El pesimista corregido: 19
¡Quién lo diría! Hasta el arroyo se había ennoblecido. Heridos oblicuamente por el sol, que resplandeció un momento entre nubes, centelleaban en el barro cristales de carbonato de cal, filamentos argentinos y policromos de seda, hilos de lana comparables al tallo de las palmeras, trozos de papel parecidos a gigantescos granizados, poliédricas y verdosas células vegetales, esféricos y brillantes esporos y, en fin, elegantes y caprichosas conchas de rizópodo (formas orgánicas de la creta).
Por lo expuesto se ve que si a influjo de los excepcionales ojos de Juan el mundo vivo, singularmente el animal, había perdido sus hechizos, al contrario, el mundo inorgánico revelaba indecibles y no soñadas maravillas. Por consecuencia de tales descubrimientos, fué poco a poco cristalizando en el ánimo de nuestro héroe una concepción nueva de la belleza y fealdad de las cosas. Pensó que, en el orden de las realidades inorgánicas, lo feo, lo gris, lo amorfo, lo que ni atrae nuestras miradas ni habla a nuestra voluntad, representa la mezcla confusa y desordenada de elementos cristalinos, bellos en sí, pero inasequibles a la sensación; al revés, en el mundo orgánico, la impresión de fealdad y de repugnancia proviene de la intempestiva contemplación de los elementos constructivos (células, fibras, membranas, apéndices, etc.), infinitamente menos regulares, vistosos y brillantes, que los integrantes de las formaciones minerales.
-En suma -continuó reflexionando nuestro filósofo-: si en el reino de las rocas descubre el análisis maravillas ocultas, en el de la vida (y en la obra de arte su remedo) deshace la belleza, que representa un efecto de la visión sintética del conjunto y de la ingenua ignorancia de los misteriosos hilos de la urdimbre vital. Por donde se ve que en todas las cosas hay algo bello y atrayente. Todo es cuestión de colocarse en el adecuado punto de vista, acercándose con el microscopio o alejándose con el telescopio. Posible es -conjeturaba Juan- que si en la Naturaleza se dan seres dotados de sentidos menos analíticos que los humanos les parezcan agradables y bellos muchos de los objetos que nosotros diputamos desapacibles, inarmónicos e indiferentes. ¡Quién sabe si el insecto halla las flores infinitamente más bellas que nosotros, y contempla en las arenas de la tierra y en las estrellas del cielo colores, formas y proporciones vedados a nuestra sensibilidad! ¿Qué será para el pájaro el espectáculo de una puesta de sol?...