El desafío del diablo: 02
I.
[editar]En el fondo de un valle
por en medio del cual ancha vertiente
abre á sus turbias aguas un torrente
honda y torcida calle;
torrente en el Invierno
y arroyo en el Estío,
en julio despreciado, y en diciembre
con honores de rio;
cercado de peñascos y maleza
por ambos horizontes,
y hundido entre dos montes
de fértil aspereza:
en este valle, pues, y estas montañas
poseia Don Lucas de Hinestrosa,
Padre de Beatriz, quinta escondida,
saludable y frondosa,
y en el sitio mejor de ambas Españas
sentada y construida.
En Córdoba la bella,
ciudad moruna de recuerdos rica,
cuyas calles estrechas
y cuyas casas de ladrillos hechas
el gusto actual critica;
mas cuya situacion encantadora,
cuyo nombre halagüeño
como memoria de agradable sueño
el Moro aun en el desierto adora.
En aquellas montañas formidables
habitadas un dia
por viejos ermitaños venerables,
y habitadas primero
por derviches fanáticos, es donde
Don Lucas de Hinestrosa
á Beatriz esconde,
y allí, donde la cándida novicia
el aire y agua saludable goza
á su nociva enfermedad propicia.
Allí á lo menos desde la alta cumbre
libres pasean sus avaros ojos
estenso campo; y vária muchedumbre
de objetos mil distintos,
de la naturaleza mil antojos
alcanzan por los mágicos recintos
de aquellos naturales laberintos.
Alli goza del cielo
cuanto abarcan entrambos horizontes
y largo campo del vistoso suelo.
Allí en la estensa vega
que ancho el Guadalquivir fecunda y riega,
ve cubrir la magnífica campiña
el apareado olivo siempre verde,
la rubia mies y la fecunda viña,
y la estendida pita
sembrada en los vallados,
y la roja amapola que se agita
dando aroma y color á los sembrados:
y las hojas pegadas
de los higos de tuna,
de los lagartos con pasion amadas,
y de la sorda abeja acariciadas.
Y ve los anchos sotos
y las verdes dehesas
donde encerradas en campestres cotos
dan crias retozonas y traviesas
las generosas yeguas cordobesas.
Y ve la hermosa Beatriz pasmada,
desde aquellos peñascos donde habita,
la poblacion morisca coronada
por la bella y mas célebre mezquita
á los ginetes moros conquistada.
Y ve á sus pies en la montuosa tierra,
teatro un tiempo de azarosa guerra,
brotar continuamente
cercados de silvestres florecillas,
y el manantial de rumorosa fuente,
ya corpulentos robles,
ya enlazada á las hayas amarillas
con recios brazos y con nudos dobles
la cariñosa yedra
cuya oculta raiz nace en la piedra.
Allí el aire tranquilo se embalsama
con los gratos olores
que la feráz frondosidad derrama:
y se respira pura
el aura salutífera que impregnan
con su aroma las flores,
las fuentes con vapores y frescura.
Allí la limpia tmósfera armonizan
las pasajeras aves
con cánticos suaves
que los sentidos con el alma hechizan.
Y allí pasa Beatriz el tiempo breve
de la estacion florida,
rápida imágen de la corta vida
que en la tierra habitar acaso debe;
y allí pasa sus dias á lo menos,
ya que no entre placeres bulliciosos,
alegres, y serenos
y libres, con sus sueños deliciosos.
Su Padre la acompaña,
y el Doctor la visita
y en dulce soledad vive sin cuita
al mundo entero y al convento extraña.
El oro de Don Lucas de Hinestrosa
sus caprichos y gustos la previene,
y con su vida Beatriz se aviene,
y lejos del convento muy dichosa.