El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1842)/Tomo I/I
DON QUIJOTE DE LA MANCHA.
PRIMERA PARTE.—CAPITULO I.
Que trata de la condicion y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
En efecto, rematado ya su juicio, vino á dar en el mas estraño pensamiento que jamas dió loco en el mundo; y fué que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo á buscar las aventuras, y á ejercitarse en todo aquello que él habia leido que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio de Trapisonda; y así con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentia, se dió priesa á poner en efeto lo que deseaba. Y lo primero que hizo, fué limpiar unas armas, que habian sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orin y llenas de moho, luengos siglos habia que estaban puestas y olvidadas en un rincon. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenian una gran falta, y era que no tenia celada de encage, sino morrion simple; mas á esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que encajada con el morrion hacia una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte, y podia estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dió dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que habia hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la habia hecho pedazos, y por asegurarse deste peligro la tornó á hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza, y sin querer hacer nueva esperiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encage. Fué luego á ver á su rocin, y aunque tenia mas cuartos que un real[5], y mas tachas que el caballo de Gonela (que tantum pellis, et ossa fuit), le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro dias se le pasaron en imaginar qué nombre le pondria: porque, segun se decia él á sí mismo, no era razon que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele de manera, que declarase quien habia sido antes que fuese de caballero andante, y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razon que mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase famoso y de estruendo, como convenia á la nueva órden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así despues de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo, y tornó á hacer en su memoria é imaginacion, al fin le vino á llamar rocinante: nombre á su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que habia sido cuando fué rocin, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre y tan á su gusto, á su caballo, quiso ponérsele á sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho dias, y al cabo se vino á llamar don quijote: de donde, como queda dicho, tomaron ocasion los autores desta tan verdadera historia, que sin duda se debia llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadis no solo se habia contentado con llamarse Amadis á secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadis de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse don quijote de la mancha, con que á su parecer declaraba muy al vivo su linage y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias pues sus armas, hecho del morrion celada, puesto nombre á su rocin, y confirmándose á sí mismo, se dió á entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: Si yo por malos de mis pecados ó por mi buena suerte me encuentro por ahí con algun gigante, como de ordinario les acontece á los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, ó le parto por mitad del cuerpo, ó finalmente le venzo y le rindo, ¿no será bien tener á quien enviarle presentado, y que entre, y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, á quien venció en singular batalla el jamas como se debe alabado caballero Don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí á su talante? ¡O cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y mas cuando halló á quien dar nombre de su dama! Y fué, á lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo habia una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque segun se entiende ella jamas lo supo ni se dió cata dello: llamábase Aldonza Lorenzo, y á esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos: y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino á llamarla dulcinea del toboso, porque era natural del Toboso: nombre á su parecer músico y peregrino, y significativo, como todos los demas que á él y á sus cosas habia puesto.
- ↑ Presúmese que este lugar, patria de Don Quijote, es Argamasilla de Alba. A lo menos el licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda (á quien se debe suponer informado de la opinion que andaria en su tiempo) lo afirma absolutamente en la segunda parte de su Don Quijote. Preténdese asimismo que el autor lo significase por medio de los versos que se leen al fin de la parte primera en nombre de los académicos de la Argamasilla, donde caracteriza como por despique el genio de algunos vecinos de ella con los epítetos del monicongo, del paniaguado, del caprichoso, del burlador, del cachidiablo, del tiquitoc: y parece que el mismo Cervantes lo indica tambien, cuando supone que Don Quijote, así como salió de su lugar, caminaba por el campo de Montiel hácia el puerto Lapiche, y que luego le sucedió la aventura de los molinos de viento, cuyo sitio señala el Itinerario de la real academia española cerca de Villarta.
- ↑ O lancera, que era un estante, en donde los hidalgos ponian las lanzas en el patio ó soportal de sus casas. Cobarruvias. (Tesoro.)
- ↑ Era costumbre en algunos lugares de la Mancha traer los pastores á casa de sus amos las reses que entre semana se morian, ó que de cualquier otro modo se desgraciaban, de cuya carne deshuesada y acecinada se hacian y hacen salones. De estos huesos quebrantados y de los estremos de las mismas reses se componia la olla, en tiempo en que no se permitia en los reinos de Castilla comer los sábados de las demas partes de ellas, ni grosura, cuya costumbre derogó Benedicto XIV el año de 1748. Esta comida se llamaba duelos y quebrantos, con alusion al sentimiento y duelo que causaba, como es regular, á los dueños el menoscabo de su ganado, y el quebrantamiento de los huesos.
- ↑ Los libros que tan bien parecian á Don Quijote, se intitulan: La Corónica de los muy valientes caballeros D. Florisel de Niquea, y el fuerte Anaxártes.... Emendada del estilo antiguo segun que la escribió Zirfea, reina de Argines, por el noble caballero Feliciano de Silva. Zaragoza 1584. fol.
- ↑ Cuarto no es aquí nombre de moneda, sino de albeitería, y significa cierta enfermedad que da á los caballos en los cascos, y con este equívoco se da á entender que Rocinante tenia mas alifafes, que un real cuartos.