El héroe/Primor XIII

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Primor XIII

Del despejo


El despejo, alma de toda prenda, vida de toda perfección, gallardía de las acciones, gracia de las palabras y hechizo de todo buen gusto, lisonjea la inteligencia y estraña la explicación.

Es un realce de los mismos realces y es una belleza formal. Las demás prendas adornan la naturaleza, pero el despejo realza las mismas prendas. De suerte que es perfección de la misma perfección, con trascendente beldad, con universal gracia.

Consiste en una cierta airosidad, en una indecible gallardía, tanto en el decir como en el hacer, hasta en el discurrir.

Tiene de innato lo más, reconoce a la observación lo menos. Hasta ahora nunca se ha sujetado a precepto superior, siempre a toda arte.

Por robador del gusto le llamaron garabato; por lo imperceptible, donaire; por lo alentado, brío; por lo galán, despejo; por lo fácil, desenfado. Que todos estos nombres le han buscado el deseo y la dificultad de declararle.

Agravio se le hace en confundirle con la facilidad; déjala muy atrás y adelántase a bizarría. Bien que todo despejo supone desembarazo, pero añade perfección.

Tienen su Lucina las acciones, y débesele al despejo el salir bien, porque él las parteara para el lucimiento.

Sin él la mejor ejecución es muerta; la mayor perfección, desabrida. Ni es tan accidente que no sea el principal alguna vez. No solo sirve al ornato, sino que apoya lo importante.

Porque, si es el alma de la hermosura, es espíritu de la prudencia; si es aliento de la gala, es vida del valor.

Campea igualmente en un caudillo al lado del valor el despejo, y en un rey a par de la prudencia.

No se le reconoce menos en el día de una batalla a la despejada intrepidez que a la destreza y al valor. El despejo constituye primero a un general señor de sí, y después, de todo.

No alcanza la ponderación, no basta a apreciar el imperturbable despejo de aquel gran vencedor de reyes, émulo mayor de Alcides, don Fernando de Ávalos. Vocéelo el aplauso en el teatro de Pavía.

Es tan alentado el despejo en el caballo como majestuoso en el dosel; hasta en la cátedra da bizarría a la agudeza.

Heroico fue el desembarazo de aquel Teseo francés, Enrico Cuarto, pues con el hilo de oro del despejo supo desligarse de tan intrincado laberinto.

También es político el despejo, y en fe de él aquel monarca espiritual del orbe llegó a decir: «¿Hay otro mundo que gobernar?».