El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1842)/Tomo I/VII
CAPÍTULO VII.
De la segunda salida de nuestro buen caballero Don Quijote de la Mancha.
En este tiempo solicitó Don Quijote á un labrador vecino suyo, hombre de bien (si es que este título se puede dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera. En resolucion, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salir con él y servirle de escudero. Decíale entre otras cosas Don Quijote, que se dispusiese á ir con él de buena gana, porque tal vez le podria suceder aventura que ganase en quítame allá esas pajas alguna ínsula, y le dejase á él por gobernador della. Con estas promesas y otras tales, sancho panza (que así se llamaba el labrador) dejó su muger y hijos, y asentó por escudero de su vecino. Dió luego Don Quijote órden en buscar dineros; y vendiendo una cosa y empeñando otra, y malbaratándolas todas, llegó una razonable cantidad. Acomodóse asimesmo de una rodela, que pidió prestada á un su amigo, y pertrechando su rota celada lo mejor que pudo, avisó á su escudero Sancho del dia y la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que mas le era menester: sobre todo le encargó que llevase alforjas. Él dijo que si llevaria, y que ansimesmo pensaba llevar un asno que tenia muy bueno, porque él no estaba duecho á andar mucho á pié. En lo del asno reparó un poco Don Quijote, imaginando si se le acordaba si algun caballero andante habia traido escudero caballero asnalmente; pero nunca le vino alguno á la memoria: mas con todo esto determinó que le llevase, con presupuesto de acomodarle de mas honrada caballería en habiendo ocasion para ello, quitándole el caballo al primer descortes caballero que topase. Proveyóse de camisas y de las demas cosas que él pudo, conforme al consejo que el ventero le habia dado. Todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus hijos y muger, ni Don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese, en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarian aunque los buscasen. Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le habia prometido. Acertó Don Quijote á tomar la mesma derrota y camino que el que él habia antes tomado en su primer viage, que fué por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana, y herirles á soslayo los rayos del sol, no les fatigaban. Dijo en esto Sancho Panza á su amo:—Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la ínsula me tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea. —A lo cual respondió Don Quijote: Has de saber, amigo Sancho Panza, que fué costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos, hacer gobernadores á sus escuderos de las ínsulas ó reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza; antes pienso aventajarme en ella, porque ellos algunas veces, y quizá las mas, esperaban á que sus escuderos fuesen viejos, y ya despues de hartos de servir y de llevar malos dias y peores noches, les daban algun título de conde, ó por lo menos de marques de algun valle ó provincia de poco mas ó menos; pero si tú vives y yo vivo, bien podria ser que antes de seis dias ganase yo tal reino que tuviese otros á él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos: y no lo tengas á mucho, que cosas y casos acontecen á los tales caballeros por modos tan nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podria dar aun mas de lo que te prometo.—Desa manera, respondió Sancho Panza, si yo fuese rey por algun milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Juana Gutierrez[3] mi oislo[4] vendria á ser reina, y mis hijos infantes.—Pues ¿quién lo duda? respondió Don Quijote.—Yo lo dudo, replicó Sancho Panza, porque tengo para mí, que aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaria bien sobre la cabeza de Mari Gutierrez: sepa, señor, que no vale dos maravedis para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y ayuda.—Encomiéndalo tú á Dios, Sancho, respondió Don Quijote, que él le dará lo que mas le convenga; pero no apoques tu ánimo tanto que te vengas á contentar con menos que con ser Adelantado. —No haré, señor mio, respondió Sancho, y mas teniendo tan principal amo en vuestra merced, que me sabrá dar todo aquello que me esté bien y yo pueda llevar.
- ↑ Así dicen las ediciones originales y todas las demas; pero esta es una errata de Imprenta, ó un descuido del autor, que desdice de su buen juicio. Del escrutinio de los libros de caballerías, pasó el cura, como se ha visto, al de los de poesía, y estos son los últimos poemas que censura; por lo cual el de los Hechos del Emperador no puede ser de D. Luis de Avila por tres razones. Primera: porque este solo escribió un hecho no mas, que fué el de la Guerra de Alemania, ó paso del Elba. Segunda: porque no le escribió en verso, sino en prosa. Tercera: porque esta es una de las mejores historias que hay en castellano, así por su fidelidad, como por su elegancia: y si el cura, ó Cervantes, que es lo mismo, la hubiera arrojado al fuego en caso de duda, hubiera desacreditado su gran juicio, y hecho conocido agravio al historiador.
- ↑ Acaso en el original de Cervantes se leeria Friston, como se dice en el libro de Belianis escrito por el sabio Friston.
- ↑ Esta muger de Sancho se llama, como se ve pocas líneas despues, Mari Gutierrez. Al fin de la Parte I se advierte que se llamaba Juana Panza, por la costumbre de tomar en la Mancha las mugeres el apellido de sus maridos. En la Parte II se llama Teresa Panza, y en el cap. V se dice que si no fuera por esa costumbre, se habia de llamar Teresa Cascajo, por haberse llamado Cascajo su padre. Vese claro que en esta variedad le flaqueó la memoria á nuestro autor.
- ↑ Palabra sustantivada, compuesta del verbo oir y del articulo lo, la cual supone por el marido ó la muger ausente. En este mismo sentido la usó el mismo Cervantes (P. II. c. III), y un romance al sentimiento de una viuda que lloraba la falta de su mal logrado, dice:
‟Acuérdase de su oíslo,
Mirando la pobre casa &c.”(Biblioteca real: Parnaso español, est. M. Cod. 4, p. 199.)