El don detrás y delante
En aquella época en que el don no se prodigaba en España tanto como ahora, aunque tuviese poco mas ó menos el mismo valor, nombraron secretario del baile de Zaragoza a una persona calificada, que no hubiera renunciado á él aunque perdiese la vida.
El primer dia dijo al baile:
— Señor, soy una persona de casa y solar conocido, tengo don y estoy acostumbrado á que me lo den, y para que no llegue á haber entre nosotros cuestión alguna sobre este particular, me ha parecido conveniente decirlo á V. S. , rogándole que me disimule.
El baile, que era persona discreta, se sonrió, conociendo que su secretario era un calabaza, y deseando corregirle aquella manía ridicula, le dijo:
—Yo, Sr. Don... ¿Cuál es su nombre?
— Don Nuño.
— Pues bien; yo, Sr. D. Ñuño, tengo también ese don que V. encarece tanto, pero hago de él tan poco caso que no tengo inconveniente alguno en cederlo para que de este modo pueda tener dos.
— Señor, ¡tanto favor!
— Sí, lo cedo, pero con una condición.
— ¿Y cuál es?
— Que como dos dones reunidos estarían mal, he de poner el segundo en donde mas acomodado sea á su nombre y á su carácter.
— Admitido.
— ¿Se llama V.?
— Don Nuño Alvar.
— Pues bien, desde hoy se llamará V. D. Nuño Albardon.