El hurto de un par de botas
Uno, al parecer caballero, entró en una de las principales zapaterías de esta corte, y pidió unas botas de las mejores. El maestro le sirvió acto continuo sacándole un par, mientras el parroquiano sentado junto á la puerta de la tienda, quitándose unos malos zapatos que llevaba, y colocándolos al dintel de ella, dio principio á probárselas con la mayor gravedad, resultando al fin de la operación que le estaban perfectamente. Puesto de pié, y dando sus dos correspondientes patadas en el suelo como para amoldarlas, preguntó:
— ¿Cuánto valen, maestro?
A este tiempo otro ciudadano llegó á la puerta del almacén, echó mano a los zapatos que el otro habia puesto para eso cerca de la vidriera, y dio á correr con ellos, que ni el viento iba mas ligero.
— ¡Ah tunante, ladrón! esclamó el de las botas, corriendo detrás del que se llevaba los zapatos.
El maestro, saliendo entonces á la puerta, decía con calma:
— ¡Cá! no lo alcanza, no lo alcanza!
En efecto, ambos parroquianos volvieron la esquina, y esta es la hora en que el inocente almacenista no comprende la maña con que aquel bribón le hurtó impar de botas.