El final de Norma: Cuarta parte: Capítulo VI

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«Hermanos:

»Me confiasteis una sagrada misión: no la he cumplido, y necesito justificarme a vuestros ojos.

»Voy a morir...; pero el cielo me otorga una agonía sosegada, y podré escribir brevemente estas Memorias, que encontrará con mi cadáver el emisario vuestro que desembarque en esta isla el año próximo.

»He aquí la historia de mi muerte:

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»Hermanos: yo amaba a la jarlesa Brunilda de Silly.

»Otro hombre la amaba también.

»Este hombre era el Niño-Pirata, Óscar el Encubierto.

»Cierto día recibí de mi adorada una prueba de amor: un saludo...

»Al día siguiente me disparó mi rival un tiro, que mató al timonel de mi urca El Águila.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

»Fui a Malenger, y me confiasteis papeles importantísimos a fin de que los trajese a esta isla, a nuestro subterráneo palacio...

»Cuando volvía a mi urca encontré al jarl de Silly, a, nuestro venerable hermano, al padre de Brunilda, en poder de Óscar el Encubierto, quien se disponía a darle muerte...

»Salvé al anciano hiriendo al joven, el cual rodó a un profundo abismo...

»El jarl de Silly me juró entonces que su hija sería mi esposa.

»Nos separamos cerca ya del mar, y me dirigí a mi embarcación.

»El Águila se hizo a la vela.

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»A los ocho días de navegación, notamos que un groenlandero nos seguía a lo lejos.

»Una completa cerrazón de niebla lo ocultó a nuestros ojos al día siguiente.

»Yo mandé desplegar todas las velas de El Águila porque recelaba de aquel barco espía...

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»Una semana después rompió el sol las brumas que entoldaban el espacio.

»El groenlandero estaba a una legua de nosotros.

»Era el Niño-Pirata, el bajel corsario de Óscar el Encubierto, el barco que lleva su mismo sobrenombre.

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»Nuestros esfuerzos fueron vanos.

»El groenlandero era más corredor que El Águila.

»Al tiempo de avistar a Spitzberg nos dio caza.

»Trabose un combate horrible a tiros.

»Óscar el Encubieto venía en su buque y mandaba el ataque... ¡No había perecido, como yo pensaba!

»Traía vendado el brazo derecho, pero empuñaba el hacha con la mano izquierda.

»Nuestros marineros se batieron con desesperación.

«Todo fue inútil.

»El Encubierto arrojó el antifaz en la hora del supremo peligro, y sus secuaces, al ver, por primera vez sin duda, el rostro del bandido, rugieron de entusiasmo.

»Los corsarios nos acribillaban, nos abrasaban casi a boca de jarro.

»El Niño-Pirata no apartaba de mí sus ojos furibundos.

»Para que lo reconozcáis y nos venguéis, os diré que es un hermoso mancebo de diez y ocho a veinte años, un tigre cachorro, de altanera fisonomía, cabellos rubios muy cortos, ojos azules clarísimos y sonrisa desdeñosa.

»La insignia pirática que le da supremacía entre su gente, es un peto rojo cruzado por una banda amarilla.

»Cuando los corsarios que lo acompañan ven este blasón siniestro, rugen como osos sedientos de matanza...

»¡Así nos venció, llegado el abordaje!

»Toda mi tripulación fue pasada a cuchillo.

»El Águila hacía agua por todas partes.

»Pronto la vi comenzar a sumergirse en la vasta tumba que me rodeaba.

»Entonces yo, que me había escondido a tiempo con la caja que encerraba vuestros papeles, me arrojé al mar para salvarme a nado.

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»Llegué a esta isla.

»¡Ah! ¡Ni aun así me había librado de la muerte!

»¡Echada a pique El Águila, no tendría embarcación en que tornar al continente!

»El frío y el hambre harían lo demás...

»Pero el destino me tenía reservada muerte más horrible.

»Escuchad.

»Al tocar yo a tierra, me divisaron los piratas...

»Óscar entró en un bote, y vino hacia mí seguido de cuatro o cinco corsarios.

»Viéndome perdido, arrojé al mar la caja de vuestros papeles.

»Y me interné en la isla.

»Pero al cabo de una hora caí prisionero.

-»¡No lo matéis! -gritó desde lejos el Niño-Pirata.

»Llegó al fin donde yo estaba, y mandó que me maniatasen.

-»¡Dejadnos solos! -dijo en seguida.

»Los bandidos se alejaron.

-»¡Escucha! -exclamó Óscar con su calma desesperadora-. Brunilda de Silly me aborrece: Brunilda de Silly te ama. Tu arpa le arranca un saludo: los ecos de mi flauta le causan enojo... ¡Uno de los dos está de más en la tierra! Hace veintiocho días que el jarl de Silly te ha jurado que Brunilda será tu esposa... Poco antes, tú me habías roto un brazo de un tiro... ¡Así nos convenía a los dos! Aquel día trepaba yo por el barranco, a pesar de mi herida, para lanzar mis piratas sobre vosotros, cuando oí tu tierna conversación con el padre de nuestra adorada... Me detuve. Dijiste que venías a Spitzberg, y decidí seguirte. Mi plan era soberbio. Atiéndeme, y revienta de ira. Voy a matarte... ¡No es esto solo!... Voy a matar al padre de Brunilda... ¡No he concluido aún!... ¡Voy a presentarme a ella diciendo que me llamo Rurico de Cálix, y a reclamar el juramento que te ha hecho el jarl de Silly! Tu adorada no te conoce; es decir, no sabe que Rurico de Cálix y el hombre del arpa son una misma persona. Tampoco sabe que Óscar el Encubierto es el montañés de la flauta... Su padre, que pudiera aclararlo todo, habrá ya muerto. Mi semblante es desconocido para todo el mundo... Resultado: ¡Brunilda será mía! ¡Brunilda será mi esposa! ¡Y, entre tanto, a ti te comerán. los osos en esta isla desierta!...

»Dijo, y me clavó su puñal en el pecho.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

»Cuando recobré el sentido, el barco pirata desaparecía en alta mar.

»¡Ya estaba yo solo en esta isla!

»¡Solo, y desangrándome!

»Introduje un pañuelo en mi herida y me fajé con mi cinturón.

»Dios ha permitido que llegue hasta aquí, por donde pasará mi sucesor el año que viene, y que salve al menos mi honra, escribiéndoos estos renglones...

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»¡Hermanos!

»No he desempeñado mi importante misión; pero los papeles que me confiasteis no caerán en manos de nuestros enemigos.

»¡Me debéis todos la vida!

»¡Vengadme, hermanos!

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»Se me acaban las fuerzas.

»Oíd mi testamento:

»Buscad a mi madre, a mi pobre madre la jarlesa Alejandra de Cálix, que vive en la isla de Loppen.

»Decidle que muero bendiciéndola.

»Prevenid al jarl Adolfo Juan de Silly el peligro que corre...

»¡Buscad a Brunilda y anunciadle que está libre de la palabra empeñada, supuesto que yo, Rurico de Cálix, he muerto!

»¡Decidle que muero por ella, pero adorando su memoria!

»¡Adiós, hermanos!

»¡Trabajad por la independencia de Noruega!

»¡He aquí mi último voto... mi última esperanza!


»RURICO DE CÁLIX.»