El pretendiente al revésEl pretendiente al revésTirso de MolinaActo III
Acto III
Salen LEONORA y CARLOS
LEONORA:
Carlos, ni sois obediente
a lo que el duque os encarga,
ni con dilacion tan larga
dais muestra de diligente.
Un año ha que me juráis
que tenéis amor a quien
os dije que os quiere bien;
y tan poco lo mostráis,
que cuando os allano el paso,
respondiendo mal y tarde
o dais muestras de cobarde,
o hacéis de mí poco caso,
CARLOS:
Hay tantas contradicciones,
señora, en lo que mandáis,
que aunque estorbos allanáis,
y dais lugar a ocasiones,
no me puedo persuadir
que es seguro aqueste amor.
LEONORA:
No hay, Cárlos, sordo peor
que aquel que no quiere oír.
CARLOS:
Vueselencia me ha mandado
que hable a Sirena.
LEONORA:
¿Pues?
CARLOS:
Y para gozar después
esta ocasión sin cuidado,
dice que toma a su cargo,
por más que el duque se ofenda,
que no lo sepa ni entienda.
LEONORA:
De todo aqueso me encargo.
¿Qué hay de dificultad
en eso, qué os da cuidado?
CARLOS:
Mucho. El duque me ha mandado
que de vuestra voluntad
no salga un punto, si intento
privar con él, como veis,
porque de que vos lo estéis,
pende el estar él contento.
Por otra parte enloquece
por Sirena, y cada hora
la sirve más y enamora;
pues ¿cómo se compadece
amarla, y mandarme a mí
que cuanto vos me digáis
ejecute, si gustáis,
pues vive Sirena aquí,
que la hable y que la goce?
LEONORA:
¿Cómo?
CARLOS:
¿No me dais promesa
de hacer cómo a la marquesa,
que este favor reconoce,
alcance, por más que intente
mi dicha el duque estorbar,
dándome industria y lugar
para la merced presente?
LEONORA:
¿Que a Sirena alcancéis vos
os tengo yo prometido?
CARLOS:
Como la corte es olvido,
no me espantaré, por Dios,
que lo que agora dijistes,
lo hayáis olvidado ya.
LEONORA:
(Medrado mi amor está.) (-Aparte-)
¡Lindamente me entendistes!
Según eso, ¿de Sirena
ha un año que sois amante?
CARLOS:
(¿Qué mudanza en un instante (-Aparte-)
que dichas hoy desordena?)
LEONORA:
¿Y que por cierto tuvistes
que yo, Carlos, os sirviera
con Sirena de tercera?
CARLOS:
¿Vos no me lo prometistes?
LEONORA:
Algún planeta tercero
me debe de ser propicio,
pues me da el duque ese oficio,
y de vos también le adquiero.
A amaros me habían movido
celos del duque importunos,
y por huír de los unos,
en los otros he caído,
pero porque no aleguéis,
Carlos, desde hoy ignorancia,
y, para ejemplo de Francia,
pues os ofende, os venguéis
del duque, cuya locura
a persuadirme le obliga
que a Sirena su amor diga
y conquiste su hermosura;
los ojos he puesto en vos,
y la voluntad también.
Vengarnos nos está bien,
pues nos ofende a los dos,
del duque; que de Sirena
ya he venido a persuadirme
que no es tan constante y firme
como en Bretaña se suena;
pues a no estorbarlo yo,
ya el duque rendido hubiera
diamantes de acero, en cera,
que el tiempo y oro ablandó.
CARLOS:
(Eso anoche a una ventana, (-Aparte-)
siendo testigos los cielos,
lo oyeron mis justos celos.
¡Ah, Sirena! ¡Al fin liviana!)
LEONORA:
Procurad corresponder
conforme mi voluntad,
y excusad la enemistad
de una celosa mujer
que su amor os manifiesta
porque al duque le diré
lo que de Sirena sé,
si me dais mala respuesta.
CARLOS:
(A tanta desenvoltura,
delito es el responder.
¡Ah Sirena! ¡Al fin mujer,
sol de enero, que no dura!)
Vase CARLOS
LEONORA:
Sin responderme se ha ido;
pero no hay de qué espantar,
que hay mucho que consultar,
y va de celos perdido.
A hacer el efeto en él,
que en mí los del duque han hecho,
mi amor veré satisfecho
y mi venganza crüel.
No pienso yo que osará
decir al duque, si es sabio,
que por vengarme, le agravio,
porque satisfecho está,
si le declaro ofendida
que en su competencia llama
a Sirena prima y dama,
lo que peligra su vida.
Sale SIRENA sin ver a LEONORA
SIRENA:
No quepo en toda la casa;
mas si los celos son fuego,
¿cómo ha de tener sosiego
quien entre celos se abrasa?
Carlos tiene atrevimiento
de decirme a mí en la cara,
que hay en casa quien repara
el gusto que en verle siento?
¿Carlos vuelve el paso atrás
que mi amor llevó adelante?
¿Carlos me dice inconstante
que no me ha amado jamás?
¿Obligaciones olvida
Carlos, mudable y cruel?
¿Que cuando encuentre con él,
que no le mire me pida?
¿Que eche por otra sala,
porque hay quien le pida celos?
¿Así paga Carlos--¡cielos!--
a quien no sólo le iguala,
sino a un duque le antepone,
que quiso duquesa hacerme?
¿Carlos se atreve a ofenderme?
El seso y vida perdone,
pues razón es que le pierda;
que no es mujer de valor
la que perdiendo el honor,
queda viva o queda cuerda.
LEONORA:
¿Qué cara es ésa, Sirena?
Mala estáis.
SIRENA:
Habrá ocasión,
porque la indisposición
no sabe hacer cara buena.
LEONORA:
Ayer estábades sana
y hoy tenéis color mortal
mas ¿qué os hizo anoche mal
el sereno a la ventana?
SIRENA:
Bien puede ser; no lo sé.
LEONORA:
Si tan indispuesta andáis,
¿por qué causa madrugáis?
SIRENA:
Por morir, señora, en pie.
LEONORA:
¿Morir? No tanto como eso.
Celos serán; que quien ama,
nunca hace con celos cama;
que tienen humor travieso.
SIRENA:
¿Yo celos?
LEONORA:
A lo que escucho,
pues madrugáis, no son vanos.
Lo que tienen de villanos
les hace madrugar mucho;
mas como en la facultad
de Amor vais tan adelante,
madrugáis como estudiante.
SIRENA:
Señora, ¿qué novedad
de hablar es ésa? Reprima
vueselencia...
LEONORA:
No me engaño.
Carlos dice que ha ya un año
que os lee cátedra de prima,
y goza la propiedad.
Como es primo y le queréis,
primogénito le hacéis,
marquesa, en la voluntad.
Celosa estoy; que aunque jura
no hablaros por mi ocasión,
si es de un año el afición,
dificil será la cura.
Y de vos estoy quejosa
pues no osándoos declarar
conmigo, distes lugar
a mi pasión amorosa.
Amad el duque, Sirena,
y no deis a una pasión
con sospechas ocasión,
si la lengua desenfrena,
que se diga lo que pasa.
Esta noche os ha de hablar.
Todos suelen imitar
a su dueño en una casa.
Yo imito al duque en los modos
de su loco frenesí;
quitadme vos a mí,
y desquitémonos todos.
SIRENA:
Perdóneme vueselencia;
que no puedo responder.
(Hoy, Carlos, tienes de ver (-Aparte-)
de mi agravio la experiencia,
de mi desesperación,
de la lealtad que has quebrado,
de un secreto mal guardado,
y una rota obligación.)
Vase SIRENA
LEONORA:
Es reloj la voluntad.
Desconcertada una rueda,
No hay quien concertarle pueda,
si no es con dificultad.
La rueda han desconcertado
los celos que Amor labró,
y pues no tengo órden yo,
nada ha de andar ordenado.
Sale el DUQUE
DUQUE:
Duquesa, si verme sano
porque os adore, queréis,
¿cómo en mi cura ponéis
tan tibiamente la mano?
¿Por qué la vais alargando,
pues cuanto fuere mas corta,
mas, mi Leonora, os importa?
LEONORA:
De vicio os venís quejando.
¿Tan mala noche tuvistes
la pasada en el terrero,
donde a unas rejas de acero
de cera un diamante vistes,
que del médico dais quejas?
Diligencias mías fueron
las que favor os hicieron,
no la noche ni las rejas.
DUQUE:
¿Luego ya os contó Sirena
lo que con ella pasé?
LEONORA:
Si industriada de mí fue,
¿qué mucho?
DUQUE:
Cesó mi pena.
¿Estábades vos allí?
LEONORA:
¿A qué propósito?
DUQUE:
Debo
mucho a Carlos; mas no es nuevo
servirme Carlos así.
LEONORA:
Antes le debéis tan poco,
que si algún estorbo impide
que de su rigor se olvide
Sirena, y no os traiga loco,
es Carlos, que por no hacer
lo que le mandáis, no hace
mi gusto.
DUQUE:
¿Pues de qué nace
su rebelde proceder?
LEONORA:
De que vos no le mandáis
con eficacia que acuda,
sin poner estorbo o duda,
a servirme. Si gustáis
ver este imposible llano,
mandádselo con rigor.
DUQUE:
Esto será lo mejor.
Harálo, como villano,
por fuerza, pues no lo hace
por bien, como bien nacido.
Llamadle.
LEONORA:
Él mismo ha venido.
Voyme.
DUQUE:
Si no satisface
a vuestro gusto, desde hoy
satisfará mi venganza.
LEONORA:
De él estriba la esperanza
que de la marquesa os doy.
Vase LEONORA.
Sale CARLOS,
hablando para sí al salir
CARLOS:
Porque el fuego no me abogue
del veneno que provoco,
no oso parar. Como el loco,
como el que ha tomado azogue,
como el bruto que ha perdido
los hijos, como el que pasa
por un monte que se abrasa,
como el ladrán que anda huído,
así me traen mis desvelos;
pero ¿qué mucho, si son
veneno, azogue y ladrón
los infiernos de mis celos?
DUQUE:
No es posible que en tus venas
sangre noble se reparte,
sino que por deshonrarte,
están de villana llenas.
¿No es posible que tu madre,
con liviano desvarío,
por no hacerte deudo mío
no hiciese agravio a tu padre?
Vete, villano, de aquí,
sal de mi corte.
CARLOS:
Señor...
DUQUE:
¡Buen pago das a mi amor,
y al caso que hice de tí!
Vete, o si no...
CARLOS:
¿Pues qué he hecho
para indignarte conmigo?
DUQUE:
No por lo hecho te castigo,
sino por lo que has deshecho.
Leonora se me ha quejado,
y con sentimiento justo,
que no acudes asu gusto
como yo te lo he mandado.
Cuando en su presencia estás,
te enfadas, y cuando llega
y alguna cosa te ruega,
sin responderla te vas.
¡Bien tu lealtad solicito!
¡Bien en agradarme entiendes!
CARLOS:
(¡Bueno es que me reprehendes, (-Aparte-)
porque el honor no te quito!
¡Ah, mujeres, monstruos fieros!
¿Con qué traicion no saldréis,
si aun los maridos hacéis
de vuestro gusto terceros?
Estoy por decirlo todo.)
DUQUE:
Maquina entre ti, villano,
disculpas; piensa, aunque en vano,
para engañarme algún modo;
que mientras no satisfagas
a Leonora, no hay pensar
que me has de desenojar,
por diligencias que hagas.
¿Callas?
CARLOS:
Digo que me pesa
que de mí quejas te den;
mas no te está, señor, bien
que yo sirva a la duquesa.
DUQUE:
¿Por qué, villano?
CARLOS:
Tu honor...
DUQUE:
No le pierdo en que a Leonora
nombre por intercesora,
ni en eso me hables, traidor. Aparece SIRENA en el rondo
Sirena es ésta; si intentas
tus culpas satisfacer,
delante de mí has de hacer
lo que en mi ausencia violentas.
Díla que esta noche quiero,
si darme gusto la agrada,
cumplir lo que la pasada
significó en el terrero;
y cuando rebelde esté,
di que te importa la vida
el serme hoy agradecida.
conjúrala, enojaté;
que si como anoche oí,
mi amor le causa cuidado,
y hoy de opinión ha mudado,
te he de echar la culpa a ti.
CARLOS:
Si así quedas satisfecho,
digo mil veces, señor,
que la hablaré. (¡Ay, ciego Amor (-Aparte-)
qué de injurias que me has hecho!)
Apártase el DUQUE
y sale SIRENA
CARLOS:
¿Confusa, prima, venís,
y tan pensativa andáis,
que ni sabéis donde estáis
ni en quien os mira advertís?
Mas no me espanto, que habita
en vuestra alma nuevo dueño,
que al antiguo por pequeño
posesión y vida quita,
y como a ella se pasa,
que la alborote no hay duda;
que cuando el huésped se muda,
descompónese la casa.
¿Qué tenéis? ¿Estaréis mala?
SIRENA:
¿Cómo a hablarme os atrevéis?
¿Por qué, Carlos, si me veis,
no echáis por esotra sala?
CARLOS:
Del duque traigo licencia,
que para hablaros me llama.
SIRENA:
Pues yo no de vuestra dama,
que como es toda excelencia,
por excelencia os dará,
si ve que me habláis, enojos.
CARLOS:
¡Qué bajos tenéis los ojos!
¿Sois novicia?
SIRENA:
No, que ya
he profesado en querer
a quien por mi amor suspire.
¿No me mandáis que no os mire?
¿Cómo los he de tener?
CARLOS:
Licencia el duque os ha dado;
halllarme y verme os consiente;
no por tenerle presente,
tengáis recelo o cuidado;
que aquí estoy por su respeto.
SIRENA:
¡Donosa está la porfía!
CARLOS:
De mí su secreto fía.
SIRENA:
¡Qué mal fiado secreto!
Si el duque sus esperanzas
osa fiar por ser loco
de quien hay que fiar tan poco,
perderáse por fianzas;
que no es el secreto en vos
moneda para fiar,
Pues aun no sabéis guardar
el vuestro. Enojada
A no estar los dos
delante del duque, ingrato,
dando causa a que me escuche,
un cuchillo de ml estuche
la venganza que dilato
hubiera ya ejecutado,
sacándote esa vil lengua
que en mi agravio y en tu mengua
lo que un año oculto ha estado
hizo público, en deshonra
de quien tu traición confiesa.
Gozaras de la duquesa,
quitárasle al duque la honra,
no hicieras caso de mí,
y con términos aleves
pagaras lo que me debes.
Muriera yo honrada así,
quedando el error con llave
que ya la duquesa cuenta,
pues la deshonra no afrenta
hasta el punto que se sabe.
CARLOS:
Eso quisieras tú, ingrata,
porque el mundo no supiera,
si con el duque te viera
cuando deshonrarme trata,
que a mi firme amor has sido
después de un año traidora,
y porque, muerta Leonora,
fuera el dque tu marido,
y andando al uso del mundo,
el engaño jardinero
le vendiera por primero
el fruto que ya es segundo.
Cogerle esta noche intenta
pero no le has de engañar;
que tengo de presentar
mil testigos en tu afrenta.
Moriré vengado así;
que no es bien que viva oculta
infamia que en mí resulta.
SIRENA:
Huyendo de él y de ti
esta noche, haré segura
la fama que me has quitado,
y buscar un despoblado
donde me dén sepultura
los brutos que en él están,
que aunque de piedad desnudos,
por lo menos serán mudos,
y no me deshonrarán.
CARLOS:
Cruel, aunque finjas más,
hoy has de ser mi homicida.
SIRENA:
Si hoy has de perder la vida,
a la noche lo verás.
Vase SIRENA
CARLOS:
¡Buen enojo me ha costado
haber sido, señor,
aquí tu procurador!
DUQUE:
Como habéis tan bajo hablado,
solamente he apercebido,
Carlos, cuál y cuál razón,
que cuando las junto, son
como de papel rompido.
Ya vi que enojado la has,
diciendo a la despedida,
"Si hoy has de perder la vida,
a la noche lo verás."
CARLOS:
Es que habiéndome injuriado,
porque siendo caballero
y haciéndome tu tercero,
su amor he solicitado,
me respondió, "Aunque es verdad
que fiada del secreto
pensé poner en efeto
su gusto y mi liviandad,
por librarme de la pena
con que importunada he sido,
y porque me ha prometido
por esposo al de Lorena;
pues así te has declarado,
siendo mi primo, conmigo,
no te he de hablar, en castigo
de un secreto mal guardado."
DUQUE:
Así es. No sé qué oí
de mal guardados secretos,
dando de agraviada efetos.
CARLOS:
Díjela que si de mí
tenía lástima, advirtiese
que esta noche, de no hacer
tus ruegos, había de ser
causa de que yo muriese;
y en fin, como visto has,
respondió al irse sentida,
"Si te ha de costar la vida,
a la noche lo verás."
DUQUE:
Ya de ti quedo seguro,
Carlos si sin hijos muero,
Bretaña por mi heredero
te jurará, yo lo juro.
Vuélvela a hablar, no te canses,
pues sabes lo que interesa
mi vida de esa promesa,
y de que su enojo amanses.
CARLOS:
Voy, porque el servirte elijo.
(Quiérola satisfacer. (-Aparte-)
No se vaya; que es mujer,
y lo hará, pues que lo dijo.)
Vase CARLOS.
Salen LEONORA y FLORO
LEONORA:
El duque mi padre está
tan cercano de Bretaña,
que, si Floro no me engaña,
a tu corte llegará
mañana al amanecer.
Si le piensas recibir,
luego te puedes partir.
DUQUE:
Pues ¿qué ocasión puede ser
la que sin darnos aviso
de su venida, Leonora,
le trae con tal prisa agora?
LEONORA:
Por excusar gastos, quiso
venir, a mi parecer,
a verte sin avisarte.
DUQUE:
¿Dónde está?
FLORO:
Esta noche parte
de tu casa de placer,
que los duques de Bretaña
tienen, senor, en Dinhán.
Diez millas hay. Llegarán
mañana.
Vase FLORO
DUQUE:
Desdicha extraña
es la mía; creí gozar
esta noche de Sirena,
y la suerte desordena
cuanto pretendo trazar.
LEONORA:
¿No te quedan hartas noches?
DUQUE:
Ya sabes que la ocasión
riñó con la dilación;
mas ¿qué he de hacer? Traigan coches
LEONORA:
Ya yo mandé aparejarlos,
que he de ir en tu compañía.
DUQUE:
Vamos. (¡Ay Sirena mía!) (-Aparte-)
LEONORA:
(Ya voy olvidando a Carlos.) (-Aparte-)
Vanse los dos. Salen SIRENA, CORBATO, NISO y FENISA
CORBATO:
Par Dios, señora, si entre tanta seda,
tantos tapices de brocado y oro,
tanto paje sin capa y caperuza,
tanta bellaquería también vive,
buena pro os hagan pavos y faisanes,
y coma yo a la noche, si no hay olla,
un pedazo de pan y una cebolla.
SIRENA:
Corbato, los deseos del aldea,
incitados agora del agravio
con que el duque mi honor manchar pretende
huír me mandan del confuso infierno,
donde son los pecados cortesanos.
FENISA:
¡Y luego dirán mal de los villanos!
NISO:
Pues Carlos vueso primo ¿no os defiende?
SIRENA:
Cortesano es también, todos son unos,
No hay que fiar.
NISO:
Es hospital la corte.
¡Venturoso el que sano de ella escapa!
Péganse como bubas los pecados.
CORBATO:
Y aun por aqueso tien tantos bubosos.
FENISA:
¡Ah, cortesanos tiesos y engomados!
Líbreme Dios de cuellos amoldados.
SIRENA:
Ya los duques, Corbato, se habrán ido,
y si espero que vengan, corre riesgo,
o mi vida, o mi honra, o todo junto.
A mí me importa, hasta que tenga aviso
del peligro en que ando el rey de Francia,
esconderme de suerte, que no sepa
el duque donde estoy, aunque me busquen
sus mismos pensamientos.
CORBATO:
No os dé pena;
que a veros a buen tiempo hemos venido.
SIRENA:
Amigos, permisión del cielo ha sido.
CORBATO:
Ya vos sabéis que cerca de Belvalle,
en Fuente Rubia, tengo yo una granja
de encinas y castaños guarnecida,
donde parece que Naturaleza,
por si acaso faltasen en el mundo
los árboles diversos que le adornan,
quiso juntar allí cuantos reparte
en los diversos bosques que matiza;
y es tanta su espesura que parece
que es cabeza del mundo aquella sierra
según son los cabellos que la cubren
y de la gente y sol mi granja encubren.
SIRENA:
Pues a tal tiempo el cielo os trujo a verme
y en mi favor los duques ha ausentado,
Fenisa ha de partir conmigo agora
sus aldeanas ropas.
FENISA:
¡Que me place!
Tres sayas traigo, dos de cordellate
y una de paño fino; que la gala
de nuestras labradoras los di-santos
es cargar de sayuelos y basquiñas.
Venid, trocad palacios por campiña.
SIRENA:
Sígueme, pues; que en este cuarto mío
esta trasformación haré segura.
Los demás me aguardad en esta sala.
CORBATO:
Par Dios, si vais allá, que no os descubra
el perro de San Roque, aunque trabuque
el monte todo el papa, rey o duque.
Vanse SIRENA y FENISA. Sale CARLOS, hablando para sí al salir
CARLOS:
En despedir los duques he ocupado
el tiempo. ¡Ay mi Sirena! ¿Si le has ido?
¡Desdichado de mí que lo sospecho!
Y si es verdad, mis juveniles años
verán hoy su fin trágico, acabando
a un tiempo mis desdichas y mis celos.
¡Las puertas la cerrad, piadosos cielos!
CORBATO:
¡Ah, señor Cáelos! ¿Ya no quiere hablarnos?
Mas no me espanto; que entre tanta seda
piérdese un pobre labrador de vista.
CARLOS:
¡Oh alcalde! ¡Oh Niso! ¿qué hay acá de nuevo?
¿Habeis visto a mi prima?
NISO:
A eso venimos.
CORBATO:
Y habrando con perdon de vuesas barbas,
par Dios, que diz que sois un gran bellaco.
NISO:
La marquesa Sirena lo confiesa,
y no puede mentir una marquesa.
CARLOS:
¿Luego ya la habéis visto?
CORBATO:
Si sois hombre
de guardarme un secreto, que me hurga
acá porque te escupa , sabréis cosa
que tien, por lo que os toca, de importaros.
CARLOS:
Acaba pues. ¿Qué esperas?
NISO:
Callá, alcalde.
CORBATO:
Pardiobre que no puedo, y tengo miedo
de un secreto en el cuerpo detenido,
con que me muera yo, y enviude Menga.
Niso, cámaras hay también de lengua.
Sabed que está Sirena en su aposento
vistiéndose dos sayas de Fenisa,
y trocando damascos por la frisa.
Del duque se va huyendo, que esta noche
diz que quiso, par Dios, desdoncellarla,
y de vos también huye, porque dice
que por gozar lo mucho que os promete,
de primo habéis saltado en alcagüete.
Par Dios, desque el secreto he desbuchado
que parece que estoy desopilado.
CARLOS:
Sirena me ha culpado injustamente,
que ignora lo que su honra he defendido;
mas ¿dónde podrá estar tan encubierta
que no lo sepa el duque; que en volviendo,
ha de hacer diligencias exquisitas?
CORBATO:
Par Dios, aunque haga más que un pleitante,
que en Fuente-Rubia suelen, si se emboscan,
no hallar salida liebre ni raposa,
y cansadas, morirá a nuestras manos.
Bien sabéis vos el sitio y la espesura
que le esconden y guardan de la gente.
CARLOS:
La traza y el lugar es excelente.
Yo también quiero irme con vosotros,
de vuestro traje mismo disfrazado;
mas no sepa Sirena de esto nada,
que está de mí sentida injustamente,
y si ve que seguirla determino,
ha de mudar de intento y de camino.
CORBATO:
Yo no pienso encargarme de secretos
que tanta inquietud dan; Niso los guarde
si es que se atreve, porque yo en dos credos,
si me embargaren, meteré los dedos.
CARLOS:
Pues veníos conmigo, iremos juntos
y Niso podrá irse con mi prima;
que si ella está a peligro de la honra
yo del alma, que no se halla sin verla.
CORBATO:
Vámonos pues, que ya estará vestida.
CARLOS:
Cortesanos agravios y recelos,
hasta el vestido aquí quiero dejaros
como en lugar que está apestado todo;
que es la corte ramera, y ya no dudo
que he de salir de su interés desnudo.
Vanse todos.
Salen CARMENIO, CELAURO, PEINAO, CLORI, MENGO y TIRSO. Suena grita dentro, y van saliendo mojados CARMENIO, CELAURO y los otros pastores. Hablan dentro
CARMENIO:
Tirso, a recoger las parvas;
que viene el agua sin tino.
CELAURO:
Deja el bieldo con que escarbas
la paja; que el turbellino
nos da con ella en las barbas.
CLORI:
Saca el trigo de las eras,
Las gavillas mete en casa. Salen CELAURO y CARMENIO
CELAURO:
Junta la paja, ¿qué esperas?
CARMENIO:
Que ya la tempestad pasa.
CELAURO:
Par Dios que viene de veras.
CARMENIO:
El cielo tien mal de madre. Saliendo PEINADO
PEINADO:
Eso sí. ¡Verá si afloja!
CARMENIO:
Recogeos acá, comadre. Saliendo CLORI
CLORI:
Agua, Dios, que ruin se moja.
PEINADO:
Y mojábase su padre.
CARMENIO:
¿Está el trigo recogido?
CELAURO:
Lo mas se queda trillado.
PEINADO:
Según el agua ha venido,
Temo que se ha de ir a nado
lo que hogaño hemos cogido.
CELAURO:
Fue a ver nuesamo a Sirena,
y a fe que él vuelva fiambre.
CLORI:
Sí, aguardadlos con la cena.
CARMENIO:
No ha de quedar vivo enjambre,
según lo mucho que truena.
PEINADO:
Ésta es la hora que el cura,
metido en la igreja en folla,
nubes hisopa y conjura.
CARMENIO:
¡No esté él jugando a la polla!
Que si un todo dar procura,
no le harán ir por justicia
a conjurar.
CELAURO:
Sí, eso tiene;
que si en el juego se envicia,
no hay conjuros.
PEINADO:
Pues bien viene
por el diezmo y la primicia. Saliendo MENGO
MENGO:
¡Madre de Dios, y cuál vengo!
Dadme un camisón y un sayo.
CLORI:
Remojado venís, Mengo.
MENGO:
Mató las mulas un rayo;
no sé cómo vida tengo.
CARMENIO:
¿Las mulas?
MENGO:
Y de camino
el mastín. Dadme otra ropa;
que vengo hecho un palomino.
PEINADO:
¡Qué calado!
MENGO:
Hecho una sopa;
mas dadme algunas en vino,
porque unas sopas con otras
se avengan acá mejor.
CLORI:
Bien tu enfermedad quillotras.
Lumbre hay.
MENGO:
Vo a entrar en calor.
¡Qué mal tiempo para potras! Vase MENGO. Sale TIRSO
TIRSO:
¡Ah! ¡Pese a quien me parió,
y al borracho que me hizo!
CARMENIO:
¿Qué traes, Tirso?
TIRSO:
¿Qué sé yo?
No he de ser más porquerizo.
CELAURO:
¿La piara...?
TIRSO:
Ahí quedó
en la zahurda; ahogado
se han diez ó doce cochinos.
CARMENIO:
¿Tal agua escupe el nublado?
TIRSO:
No han bastado los encinos
para no haberme calado
hasta el alma.
CLORI:
Éntrate allá.
TIRSO:
Pobre de aquél que le coge
do tan presto no hallará
poblado.
CARMENIO:
Cuando se moje,
¿de eso a ti qué se te da?
¡Mas gente a caballo suena!
CELAURO:
A la fe que vien de prisa.
CLORI:
Huéspedes teme la cena.
CARMENIO:
¿Quién son?
PEINADO:
Corbato y Fenisa,
que con Carlos y Sirena,
de labradores vestidos,
como abadejo en remojo,
vienen del agua perdidos.
CLORI:
Echa en la lumbre un manojo.
CELAURO:
Ellos sean bien venidos.
CLORI:
Ropa enjuta les vo a dar,
y aderezarles la cena. Vase CLORI
CARMENIO:
Corre, que si a su pesar
tanta agua bebió Sirena,
gana traerá de cenar.
CELAURO:
Aun no escampa, y ya anochece. Hablan dentro
DUQUE:
El camino hemos perdido.
FLORO:
Hácia allí una luz parece
TIRSO:
De nuevo suena rüido,
y el tiempo se está en sus trece. Sale FLORO
FLORO:
¡Ah buen hombre! Hacé avisar
al dueño de aquesta casa
que a los duques den lugar
mientras la tempestad pasa,
que ya se entran a apear.
PEINADO:
¿Qué duques?
FLORO:
Los de Bretaña,
y el de Borgoña.
PEINADO:
¡Arre allá!
TIRSO:
Llama a Corbato, alimaña.
PEINADO:
Si aun no cabemos acá,
¿Dó cabrá tanta compaña?
Vase PEINADO.
Salen de camino LEONORA, el DUQUE de Bretaña, y ENRICO el duque de BORGOÑA, todos mojados
ENRICO:
¡Rigurosa tempestad!
DUQUE:
No la vi igual en mi vida.
¡Hola, a la gente llamad,
que por el bosque esparcida
los pierde la oscuridad.
ENRICO:
Poned luces, y verán
donde estamos. Pues, Leonora,
con rigor tratado os han
las nubes.
LEONORA:
No há más de un hora
que salimos de Dinhán,
y más en ella he pasado,
Señor, que en toda la vida.
ENRICO:
Poco el coche os ha guardado
esta vez.
LEONORA:
Vengo perdida.
Lindamente me he mojado.
DUQUE:
No fue posible llegar
que esta aspereza los coches,
y obligónos a apear
la borrasca.
LEONORA:
A muchas noches
de estas, no hay que desear.
ENRICO:
¡Extraños truenos!
LEONORA:
No puedo
volver en mí.
DUQUE:
Qué de espantos
hicistes!
LEONORA:
Téngolos miedo.
ENRICO:
Pues hartas santas y santos
acomodastes al credo. Salen CORBATO, PEINADO, y luego FENISA
CORBATO:
Mucho el agua me ha obrigado
esta vez, en mi conciencia,
pues por acá los ha echado.
Bien venido sea su excelencia
y el buen viejo que trae al lado.
DUQUE:
¡Oh, Corbato! ¿Sois el dueño
de esta granja vos?
CORBATO:
¿Pues no?
Aunque es astil el terreño,
Menga esta hacienda me dio
en dote del matrimeño. Sale FENISA
FENISA:
Con salud la duca venga.
Éntrese acá.
CORBATO:
Aho, Fenisa,
haz que lumbre el hogar tenga,
y saca tú una camisa
que mude la duca, Menga;
que aunque groseras y rotas,
limpias al menos están.
FENISA:
¿Mas que heis de chorrear gotas!
TIRSO:
Hechos palominos van.
DUQUE:
Descalzadnos estas botas. Éntranse los DUQUES
CORBATO:
Hola, Crinudo, Mellado,
id vosotros y quitad
la ropa a los que han llegado,
y en el hogar la colgad.
Corre tú, Tirso, al ganado.
Trae dos cabritos o tres,
y tú otros tantos lechones.
TIRSO:
¿Ha escampado?
CORBATO:
¿No lo ves?
Corre tú, y pela pichones
y gallinas.
PEINADO:
Vamos pues.
CORBATO:
Aquí en el portal estén
los escaños y la mesa;
que es mas ancho y cabrán bien.
Saca tú fruta.
PEINADO:
¡La priesa...!
TIRSO:
Ya van.
CORBATO:
En un santiamén.
Vanse TIRSO y PEINADO, y los otros pastores.
Salen CARLOS y SIRENA
CARLOS:
Basta, esposa de mi vida,
Que el cielo nos ha juntado
todos aquí.
SIRENA:
La venida
de el de Borgoña ha quitado
mi miedo, pues si no olvida
servicios y parentesco
de mi padre, espero de él
el descanso que te ofrezco.
CARLOS:
No temo la ira cruel
de Filipo si parezco
delante de él pues está
el de Borgoña ahora aquí.
CORBATO:
¿A qué os salís por acá
¿A que os conozcan? Así,
¿desquillotrástesos ya?
¿Hase el enojo acabado?
CARLOS:
El agua del torbellino
nuestros celos ha ahogado.
CORBATO:
Él es gentil desatino
andar arracacinchado
con ese diablo o celera
que a los de la corte os da.
SIRENA:
¿No hay celos aquí?
CORBATO:
Es quimera.
Quítase eso por acá
con cavar una haza entera.
Mas escondeos, que si os ven
los duques, que están al fuego,
no pienso que os irá bien.
CARLOS:
¿No han de cenar aquí?
CORBATO:
Y luego.
CARLOS:
Pues cuando a la mesa estén,
dejadme, Corbato, vos
trazar los platos.
CORBATO:
Sí haremos
de buena gana, par Dios;
que en el campo no sabemos
cuál es el principio o pos.
CARLOS:
Pues entrémonos, Marquesa,
antes que a cenar se asienten. Vanse CARLOS y SIRENA. CORBATO habla mirando hacia adentro
CORBATO:
Ea, ¿no traéis la mesa? Salen PEINADO y TIRSO que sacan la mesa puesta
TIRSO:
¡Ah! Pregue a Dios que revienten
con ello el duque y duquesa.
CORBATO:
Calla, bestia. Saca sillas.
PEINADO:
¿Pues han de caber en éstas
tanta braga y lechuguillas?
CORBATO:
Si a duques tienen a cuestas,
bien vienen ser de costillas.
Di que salgan a cenar;
que ya se habrán enjugado.
PEINADO:
Tirso, vélos a llamar.
CORBATO:
¿Mas qué no tienes pensado
algo agora que cantar?
TIRSO:
Si tengo ó no, ello dirá.
PEINADO:
¿Mas que nos haces reír?
TIRSO:
Los duques salen acá. Salen el DUQUE, LEONORA, ENRICO, FLORO, FENISA, CLORI, NISO, y PASTORES
DUQUE:
Luego nos podemos ir,
pues ha serenado ya.
CORBATO:
Cenaréis, señor, primero;
que porque estiméis mijor
vueso estado, daros quiero
la cena a lo labrador,
pues falta a lo caballero.
DUQUE:
Yo, Corbato, os pagaré
la costa.
CORBATO:
Poca es la hecha.
Ningún cuidado eso os dé;
que todo es de la cosecha
con lo que os hemos mercé.
Ea, no hay mas que esperar
sino entrarse; que se enfría
lo poco que hay que les dar,
si es que antes que salga el día
a la corte han de llegar.
DUQUE:
Estamos en casa ajena
obedezcamos, señor.
Dan aguamanos a los DUQUES, siéntanse, y van cenando los tres, y FLORO está detrás del DUQUE de Bretaña. Sirven FENISA y CLORI y algunos PASTORES
PEINADO:
¿Ésta es la duca?
TIRSO:
¿No es buena?
PEINADO:
En Belvalle el regidor
dio a her una Madalena
para muesa cofradía,
y noramala, por Dios,
aho, para su señoría,
si se quedase entre nos.
TIRSO:
¡Buena Madalena haría!
PEINADO:
¿No tien gorguera y copete?
Faltábale más que el bote?
Digámoselo.
TIRSO:
Anda, vete.
PEINADO:
Mas tiesa está que un virote.
TIRSO:
Es moza de buen jarrete.
DUQUE:
¿Úsase poner acá
de punta hacia el convidado
el cuchillo?
CORBATO:
Ser podrá.
DUQUE:
Al revés el pan me han dado.
FENISA:
Anda todo al revés ya.
CORBATO:
Comed, y no paréis mientes
en eso.
PEINADO:
Empieza a templar.
TIRSO:
Yo no tiemplo, impertinentes.
NISO:
Sin templar podéis cantar
al son que os hacen los dientes. Canta
TIRSO:
"Pero Gil amaba a Menga
desde el día que en la boda
de Mingollo el porquerizo
la vio bailar con Aldonza.
Mas en lugar de agradarla,
porque no hay amor sin obras,
al revés del gusto suyo
hacía todas las cosas.
Erraba siempre en los medios
guiándose por su cholla,
y quien en los medios yerra,
jamás con los fines topa.
Por fuerza quería alcanzarla;
mas no es la mujer bellota,
que se deja caer a palos
para que el puerco la coma.
Si botines le pedía,
la presentaba una cofia;
si guindas se le antojaban,
iba a buscarla algarrobas.
Nadaba en fin agua arriba,
y empeoraba de hora en hora
como rocín de Gaeta,
quillotrándose la moza.
Fue con ella al palomar
una mañana entre otras,
y mandóle que alcanzase
una palomita hermosa.
Subió diligente Pedro,
y al tomarla por la cola,
volósele, y en las manos
dejóle las plumas solas.
Amohinóse Menga de esto,
contólo a las labradoras,
que al pandero le cantaban
cuando se juntaban todas:
Por la cola las toma, toma
Pedro a las palomas.
Por la cola las toma, toma."
El DUQUE habla aparte con FLORO
DUQUE:
Si fueras poeta, Floro,
en esta ocasión, no pongas
duda que de ti creyera
que escrito habías la historia
de mi amor mal gobernado.
FLORO:
Desengáñente las coplas,
pues no te desengañó
lo que yo te dije en prosa.
DUQUE:
Al revés serví a Sirena.
En la cuenta caigo agora.
Aunque tarde, necio anduve
en fiarme de Leonora.
Galán al revés he sido;
mas, Floro, ¿cómo no notas
desde que aquí me senté,
que no hay manjar que me pongan
sino al revés? El cuchillo
la punta hacia mí acomodan,
el filo hacia arriba puesto,
la servilleta me doblan
al revés, el pan asientan
la cara abajo. ¿Qué cosas
son éstas?
FLORO:
Son groserías
de esta gente labradora.
DUQUE:
No, Floro; ordenadamente
van sirviendo al de Borgoña
y a la duquesa los platos.
Sólo excluyen mi persona.
Cuando agua-manos me dieron,
antes que me echasen gota,
me sirvieron la toalla.
FLORO:
Turbación de gente tosca.
DUQUE:
Cuando sentarnos quisimos,
vuelta hallé mi silla sola
las espaldas a la mesa.
Después en la cena toda
mi sospecha he confirmado.
Diéronme asada una polla
sobre una taza y la salsa
en un plato.
FLORO:
Calla agora.
DUQUE:
Cuando pido de beber,
agua me traen en la copa,
y el vino me echan encima.
FLORO:
Así se usa en Barcelona.
¿Qué pueden aquí saber
de corteses ceremonias,
si no han sido maestre-salas
ni trinchan sino cebollas?
DUQUE:
Pronósticos con que Amor,
porque me afrente y me corra,
mandando al revés servirme,
de amante al revés me nota. Canta
TIRSO:
"Corrido Pedro de verse
que le corren por la posta,
a su comadre Chamisa
dio parte de sus congojas;
mas respondióle la vieja,
`Pero Gil, cuando se enhornan,
se hacen las panes tuertos,
y cocidos mal se adoban.
Si no aciertas al sembrar,
no te espantes que no cojas,
porque mal cantará misa
aquél que el a, b, c ignora.
El que por las hojas tira,
mal los rábanos quillotra,
que no se deja arrancar
el rábano por las hojas.
Ya que erraste a los principios,
cántente en bateos y bodas,
en fe que eres un pandero,
a su pandero las mozas:
Por la cola las toma, toma
Pedro a las palomas.
Por la cola las toma, toma.'"
Cuando se ha cantado esto, salen CARLOS y SIRENA de labradores, y saca cada uno un plato, y en él un rábano, las hojas hacia el DUQUE delante del cual se hincan de rodillas
FENISA:
Señor duque de Bretaña,
si no ha entendido la historia,
sepa que por él se ha dicho,
y no por otra persona.
Para postre de la cena,
porque no hay conserva o tortas,
le presentan los que ve,
el rábano por las hojas.
Diz que es tan mal pretendiente,
que empieza cuando negocia,
por el Ite, Missa est,
para acabar en la gloria.
Si es discreción esa o no,
nueso duque de Borgoña
lo diga, pues Dios lo trujo
a que estos preitos componga.
DUQUE:
¡Sirena! ¡Carlos! ¿Qué es esto?
CARLOS:
Diligencias que la honra,
gran señor, hacer procura.
La tempestad rigurosa
nos ha juntado aquí a todos,
para que alcance vitoria.
Contra amorosos deseos
en ti la razón honrosa.
La marquesa que has amado,
es mi prima y es mi esposa.
Juzga si es razón, señor,
volver por entrambas cosas;
y mirando a la nobleza
de tu sangre generosa,
sal vencedor de ti mismo,
y mi osadía perdona.
ENRICO:
Duque, si vine a Bretaña,
quejas justas de Leonora
de mi estado me sacaron
que han de averiguarse agora.
Sabido he todo el suceso
del ciego amor que hace heroica
la constancia de Sirena,
y vuestra edad alborota.
Ella es deuda de los dos;
mas no deuda que se cobra
en ofensa de su fama,
y agravio de vuestra esposa.
Pues Dios aquí nos juntó,
venturoso fin se ponga
con que ella y Carlos se partan
desde este sitio a Borgoña;
que en el condado de Aspurg
mi amor a Sirena dota,
para que en descanso viva,
pues la ausencia no ocasiona
juveniles apetitos.
LEONORA:
(Albricias, venganza loca,
que con escalas de celos
combatistes mi deshonra;
que ausentes Sirena y Carlos,
a fortalecerse torna
la obligación de mi honor.
DUQUE:
No es tiempo de que responda,
señor, al justo consejo
que mi venganza os otorga,
sino que callando os pida
que le hagáis poner por obra.
ENRICO:
Alto, pues, mis caballeros
con los marqueses se pongan
cuando amanezca en camino,
y nosotros, pues es hora,
a Bretaña nos partamos.
CARLOS:
Tu prudencia, señor, sola
ha sido bastante a dar
feliz fin a tantas cosas.
Tus pies mil veces besamos.
DUQUE:
Basta. Fenisa donosa,
que al revés me dais la cena...
FENISA:
Y el rábano por las hojas.
DUQUE:
Yo en dote os doy mil ducados;
y a Corbato por la costa
de la cena otros dos mil.
CORBATO:
Déte Francia su corona.
ENRICO:
Alto de aquí, caballeros.
CARMENIO:
Aprienda a hacer desde agora
el amante pretendiente
las diligencias que importan.
FENISA:
Y si no, véngase acá,
y cenará a poca costa,
porque solo le darémos
el rábano por las hojas.