El poema para mi hija

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EL POEMA PARA MI HIJA


Hija, tú que eres un retoño de mi vida
Tú que eres una continuación de mí mismo,
De mi silencio i de mi melancolía;
Tú que tienes la dulzura de lirio
De tu madre, mírame largamente
Con tus ojitos llenos de alborada,
Llenos de una tristeza que se presiente
Porque el talento es una gran desgracia.

¿Qué quieres que te diga
Cuando abres el interrogativo de tu mirada?
¿Quieres saber algo de tu vida
I por qué de repente te has encontrado aquí?
Tú eres una refundición de ella i de mí,
Tú eres el retrato i la firma de nuestro amor,
Tú tienes de los dos:

Tienes de mi tristeza meditativa
I de la fuente clara de su sonrisa.

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Hija, tú has encendido
Una luz en mi corazon,
Tú has sido un florecer divino
En el desdoblamiento de mi amor.

Tú me perdonarás mi dolor de Arte,
Mi amor a las alas de cisne,
Mi fervor a lo triste i lo grande,
Mi terror a la vida que sigue.

Amo i medito sobre el milagro astral
De los hombres divinos,
Tiemblo ante todo lo sobrenatural
I lloro como un perro a lo desconocido.

Mi Tristeza de ensueño enorme i dolorosa
Rejistra por el alma en busca de algo,
Va como una princesa loca
Que recorre el palacio con los ojos clavados.

Ama la luna escuálida
Que cruza en un blanco derroche,

La reina tísica i pálida
Presa en la cárcel de la noche.

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Hija, no creas en la ironía de los blasones
Sé tú misma toda tu aristocracia,
La gran aristocracia de los bosques
Que se resume en levantar sus ansias.

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El otro dia al cruzar la Alameda
Ví unas niñitas jugando a la rueda
I una niñita pobre que miraba de léjos
Con ojos codiciosos i llenos de dolor;
Su madre la arrastraba i ella volvia los ojos
Como diciendo: «¿Porqué no puedo jugar con ellas yo»?
I su madre decia:
«Ven, ese es el juego de las niñas ricas».
Pensé en tí, hija mía,
Maldije los blasones
I pensé que tú habrías jugado
Con la niñita pobre.