mas libre y el mas poderoso Pueblo de la tierra exercia su poder supremo.

Despues de la fundacion de Roma, la República naciente, es decir, el exército del Fundador, compuesto de Albinos, Sabinos y Extrangeros fué dividido en tres clases que de esta division tomáron el nombre de Tribus. Cada una de estas fué dividida en diez Curias, y cada Curia en Decurias á cuyo frente se pusiéron Cabezas, llamadas Curiones ó Decuriones. Ademas se sacó de cada Tribu un cuerpo de cien Caballeros, llamado Centuria: por donde se ve que estas divisiones, poco necesarias en una poblacion, no eran mas que militares. Pero parece que un instinto de grandeza guiaba á la pequeña Ciudad de Roma para comenzar en sus principios con una política conveniente á la Capital del Mundo.

De este primer repartimiento se originó bien pronto un inconveniente, y fué que la Tribu de los Albinos (Ramenses) y la de los Sabinos (Tacienses) quedando siempre en el mismo Estado, miéntras que la de los Extrangeros, (Lucerios) crecia sin cesar por el concurso perpetuo que se agregaba á ella; resultó que esta última superó bien pronto á las otras dos. El remedio que halló Servio en este peligroso abuso, fue mudar la division, y á la de razas que abolió, substituir una otra sacada de los parages de la Ciudad ocupados por cada Tribu. En lugar de tres Tribus hizo quatro, y cada una de ellas ocupaba una de las montañas de Roma, tomando de ella el nombre. De este modo remediando la desigualdad presente, previno la que en adelante podria ocurrir, por que esta division no fué solamente de lugares, sino tambien de hombres, pues prohibió á los habitantes de un quartel pasar á otro impidiendo así que se confundieran las razas.

Dobló tambien las tres antiguas Centurias de Caballeria, y añadió otras doce, pero siempre baxo los mismos nombres: medio simple y juicioso por el qual acabó de distinguir el cuerpo de Caballeros de los del Pueblo sin dar lugar á que este murmurase. A estas quatro Tribus Urbanas Servio añadió otras quince llamadas Tribus rústicas, por que estaban formadas de habitantes de la campaña repartidos en otros tantos Cantones. Enfin despues se hicieron algunas mas, y el Pueblo Romano se halló dividido en treinta y cinco Tribus: número que duró hasta el fin de la República.

De esta distincion de Tribus de la Ciudad y Tribus de la campo nació un efecto digno de ser observado por que apénas se halla igual exemplo, y á él debió Roma la conservacion de sus costumbres, no ménos que el engrandecimiento de su Imperio. Se creeria que las Tribus Urbanas abrogándose bien pronto el poder y los honores, no tardarian en envelicer á las Tribus rústicas, pero fué al contrario. Es bien sabido el gusto de los primeros Romanos á la vida del Campo. Este gusto les venia del sabio Fundador que unió á la libertad los trabajos rústicos y militares, y desterró por decirlo así á las Ciudades las Artes, los Oficios, la intriga, la fortuna y la esclavitud.

Y esta es la razon por que todo lo mas ilustre de Roma vivía en los Campos, y cultivaba las tierras, acostumbrándose á no buscar sino en ellos la felicidad y el apoyo de la República. Este estado siendo él de los mas dignos Patricios, era honrado de todo el mundo: la vida simple y laboriosa de los Lugareños fué preferida á la vida ociosa y mole de los habitantes de Roma, y este ó aquel que no hubiera sido mas que un infeliz Proletario en la Ciudad, trabajador en el Campo, vino á ser ua Ciudadano respetado. Y por eso decia fundadamente Varron que nuestros magnánimos ascendientes estableciéron en el Campo el plantel de estos robustos y fornidos hombres que la defendian en tiempo de guerra, y la sustentaban y nutrian en tiempo de paz. Plinio dice positivamente que las Tribus de los Campos eran honradas por causa de los hombres que las componian, miéntras que se transferia por ignominía en las de la Ciudad á los cobardes á quienes se queria invilecer. El Sabino Appio Claudio viniéndose á establecer en Roma fué colmado de honores é inscrito en una Tribu rústica que despues tomó el nombre de su familia. Enfin los Libertos entraban en todas las Tribus Urbanas, exceptuando las rurales, y no hay siquiera un exemplo durante la República de que los Libertos obtuvieran alguna Magistratura aun que llegasen á ser Ciudadanos.

Esta máxima erá excelente; pero fué llevada tan adelante que resultó al fin una mudanza, y ciertamente un abuso en la política. Primeramente los Censores despues de haberse arrogado mucho tiempo el derecho de transferir á su arbitrio los Ciudadanos de una Tribu á otra, permitiéron á la mayor parte el hacerse inscribir en la que mejor les acomodaba: permision que seguramente no era buena para nada, y quitaba uno de los grandes resortes de la Censura. Ademas que los Grandes y los poderosos haciéndose todos inscribir en la Tribu de la Campaña, y los Libertos hechos Ciudadanos quedándose con el populacho en las de Ciudad, las Tribus generalmente perdiéron el lugar y territorio señalado, y se halláron de tal modo mezcladas que no se podrian discernir los miembros de cada una sino por el registro; de suerte que la idea de la palabra Tribu pasó de esta manera de real á personal, ó mas bien vino á ser una quimera.

Sucedia tambien que las Tribus de la Ciudad estando mas á mano, eran las mas fuertes por lo comun en los Comicios y vendian el Estado á los que procuraban comprar los sufragios de la canalla que los componian.

En órden á las Curias, habiendo puesto diez el Institutor en cada Tribu, todo el Pueblo Romano entónces acampado en los muros de la Ciudad, se halló compuesto de treinta Curias de las que cada una tenia sus Templos, sus Dioses, sus Oficiales, sus Sacerdotes, y sus Fiestas llamadas Compitales semejantes á las Pagnalias que tuvieron despues las tribus rústicas.

En la nueva division de Servio, no pudiéndose igualmente repartir el número de treinta en sus quatro Curias, no tuvo á bien tocar este punto, y las Curias independientes de las Tribus viniéron á hacer una otra division de los habitantes de Roma, pero jamas se excitó qüestion de las Curias ni en las Tribus rústicas ni en el Pueblo que las componia, por que las Tribus viniendo á ser un establecimiento puramento civil, y habiéndose introducido una otra política por el levantamiento de tropas, las divisiones militares de Rómulo se halláron superfluas. Así aunque todo Ciudadano debia estar inscrito en una Tribu, no por eso era menester que lo estuviese en una Curia.

Servio hizo todavia una tercera division que no teniendo relacion con ninguna de las precedentes, fué por sus efectos la mas importante de todas. El distribuyó el Pueblo Romano en seis clases que no distinguia ni por el lugar, ni por los hombres, sino por los bienes; de manera que las primeras clases estaban ocupadas por los ricos, las últimas por los pobres, y las medianas por los que gozaban una mediana fortuna. Estas seis clases estaban subdivididas en ciento noventa y tres cuerpos llamados Centurias, y estos cuerpos estaban distribuidos de tal modo que sola la primera clase comprehendia mas de la mitad, y la última no formaba mas que uno solo. Así se halló que la clase ménos numerosa en hombres, lo era mas en Centurias, y que la última clase entera no se contaba mas que por una subdivision, aunque ella sola contenia mas de la mitad de los habitantes de Roma.

Afin que el Pueblo no pudiera penetrar las conseqüencias de esta última forma, Servio afectó darla un ayre militar: el insertó en la segunda clase dos Centurias de armeros y dos de instrumentos de guerra en la quartá, y en cada clase exceptuando la última, distinguió los jovenes y los viejos, es decir, los que estaban obligados á tomar las armas, y los que por su edad estaban exentos por las leyes: distincion que mejor que la de los bienes producia la necesidad de volver hacer otra numeracion: enfin quiso que la Asamblea se tuviese en el Campo de Marte, y que todos los que estaban en edad de servir, viniesen allí con sus armas.

La razon por que Servio no seguia en la última clase esta misma division de jóvenes y viejos, era por que no se otorgaba ni concedia al populacho de que estaba compuesta el honor de tomar las armas por la Patria: era necesario tener hogares para obtener el derecho de defenderla y de estas inumerables tropas de mendigos de que estan hoy dia cargados los exércitos de un Rey, ni uno solo hubiera dexado de ser hechado con desden de una cohorte Romana quando los Soldados eran los defensores de la libertad.

Se distinguian tambien en la última clase los Proletarios de los que se llamaban Capite censi. Los primeros aunque bastante pobres, daban al Estado Ciudadanos y algunas veces Soldados, particularmente en las necesidades apuradas del Estado: en órden á los que nada tenian ni poseian, y que solo se conocian por sus nombres, eran mirados como ningunos, y Mario fué el primero que permitió que se alistaran para el Exército.

Sin decidir aquí si esta tercera numeracion está bien ó mal hecha: yo creo poder afirmar que solo las simples costumbres de los primeros Romanos, su desinteres, su gusto por la Agricultura, su menosprecio al Comercio, y su poca codicia la podian hacer practicable. En un Pueblo moderno donde la devorante avaricia, el espíritu inquieto, la intriga, las deposiciones continuas, las perpetuas revoluciones de fortuna dominan generalmente, ¿como podria durar veinte años un igual establecimiento sin bambolear el Estado? Es necesario notar que las costumbres y la censura, mas fuertes que esta institucion, corregian el vicio en Roma, y que un rico se veia colocado en la clase de los pobres por haber hecho ostentacion de su riqueza. De todo esto se puede comprehender fácilmente, por que no se hizo jamas mencion mas que de cinco clases en medio de que en realidad eran seis. La suerte no suministrando ni Soldados al exército, ni votantes al campo de Marte[2], ni siendo de algun uso en la República, apénas se contaba con ella para nada.

Tales fuéron las diferentes divisiones del Pueblo Romano: veamos ahora el efecto que ellas producian en las asambleas. Estas juntas legítimamente convocadas, se llamaban Comicios, y se tenian ordinariamente en la Plaza de Roma ó en el Campo de Marte, y se distinguian en Comicios por Curias, Comicios por Centurias, y Comicios por Tribus segun una de las tres formas sobre que estaban ordenadas. Los Comicios por Curias eran de la institucion de Rómulo, los de por Centurias de Servio, y los de por Tribus de los Tribunos del Pueblo. Ninguna ley recibia la Sancion, ni era ningun Magistrado electo sino en los Comicios, y como no habia ningun Ciudadano que no estuviera inscripto en una Curia, en una centuria ó en una Tribu, se sigue que ninguno tampoco estaba excluido del derecho de sufragio, y que el Pueblo Romano era verdaderamente Soberano de hecho y de derecho. Para que los Comicios se congregaran legítimamente y tuvieran fuerza de ley, eran necesarias tres condiciones: la primera que el cuerpo ó el Magistrado que los convocara, estubiera revestido de la autoridad Soberana: la segunda que la Asamblea se tuviera uno de los días permitidos por la ley, y la tercera que fueran favorables los Adivinos.

La razon del primer reglamento no tiene necesidad de ser explicada: la segunda es un negocio de política. Así no era permitido tener los Comicios los dias de feria ó de mercado en los que las gentes del campo viniendo á Roma á sus negocios, no tenian tiempo para detenerse aquel dia en la Plaza pública. Por lo que toca á la tercera, el Senado tenia la brida á un Pueblo fiero y revoltoso, y templaba á propósito el ardor de los Tribunos sediciosos; pero estos halláron mas de un medio para librarse no una vez sola de semejante opresion.

Las leyes y la eleccion de los Gefes no eran solamente los puntos sujetos al juicio de los Comicios. Habiendo usurpado el Pueblo Romano las mas importantes funciones del Gobierno, se puede decir que la suerte de la Europa se arreglaba en estas Asambleas. Esta variedad de objetos daba lugar á las diversas formas que tomaban estas juntas según las materias que se habian de tratar. Para juzgar de estas diversas formas, basta compararlas. Rómulo instituyendo las Curias se propuso contener el Senado por el Pueblo, y el Pueblo por el Senado, dominando igualmente á todos. El dio al Pueblo por esta forma toda la autoridad del número para balancear la del poder y riquezas que dexó á los Patricios; pero segun el espíritu de la Monarquía dexó sinembargo mas ventaja á los Patricios por la influencia de sus clientes sobre la pluralidad de sufragios. Esta admirable institucion de Patronos y clientes es una obra maestra de política y humanidad, sin la qual el Patriciado tan contrario al espíritu de la República no hubiera podido subsistir. Solo Roma ha tenido el honor de dar al mundo este exemplo del que no resultó jamas un abuso, y que por tanto no ha sido nunca seguido.

Esta misma forma de Curias habiendo subsistido baxo los Reyes hasta Servio, y no contando por legítimo el Reynado del último Tarquino, hizo distinguir generalmente las leyes reales por el nombre de Leges curiatæ.

En tiempo de la República, las Curias siempre limitadas á quatro Tribus Urbanas, y sin contener mas que el populacho de Roma, no podian convenir ni al Senado que estaba á la frente de los Patricios, ni á los Tribunos que aunque Plebeyos, tambien lo estaban á la de Ciudadanos mas afortunados. Ellas cayeron en descrédito, y su envilicimiento fué tal que sus treinta Lictores juntos hacian lo que los Comicios por Curias debían hacer.

La division por Centurias era tan favorable á la Aristocracía que no se ve á primera vista como el Senado no prevalecia siempre en los Comicios que tenian este nombre, y en los que eran electos los Cónsules, los Censores y los otros Magistrados Curules. En efecto de ciento noventa y tres Centurias que formaban las seis clases de todo el Pueblo Romano, comprehendiendo la primera noventa y ocho, y no contándose las voces sino por Centurias, ella sola superaba en el número de votos á todas las otras. Quando todas estas Centurias estaban de acuerdo, no se continuaba recogiendo sufragios: lo que habia decidido el pequeño número, pasaba por una decisión de la multitud, y se puede decir que en los Comicios por Centurias, los negocios se reglaban por la pluralidad de escudos mas bien que por la de voces. Pero esta extrema autoridad se templaba por dos medios. Primeramente los Tribunos por lo ordinario, y ademas un, gran número de Plebeyos, siendo de la clase de los ricos, balanceaban el crédito de los Patricios en esta primera clase. El segundo medio consistia en que en lugar de hacer prontamente votar á las Centurias segun su órden la que hubiera siempre hecho comenzar por la primera, se tiraba una á la suerte, y esta sola procedía á la eleccion[3]: despues de esto todas las Centurias convocadas un otro día segun su grado, repetian la misma eleccion y la confirmaban ordinariamente.

De este modo se quitaba al grado la autoridad del exemplo para darla á la suerte según el principio de la Democracía. Resultaba todavía de este uso una otra ventaja, y era que los Ciudadanos de la Campaña tenian tiempo entre las dos elecciones para informarse del mérito del Candidato provisionalmente nombrado, á fin de no dar su voto sino con conocimiento de la causa. Mas con el pretexto de celeridad, se vino al fin á suprimir este uso, y las dos elecciones se hacian en un mismo dia.

Los Comicios por Tribus eran propiamente el Consejo del Pueblo Romano. Ellos no se convocaban sino por los Tribunos, y en ellos se elegian estos y por aquí pasaban las resoluciones. No solamente no tenia en ellos asiento el Senado; pero ni aun tenia tampoco derecho de asistir, y los Senadores forzados á obedecer á unas leyes sobre las que no habian podido votar, eran en órden á esto ménos libres que los últimos Ciudadanos. Esta injusticia era del todo mal entendida, y bastaba ella sola para invalidar los decretos de un cuerpo donde no estaban admitidos todos sus miembros.

Quando todos los Patricios hubieran asistido á estos Comicios segun el derecho que tenian como Ciudadanos, considerados entónces como simples particulares, no hubieran apénas influido sobre una forma de sufragios que se recogian por cabeza, y donde el menor Proletario podria otro tanto como el Príncipe del Senado. Se ve pues que ademas del órden que resultaba de estas diversas distribuciones por el recogimiento de sufragios de un Pueblo tan numeroso, estas distribuciones no se reducian á unas formas indiferentes en sí mismas, sino que cada una tenia los efectos relativos á las miras que las hacian preferir.

Sin entrar en mas averiguaciones sobre este asunto, resulta de las precedentes ilustraciones que los Comicios por Tribus eran los mas favorables al Gobierno popular, y los Comicios por Centurias á la Aristocracía. En órden á los Comicios por Curias donde solo el populacho de Roma formaba la pluralidad; como ellos no eran buenos sino para favorecer la tiranía y los malos designios, fuéron desacreditados, por que los mismos sediciosos se abstuvieron de un medio que ponia bien á las claras sus proyectos. Es cierto que toda la Magestad del Pueblo Romano solamente se hallaba en los Comicios por Centurias que eran los únicos que había completos, atendido á que en los Comicios por Curias faltaban las Tribus rústicas, y en los Comicios por Tribus el Senado y los Patricios.

En quando al modo de recoger los sufragios, él era entre los primeros Romanos tan simple como sus costumbres, aunque ménos simple todavia que en Esparta. Cada uno daba su voto en alta voz, y un Notario los iba apuntando: pluralidad de voces en cada Tribu determinaba el sufragio de la Tribu: pluralidad de voces entre las Tribus resolvia el sufragio del Pueblo, y así de las Curias y Centurias. Este uso era bueno miéntras que la honestidad reynaba entre los Ciudadanos, y quando cada uno tenia vergüenza de dar públicamente su voto para una determinacion injusta, ó para un objeto indigno; mas quando el Pueblo se corrompió, y se compraban los votos, convino que se diesen en secreto para contener los compradores por la desconfianza, y suministrar á los bribones el medio de no ser traidores.

Yo sé que Ciceron vitupera esta mudanza, y que á ella attribuye en parte la ruina de la República; mas aunque yo conozco el peso que debe tener en este asunto la autoridad de Ciceron, no puedo ser de su parecer: yo juzgo al contrario que por no tener bastantes mudanzas de este género, se aceleró la pérdida del Estado. Como el régimen de las gentes sanas no es propia para los enfermos, no es menester tampoco querer gobernar un Pueblo corrompido por las mismas leyes que convienen á un buen Pueblo. Nada prueba mejor esta maxima que la duracion de la República de Venecia y cuyo simulacro existe todavía únicamente, por que estas leyes no convienen sino á los malos hombres.

Se distribuyéron pues á los Ciudadanos tabletas en las que cada uno podia votar sin que se supiera qual era su voto: se establecieron tambien nuevas formalidades para el recogimiento de tabletas para la cuenta de las voces y comparación de su número etc.; lo que no impidió que la fidelidad de los Oficiales encargados de estas funciones[4] dexáse de ser siempre sospechosa: se hiciéron enfin edictos para impedir las pretensiones y el tráfico de los sufragios cuya multitud manifiesta la inutilidad.

Hacia los últimos tiempos era menester concurrir continuamente á expedientes extraordinarios para suplir la insuficiencia de las leyes. Tan pronto se suponian prodigios; pero este medio que podia imponer al Pueblo, no imponia á los que le gobernaban: tan pronto se convocaba repentinamente una Asamblea ántes que los Candidatos tuviesen tiempo de hacer sus pretensiones: tan pronto se consumia una sesión en hablar, quando se veia el Pueblo ganado dispuesto á tomar un mal partido; mas enfin la ambicion eludia todo; y lo que hay de mas increible, es que en medio de tantos abusos, este Pueblo inmenso favorecido de sus antiguos reglamentos no dexaba de elegir Magistrados, de pasar leyes, de juzgar las causas, de despachar los negocios particulares y públicos casi con otra tanta facilidad como podia hacerlo el mismo Senado.


  1. El nombre de Roma que muchos derivan de Romulo, es Griego y significa fuerza, y el nombre Numa es tambien Griego y significa Ley. ¿Que aparencia de que los dos primeros Reyes de esta Ciudad tuviesen nombres tan significativos de lo que hicieron?
  2. Digo en el Campo de Marte, por que allí era donde se juntaban los Comicios por Centurias: en las otras dos formas el Pueblo se reunia en el Forum á en otra parte, y entónces los Capite censi tenian tanta influencia y autoridad como los primeros Ciudadanos.
  3. Esta Centuria sacada asi por la suerte, se llamaba Prerogativa por que era la primera á quien se pedia su voto; y de aqui vino el nombre de Prerogativa.
  4. Custodes, Diribitores, Rogatores suffragiorum.