El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1608)/Capitulo IV

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Cap. IIII. De lo que le ſucedio à nueſtro cauallero quando ſalio de la venta.


L

a Del alua ſeria, quando don Quixote ſalio de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alboroçado, por verſe ya armado cauallero, que el gozo le rebentaua por las cinchas del cauallo. Mas viniendole â la memoria los cõſejos de ſu hueſped, cerca de las preuenciones tan neceſſarias que auia de lleuar conſigo, eſpecial la de los dineros, y camiſas, determinò boluer à ſu caſa, y acomodarſe de todo, y de vn eſcudero: haziendo cuenta de recebir a vn labrador vezino ſuyo, que era pobre, y con hijos, pero muy à propoſito para el oficio eſcuderil de la caualleria. Con eſte penſamiento guiò â Rozinante hàzia ſu aldea, el qual caſi conociendo la querencia, con tanta gana començo á caminar, que parecia que no ponia los pies en el ſuelo. No auia andado mucho, quando le parecio que a ſu dieſtra mano, de la eſpeſſura de vn boſque que alli eſtaua, ſalian vnas vozes delicadas, como de perſona que ſe quexaua. Y a penas las huuo oydo, quando dixo: Gracias doy al cielo por la merced que me haze, pues tan preſto me pone ocaſiones delante, donde yo pueda cumplir con lo que deuo a mi profeſsion, y donde pueda coger el fruto de mis buenos deſſeos. Eſtas vozes, ſin duda ſon de algun meneſteroſo, ò meneſteroſa, que ha meneſter mi fauor, y ayuda, y boluiendo las riendas, encaminò a Rozinante hàzia donde le parecio que las vozes ſalian. Y à pocos paſſos que entrô por el boſque, vio atada vna yegua â vna enzina, y atado en otra â vn muchacho, deſnudo de medio cuerpo arriba, haſta de edad de quinze años, que era el q̃ las vozes daua: y no ſin cauſa, porque le eſtaua dando con vna pretina muchos açotes vn labrador de buen talle, y cada açote le acompañaua con vna reprehenſion, y conſejo: porque dezia: La lengua queda, y los ojos liſtos. Y el muchacho reſpondia: No lo harê otra vez, ſeñor mio, por la paſsion de Dios, que no lo harê otra vez, y yo prometo de tener de aqui adelante mas cuydado con el hato. Y viendo don Quixote lo que paſſaua, con voz ayrada dixo: Deſcortes cauallero, mal parece tomaros con quien defender no ſe puede, ſubid ſobre vueſtro cauallo, y tomad vueſtra lança (que tambien tenia vna lança arrimada à la enzina, adonde eſtaua arrendada la yegua) que yo os harê conocer ſer de couardes lo que eſtays haziendo. El labrador que vio ſobre ſi aquella figura llena de armas, blandiendo la lança ſobre ſu roſtro, tuuoſe por muerto, y con buenas palabras reſpondio: Señor cauallero, eſte muchacho que eſtoy caſtigãdo, es vn mi criado, que me ſirue de guardar vna manada de ouejas, que tengo en eſtos contornos, el qual es tan deſcuydado, que cada dia me falta vna, y porque caſtigo ſu deſcuydo, ò vellaqueria, dize que lo hago de miſerable, por no pagalle la ſoldada q̃ le deuo, y en Dios, y en mi anima que miente. Miente delante de mi, ruyn villano, dixo don Quixote, por el ſol q̃ nos alumbra, q̃ eſtoy por paſſaros de parte a parte cõ eſta lança, pagalde luego ſin mas replica, ſino por el Dios que nos rige que os concluya, y aniquile en eſte punto: deſataldo luego. El labrador baxò la cabeça, y ſin reſponder palabra deſatò a ſu criado. Al qual preguntò don Quixote, q̃ quanto le deuia ſu amo: el dixo que nueue meſes, a ſiete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quixote, y hallò que montauan ſetenta, y tres reales: y dixole el labrador, q̃ al momento los deſembolſaſſe, ſino queria morir por ello. Reſpondio el medroſo villano, que para el paſſo en que eſtaua, y juramento q̃ auia hecho (y aũ no auia jurado nada) que no eran tantos: porque ſe le auian de deſcontar, y recebir en cuenta tres pares de çapatos que le auia dado, y vn real de dos ſangrias que le auian hecho eſtando enfermo. Bien eſtà todo eſſo, replicô dõ Quixote: pero quedenſe los çapatos, y las ſangrias, por los açotes que ſin culpa le aueys dado, que ſi el rompio el cuero de los çapatos q̃ vos pagaſtes, vos le aueys rompido el de ſu cuerpo: y ſi le ſacô el barbero ſangre eſtãdo enfermo, vos en ſanidad ſe la aueys ſacado: aſsi que por eſta parte no os deue nada. El daño eſtà ſeñor cauallero, en que no tengo aqui dineros, vengaſe Andres con migo a mi caſa, que yo ſe los pagarê vn real ſobre otro. Yrme yo con el, dixo el muchacho, mas mal año, no ſeñor, ni por pienſo, porque en viendoſe ſolo, me deſollarà como a vn S. Bartolome. No hara tal replicò don Quixote, baſta q̃ yo ſe lo mande, para que me tenga reſpeto: y con que el me lo jure, por la ley de caualleria que ha recebido, le dexarê yr libre, y aſſegurarê la paga. Mire vueſtra merced ſeñor, lo que dize, dixo el muchacho, que eſte mi amo no es cauallero, ni ha recebido orden de caualleria alguna, que es Iuan Haldudo el rico, el vezino del Quintanar. Importa poco eſſo, reſpondio don Quixote, que Haldudos puede auer caualleros: quanto mas, que cada vno es hijo de ſus obras. Aſsi es verdad, dixo Andres: pero eſte mi amo de que obras es hijo, pues me niega mi ſoldada, y mi ſudor, y trabajo? No niego hermano Andres, reſpondio el labrador, y hazedme plazer de veniros conmigo, que yo juro por todas as ordenes que de cauallerias ay en el mũdo de pagaros como tengo dicho, vn real ſobre otro, y aun ſahumados. Del ſaumerio os hago gracia, dixo don Quixote, dadſelos en reales, que con eſſo me contento: y mirad que lo cumplays como lo aueys jurado, ſino por el miſmo juramento os juro, de boluer a buſcaros, y caſtigaros, y que os tengo de hallar, aunque os eſcondays mas que vna lagartija. Y ſi quereys ſaber quien os manda eſto para quedar con mas veras obligado a cumplirlo: Sabed que yo ſoy el valeroſo don Quixote de la Mancha, el desfazedor de agrauios, y ſinrazones, y a Dios quedad: y no ſe os parte de las mientes lo prometido, y jurado, ſo pena de la pena pronunciada. Y en diziendo eſto, picò a ſu Rozinante, y en breue eſpacio ſe apartò dellos. Siguiole el labrador con los ojos, y quando vio que auia traſpueſto del boſque, y que ya no parecia, boluioſe a ſu criado Andres, y dixole: Venid aca hijo mio, que os quiero pagar lo que os deuo, como aquel deshazedor de agrauios me dexô mãdado. Eſſo juro yo, dixo Andres, y como que andará vueſtra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen cauallero, q̃ mil años viua, que ſegun es de valeroſo, y de buen juez, viue Roque que ſi no me paga, que buelua, y execute lo que dixo. Tambien lo juro yo, dixo el labrador, pero por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda, para acrecentar la paga. Y aſiendole del braço le tornò à atar â la enzina, donde le dio tantos açotes, que le dexó por muerto. Llamad ſeñor Andres aora, dezia el labrador, al desfazedor de agrauios, vereys como no desfaze aqueſte, aunque creo que no eſtâ acabado de hazer, porque me viene gana de deſollaros viuo como vos temiades: pero al fin le deſatô, y le dio licencia que fueſſe a buſcar a ſu juez, para que executaſſe la pronunciada ſentencia. Andres ſe partio algo mohino, jurando de yr á buſcar al valeroſo don Quixote de la Mancha, y contarle punto por punto lo que auia paſſado, y que ſe lo auia de pagar con las ſetenas. Pero con todo eſto el ſe partio llorando, y ſu amo ſe quedò riendo, y deſta manera deshizo el agrauio el valeroſo don Quixote, el qual contẽtiſsimo de lo ſucedido, pareciendole que auia dado feliciſsimo, y alto principio a ſus cauallerias, con gran ſatisfacion de ſi miſmo yua caminando hàzia ſu aldea, diziendo a media voz: Bien te puedes llamar dichoſa ſobre quantas oy viuen en la tierra, ò ſobre las bellas bella Dulcinea del Toboſo, pues te cupo en ſuerte, tener ſujeto, y rendido â toda tu voluntad, ê talante, à vn tan valiente, y tan nombrado cauallero, como lo es, y ſerà don Quixote de la Mancha: el qual (como todo el mundo ſabe) ayer recibio la orden de caualleria, y oy ha desfecho el mayor tuerto, y agrauio, que formò la ſinrazon, y cometio la crueldad. Oy quitò el latigo de la mano à aquel deſapiadado enemigo, que tan ſin ocaſion vapulaua à aquel delicado infante. En eſto llegò â vn camino que en quatro ſe diuidia, y luego ſe le vino â la imaginacion las encruxiadas donde los caualleros andantes ſe ponian à penſar qual camino de aquellos tomarian: y por imitarlos, eſtuuo vn rato quedo, y al cabo de auerlo muy bien penſado ſoltô la rienda à Rozinante, dexando à la voluntad del rozin la ſuya, el qual ſiguio ſu primer intento, que fue el yrſe camino de ſu caualleriza. Y auiendo andado como dos millas, deſcubrio don Quixote vn grande tropel de gente, que como deſpues ſe ſupo, eran vnos mercaderes Toledanos, que yuan â comprar ſeda à Murcia. Eran ſeys, y venian con ſus quitaſoles, con otros quatro criados a cauallo, y tres moços de mulas à pie. Apenas los diuiſò don Quixote, quando ſe imaginô ſer coſa de nueua auentura: y por imitar en todo quanto à el le parecia poſsible, los paſſos que auia leydo en ſus libros, le parecio venir alli de molde vno que penſaua hazer. Y aſsi, con gentil continẽte, y denuedo, ſe afirmò bien e los eſtribos, apretò la lança, llegò la adarga al pecho, y pueſto en la mitad del camino, eſtuuo eſperando que aquellos caualleros andantes llegaſſen, que ya el por tales los tenia, y juzgaua: y quando llegaron a trecho que ſe pudieron ver, y oyr, leuanto don Quixote la voz, y con ademan arrogante dixo: Todo el mundo ſe tenga, ſi todo el mundo no confieſſa, que no ay en el mundo todo donzella mas hermoſa que la Emperatriz de la Mancha, la ſin par Dulcinea del Toboſo. Pararonſe los mercaderes al ſon deſtas razones, y a ver la eſtraña figura del que las dezia: y por la figura, y por ellas luego echaron de ver la locura de ſu dueño, mas quiſierõ ver deſpacio, en que paraua aquella confeſsion, que ſe les pedia, y vno dellos que era vn poco burlon, y muy mucho diſcreto, le dixo: Señor cauallero, noſotros no conocemos quien ſea eſſa buena ſeñora que dezis, moſtradnosla, que ſi ella fuere de tanta hermoſura como ſinificays, de buena gana, y ſin apremio alguno confeſſaremos la verdad, que por parte vueſtra nos es pedida. Si os la moſtrara, replicó don Quixote, que hizierades voſotros en cõfeſſar vna verdad tan notoria, la importancia eſta , en q̃ ſin verla lo aueys de creer, cõfeſſar, afirmar, jurar, y defender, donde no conmigo ſoys en batalla, gente deſcomunal, y ſoberuia: que aora vengays vno a vno (como pide la ordẽ de caualleria) ora todos jũtos, como es coſtumbre, y mala vſança de los de vueſtra ralea, aqui os aguardo, y eſpero, confiado en la razon que de mi parte tengo. Señor cauallero, replicò el mercader, ſuplico a vueſtra merced, en nombre de todos eſtos Principes, q̃ aqui eſtamos, que porque no encarguemos nueſtras conciencias, confeſſando vna coſa por noſotros jamas viſta, ni oyda, y mas ſiendo tan en perjuyzio de las Emperatrizes, y Reynas del Alcarria, y Eſtremadura, que vueſtra merced ſea ſeruido de moſtrarnos algun retrato de eſſa ſeñora, aunque ſea tamaño como vn grano de trigo, que por el hilo ſe ſacarà el ouillo, y quedaremos con eſto ſatisfechos, y ſeguros, y vueſtra merced quedarà contento, y pagado: y aun creo q̃ eſtamos ya tan de ſu parte, que aunq̃ ſu retrato nos mueſtre, que es tuerta de vn ojo, y que del otro le mana bermellon, y piedra açufre, con todo eſſo por complazer a vueſtra merced, diremos en ſu fauor todo lo que quiſiere. No le mana, canalla infame, reſpondio don Quixote encendido en colera, no le mana digo eſſo que dezis, ſino ambar, y algalia entre algodones: y no es tuerta, ni corcobada, ſino mas derecha que vn huſo de Guadarrama: pero voſotros pagareys la grande blasfemia que aueys dicho cõtra tamaña beldad como es la de mi ſeñora. Y en diziendo eſto, arremetio con la lança baxa, contra el que lo auia dicho, con tanta furia, y enojo, que ſi la buena ſuerte no hiziera, que en la mitad del camino tropeçara, y cayera Rozinante, lo paſſara mal el atreuido mercader. Cayó Rozinante, y fue rodando ſu amo vna buena pieça por el campo, y queriendoſe leuantar, jamas pudo: tal embaraço le cauſauan la lança, adarga, eſpuelas, y zelada, con el peſo de las antiguas armas. Y entretanto que pugnaua por leuantarſe, y no podia, eſtaua diziendo: Non fuyays gente cobarde, gente cautiua atended, que no por culpa mia, ſino de mi cauallo, eſtoy aqui tendido. Vn moço de mulas de los que alli venian, que no deuia de ſer muy bien intencionado, oyendo dezir al pobre caydo tantas arrogancias, no lo pudo ſufrir, ſin darle la reſpueſta en las coſtillas. Y llegandoſe a el, tomò la lança, y deſpues de auerla hecho pedaços, con vno dellos començò a dar a nueſtro don Quixote tantos palos, que a deſpecho, y peſar de ſus armas, le molio como cibera. Dauanle vozes ſus amos, que no le dieſſe tanto, y que le dexaſſe: pero eſtaua ya el moço picado, y no quiſo dexar el juego, haſta embiadar todo el reſto de ſu colera: y acudiendo por los demas troços de la lança, los acabò de deshazer ſobre el miſerable caydo, que con toda aquella tempeſtad de palos que ſobre el via, no cerraua la boca, amenazando al cielo, y a la tierra, y a los Malandrines, que tal le parecian. Canſoſe el moço, y los mercaderes ſiguieron ſu camino, lleuando que contar en todo el del pobre apaleado: el qual deſpues que ſe vio ſolo, tornò a prouar ſi podia leuantarſe: pero ſino lo pudo hazer quando ſano? y bueno, como lo haria molido, y caſi deshecho, y aun ſe tenia por dichoſo, pareciẽdole q̃ aquella era propia deſgracia de caualleros andantes, y toda la atribuîa à la falta de ſu cauallo, y no era poſsible leuãtarſe, ſegũ tenia brumado todo el cuerpo.