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El olvido de sí mismo

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El olvido de sí mismo.

Viajaba á marchas dobles por Haiti un señor francés en aquella época en que principiaban los negros á figurar como grandes señores. Llegó tarde á una posada, y la escasez de camas era tal que por mucho favor pudo conseguir que un gran personaje negro le cediese la mitad de la suya. El señor negro tenia muchos criados negros tambien; el señor blanco tenia uno solo, pero de su color, y á este le dijo al acostarse:

— Quiero levantarme á las cuatro de la mañana; despiértame á esa hora; pero ten mucho cuidado de no despertar á este caballero negro, que es nada menos que el señor marqués del Cuervo. Hazte mucho cargo: yo me acuesto en el lado derecho de la cama.

El señor negro y el señor blanco se durmieron, pero á poco rato los criados del negro entraron en la habitación y vieron á un blanco dormir con su amo; entonces el espíritu de raza los acaloró, tomaron barniz de botas y convirtieron en negro al caballero francés, dejándole la cara como la noche.

Dan las cuatro de la mañana, entra el criado blanco á despertar á su amo, no se equivoca, le obliga á levantarse y se retira. Enciende el amo luz, y con los ojos apenas abiertos se aproxima al espejo, se mira espantado, se ve negro, retrocede dos pasos y dice:

— ¡Vaya una torpeza de criado! le digo que me despierte á mí y despierta al negro.

Efectivamente, no soy yo, que soy el negro. Pues señor, nos volveremos á acostar.