El fin del mundo
El celebrado Zarate era tan buen poeta como filósofo, y tan buen filósofo como franco y desembarazado de carácter. Para negarle todas estas cualidades, solo hay una razón que algo vale, y es, que tenia coche; pero no somos tan escrupulosos que hayamos de echar por tierra una reputación por un coche mas ó menos.
Paseaba un dia por el Prado en el suyo, melancólico y triste, y á la vez paseaba también en otro el célebre condeduque, ministro en la actualidad de S. M. Católica.
Juntáronse los dos coches, el uno bajando y el otro subiendo, y sacando el ministro la cabeza por la portezuela, le dijo al poeta con aire impertinente:
— Señor doctor, ¿cuándo se acabará el mundo?
Zarate volvió la vista, y haciendo un profundo y respetuoso acatamiento, dijo:
— Mandando vuestra escelencia será indudablemente, señor escelentísimo.