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El hamete de Toledo/Acto I

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Elenco
El hamete de Toledo
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

Salen DON JUAN CASTELVÍ, del hábito de San Juan, de noche, y BELTRÁN, su lacayo, con broqueles; y los músicos.
DON JUAN:

  Aquí canten por mi vida.

BELTRÁN:

Nunca en noche de San Juan
buenas músicas se dan.

DON JUAN:

Estoy, Beltrán, de partida.
  Es de San Juan esta cruz,
patrón de mi religión;
de Juana los ojos son
que dan esta noche luz;
  y ella es también de San Juan.

BELTRÁN:

A ser aquestos galanes
que han de cantar también juanes,
y llamarse Juan Beltrán,
  y tener todos juanetes,
era linda juanería.

DON JUAN:

Dulce doña Juana mía
que por tus ojos prometes
  ser leal en esta ausencia,
mira que tus ojos juras
y advierte, si te perjuras,
que ha sido poca prudencia
  aventurarte a dos cielos:
dos cielos tus ojos son.

BELTRÁN:

Dulce Beatriz que, en prisión
de mi amor y de tus celos,
  tienes al pobre Beltrán,
pues juras ser firme ausente,
mira que, quien jura y miente
en la noche de San Juan,
  las brujas que los helechos
pacen las chupan después
por todo el año; no des
a tales bocas tus pechos.

DON JUAN:

  Canten, señores, que ya
está la calle sin gente.

BELTRÁN:

¿Hay buena letra?

MÚSICO [1.º]:

Excelente.

BELTRÁN:

¿De qué trata?

MÚSICO 2.º:

Él lo verá.

BELTRÁN:

  Dígolo porque me holgara
que algo de Beatriz dijera.

MÚSICO [1.º]:

¡Qué buena discreción fuera
que a doña Juana igualara!

BELTRÁN:

  ¿No voy con mi amo yo,
y aun delante, que es más?

MÚSICO [2.º]:

Sí.

BELTRÁN:

Pues, ¿por qué no ha de ir ahí
Beatriz?

MÚSICO [1.º]:

¿Cantando? Eso no.

BELTRÁN:

  Si no me hiciere poeta,
digan que estoy sin juicio.

MÚSICO 2.º:

Eso postrero es indicio.

BELTRÁN:

Es enfermedad discreta.
  Mas tengo lo más andado,
y este buen oficio tomo
para ser poeta.

MÚSICO [1.º]:

¿Cómo?

BELTRÁN:

Soy muy pobre y desdichado.
  Si voy camino y me dan
mula, es lerda, trota y tira
coces que la gente admira;
tras mí por verla se van.
  Su coz al estribo, o dos
cuando pongo en él el pie,
no la perderá aunque esté
delante del Rey por Dios;
  lo que es en viendo el mesón,
si le abriesen las ijadas,
ya las ancas bajadas,
bufando como un león.
  Parece que estuvo más
que con el dicho mulero
a oficio de cabestrero,
dos calles anda hacia atrás.
  Pues si tengo dama, al punto
da su marido conmigo
o su galán, y el castigo
viene en palos todo junto.
  Si tengo amigo, me vende;
si bienhechor, luego pausa;
si escribano, me hace causa,
y si es alguacil, me prende.
  Quien me debe, no me paga;
a quien debo, cobra luego;
si a hacer un vestido llego,
aún no hay sastre que lo haga.
  Si almohazo algún rocín,
me muerde; si sirvo a alguno,
tras que todo el año hay uno,
me niega el servicio al fin.
  Si juego algunas raciones,
pierdo y no como en un mes;
cuando hay toros y me ves
salir galán con rejones,
  luego el toro está conmigo
y las calzas bigarradas
muestran por las cuchilladas...

MÚSICO [1.º]:

No lo digas.

BELTRÁN:

No lo digo.
  Pues con vida tan sujeta
a no medrar ni comer,
bien podré yo pretender
una borla de poeta.

MÚSICO [2.º]:

  ¿Ves todas esas desgracias?
Pues mil se comen las manos
tras ello.

BELTRÁN:

O locos o vanos.

DON JUAN:

Beltrán, bueno está de gracias.
Deja cantar.

BELTRÁN:

  ¿Yo qué digo,
sino que tu esclavo soy?

DON JUAN:

Recorre esa calle,...

BELTRÁN:

Voy.
{{Pt|DON JUAN:|
... que bueno vengo contigo.

LOS MÚSICOS:

  Salen de Valencia,
noche de San Juan,
mil coches de damas
al fresco del mar.
(Sale DOÑA JUANA en lo alto.)

DOÑA JUANA:

  No lo cantarán por mí,
aunque noche de San Juan
a la mar las damas van,
señor don Juan Castelví.
  Y si acaso la canción
es brindis para que salga,
aunque la razón me valga,
no puedo hacer la razón:
  estoy sujeta a otro gusto.
Vayan y vengan del grao
con regocijo y sarao,
pues en esta noche es justo,
  las que tuvieron ventura,
y no se cante por mí.

DON JUAN:

La noche lo quiere ansí,
y que no salgáis procura;
  porque si vós, prenda mía,
fuérades donde ellas van,
no era noche de San Juan,
que de San Juan fuera el día.
  Sabe el cielo cuánto fuera
de mi gusto por estar
tan de partida, y que el mar
alguna templanza diera
  al fuego de mis sentidos.
Mas quiere el amor también
no dar bienes a mi bien
porque haya menos perdidos;
  menos tendré que sentir
cuanto menos bien tuviere.

DOÑA JUANA:

¿Y qué bien habrá que espere
la que llega a ver partir
  la misma luz con que vive?

DON JUAN:

¡Mal hayan obligaciones!

DOÑA JUANA:

¡Oh, amor! ¡Qué a punto me pones
de que la vida me prive!
  En fin, ¿a Malta os partís?

DON JUAN:

El nombre os dice mi mal,
que a Malta voy tan mortal
como vós mi bien decís.
  Han de salir las galeras
a cierta honrosa fación,
y es forzosa obligación
seguir sus blancas banderas.
  Hame llamado el bailío
por cinco cartas o seis
con gran fuerza, y ya sabéis
que es don Cristóbal mi tío.
  No hay excusa este verano.

DOÑA JUANA:

Dos o tres meses de mar,
¿quién duda que han de templar
de amor el fuego?

DON JUAN:

Es en vano.
  Por vida de doña Juana,
que es la vida de don Juan,
y la noche de San Juan,
que hace aurora esa ventana,
  sea testigo que el mar
de Italia no tiemple el fuego
del alma si en él me anego.

DOÑA JUANA:

Dios os le deje pasar.

DON JUAN:

  Y para que echéis de ver
que de vós memoria tengo,
si a ver las galeras vengo
de Arnauto o de Jafer
  o el pie pongo en Berbería,
la mejor mora os prometo.

DOÑA JUANA:

Yo desde agora la aceto,
y no para esclava mía,
  que amor de humilde se alaba,
más por ser vuestra esa mora,
porque ha de ser mi señora
la que fuere vuestra esclava.

BELTRÁN:

  Retírate de la reja,
que viene gente, señor.

DON JUAN:

Entraos, que siento rumor.

DOÑA JUANA:

Pues adiós.

DON JUAN:

El sol me deja.

(Salen DON LUIS, DON FRANCISCO, LEONELO y FINARDO arrodelados.)

DON LUIS:

  Revienta de valiente, que eso solo
le lleva a Malta.

LEONELO:

Aquí requiebro tiene.

FINARDO:

No es esta noche de rondar las calles,
que estará doña Juana en el grao.

DON LUIS:

Paso,
que por las señas le conozco.

LEONELO:

Hablémosle.

DON LUIS:

Mejor será probar este soldado
de la cruz de San Juan, pues tiene gente.

DON FRANCISCO:

Probar nunca lo apruebo, y al amigo
o a la mujer no lo aconsejo a nadie.

DON LUIS:

Callad, que es linda cosa ver un bravo
sacar los pies.

DON FRANCISCO:

¿Y si tuviese fuerte?

DON LUIS:

Descubrirnos.

LEONELO:

Bien dice. Haya chacota,
que en noche de San Juan todo se sufre.

FINARDO:

¿Quién va?

DON JUAN:

¿Quién lo pregunta?

FINARDO:

Un caballero.

DON JUAN:

Si al caballero no le importa nada
esta calle, podrá pasar por otra,
que estoy en ella yo ocupado y creo
que soy hombre de bien.

DON LUIS:

Habló con ánimo.

LEONELO:

Pienso que ha de tenerle; por mi vida
que nos volvamos.

DON LUIS:

Vuesa merced se vaya,
señor galán, de aquesta calle luego,
que somos muchos.

DON JUAN:

Aunque muchos sean,
profeso Cruz, que a muchos más me obliga.

DON LUIS:

Yo solo le echaré.

DON JUAN:

Muerto, no vivo.

DON LUIS:

¡Muera!

BELTRÁN:

¡Oh, perros traidores! ¿A mi amo?

DON JUAN:

¡Aquí, Beltrán!

BELTRÁN:

Yo moriré a tu lado.

DON LUIS:

Muerto soy.

BELTRÁN:

Estuviérase acostado.
(Vanse, y salen con instrumentos moros y moras, HAMETE, RUSTÁN, SALECO, DALIMA, BRAZAIDA y ARGELINA.)

BRAZAIDA:

  Convida el fresco del mar
adonde habemos venido.

SALECO:

Parece que os ha sentido
y que os ayuda a cantar
entre esas peñas rompido.

DALIMA:

  Con blanca espuma las trepa.

RUSTÁN:

No pasará de su punta
por muchas tretas que sepa,
que aquí quiere Dios que junta
entre estos límites quepa.

ARGELINA:

  ¿Cómo no hablas, Hamete,
en la noche del Bautista?

HAMETE:

No hay cosa que me sujete
como deste mar la vista
ni más el alma inquiete.
  Devoto soy deste santo
de los cristianos, y tanto
como os muestra mi alegría,
que aquesta melancolía
diómela el mar.

ARGELINA:

No me espanto,
  que, como eres arrogante,
el ver otro que lo es más
no es milagro que te espante.

HAMETE:

Miro esta tierra detrás
y todo este mar delante.
  Pienso que quiso poner
entre moros y cristianos
Dios este mar por hacer
que no pudiesen mis manos
mostrar su furia y poder.

ARGELINA:

¿Quiéreslos mal?

HAMETE:

  Si te digo
la verdad, los quiero mal.
No porque soy enemigo
de sus costumbres ni igual
a los que vienen conmigo,
  sino de envidia que tengo
a sus hechos y valor.
Si a mirar sus armas vengo,
conozco que a su rigor
corta defensa prevengo.
  Y me admiro que soldados
en la espada ejercitados
usen las armas de fuego
con que se les rinden luego
tantos reinos desarmados.
  Los indios más les costaran
si faltara esta invención.

RUSTÁN:

Hamete, puesto que amparan
de esas armas su escuadrón
con que mil rayos disparan,
  no dejan si es menester
la lanza y adarga.

SALECO:

Aquí
gallardos los sueles ver.

HAMETE:

Hoy hace un año que vi,
ya después de anochecer,
  en este campo de Orán
el valor de una persona
de los que en su muro están.
«Aquí está de Meliona»,
dije a su puerta, «un galán».
  Salió un cristiano jinete
con una bandera roja
y en su resguardo otros siete,
y ansí, a media rienda floja,
donde le espero arremete.
  Tirome un bote, reparo
y por un lado le tiro,
vuelve la rienda, yo paro,
él busca, yo me retiro
y de la adarga me amparo;
  déjole cansar, aprieta,
doy un torno a la jineta
de dos hierros, y el postrero
le pica el rostro al overo,
que se aparta y se inquieta;
  revuelve lanzando fuego,
espérole y entra mal,
y a herirle en el brazo llego
midiendo el blanco arenal
su overo de polvo ciego;
  salen los dos de los siete
y cada cual me acomete;
vuelve a la silla el caído
y a todos tres atrevido
tira, y se defiende Hamete.

HAMETE:

  Yo venía acompañado
de seis moros de valor:
Celindo de un jaco armado
en un blanco y Almanzor
fuerte en un rucio rodado;
  Bizarro en un alazán,
el valiente Fatimán,
en un bayo Doraycelo,
bandera color de cielo,
y en un castaño Sultán.
  Llamelos, que entre unas ramas
amparaban mi persona,
y dije: «¡Aquí, ganad famas,
galanes de Meliona,
vosotros que servís damas!
  ¡Ea, Sultán, pues te armas
de empresas y de favores,
vean estos que desarmas
si tanto como en amores
habéis en los hechos de armas!».
  Llegan y mostrando van
que era la noche de Juan
tan propicia a nuestra mano
que no quedara cristiano
a no tocar arma Orán.

ARGELINA:

  Sentaos y dejad la guerra
esta noche, por mi vida.

RUSTÁN:

¡Mil almas tu vida encierra!

SALECO:

La noche y el mar convida,
y el estar de paz la tierra.

HAMETE:

  Ese alfaquí de Toledo
que en esta silla de Orán
puso la suya no puedo
dejar de decir, Rustán,
que puso al África miedo.
  Haz cuenta que Berbería
es un caballo y que, el día
que ganó a Orán, de honor lleno
le puso en la boca un freno
con que le oprime y desvía.
  Y aunque es el caballo bueno,
mal puede libre gozallo
siendo el aderezo ajeno,
que aunque es del turco el caballo,
es del rey de España el freno.

ARGELINA:

  ¡Qué señal de enamorado
más mala que hablar en guerras!

HAMETE:

Después que a Orán han ganado,
que es costado destas tierras,
tienen dolor de costado.

BRAZAIDA:

  Levántate tú, Argelina,
y danza una zambra.

ARGELINA:

Harelo,
porque Hamete se amohína
de aquellas cosas que el cielo
de nosotros determina;
  y querríale alegrar,
mas Zaro me ha de ayudar.

ZARO:

Ya estoy en pie.

HAMETE:

Dame vida,
Alá, hasta verte teñida
de cristiana sangre, ¡oh, mar!
(Danzan las dos, cantando los músicos el son de la zarzuela.)

MUJERES:

  Cristianos de Orán
de gentil persona;
capitán del rey,
Toledo o Mendoza,
el del blanco arnés
y la banda roja
labrada en la Corte
por amiga hermosa...
¿Qué queréis, alarbe
que de Meliona
venís a estos campos
en que el nuestro aloja
el noble soldado
don Martín de Córdoba,
general de Orán
y de España honra?
En este aduar
os he visto agora,
gallardo cristiano,
esmaltar la hoja
con tan lindo brío
que me vuelvo loca.
Pero sois cristiano;
yo, en efeto, mora.
Teneisme cautivo
de quien soy esposa;
hagamos un trueco,
pues ansí se nombra.
Estas gargantillas
y ricas ajorcas
os daré por ferias,
vós allá por joyas
dadme el moro mío.

MUJERES:

No puedo, señora,
dar por ese precio
un hombre que os goza.
Si queréis quererme,
veis aquí cien doblas
y el que es vuestro dueño
y mi esclavo agora.
(Vuelva el CANARIO.)
Aunque yo quisiera,
no quiere amor,
que el amor forzado
será traidor.
El amor se llama
gusto de dos:
vós sois castellano,
bárbara soy.
Interés no vence
justa afición;
la crueldad enseña
que bárbara sois.
¿Dónde vais huyendo?
Hacedme un favor;
llevareos a Orán
y palabra os doy
no querer a otra,
sino a sola vós.
Si os volvéis cristiana,
iremos los dos
a vivir a España.
(Paren y digan esto las dos rezado.)

ARGELINA:

Confusa estoy.

ZARO:

No temáis, mi vida;
casémonos hoy.

ARGELINA:

Mucho pueden ruegos;
la mano os doy.

ZARO:

¿Sois mía?

ARGELINA:

Soy vuestra.

ZARO:

Juraldo.

ARGELINA:

Por Dios.

HAMETE:

  Advertid que tengo celos,
no paséis más adelante.

ARGELINA:

Ni se baile ni se cante.

RUSTÁN:

¡Qué temerarios desvelos
son los de un celoso amante!

BRAZAIDA:

  Las doce deben de ser.

SALECO:

Ya serán más de las doce.

RUSTÁN:

Dalima, aquí es menester
tu gran ciencia.

DALIMA:

Ansí me goce,
que previne desde ayer
  todo lo que es necesario
para esta noche.

HAMETE:

Al contrario
vendrá a ser todo después.

BRAZAIDA:

¿Esto es juego?

DALIMA:

Juego es.

ARGELINA:

Y lo mismo el tiempo vario.

HAMETE:

  ¿Quién de toda Berbería
no cree, como en Alá,
en cualquiera hechicería?

DALIMA:

En aqueste libro está
inclusa la ciencia mía.
  Tómele, Rustán, y mire
por donde quisiere abrir.

RUSTÁN:

Cosa que después aspire.

DALIMA:

La suerte lo ha de decir
cuando lo que mire admire.

RUSTÁN:

  Yo habro en nombre de Alá;
aquí un rey pintado está
y sobre el hombro de un hombre
tiene la mano.

DALIMA:

¿No hay nombre?

RUSTÁN:

Selín y Rustán bajá.

DALIMA:

  Tú serás muy estimado
del gran señor.

RUSTÁN:

¡Brava cosa!

BRAZAIDA:

Yo miro.

RUSTÁN:

Estoy admirado
del libro.

SALECO:

Es ciencia famosa.

HAMETE:

¿Qué has visto?

BRAZAIDA:

Un ameno prado
  que tiene en medio una fuente
de quien seis arroyos van
a un mar.

DALIMA:

Tendrás brevemente
seis hijos.

BRAZAIDA:

¡Noche de Juan!

ARGELINA:

¡Notable ciencia!

SALECO:

¡Excelente!

ARGELINA:

Mira, Saleco.

SALECO:

  Aquí veo
sobre una hermosa ciudad
una corona.

DALIMA:

Es trofeo
de reino y de majestad.

SALECO:

Saber las letras deseo
  y no da lugar la Luna.

DALIMA:

Pase la nube importuna
que la cubre.

SALECO:

Dice «Argel».

DALIMA:

Su rey serás.

SALECO:

¿No hay en él
mejor suertes ni fortuna?

HAMETE:

  Los cristianos se riyeran
desta vana hechicería.

ARGELINA:

Pienso que discretos fueran.
Mas ya por la dicha mía
mis pensamientos se alteran.
Abro el libro.

DALIMA:

  ¿Y pues qué ves?

ARGELINA:

Una dama a quien se ha ido
un pájaro que por pies
piensa alcanzarle.

DALIMA:

Tú has sido,
y Hamete el pájaro es.

ARGELINA:

Pues, ¿tú piensas irte?

HAMETE:

  ¿Yo
de la prisión de tu mano?
Dalima, el libro mintió.

ARGELINA:

Hasme engañado, tirano.

HAMETE:

El eco dice que no.
  Mas dejadme ver a mí.

DALIMA:

Toma.

HAMETE:

En nombre de Alá miro.
Muchas cosas hay aquí;
con no las creer, me admiro.

ARGELINA:

¿Son tristes?

HAMETE:

Señora, sí.
  Aquí hay un mar y en la arena
una cadena.

ARGELINA:

¡Qué pena!

HAMETE:

Una horca está delante
con un fuego.

ARGELINA:

No te espante
horca, fuego ni cadena.

HAMETE:

  Sobre ella, señora, están
unas cruces de San Juan
que se van subiendo al cielo.
¿Qué será aquesto?

DALIMA:

Recelo
que mil vitorias te dan.
  Que el mar, horca, hierro y fuego
muestran que has de tener luego
de Malta y Rodas esclavos
que con tormentos tan bravos
has de tratar.

HAMETE:

Eso niego,
  que nunca esclavo traté
con tal rigor; solo al pie
les puse hierro en la mar.

DALIMA:

No le quise declarar
su mal.

ARGELINA:

Triste estoy.

HAMETE:

¿Por qué?
(Entra ZAIDE.)

ZAIDE:

  Si alguna vez, Hamete generoso,
deseoso de gloria te ha tenido
el fuerte corazón, la noble sangre
y el nombre de galán de Meliona,
tan temido en España y en Italia,
deja las fiestas desta alegre noche,
tus galeotas prósperas desata,
corre el sereno mar, roba en su costa
un navío que pasa a Argel tan rico
de granas, telas, paños y bonetes
que vale más de treinta mil ducados.
Yo le dejé con calma ayer bien cerca
y me atrevo a ponértele en las manos.

HAMETE:

Argelina, en llegando a cosas de honra
cesa el amor. Perdona, que me aparto
con Zaide a descubrir este navío
cuyas granas y telas te prometo,
si quiere Alá que pueda darle alcance.

ARGELINA:

Pájaro, en fin, como lo dijo el libro.

HAMETE:

Líbreme Dios de que en el libro crea.

RUSTÁN:

La ocasión es famosa. ¿En qué te tardas?

HAMETE:

Adiós, amigos; que mañana al alba
tengo de ser señor deste navío.

ARGELINA:

Dalima, ¿qué es aquello de mi Hamete?

DALIMA:

Gran daño la fortuna le promete.
(Éntranse, y salgan DON JUAN CASTELVÍ y BELTRÁN.)

DON JUAN:

  Próspero ha sido el camino.

BELTRÁN:

Estimar en más debieras
llegar cuando las galeras
se parten.

DON JUAN:

Yo determino
  ir, Beltrán, esta jornada:
deseo ganar honor
mientras me impide el rigor
volver a la patria amada
  de la justicia, aunque estoy
de aquel delito inocente.

BELTRÁN:

Que un hombre amigo y pariente
injusto nombre le doy.
  Llegue a probar a su amigo
y se burle con la espada.

DON JUAN:

Que es toda burla pesada,
declara bien su castigo.
  El cielo maldiga, amén,
estos necios ignorantes
que con burlas semejantes
en tal vergüenza se ven.
  Si soy cobarde me prueba,
y de una estocada mía
llevó de mi valentía
al otro mundo la nueva.
  Dios le perdone; ya es hecho:
su muerte él mismo buscó.

BELTRÁN:

Algunos he visto yo
llegados al punto estrecho
  de un peligro y de una afrenta
por hacer burlas pesadas.

DON JUAN:

¡Que las personas honradas
no quieran que un hombre sienta
  que se burlen con su honor...!

BELTRÁN:

¡Que estudie un hombre un pesar
por reír y por burlar...!

DON JUAN:

¡Qué gran señal de traidor!

BELTRÁN:

  Por lo menos ha de ser
fingido el que burlas hace.

DON JUAN:

De pechos traidores nace.

BELTRÁN:

En mi vida pude ver
  estos bellacos burlones
de falsa fisionomía.

DON JUAN:

Ya será la historia mía
ejemplo en mil ocasiones.

BELTRÁN:

  El hombre grave, señor,
siempre ha de estar muy de veras.

DON JUAN:

¡Qué burlas tan verdaderas!
¡Qué fuerte prueba de honor!
  ¡Ay, Juana, ya te perdí!
¡Ay, Valencia, patria mía,
con qué tristeza aquel día
de tus murallas salí!

BELTRÁN:

  Ya no hay que tratar de Juana,
sino de cruz de San Juan,
pues las galeras se van
y es agua y cielo mañana.
  Yo tengo determinado
en viendo el moro, señor,
mostrar que tengo valor
con la hojarasca del lado.
  Quizá que la religión
me dará una cruz, martillo
de aquestas, quiero decillo,
que como bonetes son,
  que con tres picos no más
si se dobla el ferreruelo
parece entera.

DON JUAN:

Recelo
que merecerla podrás
  si muestras español brío.

BELTRÁN:

Aunque sea de tres pies,
¿no es cruz de San Juan?

DON JUAN:

Sí es.

BELTRÁN:

Alto pensamiento mío,
  que poco importa el pie cojo.
Cruz blanca el vulgo la llama;
yo la traeré como dama
tapándola de medio ojo.

DON JUAN:

  Quien la tiene, ansí la lleva.

BELTRÁN:

A leva tocan, señor.

DON JUAN:

Adiós, patria; adiós, amor,
que toca el honor a leva.
(Canten dentro.)

[MÚSICOS]:

  Zarpa la capitana,
tocan a leva,
y los ecos responden
a las trompetas.

DON JUAN:

¿Quién canta?

BELTRÁN:

  Músicos son
del general que en la popa
van cantando.

[MÚSICOS]:

(Dentro.)
Fuera ropa.

BELTRÁN:

Aquella es cruel canción.
¿No escuchas el pito?

DON JUAN:

  Sí.

BELTRÁN:

Vive Cristo, que aquel pito
mete por el alma el grito
que haya quien no tiemble aquí.
  ¡Que no viva un hombre bien
por no verse en tanto mal...!

DON JUAN:

Ya se embarca el general.
Beltrán, a la barca ven.

BELTRÁN:

  Bravo tendal de Damasco.

DON JUAN:

Con música le recibe
la capitana.

BELTRÁN:

Apercibe
que soy Beltrán de Velasco,
  y que me has de honrar, señor,
llamándome ‘camarada’
por la pretensión honrada
y por tu mismo valor.

DON JUAN:

  Yo diré que eres, Beltrán,
un hidalgo amigo mío
que no te ha visto mi tío
ni aquí te conocerán.
  Pero has de portarte bien
y mostrar término honrado.

BELTRÁN:

Tú me verás a tu lado
más ancho que un palafrén.

DON JUAN:

  Mi tío viene a embarcarse
con otros comendadores.
(Sale DON CRISTÓBAL, ya viejo, con bastón, y otros de cruz blanca; el bailío la traiga que tome todo el pecho.)

DON CRISTÓBAL:

No hay que detener, señores,
ni ahora es tiempo de ocuparse.

DON JUAN:

  Deme vuestra señoría
los pies.

DON CRISTÓBAL:

Sobrino, ¿qué es esto?

DON JUAN:

Obedecerte más presto
que allá pensé que podría.

DON CRISTÓBAL:

  Notable gusto me has hecho.
¿La patria?

DON JUAN:

Buena, señor.

DON CRISTÓBAL:

¿Mi hermana?

DON JUAN:

Llena de amor
y ansias de verte.

DON CRISTÓBAL:

Sospecho
  que al fin de aquesta jornada
volveré a España.

BELTRÁN:

Los pies
me dad a besar.

DON CRISTÓBAL:

¿Quién es?

DON JUAN:

Un hidalgo camarada.

DON CRISTÓBAL:

  Pues deme los brazos luego.

DON JUAN:

Con mucho tiento, Beltrán.

BELTRÁN:

Camarada de don Juan
soy; y perdonad, que llego
  no bien puesto del camino.

DON CRISTÓBAL:

Ansí ha de estar el soldado.

BELTRÁN:

Seis baúles me han robado,
de que vengo algo mohíno.

DON CRISTÓBAL:

  Si quiere vuesa merced
de mi recámara en tanto...

BELTRÁN:

No lo decía por tanto,
aunque lo tendré a merced.

DON CRISTÓBAL:

  ¿En qué ocasiones se ha hallado
vuesa merced?

BELTRÁN:

Yo, señor,
en muchas.

DON CRISTÓBAL:

En su valor
se muestra.

BELTRÁN:

Soy gran soldado.
  Yo serví al señor don Juan.

DON CRISTÓBAL:

¿En qué jornada sería?

BELTRÁN:

Era en la repostería.

DON CRISTÓBAL:

¿Cómo?

DON JUAN:

¿Qué dices, Beltrán?

BELTRÁN:

  En Bruselas y en Malinas
y en Gante le serví yo.

DON CRISTÓBAL:

¿Con qué tercio se embarcó?

BELTRÁN:

Con un tercio de sardinas.

DON CRISTÓBAL:

¿Qué dice?

DON JUAN:

  Es de aqueste humor.
Perderase cada día
por él vuestra señoría.

DON CRISTÓBAL:

Cobrándole voy amor.
  Ya vuesa merced primero
se hallaría en la naval.

BELTRÁN:

Sí, señor: un mes cabal
he estado en Navalcarnero.

DON CRISTÓBAL:

  Por mi vida que me agrada
la camarada, sobrino;
no habréis sentido el camino
con tan buena camarada.

UN CANARIO:

  Ya se acosta la galera.

DON CRISTÓBAL:

Llegue ese turco la plancha.
¿Qué le dice el mar?

BELTRÁN:

Que es ancha.

DON CRISTÓBAL:

¿Debajo de qué bandera,
  que aún hay capitanes vivos,
militó vuesa merced?

BELTRÁN:

De un fraile de la merced
que iba a rescatar cautivos.

DON CRISTÓBAL:

¿Agrádale Malta?

BELTRÁN:

  Poco;
pero si en vino estuviera
como está en agua, me hiciera
volver de contento loco.

DON CRISTÓBAL:

  De Candia lo hay bueno aquí.

BELTRÁN:

¿Cómo ha nombre?

DON CRISTÓBAL:

Malvasía.

BELTRÁN:

Probar tantico querría.

DON CRISTÓBAL:

Coma conmigo.

BELTRÁN:

Sea ansí.

DON CRISTÓBAL:

  Sobrino, el hombre es de gusto.

DON JUAN:

Mucho te ha de entretener.

DON CRISTÓBAL:

¿A qué viene?

DON JUAN:

A pretender
un martillo.

DON CRISTÓBAL:

Pues es justo
  que, en volviendo, se le demos.
Señores, alto a embarcar,
que nos da voces el mar
para que a pisarle entremos.

BELTRÁN:

¿Qué te parece?

DON JUAN:

  Que estás
muy en gracia de mi tío.

BELTRÁN:

Ve delante, señor mío;
pero no, que has de ir detrás.
(Váyanse y entre[n] el LICENCIADO HERRERA y LAURENCIO, criado suyo, en Málaga.)

HERRERA:

Hermosa ciudad Málaga.

LAURENCIO:

  Famosa.

HERRERA:

Mucho el mar la ennoblece y la enriquece.

LAURENCIO:

Si tuviera Toledo en vez del Tajo
este famoso mar, notable fuera.

HERRERA:

Tal vez, que las crecientes del invierno
cubren las huertas que del rey se llaman.
Parece el Tajo un mar, pero no pueden
subir la cumbre de sus altos montes
ni trepar a la altura de sus casas.

LAURENCIO:

Por esta mano está Marbella y corre
la costa a Gibraltar, que tiene enfrente
a Tánger, Ceuta, Mazagán y Arcila;
Tarifa, Ronda, Cádiz y Sanlúcar
siguen la costa hasta Ayamonte y Lepe;
luego por Portugal muestra una punta,
de San Vicente el Cabo.

HERRERA:

Estotra parte
es costa de Granada y Almería;
en el Cabo de Gata está la punta
que a Melilla y Orán enfrente tiene;
Cartagena, Alicante, Denia, Oliva...
siguen la costa luego a los Alfaques
hasta que Palamós y Barcelona
abren la puerta al Golfo de Narbona.

LAURENCIO:

¿Cuándo te quieres ir?

HERRERA:

Si no tuviera
cartas de Gaspar Suárez, en Toledo
las fiestas de San Juan pienso que viera.
Mas, por hacerle este placer, no puedo.

LAURENCIO:

¿Qué escribe?

HERRERA:

Escucha: «Al Licenciado Herrera,
que guarde Dios».

LAURENCIO:

Bien satisfecho quedo,
que, pues tú te detienes, es muy justo
hacer lo que te escribe y darle gusto.

HERRERA:

(Lea.)
  «Porque el parabién me deis,
que tanto bien me ha causado.
Yo me he casado, y casado
con la prenda que sabéis.
  Mi prima y yo somos ya
marido y mujer, señor,
que parentesco en amor
como oro en azul está.
  Yo he vestido mi afición
del casamiento que estima,
porque pienso que una prima
es la mejor guarnición.
  Grandes fiestas hemos hecho,
que deudos tan principales
dan en ocasiones tales
muestras de su noble pecho.
  Casa hemos puesto también,
porque dos primos casados
con sesenta mil ducados
bien pueden ponerla bien.
  Treinta, y más, el dote vale
de doña Leonor; mi hacienda,
ya la sabéis; mas no hay prenda
que con su virtud se iguale.
  Para mis caballos tengo
notable necesidad
de un esclavo. Esa ciudad,
que por saberlo os prevengo,
  suele tener abundancia
de algunos de Berbería;
compradme, por vida mía,
un alarbe de importancia
  para el oficio que os digo,
mozo fuerte y de buen talle,
que quiero en esto ocupalle
y para que ande conmigo.
  Que esta merced, como es justo,
con las demás la pondré,
y en vuestro servicio haré
lo que fuere vuestro gusto.
  Dios os guarde, de Toledo
y junio».

LAURENCIO:

Razón será
que se le lleves.

HERRERA:

Está
con este gusto, y no puedo
  dejar de esperar aquí
que desembarquen algunos.

LAURENCIO:

¿No hay en la ciudad ningunos?

HERRERA:

Dos o tres pienso que vi,
  pero no en bastante edad
para lo que es menester.

LAURENCIO:

Hoy le puedes responder.

HERRERA:

Débole amor y amistad.
Ven a la iglesia.

LAURENCIO:

  No puedo
dejar de acordarme en ella
de aquella máquina bella
de nuestra insigne Toledo.

HERRERA:

  Muy linda es esta, y lo son
cuantas a Dios aposentan.

LAURENCIO:

La mar ven, si aquí se asientan.

HERRERA:

Entra; hagamos oración.
(Váyanse, y en una parte de lo alto del teatro se vea una galeota turca con sus velas y lunas, y en la popa moros y HAMETE y ARGELINA.)

HAMETE:

  Nunca pensé que tuvieras
ánimo de acompañarme.

ARGELINA:

Aquel libro de Dalima,
Hamete amigo, fue parte,
porque si el pájaro eres
que al viento la pluma esparces,
no quiero yo que te vayas
ni de mi mano te apartes
para que no cantes libre,
sino que en mi jaula cantes.

HAMETE:

¿Que se me fuese el navío?
¿Que no pudiese alcanzalle?

ARGELINA:

Vuélvete, por vida mía;
no le sigas ni te canses.

HAMETE:

Codicioso de las telas
que pensaba presentarte,
me parecen, Argelina,
pequeños los anchos mares.
Por el mar Mediterráneo
me obliga tu amor que pase,
entre Formentera y Denia,
entre Ibiza y Alicante,
entre Mallorca y Oliva,
Moncolibre y los Alfaques;
y llegaré hasta Colibre
por todo el mar de Levante.
Pero, tened; ¿qué es aquello
que ha dos días que me trae
sospechoso? Vive Alá
que, si no refresca el aire,
que hemos dado con las cruces
de San Juan. ¡Oh, chusma infame!
¡Boga, boga! ¡Arranca, perro!
¡Mátame ese bogavante,
que nos alcanzan! ¡Villanos!
¡Pues, si desnudo el alfanje,
nariz ni oreja no pienso
que le ha de quedar a nadie!

(Disparando se descubra otra cortina en la otra parte y se vea una galera de San Juan llena de estandartes con las cruces blancas, y en ella DON CRISTÓBAL, DON JUAN y BELTRÁN y otros comendadores.)

DON CRISTÓBAL:

¡Ea, turcos! ¡Ea, amigos!
Ninguno se me acobarde,
que tendréis lindo refresco
de pan blanco, vino y carne.
¡Por vida del gran Maestre,
dispara, boga!

HAMETE:

No hay ave
que corra como sus leños,
que dudo que ya me alcancen.
¡Pesar de Mahoma! ¡Perros!
¡Boga!

ARGELINA:

¡Ay, triste!

DON CRISTÓBAL:

Di que amainen

DON JUAN:

¡Amaina! ¡Amaina!

DON CRISTÓBAL:

Echa a fondo
si no amaina.

HAMETE:

¡Amaina, Zaide!
Ya abordan. ¿Qué haré, Argelina?

ARGELINA:

Rendirte.

HAMETE:

¡Mahoma infame!
¡Vil hechicera Dalima!
¿Estas fueron las señales
de las cruces de San Juan?
Ya saltan; quiero matarme.

DON JUAN:

¡Tente, perro!

HAMETE:

¿Que me tenga?

DON JUAN:

¡Tente, perro! ¡Tente y date!
¡Y la mora esté por mía!

HAMETE:

Antes que te dé el alfanje,
di quién eres.

DON JUAN:

Español;
y Castelví por linaje.

HAMETE:

¿De qué lugar?

DON JUAN:

De Valencia.

BELTRÁN:

¡Qué de cuentas pide! Acabe
o meterele en la boca
tres palmos de la de juanes.

DON CRISTÓBAL:

¿Quién eres, pirata?

HAMETE:

¿Yo?

DON CRISTÓBAL:

Tú, pues.

BELTRÁN:

El nombre declare,
aunque el de pila no puede,
o harele el rostro dos partes.

DON CRISTÓBAL:

¿Eres Jafer o Mami?
¿Eres Saleco o Arnaute?

HAMETE:

No soy tan cosario, no.
Hamete soy.

DON CRISTÓBAL:

¿De qué parte?

HAMETE:

Galán soy de Meliona,
de los moros benarajes
que de España procedieron.

DON CRISTÓBAL:

¿Dónde ibas?

HAMETE:

No a buscarte,
aunque te halló mi desdicha.

DON CRISTÓBAL:

En la persona y el talle
pareces hidalgo moro.

HAMETE:

Si estuviéramos iguales
de galeras y de gente,
no llevaras tan de balde
estas pobres galeotas
ni tú, cristiano arrogante,
a caballo cuerpo a cuerpo
me quitaras el alfanje.

DON JUAN:

Cuando en el campo de Orán
con lanza y adarga salen
los cristianos, ya sabéis
que no os alabáis, alarbes.
Y cuando yo allí me viera,
supiera también quitarte
el alfanje con la vida.
{{Pt|HAMETE:|
¿Tú? ¿Sí?

DON JUAN:

([A HAMETE.])
No osaras mirarme.
([A DON CRISTÓBAL.])
Merced me has de hacer, señor,
que la tendré por notable,
de que Beltrán a Valencia,
porque no quiero rescate,
estos dos esclavos lleve.

DON CRISTÓBAL:

¿Para quién son?

DON JUAN:

Para un ángel.

DON CRISTÓBAL:

Ea, boga.

BELTRÁN:

¡Linda presa!

DON JUAN:

Tu ayuda ha sido importante.

BELTRÁN:

Si no es por mí, no se prenden.

HAMETE:

Que voy a España, y que guarde
la vida para esta afrenta.

ARGELINA:

En tanto que no me faltes,
libertad es la prisión.

HAMETE:

¡Por Alá que he de vengarme!