El llanto justo

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El llanto justo.

Caminaba á paso lento por la mañana un muchacho en dirección de la escuela, comiendo pan y avellanas, mientras brotaban de sus ojos lágrimas, como nueces, al recuerdo triste del maestro y de las disciplinas.

Era un pueblo, y en medio de la calle se preparaban á degollar un cerdo de veinte arrobas, consuelo y esperanza de buena primavera para la familia del Camacho rico del lugar.

El pobre cerdo principió á gruñir, porque el lance no era para menos. Nuestro estudiante principió á llorar, pero no de compasion.

— ¡Ah! ¡te quejas de eso! dijo dando tregua por un momento á las mandíbulas. ¡Qué seria si te hicieran ir á la escuela como á yo!

Ji....ji....ji....