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El origen del hombre/Prefacio

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PREFACIO.


Muchos años hace que ninguna obra ha causado tan profunda impresion en el mundo científico como la en que Darwin, el eminente naturalista inglés, apoya su teoría sobre el Origen del Hombre, con todo el inmenso tesoro de su genio sorprendente y original, de sus investigaciones profundas, y de su erudicion extraordinaria.

Al emprender su traducción, no pretendemos imponerla á las inteligencias, atribuyéndola el carácter de una verdad absoluta, sino presentarla al libre exámen para que, sin prevenciones en pró ni en contra, la examine y la juzgue.

Sin creernos con autoridad suficiente para calificar de verdaderas ó de falsas las teorías Darwinianas, nosotros, con un distinguido escritor francés, vemos en ellas la expresión de un esfuerzo gigantesco hecho por la mente humana, para dar la explicacion de ciertos fenómenos que por mucho tiempo se han considerado como fuera del alcance de la inteligencia. El hombre que ha realizado este esfuerzo no es tan sólo un filósofo, sino tambien uno de los s{abios más eruditos de Inglaterra, en cuyas obras se nos presenta el reino animal bajo un punto de vista completamente nuevo.

Antes de empezar nuestra tarea creemos que nuestros lectores leerán con gusto algunos datos biográficos del fundador de este sistema, ya presentido por el genio universal de Göethe y casi formulado por Lamarck.

Cárlos Roberto Darwin nació el 12 de febrero de 1809, en Shrewsbury. En el año de 1825 entró en la Universidad de Edimburgo, y, dos años despues, en el colegio del Santo Cristo, en Cambridge. En 1831, emprendió un viaje á bordo del Beagle, buque del Estado, viaje que duró cinco años y al que debió sin duda la primera idea de su teoría sobre el transformismo. A este viaje se debió además la publicacion de una Relacion del mismo, de un notabilísimo trabajo sobre la formacion de los arrecifes de corales, y de una apreciada Monografía de los Cirrípodos, que prueban el espíritu de observacion y la originalidad del talento del naturalista inglés.

Profundamente quebrantada la salud de Darwin de resultas de las fatigas continuas del viaje, á su regreso húbose de alejar del bullicio de la capital de Inglaterra, estableciéndose en su posesion de Down, cerca de Bromley, separada de Lóndres por una hora de via-férrea. Entónces fué cuando fructificaron en su espíritu las ideas recogidas durante su viaje de circumnavegacion. Véase cómo él mismo lo explica en una carta que en 8 de octubre de 1864 dirigió á Haeckel, uno de sus más ardientes partidarios en Alemania:

«Tres clases de fenómenos me causaron una profunda impresion, en la América del Sud: la manera cómo ciertas especies, muy afines, se sucedian y se reemplazaban unas á otras, á medida que iba de Norte á Sud; el inmediato parentesco de las especies que habitan las islas del litoral de la América del Sud con las que son peculiares á este continente, lo cual nos sorprendió por demás, así como la variedad de las especies que habitan el archipiélago de los Galápagos, inmediato á tierra firme; y, finalmente, la íntima conexion que existe entre los mamíferos desdentados y los roedores de la época actual, y las especies extinguidas de las mismas familias. No olvidaré jamás la sorpresa que sentí al desenterrar una reliquia de un animal gigantesco análoga á la de un animal viviente.

»Reflexionando sobre estos hechos y comparándolos con otros del mismo género, parecióme inverosímil que las especies afines fuesen la posteridad de una forma progenitora comun. Mas, por espacio de muchos años, me fué imposible comprender cómo se habia podido adaptar semejante forma á tan distintas condiciones de vida. Apliquéme, por lo tanto, á estudiar sistemáticamente los animales y las plantas domésticas, y, al cabo de algun tiempo, ví claramente que la influencia modificadora más importante residia en la libre eleccion del hombre, y en la preferencia de individuos señalados para propagar las especies. Como habia estudiado algunas veces el género de vida y las costumbres de los animales, estaba completamente preparado á formarme una idea exacta de la lucha por la vida, y mis trabajos geológicos me hablan hecho concebir la inmensa duracion de los tiempos pasados. Habiendo leido entónces, gracias á una feliz casualidad, el libro de Malthus sobré el Principio de la Poblacion, acudió á mi imaginacion la idea de la seleccion natural. Entre los principios de segando órden, el último cuyo valor supe apreciar, fué la significacion y las causas de la divergencia.»

Veinte y un años permeneció silencioso en su retiro, reuniendo observaciones á observaciones, allegando un tesoro inapreciable de investigaciones minuciosas y preparando así laboriosamente una sólida base á su teoría. Por fin, en 1858, dos amigos de Darwin dieron al público sus ideas, y al año siguiente apareció la obra «El orígen de las especies» en que expone y desarrolla su teoría de la seleccion. En 1868 publicó, «La variacion de los animales y de las plantas domésticas» y en 1871, cuando ya sus ideas transformistas eran conocidas de todas las eminencias científicas, dió á luz su trabajo capital: «El orígen del hombre y la seleccion sexual.»

Para explicar satisfactoriamente el orígen del hombre basta la teoría de la seleccion natural; por esto hemos traducido en parte íntegramente, y en parte extractándola, la seccion de la obra en que Darwin la desarrolla con gran copia de datos y observaciones. La nueva hipótesis de la seleccion sexual, así como la más reciente de la expresion de las emociones, son complementos útiles para la confirmacion de la primera teoría; por esto damos un extracto de ellas tan completo y concienzudo como nos ha sido posible, logrando así resumir en un solo volúmen las obras capitales de Darwin.

En el «Orígen de las Especies» expone Darwin su teoría de la seleccion, y como á ella se refieren sus obras posteriores, creemos necesario sintetizarla con todo el laconismo posible, siguiendo á Haeckel, uno de sus mejores expositores.

Nadie ignora que un horticultor sabe sacar de un solo tipo de manzano, manzanas de diversas variedades; que el que se dedica á la cria de caballos, de un solo tipo obtiene diferentes razas; mas ¿cómo se llega á conseguir divergencias tan extraordinarias, en formas incontestablemente derivadas de una forma única? Supongamos que un jardinero desea tener una variedad encarnada de una planta cuya flor sea por lo común blanca, y un tanto encarnada algunas veces; para esto escogerá con el mayor cuidado, entre los individuos salidos de la misma semilla, aquellos que posean un tinte rojo más marcado, y su semilla será la única que sembrará para obtener nuevos individuos de esta variedad. Desechará las semillas que den flor blanca, y sólo cultivará las plantas cuya flor sea de un rojo más vivo, sembrando únicamente las simientes que recoja de estas plantas elegidas. Entre las que nazcan de estas semillas, volverá á escoger las que ostenten un matiz rojo más vivo, y de esta segunda generacion resultarán ya pocas flores en que aún aparezca el primitivo color blanco. Si prosigue eligiendo de este modo durante una série de seis á diez generaciones, obtendrá al fin una planta, cuya flor será del color que se habia propuesto.

A los mismos procedimientos recurre el agricultor que quiere producir una raza animal particular, por ejemplo, un tipo de oveja notable por la finura de la lana. Para lograrlo escoge cuidadosa y perseverantemente, entre todo el rebaño, los ejemplares que tienen el vellon más fino, destinándolos única y exclusivamente para la reproduccion, y aun entre los productos de estas ovejas elegidas, se escogen sólo los que más se distinguen por la cualidad deseada. Continuando constantemente el ejercicio de esta eleccion durante una série de generaciones, al fin se obtendrán individuos de vellon muy distinto del de sus primeros progenitores.

En cada generacion, considerada aisladamente, las diferencias son casi imperceptibles; pero, por la acumulacion de estas leves diferencias durante una série de generaciones, la separacion iniciada á partir de la forma primitiva se discierne al fin claramente. A veces la forma obtenida de este modo artificial se distingue de la forma primitiva más de lo que difieren entre sí, en su estado natural, muchas de las llamadas buenas especies.

Las propiedades naturales de plantas y séres, utilizadas por el hombre, pueden, en definitiva, reducirse á dos propiedades fisiológicas fundamentales del organismo, comunes ambas á todos los animales y plantas, é intimamente enlazadas con las dos actividades de nutricion y reproduccion. Estas dos propiedades son: la variabilidad, ó facultad de adaptacion, y la herencia, ó facultad de transmision. Todos los individuos de una misma especie son algo distintos entre sí, variabilidad que está subordinada á las condiciones generales de la nutricion. En la naturaleza lo análogo produce siempre lo análogo. El organismo tiene la facultad de transmitir á su posteridad no sólo las propiedades que ha recibido de sus progenitores, sino tambien las que ha adquirido durante su vida bajo la influencia de las condiciones del clima, de la alimentacion, etc.

Tales son las dos propiedades de los animales y vegetales que el hombre utiliza para crear nuevas formas, por una série perseverante de elecciones. Por esto se conoce esta teoría con el nombre de seleccion artificial.

Ahora bien. ¿Existe en la naturaleza un procedimiento de seleccion análogo? ¿Hay en ella fuerzas capaces de suplir á la actividad desplegada por el hombre en los casos citados? ¿Los animales salvajes y las plantas están sometidas á condiciones naturales que puedan ejercer inconscientemente una eleccion, como lo hace la voluntad razonada del hombre en la seleccion artificial? Darwin ve en ellos la condicion que, en la libertad del estado natural, escoge y modifica las formas animales y vegetales, y la llama «lucha por la vida» (strugle for life).

Todo organismo lucha, desde el principio de su existencia, con gran número de influencias enemigas: con los animales, con la temperatura, con los organismos de su misma especie. La causa de esta lucha es fatal. Los medios de existencia no están repartidos con bastante profusion en la naturaleza, y no bastan en ningún modo á la masa de séres que podrian nacer de los gérmenes fecundados ó no fecundados. Los nuevos individuos de las especies animales y vegetales tienen forzosamente que luchar para proporcionarse lo que es indispensable para el sustento de su existencia. En esta lucha sin tregua, toda ventaja personal, por pequeña que sea, toda superioridad individual, puede hacer á su posesor triunfar de sus rivales, y mientras estos perecen más ó ménos pronto sin dejar posteridad, aquellos sobreviven solos, y llegan finalmente á perpetuarse. De este hecho tan natural, de que los individuos favorecidos en la lucha por la vida sean los únicos que tengan descendencia, se deduce que la segunda generacion diferirá de la primera. En esta segunda generacion, algunos individuos, si no todos, poseerán, por via de herencia, la ventaja que ha hecho triunfar á sus padres.

Pero además, y esta es una de las más importantes leyes de la herencia, cuando se ha legado un carácter durante una série de generaciones, no se transmite ya simplemente tal como era en su orígen, sino que se acentúa y aumenta sin cesar, llegando en fin, en la última generacion, á adquirir tal grado de fuerza, que se distingue esencialmente del primitivo.

La lucha por la vida desempeña en la seleccion natural la parte que, en la artificial, corresponde á la voluntad del hombre. Semejante lucha es un resultado matemáticamente indefectible de la desproporcion que existe entre el número limitado de séres que pueden hallar alimento suficiente en la naturaleza, y el número excesivo de gérmenes orgánicos. La teoria de Darwin es una aplicacion á la Naturaleza en conjunto, del principio sentado por Malthus: «El número de hombres crece por término medio en progresion geométrica, mientras que la masa de las sustancias alimenticias aumenta tan sólo en progresion aritmética. Esta desproporcion crea una perpétua competencia entre los hombres á fin de procurarse los medios de subsistencia necesarios, pero que no pueden bastar para todos.»