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El engañador engañado

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El engañador engañado.

Un labrador llevó al mercado una carga de leña y encima un gallo. Dando vueltas, y voceando que te vocearás por las calles, al fin se la compró un escribano en diez reales.

— Buen hombre, le dijo antes de pagarle, V. ha subido solo la leña y se guarda el gallo, cuando yo he comprado toda la carga.

— Lo que yo voceaba es la leña y no el gallo, repuso el labrador, y no ha podido V. comprar loque yo no vendia.

— Yo digo, contestó el escribano, que en esa cuestión podremos tener razón el uno y el otro, pero desde luego hay en ella un pleito, y el juez decidirá.

— ¡Pleito! gritó con malicia el labrador, cá, no lo crea V. ; si la razón está de mi parte.

— No sea V. simple, buen hombre; aquí hay un pleito, y sobre ello apuesto diez duros contra su borrica.

— Acepto, contestó el labrador.

Y hé aquí que los dos llegaron á la presencia del juez. El escribano dijo:

— El señor vendía una carga de leña; yo la he comprado, y es el caso que en ella había un gallo. Para averiguar si solo es mía la leña, ó si lo son la leña y el gallo, debe haber un pleito.

Respondió el labrador:

— El señor ha comprado la carga y en ella estaba el gallo; por consiguiente, tiene razón, son suyos lo uno y lo otro, y no hay pleito. Y es claro que por cuatro reales que vale el gallo, me gano los diez duros de la apuesta, y hago ver al mismo tiempo que á veces sabe mas un labrador que un escribano.