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El himno nacional

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El himno nacional (1845)
de Andrés Lamas
EL HIMNO NACIONAL

La poesía ha sido siempre el lenguage colectivo del pueblo y es por medio de el que se ha espresado en los momentos supremos de su existencia. Mientras que la prosa solo ha ejercido su influencia sobre circulos aislados por el convencimiento y la razon, la poesia, levantándose sobre las masas, las ha confortado en el peligro con ecos varoniles, las ha entusiasmado en la prosperidad con la rememoracion de los hazañas de los heroes, ha ensalzado la gloria del vencedor y derramado flores sobre la tumba del martir. Por do quiera se encuentran en la historia los vestigios de su influencia, y ella es mayor en las naciones regidas por las formas democráticas. Cuando un pueblo libre se vé reunido en el templo, en las plazas ó en el campo de batalla, siente el deseo de levantar su voz en coro y entonces se presenta el poeta á ser el interprete del sentimiento íntimo de la multitud en el hermoso idioma de la poesía, que no puede reemplazarse con otro en tales circunstancias; porque halagando como ninguno los sentidos y hablando a la vez a la cabeza y al corazon se presta maravillosamente á uniformar por el entusiasmo el sentimiento de todo un pueblo, transmitiendolo, como una descarga electrica, de hombre en hombre. De aqui el origen, de aqui la necesidad de los himnos nacionales. Y el presente siglo en que los intereses materiales dominan y ahogan tanto los vuelos del espíritu, el himno nacional es como un resto del esplendor pasado de la poesía, como una protesta elocuente contra el sentimiento egoista que preside á las transaciones de la vida ordinaria. Cuando el levanta su voz omnipotente ¿que sois vosotros frios calculadores, potentados, capitalistas, ambiciosos? postrados al soplo de fuego de la masa popular, admirando el entusiasmo nacional que alza sus palmas á los cielos, arrastrados por la magia de ideas generosas, os elevais tambien á las mas altas regiones del espíritu, dejando en el suelo la mezquindad facticia que os prestó la corrupción.
Mientras un pueblo canta el himno nacional, no están muertos en él los sentimientos de patria y libertad.
Un Himno Nacional debe delinear con grandes rasgos la esposicion poetica y animada de los elementos sociales del pueblo á que pertenece; bosquejar rápida y valientemente los hechos prominentes de su historia dar altos consejos de virtud y patriostismo, inculcando sobre los principios vitales de la sociedad. El himno de que vamos á ocuparnos corresponde buena en parte á esas exijencias. Es el mismo antiguo Himno Nacional de la República reformado por su autor, el distinguido poeta Oriental D. Francisco Acuña de Figueroa, el cual ha ganado inmensamente en la reforma, como puede verse por un simple cotejo. Esto prueba que el Sr. Figueroa á modo de ciertos arboles robustos nutre mas su cabeza con la savia de la poesia á medida que mas avanza en edad.
El coro no ha sido retrocado y en esto ha probado su autor el tino y el buen gusto que han presidido á su reforma. Un coro sancionado por la costumbre vale siempre mas que otro mejor pero desconocido. Por otra parte el de la antigua cancion tenía todo el vigor y fluidez que se necesitaba. Es un solemne juramento que hace el pueblo, de bajar á la tumba antes que perder la patria y la libertad, y este es un pensamiento muy digno del coro del Himno de la República.
En la primera estrofa el pueblo invoca á la libertad, como el grito que inflamó á sus bravos en las batallas, y con la conciencia de que sus sacrificios lo hacen digno de sus goces, la cierra con esta imprecacion.

Tiranos temblad!
Libertad en la lid clamaremos,
Y muriendo tambien libertad!

El pensamiento primitivo ha sido enteramente conservado por el autor, pero con la felicisima variacion de algunas palabras lo ha rejuvenecido y dado un nuevo vigor, y parece de propósito una estrofa escrita para infundir al corazon los sentimientos viriles del republicano y el fuego sagrado de la libertad.
La 2.ª estrofa representa la noche tenebrosa de la patria, cuando dominado por la España,

A sus plantas cautivo yacia
El Oriente sin nombre ni ser.

Los cuatro últimos versos se consagran á la emancipacion del pueblo inspirada por el dogma de Mayo, y nada le pediriamos sin la imagen debilisima con que los termina, la que produce una impresion de frialdad al ver un hecho tan grande cual la division de libres tiranos operada por la revolucion de Mayo, representado por un abismo sin puente entre unos y otros.
En la 3.ª estrofa empieza á desarrollarse el cuadro inmenso de la historia, el que como es natural se abre por la lucha de la independencia, en que el Oriente, liberto audaz, desciende a la palestra á combatir con

Su trozada cadena por armas,
Por escudo su pecho en la lid.

Los cuatro ultimos son una muestra de la armonia musical que distingue á los versos del Sr. Figueroa, el cual, como en otros puntos, no tiene rival en lo que algunos han llamado la parte mecanica del arte.
La 4.ª estrofa, aunque su idea es debida al Himno Arjentino, escede en fuerza á la de éste y la ha presentado de un modo completamente nuevo. Ofreceremos aquí ambas estrofas, y creemos que los conocedores imparciales opinarán del mismo modo—
El Himno Arjentino dice—

De los fieros campeones los rostros
Marte mismo parece animar,
La grandeza se anida en sus pechos
Y á su marcha todo hacen temblar.
Se conmueve del Inca la tumba
Y en sus huecos revive el ardor
Lo que vé renovando á sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor.

En el Himno Oriental, la imagen está presentada de este modo:—

Al estruendo que en torno resuena
De Atahualpa la tumba se abrió,
Y batiendo, sañudo, las palmas
Su esqueleto ¡venganza! gritó.
Los patriotas al éco grandioso
Se electrizan con fuego marcial,
Y en su enseña mas vivo relumbra
De los Incas el Dios inmortal

Si el Sr. Figueroa reuniese al talento de la poesia el de la pintura, podría hacer de los cuatro primeros versos el asunto de un magnifico cuadro.
Volviendo ahora á la fuente de donde el Sr. Figueroa ha bebido esta imágen, diremos de paso, que ella es una imàgen patrimonial de todos los Himnos del Rio de la Plata, ya invocando la sombra del Inca ó la de los guerreros de Mayo. D. Juan Cruz Varela hizo la empleò con mucho acierto en su Marcha del Ejército Republicano. En ella como en la del Sr. Figueroa se nota la diferencia que hay entre el copista que roba y se atavia con un pensamiento ageno y el imitador que lo esplota, le dá nueva forma y lo embellece. Despues de estos merecidos elogios solo una improbacion haremos á esa estrofa. Nosotros no podemos invocar con propiedad ni las cosas, ni los hombres anteriores á la conquista. Nuestros padres españoles derramaron en estas regiones á la luz del cristianismo las semillas de la civilizacion; destruido el antiguo órden de cosas y reemplazado por otro esas semillas han ido germinando. Cuanto Tupàc-Amaro levantó el estandarte de la rebelion su objeto fue reconstruir el grande Imperio de los Incas, pero cuando nosotros nos declaramos independientes, forzosos herederos de la España, abrimos una nueva era de libertad en la história moderna, que empieza en los Estados Unidos y terminara probablemente por dar la vuelta al mundo. No podemos pues, sin mengua de las luces del siglo, de los dogmas que hemos proclamado y de las creencias profundas que nos asisten evocar los recuerdos de la esclavitud y del atraso social de aquellos tiempos apropósito de la reconstruccion de nuestro edificio social.
En la estrofa siguiente no se nota el mismo calor que en las anteriores, pero el hermoso consejo por que se termina debe gravarse en el corazon de todo buen ciudadano: el sosten de los fueros civiles, la veneracion á las leyes como el area sagrada de la Patria.
La historia de este pais presentaba un escollo al poeta:—su dominacion succesiva por tres naciones,—pero él ha sabido salvarlo con rara felicidad. He aqui como la presenta en la 6.ª estrofa.

Porque fuese mas alta tu gloria
Y brillase tu precio y poder
Tres diadémas, ó Pátria, se vieron
Tu dominio gozar y perder.

Los cuatro versos siguientes son bellisimos. Alli se vé la fé inmutable del patriota, el santo amor de la libertad y la férrea enteresa del republicano.

Libertad, libertad adorada
Mucha cuestas, tesoro por par!
Pero valen tus goces divinos
Esa sangre que riega tu altar.

No se puede dar una contestacion mas elocuente á esos hombres débiles que desesperan del porvenir de la patria por la inmensidad de los sacrificios que cuesta. En la época actual esos versos son dignos de ser repetidos en coro por los defensores de esta heróica ciudad.
En los dias que nos esperan, cuando la paz derrame sus dones sobre nosotros y gozemos en el hogar domèstico de los bienes de la libertad, que a tanto precio hemos conquistado, debemos repetir a nuestros hijos los versos de la 8.ª estrofa, que deben ser como nuestro catecismo político si queremos ser felices, merecer algun aprecio y fundar algo digno de pasar á la posteridad.

Si á los pueblos un bárbaro agita
Removiendo su extinto furor
Fraticida discordía evitemos,
Diez mil tumbas recuerden su horror!
Tempestades el cielo fulmine,
Maldiciones desciendan sobre él,
Y los libres adoren triunfantes,
De las leyes el rico joyel.

La estrofa siguiente es digna en todo sentido de la República representada en ella. La magestad de esta gran figura corresponde perfectamente al original.

De laureles ornada brillando
La Amazona soberbia del Sud,
En su escudo de bronce refleja
Fortaleza, justicia y virtud.
Ni enemigos le humillan la frente,
Ni opresores le imponen el pie,
Que en angustias selló su constancia
Y en bautismo de sangre su fé.

La décima estrofa es una reminiscencia de los antiguos colores del Himno y el autor la ha colocado probablemente en el para conservarle algo de su savor primitivo.
La ultima estrofa no ha sufrido mas que una levisima alteracion: el pueblo la ha hecho suya y el poeta ha debido respetarla.
Ante esa aprobacion, en una composicion de este genero, todo otro criterio es incompetente, pero ella podria resistirlo. Solo añadiremos á ese juicio, algunas lineas que serán como una continuacion de las que hemos escrito con motivo de la estrofa 8.ª
En todo país, donde por limitada que sea la accion puede ejercitarse legitimamente, en que pueda combatirse en la tribuna, en la prensa, en las elecciones; recurrir á la oposicion armada, atacar á la autoridad constituida por la violencia, herirla con el hierro de la insurreccion, es el mayor de los crímenes que puede cometer un ciudadano.
«Mientras haya en la Constitucion, dice un gran orador de nuestros tiempos, un punto de apoyo en el que pueda colocar mi pié como en el punto de apoyo de Arquímides, combatiré por la libertad violada de mi pais.—Se habla de guerra civil, pero mientras yo esté vivo no habrá guerra civil...... Nosotros no hemos de principiar la guerra; nos hemos de atrincherar en la legalidad, y si nos invaden, entonces ya no será una guerra civil...... No violaremos ninguna ley divina ni humana: queremos permanecer en el terreno constitucional mientras nos lo permitan: pero si nos rechazan—Vae victis!—Pero es menester que nos obliguen á ello, esto es que violentadas todas la leyes, todos los derechos, nos presenten la espada de sangre de Cromwell que barrió el pais desparramando el terror y la muerte..[1]
Entonces, cuando pesa sobre el pueblo una tirania inflexible y absoluta, cuando es preciso rechazar el hierro con el hierro, cuando la razon es impotente y la ley es la fuerza y la violencia, solo asi, en presencia de un poder como el de Rosas....vae victis!—y este nos parece el pensamiento del último verso del himno que quisieramos que se comprendiese bien. Toda equivocacion sobre esto seria grave y funesta.
El Gobierno pues, ha aprobado en nuestra opinion, con muchisima razon, las reformas que ha recibido de su autor el Himno Nacional,
Solo deseariamos que el Gobierno mandase componer la musica con que debe cantarse: sin una musica digna del objeto, y sobre todo unica el Himno Nacional no existirá para el pueblo.
El Sr. Figueroa, q' ocupa dignamente el primer lugar entre los poetas Nacionales, no necesita nuestros pobres aun q' sinceros homenajes. Nos permitirá sin embargo q' volvamos sobre un mèrito suyo q' ya hemos indicado en otra parte de este escrito. La revolucion literaria que se ha operado en los últimos tiempos lo ha encontrado al Sr. Figueroa en aquel periodo de la vida en q' el hombre se apega generalmente, de tal manera a sus ideas, á las formas en que las ha vaciado, que es innaccesible á toda innovacion, y permanece inmoble como la roca en medio del mar, cuando todo se agita y se mueve en torno suyo.—Solo es dado á inteligencias privilegiadas quebrar esta regla comun.—El señor Figueroa ha seguido el movimiento de nuestros dias adoptando con tino y discrecion las innovaciones que ha juzgado acertadas y convenientes, y no será este el menos lozano de los laureles de su clarisimo ingenio.


ANDRES LAMAS
  1. Arengas de O'Connell—1843..