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El final de Norma: Cuarta parte: Capítulo V

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Serafín había oído a Alberto sin escucharlo.

Pensaba en sus desventuras, y no estaba para formar juicio de otra cosa.

Pero al oír el nombre de Rurico de Cálix se levantó como impulsado por un resorte de acero.

-¿Qué nombre has pronunciado? -exclamó con una exaltación indescriptible.

Alberto lo miró atónito.

Serafín quiso entonces recordar lo que le había contado su amigo, y empezó a golpearse la frente...

-¡Spitzber!... ¡Un cadáver!... ¡Unos ojos negros!... ¡Sangre!... ¡Rurico de Cálix!...

He aquí las ideas que en medio de su trastorno pudo recoger; las mismas que expresó en frenéticos gritos.

-¡Cálmate, Serafín! -exclamó Alberto.

-¡Qué delirio! -añadió Serafín, volviendo a decaer-. ¡Rurico de Cálix vive! ¡Rurico de Cálix se casa dentro de cuatro días con la Hija del Cielo!

Alberto comprendió en un instante, gracias a su privilegiada imaginación, todo lo que Serafín no le había contado.

-¡Rurico de Cálix murió hace cinco años en la Isla del Nordeste! -exclamó con un acento de convicción que electrizó al amante de Brunilda de Silly.

-¡Alberto! ¡Alberto! -gritó el joven con desesperación-. ¿Por qué me engañas? ¿No ves que tus invenciones me vuelven loco?

En efecto; Serafín creía que su amigo inventaba aquella historia para llamarlo al mundo de la esperanza.

Alberto no contestó cosa alguna; pero se levantó con imponente seriedad, y salió apresuradamente de la cámara, haciendo señas a Serafín de que esperase...

Dos minutos después volvió con unos papeles en la mano.

-Oye, Serafín, y no me interrumpas... -exclamó-. Las Memorias de Rurico de Cálix dicen de este modo.

Serafín puso atención, sin atreverse a creer todavía que fuese verdad lo que le pasaba.